La Revista nº13
Sólo un deseo...
Autor: Dhuna
Textos / Reflexiones
Fecha: 7 de Feb de 2006
 
Sólo un deseo... Que nuestros sueños no se escriban nunca más empapando nuestra pluma con la tinta del miedo...
El título está dentro de tí
Autor: MSN
Textos / Poesía
Fecha: 28 de Mar de 2006
 
El título está dentro de ti
pequeño soñador poético
gran amante de los sentimientos
luchador de lo justo
pecador de lo prohibido.
 
No son las palabras que resumen una idea
la mejor forma de que empieces a leerla
ni tampoco un gran póster
para que te intereses por ella.
 
No sólo pones cabecera a lo que escribes
sino a lo que piensas…a lo que sueñas,
a todas esas veloces ideas
que hay que enseñar, hay que mostrar
y te pido, corazón poético, no lo olvides.
 
No sólo sigues caminando por fronteras
sino que intentas alejarte.....¿por si pecas?,
no, por si acaso intentan seguirte
y poder pisarlas con tal fuerza
que se olviden…..y que por fin,
hermanos iguales convivan…..
o que al fin…..vivan.
AMOR ESTÁTICO
Autor: Viejolobodemar
Textos / Poesía
Fecha: 2 de Feb 2006
 
¿Cumplió con su propósito sin advertir su destino?
¡Se quedó alucinado sin borrar el pasado¡
Punza despiadado sin mirar el futuro,
se queda entre jirones de angustias enredado
 
Esto que fue ardor inextinguible de amor despiadado,
¡No sé si tocó idílica perfección fogoso!
O se diluyó en inútil expectación abatido,
del estéril germen de ternura y gozo.
 
La vida en medio de este sitio baldío,
sin querer avanzar, con las manos vacías…
De tanto contemplar la nada ya no sabe hablar…
Solo contempla con sopor sus esperanzas en huida.
URBI ET ORBI
Autor: Lucevan_Vagh_Owen_Berg
Textos / Relatos
Fecha: 15 de Mar de 2006
 
“¡URBI ET ORBI!”
 
- Soul Mate -
 
Las cosas pasan por algo, y así debe ser, tuve una gran amiga, y fue un gran amor, de pensamientos puros, transmitidos en letras vírgenes, ella lo sabía, no podía escribir para ella un poema, ella lo sabía, porque el poema era ella, alguna vez se lo dije: -- Princesa, eres un poema hecho vida – ella sonrió…
 
Y lo que le decía eran solo palabras, palabras que nacían de su alma, de la mía, yo… yo solo fui la voz, solo fui las letras, traductor de sentimientos eso fui, y sentí, sentí lo que me pasaba, lo que nos pasaba, amor, solo amor, amor puro del más grande amor, yo comprendía eso, pues mi misión fue la de amar, y así fue, amé, amé con locura y vehemencia, y la amé, y aún ahora al escribir para ella, la amo…
 
La cuenta regresiva era ansiada, esperada con mucha emoción, pues debía llegar a ella algo que esperaba darle hace mucho, y llegó a su final, llegó la carta, junto con el día esperado, ese día que predije del cual me protegí, o quizás no, era el día de caer y seguir cayendo, ese día llegó, el día de caer desde lo más alto, lo más alto nunca conocido por la humanidad, porque fui yo a quien amó, y veo mi caída, y aún sigo cayendo, ¡Es increíble lo alto que me ha llevado…!
 
Y aún así, la amo; prometí no verla, prometí no hablarle, no escribirle, y así lo hago; si para su bien tengo que renunciar a ella, yo la amo y digo Amen.
 
Pero no renunciaré a mi pensamiento, el de amarla más…
 
No lo haré; yo, mi mente, mi corazón, seguirán fiel a mi Princesa Once y Seis…
 
Porque llevo su imagen impregnada en mi mente, porque sé que sonreirá como siempre le vi hacerlo, porque así perdurará en mi memoria, hasta el final…
Y sé que su tristeza será por mí, que algunos minutos los guardará para mí, porque ella está en mí.
 
Es verdad, ella es libre de elegir, y “Compos Sui” es mi frase pregonada, y yo decidí, ella…
No sé, o quizás si lo sepa, no quiero saber…
Quizás mi corazón la espera, mi mente la espera, quizás yo…
No lo sé.
 
Yo decidí por bien suyo, porque sabía donde me había metido, sabía lo que iba a pasar, decidí, y ella…
No sé, y yo no quiero saber.
 
Y ahora, siguiendo fiel a mi conciencia, les contaré el final de esta historia, del gran amor que tuve y que es…
Mi final, el que vive en mi mente…
 
La Princesa Once y Seis…
 
Estaba entre dudas y amores, la vi en las cartas, la vi, habían tres amores, al primero lo marcaba un gran amor, puro, inocente, pero que estaba lejos, muy lejos…
Ese, era yo; a otro lo marcaba la rutina, discusiones, un amor que ya tenía, y que estaba a su lado; Había otra carta más, y marcaba a un hombre de bienes, eso veía, pero…
La carta que la representaba a ella, siempre estaba al lado del mío, su amor, su corazón, sus pensamientos, siempre eran para mí, eso veía en las cartas, siempre los dos juntos, después de todo, era más el amor que sentíamos…
 
La duda no fue mía, y nos separamos, y sé que fue para su bien, era lo mejor, al menos eso fue lo que pensé y pasaron las horas, los días, meses, años…
 
Pensaba en ella, como siempre, como nunca amé, siempre más; y la vi, allí estaba, vi sus ojos, y esas manos tan bellas, que antes, solo me tocaban de lejos, y esa sonrisa, vi esa sonrisa que… que siempre me enloquecía de ternura.
 
La vi, allí estaba que me decía:
 
--¡Ya decidí, ya lo hice…! ---
 
Se me acercó, la vida se iluminó, y sentí su abrazo, fuerte abrazo, junto a mí y yo recordaba sus palabras antes pronunciadas, muy claro como si fuese ayer que decía:
 
--No me dejes, no te vayas… --
 
Recordaba esas palabras y más cosas de ella, que en realidad no había olvidado, porque estaban allí, conmigo, mi Princesa Once y Seis…
 
Fue como un sueño, un sueño real, y la besé, y ella me besó, y no dejé de amarla, como siempre la amé, siempre más…
 
Ya han pasado años desde que mis ojos la recibieron con inmensa alegría, y todo el recuerdo del pasado, brilla en mi mente, como si ayer, como si solo ayer hubiera pasado, y aún ahora como alma en mis pupilas, llevo su nombre grabado en mi interior, mi corazón, porque ella, después de años, sigue a mi lado…
 
Puedo sentir el amor que tuve por ella, porque la veo frente a mi, la veo; y me casé con ella, y fue su decisión, y también la mía, ella dejó todo atrás, todo lo que tenía, y a su familia también.
 
Pero es feliz, como lo soy yo, fue el anhelo de dos locos soñadores, que creyeron en el amor, y ahora yacen felices y con dos hijos, uno se llama Sebastian, y la niña como su madre, como mi esposa.
 
Sé que la vida es dura, y sé que nos amamos y esa es nuestra fuerza, y seguimos adelante, cumplimos sueños, sueños que quizá otros no hubieran logrado, el de unir nuestras almas que se añoraban, quizás inconscientemente, quizás, pero lo logramos, y somos cuatro ahora, dos niños que tenemos, que son unos pequeñines muy geniales, mi gran amor que fue mi gran amiga, La Princesa Once y Seis…
 
Ahora sé que el final de mis días, es la nueva cuenta regresiva, pero sigo amando y la amo y soy el que más le ha amado, ella lo sabe, ella es La Princesa Once y Seis… y yo, yo soy el que más le ama, y el que, dondequiera que sea mi futuro, siempre musitaré en su conciencia: --¿Te dije que te amo?, ¿lo sabes verdad? Te amo, siempre más, siempre…
 
Autor: Lucevan Vagh Owen Berg
¿Qué es?
Autor: Dimrûthiel
Textos / Poesía
Fecha: 3 de Ene de 2006
 
¿Qué es?
¿Qué son sus ojos?
-El latir de su alma
 
¿y sus lágrimas?
-La fuente de inocencia, divinidad y esperanza.
 
¿Qué son sus labios?
-El don para poder susurrar deliciosas melodías, tan dulces que las estrellas se acercan para escucharlo
 
¿Quien es?
-Es un físico acoplándose a la palabra bello, es un alma inocente y pura, como agua nueva.
 
¿Qué quiere?
-Ser curada de su corazón maldecido
 
¿Maldecido?
-Herido por una bala de amor y envenenado por sombras de brujas
 
¿Cómo puede sanar?
-No puede
 
¿Por qué?
Terrible destino le depara andar, pues vos disparasteis la flecha del mal, rechazándola y a las colinas negras fuisteis a enviar y amor negro pudo jurar.
 
Gema Rebeca [Dimrûthiel]
RECUERDA QUIEN SOY
Autor: Gala
Textos / Relatos
Fecha: 8 de Mar de 2006
 
Era un día como otro cualquiera. Las mismas caras, las mismas prisas, los mismos olores. Esperar tranquilamente en los asientos situados en el andén a que llegara mi tren, escuchar el silbato que anunciaba su entrada en la estación y levantarme para aproximarme al lugar, en el que más o menos había calculado, quedarían las puertas del vagón para poder acceder a él. Buscar con la mirada algún asiento libre, para poder sentarme y seguir leyendo tranquilamente mi libro. Frente a mí una mujer a la que veía algunas veces, y junto a ella el hombre al que amaba. Todas las mañanas, las que coincidíamos sentada frente a ellos, allí estaban. El cogía una de las manos de la mujer, con la otra le acariciaba la cara. Ella le miraba siempre de la misma manera, él se acercaba y la besaba mientras ella cerraba los ojos. Era hermoso poder verlos amarse así, con aquella sencillez.
 
Entonces, el tren se aproximaba a la estación en la que él se habría de bajar. Se despedía de la mujer besándola de nuevo con ternura y diciéndole en bajito, te amo. Ella le devolvía el beso, y entre los cristales, cuando él ya se encontraba fuera del vagón, esperaba a que el tren iniciara la marcha para verla partir. Como si ya no fuera a verla nunca más, como en las antiguas películas grabadas en blanco y negro. Y ella alzaba su mano y le dedicaba un adiós. Pero aquel día, a pesar de ser como otro cualquiera, no era del todo igual. Porque las personas de aquella mañana, sentadas frente a mí, no eran las mismas. El hombre no sujetaba la mano de la mujer que estaba a su lado, ni la mujer le miraba con dulzura. Cada uno de ellos andaba sumergido en sus pensamientos, se les notaba distraídos y ausentes. Cuando él intentaba buscar la mirada de la mujer, ésta dirigía la cabeza hacia otro lado. Sus manos se aferraban fuertemente al bolso que sujeta en su regazo. El dejaba las suyas sobre sus piernas y en algún momento, sus dedos se movían nerviosos, queriendo atrapar aquellas manos que ahora le rehuían. Llegando a la estación en la que él abandonaba su asiento, ella seguía cabizbaja. Y en el reflejo de los cristales que había frente a mí, pude ver al hombre que esperaba, cómo la mujer que amaba se marchaba sin dedicarle ni un solo adiós.
Pasaron los días, y el hombre y la mujer ya no se sentaban juntos, si no que, lo hacían uno en frente del otro. Pero una mañana, en el asiento que el hombre dejó de ocupar, aparecía una pequeña rosa roja. Nadie que entrara en el vagón era capaz de coger aquella rosa y retirarla, para poder sentarse en el asiento que hizo suyo aquella pequeña flor. Todo el mundo miraba a la mujer, y a la rosa. Nadie se explicaba qué hacían la una al lado de la otra. Pues siempre eran la misma mujer, y el mismo tipo de flor. Ella nunca dejaba de sentarse en aquel asiento, por lo que cada día junto a ella, siempre había una rosa. Hasta que una mañana, el hombre que se sentaba frente a ella, se levantó para salir del vagón. Cuando se volvió para volver a mirar a la mujer que seguiría amando para decirle adiós hasta siempre, ella sujeta entre sus manos la última rosa. El hombre lloró y ella le dedicó un beso al aire.