Enmarcando momentos
Autor: vanesita
Textos / Poesía
Fecha: 1 Nov 2005 
 
Congelo tus ojos brillantes
contemplando los míos.
 
Congelo tu sonrisa, la mía,
congelo la alegría.
 
Congelo
Bocas empapadas,
Bocas,
deseosas de besos.
Labios saboreando labios
Nocturno primero
Autor: Relax
Textos / Relatos
Fecha: 2 Nov 2005

¿Qué tiene la noche? ¿Es el silencio? ¿La oscuridad? ¿Por qué me siento como un intruso? La calle quiere estar vacía. Farola. Los ruidos que se oyen son cobardes, se les nota. Farola. De alguna forma, hay silencio tras ellos. Los semáforos se entrenan. Farola. Todo parece distinto. Tan distinto... Otra farola, pero apagada. Hasta huele a noche. Veo anuncios luminosos y me parecen absurdos. Absurdos no, surrealistas. Farola. Eso es, surrealista, la noche es surrealista. Llevo todo el día caminando y busco un banco. Hay uno de madera, bajo una farola. Me siento con cuidado.
 
Una tienda pequeña ilumina la acera un poco más abajo. Es una de esas franquicias que abren 24 horas, de alimentación y cosas así. La luz que derrama es extremadamente fría, muy blaca. Como la de un hospital. Siempre me fascinaron ese tipo de comercios, así que dejo mi banco y me siento en uno mas cercano desde el que puedo ver el interior. La noche lo transforma todo, hasta a las personas. Sobre todo a las personas. El mostrador es estrecho y brillante y sobre él hay todo tipo de chocolatinas a la venta. Detrás hay una mujer sola que espera en silencio. La calle está completamente desierta, iluminada a intervalos de la pastosa luz amarillenta de las farolas. Todo es tenue y suave, excepto la tiendecita y sus fluorescentes. Es como si acuchillara la placidez noctura. La mujer apenas pestañea, está inmovil entre las chocolatias. A través del escaparate todo es frío y pulido, aséptico, impersonal, artificial. La luz tan blanca...
 
Decido entrar. Las puertas correderas se abren solas. Espero un par de segundos en la puerta, observando. ¡Es realmente extraño! Entro en una capsula de blancura exagerada y orden milimétrico. Doy una vuelta por el local y oigo perfectamente mis pasos contra las baldosas. Tap, Tap. También oigo un zumbido, creo que de la lámpara. El silencio aquí es incómodo y frágil. Se rompe en cuanto toco la máquina de los cigarrillos. Todo es tan nítido que duele. ¡Clonc!. Mi tabaco cae al cajón de la máquina y lo saco. Tap, Tap, Tap. La dependienta me ignora. Me paro ante las puertas y esucho como se abren. Zzzzt..¡clac! Tap, Tap. Fuera sigue haciendo frío.
 
Me vuelvo a detener después de cruzar el umbral. Se me ha ocurrido algo. Las puertas siguen abiertas y las vuelvo a cruzar. Cojo aire. Mucho aire. Inspiro hasta que ya no me cabe más aire en el pecho. Me arqueo ligeramente hacia atrás y esucho el frotar de mi gabardina contra mis pantalones. Tenso todo el cuerpo y me doblo hacia delante muy bruscamente mientras ¡¡¡AAAAAAAHHHHHHHHH!!! descargo todo el aire en un seco, potente, desgarrador grito. El silencio se resquebraja en pequeños cristalitos. La tienda vuelve mi alarido tan nítido y anguloso como lo demás. El sonido rebota en las paredes, en las baldosas, en la máquina de tabaco, en las chocolatinas. Sigo gritando salvajemente. Me mareo por la falta de aire y por la sensación tan intensamente irreal, y a la vez tan definida, tan perfilada, que llega a mi cabeza. El sonido está lleno de aristas y de filos. La dependienta ha desparramado las chocolatinas por todo el mostrador del susto. Ahora me mira sorprendida y muy confusa. Ella esperaba, pero no esto.
 
Me callo de golpe. La ola de silencio llega tan violentamente como se fué. Casi se oye como se expande por todo el local. Tambien se podría oír el crujir dentro de la cabeza de la pobre mujer que sigue agarrada al mostrador para no caerse. Yo giro sobre mis talones haciendo un sonido perfecto y -Tap, Tap- salgo otra vez a la calle. La noche sigue oscura y mágica. Me quedo un momento saboreando su misterio y su calma sobrenatural. No oigo como se cierran las puertas de la tienda, porque el sonido de noche es diferente. La noche lo cambia todo, en especial a las personas. ¿Por qué será?
Primaria magnitud
Autor: diesel
Textos / Relatos
Fecha: 2 Nov 2005
 
Verano bochornoso. El calor penetra por la boca. Tú y yo conociéndonos a través de unos granizados en el madrileño Paseo del Pintor Rosales. Yo estoy contándote miles de tonterías y tú sólo ríes sin parar. Lo que no sabes es que por dentro estoy pensando incesantemente en cómo poder besar esos tus lçsensuales frescos labios sintener que recibir una bofetada porque, al fin y al cabo, sólo eres una desonocida que ríes sin parar porque cuento miles de tonterías. Soy payaso infantil pero por dentro me corre a borbotones una sangre revuelta que en mis sienes concentra ardor erótico y trascendental.
 
La tarde va pasando ligera y yo me estoy sintiendo cada vez peor ante tu perturbadora presencia. Yergues tu cuerpo. Tus senos son dos firmes naranaja en al naranja atardecer... y de pronto todo se hace noche y se acaba tu carnaval de risas porque has decidido marchar. Te pierdes en la sombra del portal con el punto de mira ya inevitablemente fijo en el avión que te llevará a París en la madrugada. París no es siempre una fiesta... sobre todo para quienes hemos perdido la ocasión de besar unos labios rabiosamente frescos...
 
Estoy solo. Terriblemente solo y aturdido. Necesito alguien a quien poder contar cómo se inició todo, cómo se desarrolló todo y como todo se acabó en seis rápidas horas.
 
Pienso en Andrés, en Paco, en Elena... pero Andrés está ahora en su penúltimo burdel de la zona de Fuencarral con su inveterada costumbre de la prostitución. Paco hace tiempo que anda por Barcelona con sus poesías esotéricas bajo el brazo. Y Elena ya no cree en mí desde que Luis le ha metido en la cabeza la maquiavélica idea de que yo soy sólo un donjuán sin sentimientos. ¿Qué tendrá Luis para ser siempre tan miserable?. Está bien que quiera echar un polvo con Elena pero... ¿por qué se empeña tanto en echar cenizas sobre mi cadáver?. Elena y yo hace ya meses que no tenemos nada en común, salvo esa vieja amistad que ahora está zozobrando por culpa de sus cabronadas.
 
Lo mejor que puedo hacer, para olvidarte, es irme a Lavapiés y emborracharme en la tasca del Venancio lo mismo que hace Juan Manuel todos los fines de semana. Pero no. Yo no quiero olvidarte. Yo sólo deseo recordarte para siempre. No olvidarte jamás.
 
Y entonces comienza mi locura. Corro hacia el Templo de Debod como un lunático sacerdote de la Isis nocturnal... pero reboto en las escaleras y bajo a todo tropel hasta llegar a la Plaza de España. Me quito los zapatos. Me quito los calcetines. Plenamente descalzo me siento en el ´verde césped para parlamentar prolongadamente con las estatuas de Don Quijote y Sancho Panza. Total, yo ya estoy más loco que los dos juntos...
 
- !Bellaco imberbe juvenil!. ¿Cómo osas perturbar con tu insolente presencia mis profundos pensamientos?.
- !Tened compasión de él, mi señor Quijote!. Parece simplemente un muchacho enamorado.
- Muchacho o fantasmagórica transformación de algún diabólico jerife... hablad de inmediato si no queréis que os atraviese con mi adarga!. ¿Qué habéis venido a tramar en mis moradas?.
- Caballero de La Mancha... vos que sabéis tanto del desamor... ¿qué tengo que hacer para olvidarla?.
- Veo que sois muy tierno en estos menesteres. Para olvidarla no podéis hacar nada salvo encomendar vuestra alma al Destino. !Es imposible olvidarla!.
- No sóis muy generoso con él, mi señor Quijote.
- !Callad tragaldabas!. Cuando dos hombres hablan de olvidar el amor, los que sólo saben de pitanzas deben guardar silencio.
 
Llega un profundo silencio desde la Red de San Luis bajando a lo largo de toda la Gran Vía...
 
- !Oídme, jovenzuelo!. !Este silencio sólo es la antesala del ruido estremecedor de los diablos que vienen a gozar del festín de tus sentimientos!.
- Don Quijote... !ayúdeme a superar el miedo!. !Deseo acabar con este dolor!.
- !Callad, muchacho!. El dolor forja a los hombres hasta convertirlos en heroicos personajes de viejas leyendas.
 
Entonces me entra un rayo de lucidez y entiendo que el personaje que está verdadera y locamente enamorado de Dulcinea no es Don Quijote sino Cervante...
 
- Don Miguel... ¿qué puedo hacer para olvidarla?
- No la olvides, muchacho. Lánzate hacia la primera magnitud de tus sentimientos. No pierdas el tiempo hablando con marmóreas estatuas. Búscala y bésala sin compasión...
 
Penetro en la locura de la enésima potencia. Dejo mis calcetines, mis zapatos y mi sangrante corazón en el jardín de los olvidos y me lanzo calle arriba. Llego a Martín de los Heros 36. Subo al segundo piso. Llamo. Ella me abre y yo la beso sin compasión como me ha aconsejado mi amigo Miguel...
 
Y, por último, la total y definitiva locura cuando en la pequeña habitación de la República del Manicomio, realizamos el acto carnal-sexual-congenital.
 
El avión de la madrugada, con destino a París, se eleva con la ausencia de una pasajera... una pasajera que está todavía aromatizando sus cálidas esencias en el semen de mi sensación.
Revista nº8
Dándome a tí
Autor: tiodemo
Textos / Poesía
Fecha: 25 Oct 2005 
 
Me siento vacío sin tí,
sin tu mirada acompañándome,
sin tus besos, tus abrazos, tu sentir.
 
En los momentos que estamos alejados,
me muero un poquito más.
Eres mi todo, mi luz y mi despertar.
 
Despertar que cada día imagino a tu lado,
para hacerte feliz. Para hacerte sentir.
 
Estamos juntos.
En este mundo que nos queda por descubrir,
quiero tenderte la alfombra roja y dejar que contemples
lo más precioso de él, que a veces, serán reflejos de tí.
 
Te miro...te miro y te contemplo admirado,
como si de una flor se tratara, vas abriéndo poco a poco tus pétalos...
paciencia, 'acaso una flor nace y florece en unas horas??no...
hay que cuidarla, mimarla, protegerla y quererla...
es posible que, a veces, la dejemos pasar algo de frío, o pequeños bichitos
la hagan sufrir, poco a poco, pero no dejándola ser feliz.
Rápido, debemos curarla!! y, aunque a veces tarde, la cura devuelve
la confianza a la flor...
entonces,
la flor se muestra ante nosotros, hace que se pare en ese momento todo
y sólo la sientas a ella...como a tí te siento yo, única.
 
 
Dedicado a tí, Lunita, para que nos acompañemos en todo, en el frío y en la primavera.
Congelo la Dulzura
 
Congelo el Encanto
 
Congelo la Hermosura
 
Congelo los colores, los sabores
las emociones de aquellos días.
 
Congelo nuestro abrazo
El más hermoso y sincero de todos
El ultimo.
 
Congelo mi vida
en el momento que nuestras almas estaban unidas.