“¿Por qué a mi helada soledad viniste cubierta con el último celaje de un crepúsculo gris?…. Mira el peaisaje, árido y trsite, inemnsamente triste”. Así comienza el largo poema Idilio Salvaje del escritor ecuatoriano Manuel José Othón. Yo levanto la vista del libro y miro el paisaje: una calle larga y llena de un sinnúmero de personas tristes. Resonancias de mi temperamento, mi despreocupada bohemia se desviste de toda clase de máscaras de olvido mientras te espero a ti, princesa en el camino de los caprichos de las imágenes del mundo. Y este torrente de sangre en sinfonía despliega todas sus sensaciones para darte la magnífica acogida entre el Himno de los Bosques y la Estepa del Nazas.
Archivo por días: 25 noviembre, 2005
El primer ser humano
El primer ser humano nació de las profundidades del mar y salió a la superficie. Cómo nació nadie lo sabe pero era una hermosa hembra (llamémosla, por ejemplo, Eva) que al encontrarse en el alta mar comenzó a nadar enérgicamente hasta alcanzar la costa. Al llegar a la playa, como estaba extenuada, se tumbó en la arena con los brazos y las piernas abiertos.
Entonces el Espíritu del Viento la vió tan hermosa que se enamoró de ella y la poseyó. Como Eva era profundamente fecunda alumbró un gran número de hijos varones y hembras. Así nacieron los priemros José, Antonio, Carlos, María, Carmen… y supongo que entre ellos estaba Adán.