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Relatos

De verdad de la buena

Si lo que quieres
Es que yo sea sincera,
Lo seré…
Porque yo también lo quiero.

Si lo que quieres es que te quiera
lo haré, yo también lo quiero.

Si lo que quieres es seguir queriéndome
O mejor
O más…
Hazlo.

Ambos lo queremos, no?

Pero si miras atrás
y te caes
Por falta de cuidado,
No vuelvas a mí
A ponerme las cosas difíciles.
No vuelvas a mí, a entorpecer mi evolución.

Vuelve para adorarme
Para estar por mí

De verdad de la buena.

M.N.

Sólo quiero que me quieras

Aunque te sienta por encima

Aunque te sientas por debajo

Sólo quiero que me quieras

Por delante, a la cara

Por detrás, a mis espaldas

Sólo quiero que me quieras

Con todo tu corazón

Con todo tu cuerpo

Con tu alma

Bien, mal, regular

Da igual

Sólo quiero que me quieras

History in the air (Relato)

Hugo Lorenzo había regalado un ramo de narcisos, de color amarillo sol, a Sofía Loreto quien, con gran esmero, había preparado aquellos siete suculentos buñuelos de viento azucarados.

– Seis son para ti, Hugo.

– ¿Y te vas a conformar con comer solamente uno, Sofía?

– Para mí es mucho más agradable ver cómo te comes tú los seis y yo te acompaño con uno que para mí valen más que cien.

En la casa de Sofía Loreto, en plena calle madrileña de Serrano, nunca faltaba de nada.

– Siempre he dicho que las mujeres millonarias tenéis unas formas de actuar bien extrañas.

– ¿Pero de verdad es que tienes que irte?

– De verdad, Sofía. La patria me llama y es un deber mío acudir a la llamada de la patria.

– ¿Pero qué se os ha perdido a los españoles en Afganistán?

– ¡Somos solidarios con las necesidades ajenas! ¡Si tú fueses un hombre lo entenderías mejor!

– Lo que no entiendo, Hugo Lorenzo, es que tú tengas que ser uno de ellos.

– Lo que yo no entiendo, Sofía Loreto, es que tú no tengas corazón para sentirlo.

– Será porque mi corazón me lo has robado tú.

– Perdona, Sofía, pero yo no ando por la vida robando corazones de millonarias solitarias.

– Sabes muy bien que yo no soy una solitaria. Por ejemplo, Omar Arijo no hace más que rondarme.

– ¿Y por qué no le das una oportunidad a ese tal Omar Arijo?

– No es por faltas de ganas sabiendo que es heredero de un principado en Qatar.

– Es mucho mejor partido que yo, Sofía…

Sofía Loreto contemplaba, con arrobo, cómo Hugo Lorenzo iba comiendo, tranquilamente, un buñueño tras otro. En su casa todo era confort y, sin embargo, aquel bohemio parecía echar en falta algo…

– ¿No te resulta acogedora mi vivienda?

– Supongo que sí, pero…

– ¡Siempre pones algún pero a la hora de tener que comprometernos de verdad!

– La patria, Sofía, la patria…

– ¿Ahora resulta que un bohemio como tú ama tanto a la patria?

– Amo lo que mi patria hace por los demás.

– No puedo entenderte por más que lo intento…

– ¿Y no crees que eso es motivo más que suficiente como para que le des una oportunidad a Omar Arijo?

– ¿Y olvidarme de ti? ¡Nunca! ¡Jamás! ¡Sólo estoy deseando que vuelvas vivo!

– Es que esa es la verdadera cuestión. ¿Y si no vuelvo nunca más?

– Si no vuelves nunca más no entra en mis pensamientos.

– ¿Y no crees que puedo convertirme en un héroe muerto si no vuelvo nunca más? ¿Qué vas a hacer entonces de provecho en tu vida amando a un héroe muerto? A mí me parece que ese tal Omar Arijo es lo suficentemente narciso como para que le des una oportunidad.

– ¡Sólo le daré esa oportunidad si veo tu esquela en los periódicos!

– A veces los héroes son soldados desconocidos. ¿No sabes eso?

– Por lo menos deja que te acompañe al aeropuerto.

– ¡De eso nada, Sofía! ¡No me permito ver llorar por mí a nadie cuando se trata de una despedida!

– Y si te prometo no llorar…

– En ese caso es mucho mejor que te quedes en tu casa riendo de cara al futuro…

– ¿Tengo futuro sin ti?

– ¿No dices que ese tal Arijo es heredero de un principado en Qatar?

– ¡Sí! ¡Es verdad!

– Entonces, si termino siendo un héroe desconocido, será mucho mejor para ti que me olvides ahora que estás a tiempo. Y hablando de tiempo, tengo que irme ya.

– ¿No te vas a comer el séptimo buñuelo? He perdido el apetito.

– Está bien. Lo haré por ti. Para solidarizarme con tu causa.

Hugo Lorenzo saboreó el ùltimo de los siete buñuelos de viento azucarados.

– Me gusta ver cómo devoras…

– A veces, Sofía, a veces…

– ¿De verdad non quieres que vaya al aeropuerto contigo?

– De verdad quiero que te quedes en tu casa y que invites esta misma tarse a ese tal príncipe Arijo de Qatar. Quizás a él también le guste catar tus buñuelos de viento azucarados.

Se dieron el beso de la despedida y Hugo Lorenzo salió a la calle de Serrano, por donde caminaban miles de personas en aquel día de fiesta nacional, mientras que Sofía Loreto pensaba en la patria…

– ¿Quién sería el gracioso que la inventó?

Una hora después, Hugo Lorenzo salió del metro en la Estación Aeropuerto T4. Miró su reloj y comprobó que no estaba ni atrasado ni adelantado; así que le quedaba, todavía, una hora de espera que aprovechó para acercarse al Caffriccio Coffe, donde una bella señorita atendía al público con una sonrisa de oreja a oreja.

– Esa sonrisa se merece el mejor café del mundo.

– ¿Cómo dice usted?

– Que merece la pena tomar un café con leche, en vaso de caña y con dos de azúcar, con tal de ver esa deliciosa sonrisa que tienes usted.

Ella se sintió tan halagada que se detuvo un momento en su continuo trabajar.

– Me llamo Brenda. Brenda Boletín para ser más exactos.

A Hugo Lorenzo le quiso entrar la risa pero se aguantó por respeto a aquella belleza de mujer.

– ¿Y qué dice el Boletín Oficial del Estado acerca de chicas como usted?

– Supongo que eres muy gracioso y no de esos que se las dan de graciosos sin serlo…

– Suponer no cuesta dinero… o al menos que yo sepa…

Brenda Boletín soltó una carcajada.

– ¡Jajajajajá! Sólo por eso te voy a invitar a ese café…

– Gracias, pero recuerda que sea en vaso de caña y con dos de azúcar.

Una vez servido el café con leche tal como él lo había pedido, dio las gracias a su manera…

– ¡Ojalá que nos volvamos a ver en el Paraíso, Brenda!

– Ojalá que sí…

– Me llamo Hugo Lorenzo pero como lo de Lorenzo es demasiado llámame simplemente Hugo.

– Ojalá que sí, Hugo… porque sería una buena noticia…

Hugo Lorenzo se apartó del mostrador con su café con leche y se sentó en una silla vacía junto a una mesa vacía. Volvió a mirar su reloj y comprobó que todavía tenía que esperar un buen tiempo; así que sacó el libro que llevaba en el bolsillo derecho de su americana. Era la novela “Al este del Edén”, de John Steinbeck, y por unos segundos comenzó a leer, para sus adentros, la sinopsis de la contraportada…

– Entre la guerra de secesión y la primera guerra mundial, dos familias viven a lo largo de tres generaciones en el lejano valle de Salinas. Tras acompañar a la familia en su épico asentamiento en California, el lector penetra en el sofocante mundo de los, en el que un hombre de costumbres estrictas y severas, intenta educar en el recto camino a sus hijos y, tras ser hijos abandonado por su mujer, a quien nadie en la familia se atreve a nombrar. Uno de sus hijos es trabajador, obediente y cumplidor; pero inquieto y siempre insatisfecho, no soporta el peso del silencio en torno a su madre, cuyo carácter indomable cree él, secretamente, que ha heredado; así pues, ya es inevitable la lucha soterrada por el reconocimiento del padre, cuyo rechazo conduce al hijo a la más provocadora rebeldía. Un día se siente extrañamente atraído por la misteriosa dama que regenta el burdel más célebre de la región. A partir de ese instante, la maldición caerá sobre él, condenado irremisiblemente a permanecer al este de un elusivo Edén…

Volvió a mirar a su alrededor pero no vio a ninguna cara conocida salvo la de Brenda Boletín que le miraba con sumo interés. Hugo Lorenzo observó la portada del libro…

– Parece interesante…

– ¿Qué es lo que te parece tan interesante, sinvergüenza?

Levantó repentinamente la vista del libro y se encontró ante el monumento viviente más excitante que había conocido en su vida.

– ¡Hola, Jessica! ¡Lo que me parece interesante es que sigas soltera y completamente virgen a pesar de todo!

– ¡Jajajajá! Está bien. ¿Nos vamos o no nos vamos?

– Nos vamos.

Jessica Albacete era la más bellísima hembra de los casi desconocidos shiriou. Nacida de padre español y nativa, Hugo Lorenzo no podía entender que se hubiera fijado en él.

– Yo no sé si esto es un sueño o es que estoy soñando…

– Las dos cosas a la vez, Hugo, pero haz el favor de volver a la realidad.

Hugo Lorenzo se restregó los ojos, los volvió a abrir y descubrió que era una verdad. No era ni un sueño ni estaba soñando. Ante él se encontraba, esperando a que la besara, la chavala más explosiva que hubiese podido imaginar. Abandonó la novela “Al este del Edén” sobre la mesa.

– Si no imagino es que es cierto…

– ¿Se puede saber a qué esperas?

Hugo Lorenzo se levantó de la silla, estuvo a punto de tropezar con la mesa y, controlando sus impulsos, le dio en la boca el beso más largo que podía dar teniendo en cuenta las circunstancias que les rodeaban.

– ¡Atiza! ¡Pues es verdad!

– ¿Qué es lo que es verdad?

– Que no hace falta irse al Paraíso para estar en el Paraíso.

– ¿Es que ya no te interesa venir conmigo?

– Si hay algo que me interesa en la vida es perderme contigo.

– ¿Qué quieres decir con eso de perderte?

– No volver jamás a la calle madrileña de Serrano…

– ¿Qué cuento le has contado?

– Tuve que hacerlo para remediar un mal mayor.

– ¿Pero qué le dijiste?

– Que me iba a Afganistán para cumplir con mi patria.

– Y espero que cumplas…

– ¿Y tú? ¿Qué hiciste tú con Jaime Gordejuela?

– Me dijo que aspiraba a llegar a ser todo un general. Me dio pena despedirme de él en Carabobo…

– ¿Se le quedó la cara de bobo?

– Algo así… pero me estoy refiriendo a que en Carabobo fue donde le hice saber que lo de él conmigo no tenía ninguna clase de futuro. También le dije que lo hacía por mi patria…

– ¿Y de verdad ansía llegar a ser general ese tal Gordejuela?

– Eso es lo que ansía con mayor entusiasmo así que yo perdí todo entusiasmo por él.

– Vamos a volar, Jessica…

– ¿Eso quiere decir que te atreves?

– Eso quiere decir que en el aire te cuento mi historia.

Una vez dentro del avión, y tras el aviso de que ya los viajeros podían desabrocharse el cinturón de seguridad, Hugo Lorenzo pidió a la azafata de vuelo un par de bíteres sin alcohol.

– Gracias, Hugo, por tu generosidad. Ya puedes empezar a contarme…

– Te vas a sorprender.

– Eso depende de cuánto sea de interesante.

– Resumiendo. Nací, viví y morí… luego existo…

– ¡Habla en serio, por favor!

– Pero si estoy hablando en serio…

– Lo único que te pido es que seas coherente.

– Está bien, seré coherente. Nací en un chalé con paredes blancas.

– ¿Tú naciste en un chalé con paredes blancas?

– Muchos millones de seres humanos han nacido en chalés con paredes blancas y has de saber que desde el centro de España hacia el sur abundan esa clase de chalés.

– ¿Tú eres sureño?

– ¡Claro que soy sureño!

– Pues no lo pareces…

– Parezco norteño pero soy sureño… lo mismo que parezco muy tonto pero soy muy inteligente…

– ¿No estás exagerando?

– No. Yo creo que soy muy inteligente… pero me corto mucho cuando hablo con una chavala como tú…

– Mirándote bien a la cara… y mira que le echas cara a la vida… más parece que has nacido en una carreta…

– En cierto modo debió ser así… porque cuando nací mi familia era itinerante…

– ¿Traficantes de armas tal vez?

– No. Soy un poco guerrillero pero no tanto.

– ¡Jajajajajá!

– Menos jajajajajá y más tomarme en serio, Jessica.

– Está bien. Te tomo en serio. ¿Con quiénes te educaste?

– En la ciudad de Madrid con vicarios ronceros y morenos…

– ¿Puedes explicarme eso? No lo entiendo.

– Me estoy refiriendo a curas ligones o, al menos, que se las daban de ligones pero… a la hora de la verdad…

– A la hora de la verdad esos vicarios ronceros y morenos de los que me estás hablando no se comían ni media rosca y ligaban con las que nadie quería. ¿Cierto?

– ¡Jajajajajá! Eso es, Jessica. Quizás por eso repartían tantas hostias cuando nos reíamos de ellos.

– ¿Te reías de los vicarios ronceros y morenos?

– Más que reírme es que me daban pena…

– ¿Y qué más?

– A veces iba a ver películas de autor.

– ¿Películas de autor?

– Sí. De esas películas que no entendíamos nada pero disimulábamos en las tertulias haciendo creer que lo habíamos entendido todo.

– ¿Te gustaba también la música?

– Sí. Mucho. Sobre todo la de vamos a la playa calienta el sol… o la de enséñame a cantar enséñame a cantar…

– Supongo que, siendo sureño, te encantan las soleares.

– Me gustan mucho las que están solas…

– ¿Te refieres a las que tienen soledad?

– Sí. Me encantan porque son las más buenas.

– ¿Las más buenas o las que están más buenas?

– Veo que tú también eres muy inteligente.

– Y, sin embargo, yo te veo a ti muy cortés.

– Sí. Alguna vez que otra he tenido que cortar a alguna de ellas… pero era para poder sobrevivir en medio de la jungla urbana…

– ¿La jungla urbana? ¿Qué es eso de la jungla urbana?

– Todo aquello de la movida…

– ¿La movida? Ahora sí que no entiendo nada.

– La movida podía devorarte vivo si te pillaba en Babia… y por eso me daba por beber leche de pantera…

– ¿Babia? ¿Leche de pantera? Pero en qué sociedad te has criado…

– En La Vaquería y sus alrededores.

– ¿Una vaquería en Madrid capital?

– En pleno corazón de Madrid capital.

– ¡No me lo puedo creer!

– Yo tampoco me lo puedo creer pero es verdad.

– ¿Y en esa vaquería vendían leche de pantera?

– Pues sí. Te lo creas o no te lo creas es totalmente cierto.

– ¿Y algo más igual de interesante?

– También me daba por pasar muchas horas enteras sentado en un banco…

– ¿Y qué hacías tú sentado horas enteras en un banco?

– Verlas pasar…

– ¿Las horas?

– No precisamente las horas.

– ¿A quiénes entonces?

– A las más llamativas porque eran las que más me llamaban la atención.

– ¿Y no te llamaron nunca la atención por hacer eso?

– Ni mi abuela materna, ni mi padre ni mi madre, nunca me llamaron la atención por hacer eso. Estaban muy contentos con lo que hacía yo sentado en el banco porque decían que así me estaba haciendo todo un hombre.

– ¿Te estás quedando conmigo?

– No. Eso, si Dios quiere, vendra después. ¿Puedo continuar?

– ¡Continúa, continúa! ¡Eres un joven muy interesante!

– Lo interesante es que, de repente, un día me dio por explorar mis facultades…

– ¿Para qué explorabas tus facultades?

– Para desarrollar la que más estuviese acorde con mi personalidad.

– ¿Y cuál fue de todas ellas?

– La facultad de comunicación.

– Estoy segura de que lo hiciste para tener más probabildiades de ligar con chavalas guapas.

– Exacto. Como había estudiado Ciencias sabía manejar muy bien el cálculo de las probabilidades a través de la comunicación interpersonal.

– ¿Y qué pasó después?

– Que un buen día cogí todas mis experiencias, hice un hatillo con ellas, y me fui a ver a Alaska… pero no me gustó…

– ¿No te gustó Alaska?

– Cuando la conocí me quedé totalmente frío.

– Pero si Alaska despierta pasiones…

– Será entre los desesperados… pero resulta que yo, en esto de admirar bellezas naturales, nunca he sido un desesperado… Alaska me parece muy artificial… y por eso prefiero Villaconejos…

– ¿Te gusta más Villaconejos que Alaska?

– ¡Rotundamente sí!

– ¿Cuál es la razón?

– La cantidad de melones que hay allí.

– Veo que te gustan mucho los melones.

– Sólo cuando están en su punto. Ni verdes ni pasados. Duros por fuera pero tiernos por dentro. Es mejor comer melones que comerse el coco pensando…

– ¿Y ahora mismo que estás pensando?

– ¡Cómo me las maravillaría yo!

– ¿Algún asunto de flores?

– ¡Eso es! ¿Cuáles te gustan más?

– Las orquídeas de mi tierra.

– En cuanto lleguemos a nuestro destino lo primero que voy a hacer es regalarte un ramo de orquídeas. ¡Conozco muy bien el lenguaje de las flores!

– ¿Dónde has aprendido tú esa clase de lenguaje?

– Paseando, solitario, por La Rosaleda del Retiro madrileño.

– ¿Totalmente libre o totalmente liberado?

– Totalmente liberado.

– Descubro que tu facultad de comunicación la has desarrollado del todo.

– Sí. Por eso me nombraron representante…

– ¿Y a quiénes representas tú?

– A los caídos.

– ¿A los caídos en los combates de la vida?

– Eso es. A los que siempre se quedan fuera de juego…

– ¿Estás queriendo jugar conmigo?

– Pues sí. Por ejemplo al veo veo que ves una cosita y qué cosita es empieza por c…

– ¿No te parece eso juegos peligrosos?

– No seas mal pensada. Yo no soy ni Margaret MacMillanme ni tengo nada que ver con ninguna Margarita. Sólo me estoy refiriendo al corazón.

– ¡Jajajajajá! ¿Puedo reclinar mi cabeza sobre tu pecho? Ya tengo sueño…

Hugo Lorenzo permitió, con sumo placer, que Jessica Albacete reclinara su cabeza sobre el pecho de él y, a los pocos segundos, ella quedó dormida mientras él pensaba para sus adentros…

– Cuando llegue la hora de la verdad estoy seguro de que me abandonará por otro…

– ¡Sé lo que estás pensando, Hugo! ¡No te dejaré jamás por ningún otro hombre! ¡Avísame cuando veas por la ventanilla el paisaje de nuestro destino!

Ahora sí. Ahora ella se quedó profundamente dormida hasta que, al nacer el nuevo día, por fin se divisó el paisaje desde la ventanilla del avión.

– ¡Jessica! ¡Jessica! ¡Es verdad que el Paraíso existe! ¿Cómo se llama eso?

– No se lo digas a nadie…

– ¿Cómo se lo voy a decir a alguien si no sé cómo se llama?

– Es que todavía no tiene ningún nombre. Lo llamaremos según sea tu deseo, Adán… esto… quiero decir Hugo…

– Está bien Eva… esto… quiero decir Jessica…

– ¿Cómo quieres llamarlo?

– ¿Puede ser Blue Waterfall?

– ¿Cascada Azul? Me gusta. Así lo vamos a llamar.

Y él ya no pudo aguantarse más las ganas de abrazarla, besarla profundamente en la boca y sentir el contacto de su piel trigueña mientras acariciaba, suavemente, aquel rostro divino.

FIN

MARGARITAS

Un joven muchacho paseaba por un campo repleto de margaritas, cogió una de ellas y empezó a deshojar sus pétalos como aquel que va restándole horas a un reloj. Le fue quitando la belleza, le quitó su color, también su alegría,su ternura,su fragilidad a la vez que le iba dejando melancolía, frío,silencio, oscuridad, soledad …Y cuando ya le había arrancado todos sus pétalos, con el tallo entre los dedos observó lo poco que ya quedaba de aquella flor. Las lágrimas comenzaron a brotar. Se había deshojado el corazón.

confesiones

Resbala tu lengua por todo mi cuerpo, la ropa a trozos. Sudor y saliva. Las cortinas descolgadas, algunos muebles por el suelo.
Tu cuerpo sobre mi cuerpo. Mi cuerpo contra la pared y yo sin pedir tregua y tu sin piedad.
A media luz nuestras sombras nos persiguen, mientras nos apresuramos en tocarnos, en sentirnos, apretarnos.
Tu empujas, yo respiro. Tus labios en mi oreja mientras me susurras, dios sabe qué, con una voz ronca y templada.
Me derrito y tu lo notas. Me agarras, me sostienes, me intimidas.
Caemos exaustos al suelo, pero esto no ha acabado y lo sabes.
Te miro, me miras, y con una sonrisa en la cara te sujeto las manos. Ahora mi objetivo es tu cuello, tus hombros.
Llámale besos a los muerdos que te doy mientras tiritas. Apenas puedo inmovilizarte asi que me ayudo de la ropa a tiras que hay por el suelo y te ato. Eres todo mio, todo par mi.
Lo que antes era el cuello y los hombros, ahora es tu torso, tu abdomen, tu cadera, mis mordirdiscos y mi lengua. Que juegan a ver como soportas el placer, haciendote sufrir.
Te oigo respirar y eso me acelera, me lo pides y lo hago. Y rebosamos ambos en un placer tan intenso que casi nos sentimos culpables.
Me deshago sobre ti dejandome caer en tu pecho, luego nos besamos sin apenas poder respirar, y respiramos.

El Molino de Calabria (Novela) -Capítulo 2-

Estábamos los dos en el Paddy’s tomando los enamorados sin alcohol.

– ¿Qué lleva esto, Giuseppe?

– Lima concentrada, zumo de arándanos y sirope de mango. Se llaman enamorados.

Ella se quedó pensativa antes de seguir…

– Hablando de enamorados… ¿sabes que desde muy niña tenía muchos deseos de ser monja?

– No sigas. ¿Estuviste estudiando con las carmelitas descalzas antes de llegar a la Universidad?

– Exacto. Las veía tan puras que quería ser como ellas.

– Supongamos que sean tan puras como aparentan ser, aunque permíteme que lo dude en cuanto a todas.

– ¿Por qué tienes tan mal concepto de las monjas?

– No tengo mal concepto de las monjas. Sólo he dicho que algunas hay que no son tan puras como aparentan. Pasa lo mismo que con todos los seres humanos. ¿Y tú por qué no fuiste una de ellas?

– Porque me gustaban mucho los hombres como tú.

Me concentré, durante algunos segundos, en la mirada de sus ojos.

– ¿He dicho algo improcedente, Giuseppe?

– Has dicho algo tan lógico que hasta es inevitable tener que reconocer que vale la pena trabajar a tu lado.

– Pues parece que tú no te das por enterado…

Saqué la tarjeta de visita del cadáver que todavía estaría colgando de la rama de la palmera de la Piazza Matteotti y se la entregué a Rosalinda Este.

– ¿Conoces algo de él que sea realmente interesante de conocer?

– Es un chico que empieza a tener mucho éxito con las jovencitas.

– ¿Algún futbolista?

– No. Se trata de un cantante que empieza a ser conocido. Está comenzando a salir en las revistas del corazón y ya sabes que esa es una manera de ir haciéndose famoso.

– Hasta que se te apaga la estrella y dejas de lucir…

– ¿Por qué se le va a apagar a estrella a un chico tan guapo como Horacio Craignone?

Antes de desvelar el misterio quise forzar más la situación.

– ¿Cuál era el gancho más fácil para que entrara a formar parte del mundillo de las estrellas que empiezan a brillar?

– ¿No lo sabes de verdad?

– No leo nunca revistas del corazón ni sigo las historias televisivas de color de rosa. Me aburren.

– Sus actuaciones en “El Molino de Calabria” y sus amores con alguna de las cabareteras.

Desperté del letargo…

– ¡Host! ¿Has dicho con alguna de las cabareteras de “El Molino de Calabria”? ¿Alguna en especial?

– La mejor de todas. Supongo que tú ya sabrás de quién estoy hablando.

– No estoy para resolver ahora acertijos, Rosalinda.

-¿De verdad no sabes que Horacio Craignone, el cantante que empieza a sonar en todas las discotecas de Italia, es el amigo íntimo de Roberta Fena?

– ¡Oh caro! ¿La monumental Roberta Fena liada con un total semidesconocido?

– Y liada del todo, Giuseppe.

– ¿Tanto como para haber tenido ya relaciones sexuales los dos?

– Exacto. ¡Ella es un monumento y él es guapísimo! ¡A ella no le importa nada más que el dinero y a él no le importa nada más que la fama! ¡Normal! ¡Es algo que ya es tan normal que todos sabemos que esa es la manera de escalar en el mundillo de los artistas! ¡Hoy estás arriba gracias a los líos y mañana los líos acaban contigo!

– Y esta vez has acertado por completo.

– De verdad que a veces eres muy extraño, Giuseppe. ¿Qué me quieres decir con eso?

– Que el joven colgado, con la cara destruida por culpa de las cuchilladas, la estaca clavada en las tripas y los ojos tirados por el suelo, era Horacio Craignone.

– ¡Mío Dio! ¡No puede ser! ¡Se decía de él que no tenía enemigos en ninguna parte de Italia!

– Pues alguien no piensa como tú, Rosalinda.

– No salgo de mi asombro… su canción “Existe una calle” es ya muy conocida a nivel nacional y estaba siendo impulsada para traducirla al inglés con vistas al mercado mundial.

– Pues parece una broma del destino pero es cierto que existe una calle… aunque para Horacio Craignone no haya sido precisamente para bien…

– Pues no puedo entenderlo, Giuseppe.

Me quedé de nuevo mirando fijamente a los ojos de Rosalinda Este.

– Me pones nerviosa cuando me miras de esa manera.

– Estoy intentando adivinar…

– ¿Tiene algo que ver con mis ojos?

Adiviné, mirando el rostro completo de Rosalinda Este, que estaba ya a muchos kilómetros de distancia de ella.

– ¿Por qué te has callado de repente?

No pude evitarlo y lo solté todo seguido…

– Me gustas cuando callas porque estás como ausente, y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca. Parece que los ojos se te hubieran volado y parece que un beso te cerrara la boca. Como todas las cosas están llenas de mi alma emerges de las cosas, llena del alma mía. Mariposa de sueño, te pareces a mi alma, y te pareces a la palabra melancolía. Me gustas cuando callas y estás como distante. Y estás como quejándote, mariposa en arrullo. Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza: déjame que me calle con el silencio tuyo. Déjame que te hable también con tu silencio claro como una lámpara, simple como un anillo. Eres como la noche, callada y constelada. Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo. Me gustas cuando callas porque estás como ausente. Distante y dolorosa como si hubieras muerto. Una palabra entonces, una sonrisa bastan. Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto. De Neruda.

– Quien pudiera, Giuseppe Oreto…

Volví al presente del Paddy’s.

– ¿Cómo dices, Rosalinda?

– Quién pudiera ser ella…

– Escucha. Olvida ahora todo lo que he dicho. Tenemos que concentrarnos para saber qué podemos hacer tú y yo para triunfar.

– Sí. Creo que va a ser lo mejor.

– ¿Tú conoces la letra de “Existe una calle”?

– ¿Te refieres a la canción que Horacio Craignone puso de moda a partir de su estreno en “El Molino de Calabria”?

– Sé que cantas muy bien pero no te pido que me la cantes. Dime sólo la letra, por favor.

– ¿Buscas alguna pista oculta?

– Puede ser que cuando la compuso debía estar metido en alguna trama de esas que están ocultas para todos menos para Dios…

– Bene, bene. Dice así: Existe una calle; es tan larga que parece que jamás va a terminar. Solitaria. Nunca hay nadie. Esa calle silenciosa siempre está y hay quien que dice que aparece por las noches una figura que callada y triste va. Hoy yo he visto a esa figura. Juraría que la he oído sollozar. La he seguido entre la bruma. La figura en las nubes se ocultó. Miro al cielo. Ya no llueve. Lentamente doy la vuelta y me dirijo a la ciudad… la ciudad… la ciudad… la ciudad… la ciudad…

– Vale, preciosa. Estoy totalmente seguro de que esa canción encierra la verdad más desconocida de Horacio Craignone.

– Pensándolo bien puedes llevar razón. Es demasiado triste para un chico tan alegre como Horacio.

– Ya no es tan alegre, Rosalinda; y perdona por el chiste sino que lo digo porque en verdad que lo parecía.

– Resulta que esa canción debía ser la más verdadera de Craignone que, sin embargo, en todas las demás canciones suyas era un estallido de voz alegre, sonora, viva…

– Lo cual quiere decir que algo anormal estaba ocurriendo con él.

– ¿Un solitario que, de repente, sale de su soledad para meterse en algún infierno?

– Muy bien deducido, preciosa. Eso es. Horacio Craignone adelantó demasiado su ritmo y, en esos casos, como se ha comprobado millones de veces, es muy fácil meterse en algún infierno.

– ¿Y quieres que nosotros dos busquemos ese infierno para cubrir algún reportaje?

– Si nos lo permiten en “Il Giornale di Calabria”…

– ¿Qué podemos hacer dos sencillos periodistas ante el inmenso y poderoso infierno de los intereses del poder social?

Me quedé pensando…

– ¿No se te ocurre nada?

– Se me ocurre algo que puede ser disparatado… pero quizás nos diese muy buenos resultados..

– ¿Y puedes compartirlo conmigo?

– Conozco a las chicas de “El Molino de Calabria”. Son Berta Colini, Roberta Fena y Pietra Rondella solamente de haber oído hablar de ellas mientras tomaba alguna que otra copa en la barra del cabaret. Lo importante para nosotros sería poder conocerlas mejor, mucho mejor que cualquier otro hombre.

– ¿Quieres decir que te vas a dedicar a chismear dentro del “Molino”?

– Al decir que tenemos que conocerlas mucho mejor que cualquier otro hombre estoy dando a entender que solamente una mujer puede conseguirlo.

– No lo entiendo, Giuseppe.

– Solamente una nueva cabaretera del “Molino”, deconocida por todos y por todas, puede lograr hacer amistad profunda con ellas.

Rosalinda Este se me quedó mirando aterrada.

– ¡Espera… espera… eso sí que no… no… y no!

– ¿Y si te digo que yo estaré siempre presente como un cliente fijo que consigue ligar contigo?

– ¿Estás diciendo que trabaje en “El Molino de Calabria” y me convierta en tu chica?

– Estoy diciendo que hay que conocer en profundidad a Berta, Roberta y Pietra y que sólo alguien como tú puede hacerlo pero con la seguridad de que siempre estarás protegida.

– ¿Desde cuándo sueñas tantas aventuras, Giuseppe?

– Desde que en la infancia leía los tebeos de “Pantera Biondi”. Recuerdo que uno de los últimos que tuve en mis manos se titulaba “Traspasando la barrera invisible”. Eso es lo que me está dando la idea de que tú seas, por un tiempo prudencial, la pantera que traspasa dicha barrera que no se ve para que podamos descubrir la verdadera vida de las tres tigresas de “El Molino de Calabria”.

– ¡No, no y no! ¡No me pidas eso porque es excesivamente peligroso! ¡Hay muchos peces gordos adictos a ese cabaret o lo que sea y yo no estoy segura de que tú estés siempre disponible para mí!

– Te juro que estaré siempre a tu lado y nunca te quedarás a solas con ninguno de esos peces gordos de los que hablas.

– ¿Y si te da por liarte de verdad con otra? Por ejemplo con Roberta Fena que dicen que está monumental y me dejas sola ante el peligro…

– Qué poco me conoces, Rosalinda…

– ¡No me digas que no te gusta Roberta Fena, tan parecida a Ornela Mutti en todos los sentidos físicos!

– ¿Cuándo Ornella Muti tenía solamente 20 años de edad?

– ¡Cómo te he descubierto, uccello!

– Escúchame bien porque no lo digo como disculpa ni como defensa alguna porque de nada me tengo que disculpar ni pedir perdón porque la Ornella Muti, a sus 20 años de edad, me gustaba un huevo. Puedo ser todo lo pájaro que tú quieras decir que soy pero no de esos que estás pensando.

– ¿Quieres decir que no me vas a traicionar?

– Nunca he traicionado a ninguna chica y no creo que tú seas la excepción.

– No sé si darte las gracias o mandarte de paseo.

– ¿Quieres o no quieres ser una periodista de vanguardia?

– Sí. Eso sí que me encantaría.

– Entonces mañana, cuando abran “El Molino de Calabria”, vamos los dos en persona a hablar con Don Aldo Lame.

– ¿Don Aldo Lame? ¿Ese del cual se dice que es todo un mafioso?

– Sí. Pero es un mafioso muy pacífico. Sólo le interesa su negocio y su negocio es “El Molino”. En los demás temas ni se pringa.

– ¿De verdad que no me vas a dejar sola ante él?

– Seré yo quien hable en tu lugar. Sé que a Don Aldo Lame no le gustan las que hablan demasiado.

– Necesito otro cóctel, Giuseppe.

Pedí otros dos enamorados y guardamos silencio.

El Molino de Calabria (Novela) Capítulo 1

A las tres de la mañana me despertó el ruido de una tremenda discusión que provenía de la calle. Me levanté rápidamente de la cama y, vestido solamente con el calzoncillo, me asomé a la ventana del Hotel Casa Ponziana BB. Quienes discutían, acaloradamente, eran el banquero Germano Bisi, que llevaba colgadas de sus brazos, a Berta Colini y Roberta Fena, y Paolo, más conocido en el mundo del hampa calabresa, como “Nostradamus” por su enfermiza manera de querer adivinar el futuro de toda persona que se hicese amigo o amiga de él.

– ¡Usted no tiene ningún derecho a irse con las dos por muy adinerado que sea!

– ¡Escucha, mequetrefe! ¡Cuando te hayas dejado los huevos para conseguir el estatus que tengo yo puedes hablarme directamente a la cara! ¡Mientras tanto te diriges a mí, por escrito, y a través de Marco Curti!

Sentí una curiosidad algo morbosa por lo que estaba sucediendo; pero no es que yo sea un cotilla que se mete en la vida de los demás sino que es una consecuencia de mi oficio como periodista de “Il Giornale di Calabria”. Y pensé que era buena noticia saber el motivo de aquella tremenda bronca que había despertado a todo el vecindario. Así que puse el máximo de atención para no perder detalle.

– ¡Soy capaz de sacarle a usted los dos ojos y colgarle de una rama para que lo devoren los buitres!

– ¿Me estás amenazando, bambola di pezza?

El banquero Germano Bisi acababa de llamar monigote a “Nostradamus”.

– ¡¡No es usted más cabrón porque ser más cabrón es un imposible!!

El banquero Germano Bisi dio una chupada a su puro habano Cohiba a medio consumir y se lo lanzó a la cara al joven Paolo quien la tenía congestionada por el odio y la ira.

– ¡Recógelo del suelo y aprovéchalo, sfortunato!

El banquero Germano Bisi le había llamado ahora desgraciado en sus propias narices.

– ¡Arrieros somos y en el camino nos hemos de encontrar, tirano, explotador, sinvergüenza! ¡No pasará mucho tiempo hasta que se entere Etna Curti!

Germano Bisi soltó los brazos de Berta y Roberta, se acercó a “Nostradamus” y, sujetándole de las solapas, lo empezó a zarandear violentamente mientras la amenazaba ahora él.

– ¡¡Escucha, harapiento, si se entera mi esposa de que esta noche he estado en “El Molino de Calabria” eres hombre muerto si es que de verdad eres un hombre!! ¡Stronzo!

El banquero Germano Bisi le había llamado ahora gilipollas y, ante la impotencia de Paolo “Nostradamus”, abrió la puerta de su automóvil super deportivo “Lykan”, dejó entrar a Berta Colini y Roberta Fena para, después entrar él, situarse ante el volante y, metiendo toda la velocidad que pudo al coche, arrancó con tal estrépito que quedé medio sordo durante un par de minutos, pero no tanto como para oír la última amenaza del joven Paolo.

– ¡¡Te voy a sacar los ojos de cuajo y te voy a colgar de un árbol para que todo Catanzaro lo vea!! ¡¡Te juro que lo voy a hacer!!

Me volví hacia el armario, cogí la primera camisa y el primer pantalón que encontré y, metiendo mi móvil en el bolsillo izquierdo del pantalón, salí rápidamente a la Viale Milano, hasta la puerta de “El Molino de Calabria”, pero ya habían cerrado las puertas y todo había vuelto a la calma. Busqué a “Nostradamus” pero no lo encontré por los alrededores, así que pensando cuál podría ser el título de mi columna en el diario del día siguiente, me fui caminando en dirección a la Piazza Matteotti para meditar tranquilamente cuando, de repente, colgado de una rama de palmera lo encontré. ¡Era un espectáculo horroroso! ¡El cadáver de un joven colgaba, todavía sangrante por varias cuchilladas a lo largo de su rostro, con una estaca afilada clavada en sus tripas y las cuencas de los ojos vacías! Alguien le había sacado los ojos. En el suelo yacía la billetera del desgraciado joven que había sufrido aquella brutal muerte. Recogí la billetera con un pañuelo que saqué del bolsillo derecho de mi pantalón. Estaba vacía salvo una tarjeta personal. La cogí y dejé de nuevo la billetera en el suelo. Leí la tarjeta debajo de la luz de una farola: “Horacio Craignone – Cabaret “El Molino de Calabria” – Relaciones Públicas”.

– ¡Mío Dio! ¡Esto es espeluznante!

Rápidamente saqué mi teléfono móvil del bolsillo izquierdo de mi pantalón y marqué un número. Nadie contestaba a mi llamada.

– Contesta, mamma mia, contesta por favor…

No era a mi madre a la que estaba llamando pero volví a marcar por segunda vez.

– Contesta, mamma mía, contesta por favor…

Insisto en que no era a mi madre a la que estaba llamando y volví a marcar por tercera vez cuando, por fin, obtuve una respuesta. La voz era de una chica de veinticinco años de edad pero un poco difusa porque, al parecer, estaba medio dormida.

– ¿Se puede saber quién es el gracioso que me llama a estas horas?

– ¡Escucha, Rosalinda, soy Giuseppe Oreto!

La voz se escuchó ahora con total claridad.

– ¡Merluzo! ¿Sabes qué hora es o has perdido la razón del todo?

– Perdona, Rosalinda, acepto que me llames merluzo pero estoy completamente despierto y que yo sepa no he enloquecido todavía aunque estoy a punto de hacerlo.

– Perdona, Giuseppe, pero no tengo ahora ganas de hablar contigo…

– ¡No cortes la comunicacion, per favore, Rosalinda! ¡Tengo una noticia muy importante que debes tú conocer antes que nadie!

– No me digas que el Catanzaro ha ganado el partido de fútbol…

– ¡No, Rosalinda! ¡Hemos perdido por 1-2, en nuestra casa, pero ha sido con el Salernitana que para eso es el líder aunque todavía estavos los octavos en la general!

– ¿Y para darme esa noticia me haces despertar a las tres y media de la madrugada? ¿De verdad que no has perdido la razón? ¡Eso me lo puedes contar mañana por la mañana mientras estemos en la redacción!

– ¿Tú de verdad crees que yo te molestaría a estas horas de la madrugada para darte una noticia tan infantil?

Ella cambió de actitud.

– ¡Bene! ¡Escucho! Pero espero que sea algo realmente sobresaliente…

– ¡Tienes que venir antes de media hora a la Piazza Matteotti!

– ¿De verdad que no te has vuelto loco del todo? ¿Qué vamos a hacer tú y yo solos y a estas horas en esa plaza?

– No seas tan mal pensada porque si quisiera ligar contigo lo haría a plena luz del dia. No puedo decírtelo por el móvil pero ven rápidamente y trae la mejor cámara fotográfica que tengas.

– ¿Se puede saber de qué me estás hablando?

– ¡De que tienes la oportunidad de hacer la mejor fotografía del año en cuanto a un paisaje italiano! ¡Cuando lo veas te vas a conmocionar!

– ¡Sé que la Piazza Matteotti es muy espectacular pero ya está muy fotografiada como para sacar de ella ahora la mejor fotografía del año!

Bajé la voz para no llamar la atención de ningún posible transeunte aunque la plaza estaba totalmente vacía de personas excepto el cadáver sangriento y yo.

– No puedo contarte nada en estos momentos, Rosalinda, pero ven antes de media hora no vaya a ser que desaparezca y perdamos la ocasión!

– ¿Me estás diciendo que hay un ovni en la misma Piazza Matteotti?

– Es algo mucho más conmocionador que un ovni.

– ¿Pero no comprendes que todavía estoy en la cama?

– Levántante inmediatamente, ponte lo primero que encuentres y ven para acá a toda velocidad, con tu fabulosa Aprilia, antes de que sea tarde.

– Pero si estoy sin arreglar.

– No importa. Tú eres igual del guapa tanto arreglada como recién salida de la cama. Te prometo que te va a interesar el asunto si no te desmayas.

– Me está picando la curiosidad, Giuseppe… pero como sea una de tus bromas pesadas… te juro que no te dirijo más la palabra en toda mi vida…

– ¿Vas a venir o no vas a venir?

– ¡En media hora estoy contigo, pero o es de verdad conmocionante ese paisaje que dices o te tragas mi cámara de fotografías toda entera!

Rosalinda cortó la comunicación. Yo sabía que no iba a faltar a la cita. Así que saqué un cigarrillo de mi paquete de “Yesmoke” mentolado, lo encendí y, sentado cerca de la palmera del ahorcado, comencé a fumar tranquilamente rogando a Dios porque no llegase ningún coche de la policía antes que la Aprilia de Rosalinda. Con Rosalinda manejándola, por supuesto. Comencé a meditar…

– Me gusta esta chica. Me gusta de verdad. Lástima que trabaje como periodista.

No sé por qué medité ese absurdo puesto que yo, al ser también periodista y al trabajar en el mismo diario calabrés, tendría multitud de ocasiones para poder ligar con ella. Estaba pensando en mi compañera de trabajo cuando apareció con su Aprilia y llegó hasta donde yo la esperaba.

– Escucha, Giuseppe. No tengo ganas de bromas ni de nada que no esté relacionado con una sensacional fotografía. ¿Me has entendido?

– Te he entendido perfectamente porque para eso te he citado aquí.

– La Piazza Matteotti es muy bonita. Lo sabe todo el mundo. Se han hecho millones de fotografías sobre ella. ¿Se puede saber qué tontería es esta sobre la fotografía del año? Si querías haber estado conmigo a solas podías haberlo hecho de una manera más normal. Hubiese accedido sin que me lo rogases demasiado. Pero de esta manera tan retorcida, no por favor… no…

– Si quisiera haberte citado para ligar contigo simplemente no perdería el tiempo escuchando un no rotundo de tus labios.

– No te entiendo, Giuseppe. Me despiertas a las tres y media de la madrigada, me haces salir de mi casa, te citas conmigo en esta plaza solitaria y ahora me dices que no es para ligar. ¿Estás o no estás loco, Giuseppe?

– Dejemos de discutir como siempre y trabajemos como nunca.

– ¿Trabajar a la cuatro de la madrugada?

– Sí. Eso he dicho. Tú sacas la fotografía y yo redacto el texto.

– Pero si de la Piazza Matteotti ya está todo escrito…

– Ven conmigo en completo silencio.

Cogí de la mano a Rosalinda y, a los pocos metros, llegamos ante la palmera. Tuve que sujetarla fuertemente para que no cayera al suelo.

– ¡¡Mío Dio!! ¡¡Mío Dio!! ¿Qué es esto, Giuseppe?

– Te dije que te iba a conmocionar.

– ¡Es una brutalidad! ¡Es un salvajismo!

– Es una fotografía sensacional si la consigues con total detalle.

– ¿Estamos ante la obra de un demente y sólo se te ocurre sacar una fotografía?

– ¡Escucha, nena! ¿Crees que yo no tengo sentimientos? Quizás tenga tantos o incluso más que tú; pero somos dos periodistas y tenemos que ganarnos el sueldo de cada mes. Si tú no quieres hacer la fotografía pásame la cámara que la haré yo.

– Perdona, Giuseppe, no quise ser grosera contigo.

– No me importa lo que quieras ser o lo que no quieras ser conmigo; pero yo quiero triunfar en mi carrera. ¿Entiendes ahora por qué no te he citado aquí para recitarte versos románticos de Giacomo Leopardi bajo la luz de la luna a ver si te arrancó algún beso que otro? ¡Soy periodista y como periodista que soy deseo ser de los mejores así que, hablando de Leopardi, lo que estoy buscando en la vida es ser un leopardo de la comunicación social! Para ganarme un puesto entre los más destacados.

– No sé si sacaré la fotografía más idónea para que alcances ese estrellato.

– No lo hago por el estrellato. Si fuese por eso no compartiría este suceso contigo. No se hable más. Haz unas cuantas y después elegimos la mejor.

Rosalinda Este sacó una docena de fotografías desde varios ángulos posibles.

– ¡Ya está! ¿Qué te parecen, Giuseppe?

– ¡Cuidado, Rosalinda! ¡No des ni un solo paso!

Rosalinda Este quedó como petrificada.

– ¡Mira al suelo, compañera!

– ¡Qué asquerosidad! ¡Un ojo lleno de sangre! ¡He estado a punto de pisar un ojo humano lleno de sangre!

– Pues el otro debe de estar también muy cerca…

– No sigas, Giuseppe, me estoy mareando…

– Necesitamos un par de copas. Te invito al Paddy’s.

– ¿Dónde está eso?

– En Viale Lungomare 57. ¿Aceptas o no aceptas?

– ¿Para ligar conmigo?

– Para ligar con la fortuna.

– Muchas veces no hay quien te pueda entender pero… sí… acepto esa copa…

Y los dos montados en la Aprilia que manejaba Rosalinda Este se dirigieron hacia el pub Paddy’s que estaba abierto hasta la llegada del alba.

El Molino de Calabria (Novela)-Personajes- corregido

El Molino de Calabria.

Personajes:

Germano Bisi (Banquero)
Elsa Brandi (Secretaria de Bisi)
Berta Colini (Cabaretera del Molino)
Horacio Craignone (Amigo íntimo de Roberta Fena)
Etna Curti (Esposa de Germano Bisi)
Marco Curti (Gerente de Banca y hermano de Etna Curti)
Roberta Fena (Cabaretera del Molino)
“Colgate” (Padrino de la mafia calabresa)
Emiliano Halcón (Mano derecha de “Colgate”)
Giuseppe Oreto (Periodista de “Il Giornale di Calabria”)
Don Aldo Lame (Propietario del Molino)
Paolo “Nostradamus” (Joven enamorado de Roberta Fena)
Pelikan (Detective)
Pietra Rondella (Cabaretera del Molino)
Rosalinda Este (Periodista de “Il Giornale di Calabria”)
Silas Rossi (Acaudado financiero)
Archibaldo Samitti (Comisario Jefe de Catanzaro)
Maria Elena Vito (Esposa de Silas Rossi)

Licencia para ensoñar

Bajo la suave luz de la mañana, la cruz conquista el espacio. Acaban de abrirse las margaritas y un centenar de ellas colorean el bronceado campo donde los primeros rayos de sol, cuales minuciosos libros de la naturaleza, perfilan las siluetas de los álamos en las cristalinas aguas del riachuelo. Como metáforas mil veces reinterpretadas, las rocas semejan estilizaciones de variadas confluencias. El puente, como un enloquecido personaje de mayo, parece viajar a través del tiempo. La horadada cueva es una extrapolada organización de piezas empeñadas en ver cómo pasa la vida minuciosamente dispuesta. El ambiente de los círculos del agua, que forman el viento sobre la superficie, son cantos literarios creados por los efectos naturales del sorprendente discurrir de la mañana. Todo llega desde un destino similar a la épica construcción que resume el paisaje de exposición infinita. Un paisaje que lleva ya siglos al servicio de los oníricos amaneceres. Cincuenta siglos recorriendo la luz la travesía de la fantasía.

Algo más que una pasión compone la historia del encuentro entre el viento y las rocas que, al paso de las edades, han sido erosionadas convirtiendo el espacio de las flores en fragancias dinámicas cuyo espíritu liberado se expande hacia los horizontes. La imagen de los árboles, reflejados en el agua, son una refrescante tentativa para transportar el sueño de las adelfas hacia la reivindicación de la existencia. Las morenas arboledas, bañadas por los rayos de sol, son cosmopolitas visualizaciones creadas como líneas inspiradas al aire libre; algo así como un escenario de ciudades icónicas y vegetales. Caen las gotas de la lluvia, suaves y parsimoniosas, recubriendo las corolas de las plantas del brillante reflejo paciente y natural. El sol saluda, en medio de su cálido discurso, a una esencia inpermeable que contagia al protocolario amanecer y las ramas son corpiños de encajes enhebrados para tan apabullante sesión de colores. Paradójicamente la cueva siempre es gris.

Porque el inicio de la luz está trabajando como modelo para la memoria, la entrega de los aromas comienzan a ser el rodaje continuo de una escena abrumadora entre las verdes hojas y el fulgor amarillo y blanco de las margaritas que se enmarcan en el original concepto de la naturaleza con el recuento del silencio. Un montón de heroínas luces ambientales bailan alrededor de las riberas, logrando que el crecimiento de las horas tenga un verdadero significado en la lucha entablada entre las aguas y el viento. Ningún otro sentido extraño habla con lo creativo del paisaje. Consciente de su maravilloso flujo de majestad, el sol sigue disponiendo la posesión de sus privilegios. La prioridad de todo el ámbito circundante es la disipación de la mañana en el lánguido transcurrir de su permanencia, como una viajera incontenible que va esponjando sus caricias en las ramas ahora convertidas en intranquilas suspensiones donde se balancean los interminables segundos de la presencia del agua. El riachuelo pasa rielando con sus ondas forjando aspectos de una vida fantástica donde la cabeza de los álamos son muchísimo más que un simple reflejo. Ondeando sus pináculos arbóreos, los álamos planifican su propio universo para que todo encaje en su estar presentes. Lo mismo sucede con las margaritas.

Existe una benéfica corriente continua del líquido elemento en sí misma; en su propia seguridad. Si se pudiera puntuar ella misma se otorgaría un diez sin dudarlo ni tan siquiera un momento, proque no hay ninguna paradoja en el mundo expresado de los álamos a lo álamos, de las margaritas a las margaritas y de las rocas a las rocas. La intimidad de las gotas siguen resbalando por las hojas y, en un último viaje, el riachuelo curva sus pensamientos para forjar un diálogo propuesto a la energía epicéntrica del sol. El impulso de la riada es el autocontrol de este riachuelo que, entre rocas y peñas, abraza a las riberas para darles todo su amor a las arboledas mientras, por doquier, las margaritas siguen, silenciosas, tratando de reforzar su dulce existencia a través de las filtraciones de sus oníricas savias; como distraídas composiciones de un estar si más documentación que la sabiduría de la perfección que en ellas anida. Al otro lado, la gris cueva sigue con su reto diario de ser sombra perpetua.

Los silencios meditan en los remolinos del agua, a manera de lenguaje lúdico ubicado entre el aire y las pequeñas gotas translúcidas que centran su presencia en las acciones radiales de ir empapando a los vegetales mientras crece el sentido de las fórmulas naturales que, cada vez más llenas de sol, parecen consultarse las ideas. Es el diálogo de las verdaderas raíces de los sentidos sin restricciones ni censuras: el autónomo e independiente discurso creativo que, efectivamente, surge vestido con las galas del paisaje y se concentra en el espejo de las aguas del riachuelo dando la sensación de una continua voz fiable, rápida e inocua, pero motivada por la ambición de ser fiel a los destinos del tiempo. No figuran en sus diálogos las intransigencias ni las confusiones. Simplemente es el auténtico momento en que el mismo sol se da cuenta de que su poder llega a ser el rasgo más distinguido de aquel escenario lingüístico y cultural donde sus personajes son el resplandeciente placer de estar constantemente estimulados por un entorno cada vez más nutriente: la eneregía interior del espíritu del aire.

Crear su propio momento de relajación planea en la línea del ordenado horizonte que facilita la vida de los álamos, en medio de la armonía de este sinfónico proceso de margaritas y verdes arboledas, enmarcando sus figuras en medio del orden que organiza la luz. La cueva, siempre gris pero sin romper la coloración de sus entornos, inculca al aire el deseo de seguir resonando creando ecos perpetuos, generaciones de pequeños pero profundos ecos que, a través de los siglos, han horadado las paredes hasta convertirlas en una obsesión perfecta de equlilibrio y misterio: cambiar, siglo tras siglo, un milímetro de magia en la batalla diaria del viento mientras que el sol hace encajar, con la perfección de la luz, los ejes de las rendijas de las rocas y una especie de personalidad universalizada se hace inmortal en todos los rincones donde siguen dialogando los álamos con la corriente continua de la cascada en un trasfondo acumulativo de familiares consecuencias. Es así como trabajan el ambiente con el tiempo tratando de no forzar jamás sus infinitas presencias.

Las margaritas conocen su temporalidad pero están habituadas, por eso mismo, a acomodarse en su condición transitoria organizando sus propias existencias sin que les afecte el acumular alboradas para, al final, ser recuerdos inevitables del paisaje. Hacerlo así es mucho más que una simple imaginación. Ellas se reconocen en la magia de sus naturalezas individualizando la comodidad dentro del conjunto de sus familiares espacios. Y el ríachuelo sigue su curso, interiorizada la psicología de los rumores del agua, como figura autodidacta de un paisaje donde lo único que transciende es su vínculo con el idioma de la naturaleza; un idioma sin palabras ajenas al diálogo de los álamos y el aire.

Esta forma de entender la presencia multiplicadora del sol y del agua en la convivencia del hogar común de las margaritas son el consumo diario del vivir conviviendo con la propia virtud de las leves gotas que ordena el aire haciéndolas translúcidas en su sinceridad innata. La arboleda amontona sus cambios temporales a medida que las estaciones van produciendo mudanzas para seguir redescubriendo, jornada tras jornada, ese mirarse hacia adentro sin más problemas que ser tal como la naturaleza es en sí misma. Sin complejos de grandeza, el paisaje se hace grande en medio del silencio solamente interrogado por los rumores del agua y el silbar del viento entre las hojas de los álamos. Cuando llega el viento toda la materia refuerza los pensamientos de su existencia y el sol brilla para seguir otorgando esa organización de los colores que se complementan con la cueva gris y las pardas rocas del acantilado.

En la corriente del agua, los círculos concéntricos siguen organizando un baile propio donde las ondas se expanden hasta desembarcar todas sus ideas en el ámbito acogedor de las riberas. Lo único que ocupa todo este juego secular en el tiempo se llama eternidad.

Con divisa verde y blanca (Teatro) -Escena V – (CORREGIDO)

Personajes:

Don Minervo
Bolita
Alumnos y alumnas
Don Pío
Arturo

Escenario.- Aula del Colegio de Calaña. A la derecha del escenario se encuentra la mesa de Don Minervo quien está sentado en su cómodo sillón mientras a su lado izquierdo hay una silla vacía. Detrás de él se ve una pizarra negra donde ha escrito, con mayúsculas, la palabra HUSO con tiza blanca. Todas los pupitres están ocupados por sus alumnos y alumnas de 18 años de edad. Entre ellos se encuentra Bolita. A la izquierda del escenario está la cruz del cristianismo y muy cerca de ella se encuentran las banderas de España, Andalucía y Calaña.

Don Minervo (tomándose una aspirina con un vaso de agua antes de hablar).- ¡Por fin se acabó este infierno… digo… este sacrificio… digo… este suplicio… digo… este tormento… digo… esta clase! ¡Vamos a ver si os habéis enterado todos y todas de lo que os he estado explicando sobre los husos horarios! ¿Quién quiere responder a la siguiente pregunta? ¿Qué sucede en Canarias cuando en Calaña son ya las 9 de la noche?

Bolita (levantando su mano derecha).- ¡Yo puedo responder acertadamente a esa pregunta en nombre de todos mis compañeros y de todas mis compañeras si usted no tiene ningún inconveniente para que yo responda!

Don Minervo.- ¡Tú siempre respondes demasiado, Bolita! ¡Eres un bronca desde que te engendraste dentro del cuerpo de tu madre! ¡Pero está bien, respondón! ¡Adelante, Bolita! ¡Ponte de pie y responde tú a la pregunta; pero procura ser lo suficientemente claro y conciso para que todos te entendamos!

Bolita (poníendose en pie).- ¡Voy a ser contundente, Don Minervo! ¡Le advierto que voy a ser contundente del todo!

Minervo.- ¡Déjate de rodeos y ve directo al asunto sin querer meterme miedo dentro del cuerpo!

Bolita.- ¡Usted lo ha querido, Don Minervo! ¡Lo que sucede en Canarias, señor maestro, cuando son ya las 9 de la noche y estamos todos cenando en Calaña, es que en Canarias siguen pasando hambre!

Todos los alumnos y todas las alumnas sueltan rotundas carcajadas.

Alumnos y alumnas.- ¡Jajajajajá! ¡Jajajajajá! ¡Jajajajajá!

Don Minervo (a punto de sufrir una crisis profunda y golpeando duramente con la regla sobre la mesa).- ¡Silencio! ¡He dicho que silencio!

Todos los alumnos y alumnas guardan un profundo silencio mientras Bolita continúa en pie.

Don Minervo.- ¿Quién te ha contado esa barbaridad, Bolita?

Bolita.- ¡No es ninguna barbaridad, Don Minervo, sino un hecho real, verdadero, contundente y, además, científicamente demostrado! ¡Cuando en Calaña son las 9 de la noche, y ya estamos todos y todas cenando, en Canarias son solamente las 8 de la tarde y todos y todas están pasando hambre porque tienen que esperar todavía una hora exacta para poder cenar!

Don Minervo (asombrado por el original ejemplo que ha puesto Bolita para explicar lo del huso horario en España).- ¡Perfecto, Bolita! ¡Ahora dime quién ha sido el granuja que te ha enseñado a explicar los husos horarios de España de esa manera tan contundente!

Bolita.- ¡No soy ningún chivato!

Don Minervo.- ¡Te juro que si lo dices no te va a ocurrir nada malo ni a ti ni al granuja que te lo ha explicado!

Bolita.- ¡Creo en su juramento, Don Minervo, pero todos los aquí presentes estamos escuchando que usted lo ha jurado y no se puede echar para atrás si desea que le sigamos teniendo el respeto que usted tanto se merece!

Don Minervo (algo cabreado).- ¡No des tantas vueltas al asunto! ¡Lo he jurado y yo siempre cumplo con mis juramentos!

Bolita.- ¡Entonces que sea lo que Dios quiera!

Don Minervo (cabreado del todo mientras coge la regla con sus manos).- ¿Vas a decirlo o no vas a decirlo?

Bolita (viendo el peligro que le amenaza).- ¡Fue Jaimito hace solamente diez días y cuando estábamos los dos robando peras del huerto de Don Berrinche!

Don Minervo (soltando la regla).- ¡No podía ser otro más que ese bendito Jaimito! ¡Está bien!¡Has demostrado saber lo suficiente sobre los husos horarios de España! ¡Efectivamente hay una hora de diferencia entre la Península y las Islas Canarias!

Bolita.- ¡Lo cual, según me siguió explicando Jaimito, quiere decir que mientras en Calaña ya nos hemos comido dos plátanos en Canarias solo se han comido uno!

Todos los alumnos y alumnas sueltan ota vez unas ruidosas carcajadas.

Alumnos y alumnas.- ¡Jajajajajá! ¡Jajajajajá! ¡Jajajajajá!

Don Minervo (fuera de sus casillas).- ¡Ya ha terminado la clase! ¡Ahora podéis iros todos y todas a hacer puñetas… esto… digo echando leches para vuestras casas.. y no admito ningún otro ejemplo para explicar los husos horarios de España! ¡Todos echando leches para vuestras casas o empiezo yo un reparto de leche que os convierto a todos en merengues!

Armando un terrible alboroto, todos los alumnos y todas las alumnas, incluído Bolita, van saliendo del escenario lanzando aullidos.

Don Minervo (una vez solo y hablando para sí mismo).- Jaimito… Jaimito… cuánto te echo ya de menos, Jaimito…

Don Pío (apareciendo en la puerta del aula).- ¿Molesto, Don Minervo?

Don Minervo (volviendo a la dura realidad).- ¡Pero mira quién está aquí! ¡Adelante, curita, adelante, pero le advierto que no está ahora el horno para bollos, curita de Valverde!

Don Pío (molesto).- ¡Deje ya de llamarme curita o no dejo yo de llamarle a usted rojete! ¿De acuerdo?

Don Minervo (muy serio).- ¡Dios mío! ¡Se me ha enfadado de verdad! ¿Se puede saber cómo nos debemos llamar para poder hablar entre nosotros dos sin que salten chispas?

Don Pío.- ¡Rayos, truenos y centellas! ¡Llámeme simplemente Don Pío aunque muy pío no es usted precisamente y yo simplemente le llamaré Don Minervo aunque del mito de Minerva me aprece que sabe usted demasiado! ¡Y ya sabe a lo que me estoy refiriendo!

Don Minervo.- ¡Si yo sé demasiado del mito de Minerva y soy muy poco pío usted las pía demasiado aunque no sepa quién fue, en realidad, Pío Baroja!

Don Pío.- ¡Vengo en son de paz!

Don Minervo.- ¡Pues entonces deje de lanzar indirectas hacia mi personalidad; porque da la casualidad de que yo tengo personalidad independiente y autónoma mientras que usted, y perdone que le sea tan franco, sólo cumple y hace lo que le ordena el obispo de Huelva!

Don Pío.- ¡He dicho y repito, por si usted está sordo y bien que se hace el sordo cuando no le interesa escuchar ciertas cosas, que vengo en son de paz y no para repartir hostias!

Don Minervo.- ¡Pues espero que su visita de cortesía sea muy corta de duración porque tengo un dolor de cabeza que se me ha acrecentado desde que he visto su negra sotana!

Don Pío.- ¡Aquí, entre los dos a solas y como dos verdaderos hombres, le tengo que decir que a mí también me duelen los huevos cada vez que veo su figura de palo seco!

Don Minervo.- ¡Pues lo disimula usted bastante bien porque yo le veo más fresco que un lechuguino!

Don Pío.- ¡Aquí, entre nostros dos y como dos verdaderos hombres, el único lechuguino que hay es usted!

Don Minervo.- ¿No venía usted en son de paz?

Don Pío.- ¡En son de paz vengo pero ya tengo los huevos fritos con tanto sonsonete sobre mi persona! ¡Bastante tengo ya con tener que lidiar con mis muchas acólitas beatas que me asedian continuamente como si yo pudiera hacer los milagros que hacía San Mamés! Es por eso por lo que a veces mamo más de la cuenta…

Don Minervo (bajando el tono de su voz).- Le comprendo muy bien, Don Pío, le comprendo muy bien. Bastante tengo yo también con esto de tener que soportar a toda esta marabunta de jovencitos y de jovencitas de tan sólo 18 años de edad que no saben ni tan siquiera nada sobre el asunto de los husos horarios de España ni se han preocupado por saberlo. Coja esa silla que está libre, especialmente preparada para las visitas ilustres, y siéntese a mi lado, sea o no sea usted muy ilustre que lo pongo bastante en duda, pero… en fin… siéntese a mi lado porque tenemos que parlamentar…

Don Pío cumple con las órdenes que le ha dado Don Minervo…

Don Minervo.- Pues usted dirá, Don Pío…

Don Pío.- Yo no tengo nada que decirle a usted, Don Minervo, proque bien se ve que no es usted el obispo de Huelva ni nada parecido al obispo de Huelva. Es usted quien me lo tiene que decir a mí.

Don Minervo.- ¡Pero hombre de Dios! ¿Cómo le voy a decir yo a usted, Don Pío que las pía bastante callando, algo que no sé de qué se trata?

Don Pío.- ¡Perdone, Don Minervo! ¡Por un momento estaba yo pensando en las musarañas!

Don Minervo.- ¡Deje usted en paz a esa clase de ratones proque bastantes ratas hay ya por estas comarcas de la profunda Andalucía que está tan profunda que no sabemos ya hasta dónde vamos a terminar cayendo!

Don Pio.- ¿Eso de las ratas lo está diciendo por mí?

Don Minervo.- ¡Es usted demasiado sensiblero, curita! ¡Yo me estaba refiriendo a todo ese follón de las ERE, pero como usted se cree que es el ombligo de todo el Universo pues se piensa que siempre estamos hablando de usted!

Don Pío.- ¡Si quiere usted guerra estoy dispuesto a ir a la guerra contra usted y todos los que son como usted, rojete! Pero eso lo dejamos mejor para otro día porque lo que vengo a parlamentar hoy con usted es demasiado serio!

Don Minervo.- ¿Qué es demasiado serio para usted, Don Pío?

Don Pío.- Lo mismo que para el resto de los mortales.

Don Minervo.- ¿Pero no se considera usted inmortal, curita, y lo va diciendo por todas partes?

Don Pío (otra vez cabreado).- ¡Le advierto que yo soy hombre de armas tomar! ¡Ya me estoy cabreando bastante; así que no me toque los huevos, Don Minervo, porque como siga usted por ese camino el que va a pasar a la inmortalidad es usted! ¿Me está usted comprendiendo?

Don Minervo.- ¡Pues entonces digame ya cuál es el asunto que quiere que parlamentemos nosotros dos y no siga usted con tanto misterio sobre ese asunto porque ni yo soy Sherlock Holmes ni usted es mi querido Watson! ¿Estamos o no estamos?

Don Pío.- ¡Estamos! ¡Por fin empezamos a entendernos mutuamente! Vengo a que usted me ayude con suma urgencia, Don Minervo.

Don Minervo.- ¡Ostras, chirlas, almejas y percebes! ¿Pero no es usted el que tiene el privilegio exclusivo de dar la extremaunción a cambio de una buena pasta gansa y no yo?

Don Pío.- No empecemos de nuevo, Don Pío, no empecemos de nuevo que se me va a escapar lo que no quiero que se me escape…

Don Minervo.- ¡Está bien, Don Pío! ¿En qué puedo ayudarle yo a usted de manera tan urgente? ¿Es que le han visto otra vez bebiendo vino en la taberna usando el dinero que ha robado del cepillo de la iglesia?

Don Pío (cabreado de nuevo).- ¡Que me está usted jeringando ya del todo y tengo hasta dolor de cabeza de tantas puyas que me da, Don Minervo, que parece ya que soy uno de los de la divisa verde y blanca, y me refiero a los de El Ventorrillo para ser más exactos! ¡Le vuelvo a repetir, y esta vez lo hago por última vez, que si sigue usted por ese camino tan escabroso, me lío ahora mismo a repartir hostias sin previa confesión alguna!

Don Minervo.- Tiene usted que saber aguantar más en esta vida, lo mismo que aguantó Jesucristo tal como usted y yo bien sabemos y si es que quiere parecerse un poco a Él.

Don Pío.- ¡Yo no soy Jesucristo! ¡No me llamo Jesús sino Pío!

Don Minervo.- ¡Entonces tómese esta vida totalmente a cachondeo como hace Jaimito porque la vida es lo más serio que existe para él!

Don Pío.- ¡Ahí! ¡Ahí ha dado usted en el clavo de todo este misterio, Don Pío! ¡Esa es la clave de todo este asunto!

Don Minervo.- ¿Quiere usted decirme que quiere que hablemos de Jaimito?

Don Pío.- No se lo estoy pidiendo sino que se lo estoy rogando. Pero, para ser más exactos del todo, lo que le estoy rogando, y de manera urgente, es que me hable de Jaimito y de Florita al mismo tiempo.

Don Minervo.- ¿Quiere usted decir que hablemos completamente en serio, Don Pío?

Don Pío.- ¡Eso mismo estoy intentando hacer que usted me comprenda, Don Minervo!

Don Minervo.- Entonces va para un rato largo…

Don Pío.- ¡Le repito que es urgente!

Don Minervo.- ¡Escuche usted bien, Don Pío, y no se me pierda por los Montes de Oca que para gansadas ya hemos hablado bastante! No tenemos ninguna prisa y podemos perder todo el tiempo que sea necesario. ¡Usted y yo ya tenemos tantos años y hemos vivido tantas cosas, por nuestra propia voluntad o en contra de ella, que no nos podemos preocupar ya por esas tonterías del tiempo! Según dijo el gran Antonio Machado, nuestras horas son minutos cuando queremos saber y siglos cuando sabemos lo que se puede aprender.

Don Pío.- Eso solamente es Literatura, Don Pío.

Don Minervo.- ¿Y no se da cuenta usted todavía de que la Literatura es la que nos demuestra, en verdad, lo que son nuestras vidas?

Don Pío.- Pensándolo bien… pues sí… pero… ¿por qué precisamente el gran Antonio Machado en estos momentos y no otro cualquiera?…

Don Minervo.- Porque precisamente usted quiere saber algo de Jaimito.

Don Pío.- No veo que relación puede haber entre ambas cosas…

Don Minervo.- Le estoy diciendo que Antonio Machado es una de las principales fuentes de donde bebe Jaimito para cantar sus canciones…

Don Pío.- ¿Jaimito también hace canciones?

Don Minervo.- ¡Jaimito no hace canciones, Don Pío!

Don Pío.- ¡Entonces usted se está contradiciendo!

Don Minervo.- No está entendiendo usted nada de nada. Jaimito no hace canciones sino que crea canciones. No es lo mismo hacer que crear. ¿Me entiende ahora?

Don Pío.- ¿A tanto llega la sabiduría de ese chaval?

Don Minervo.- ¡Jaimito es demasiado inteligente como para que venga ahora usted a querer descubrirle!

Don Pío.- ¿Y desde cuándo comenzó a crear canciones ese chaval?

Don Minervo.- Desde hace aproximadamente un par de años.

Don Pío.- ¿Eso es verdadero?

Don Minervo.- ¡Yo se lo puedo demostrar para convencerle ya de una vez por todas y deje usted de tener dudas!

Don Pío.- Para ciertos asuntos soy más bien escéptico.

Don Minervo.- Yo no soy Jaimito ni soy como Jaimito pero puedo intentar imitarle para que usted de verdad deje de ser tan zanahorio.

Don Pío.- ¡No me llame zanahorio!

Don Minervo.- ¿Cómo quiere que le llame entonces, cabeza de chorlito?

Don Pío.- Voy a dejar pasar por alto eso de cabeza de chorlito pero que sea la última vez.

Don Minervo.- Será la última vez si usted no se empeña en ser tan terco.

Don Pío.- ¿Cómo puede usted convencerme?

Don Minervo.- Intentando cantar como canta él. Má o meno, que quiere decir más o menos, puedo conseguirlo. Le he oído cantar tantas veces…

Don Pío.- ¿Es totalmente necesario que usted cante?

Don Minervo.- ¿Canto o no canto?

Don Pío.- Si no hay más remedio…

Don Minervo.- ¡Pero canto o no canto!

Don Pío.- ¡Cante ya usted, joder, que me está poniendo nervioso! Pero hágalo rápido porque el tiempo pasa y el tiempo es para mí oro.

Don Minervo.- ¿Otra vez con esa cantinela? ¿Tanto ama usted al oro?

Don Pío avergonzado).- Es que el oro… pues… es el oro…

Don Minervo.- ¿Y de qué le sirve el oro si no tiene tiempo para cantar nada más que los latinajos que suelta usted en la iglesia entre gallo y gallo?

Don Pío.- ¿Quién le ha dicho eso de mi? ¡Digamelo que me lo como vivo!

Don Minervo.- Se dice el pecado pero no el pecador… ¿o no es eso lo que usted predica siempre?…

Don Pío.- ¡Pero es que ese chisme perjudica mi imagen!

Don Minervo.- ¡Vale ya! ¿Canto o no canto de verdad?

Don Pío.- ¡Que sí! ¡Que cante usted que soy todo oídos!

Don Minervo.- ¡Habrá querido usted decir todo orejas, porque usted tiene un par de orejas de coliflor que para sí las quisiera tener un perro pachón!

Don Pío.- ¡Cante ya de una puñetera vez que soy todo orejas… esto… no… que le pongo la máxima atención!

Don Minervo (cantando e imitando la voz de Jaimito).- ¡Nuestras horas son minutos cuando queremos saber y siglos cuando sabemos lo que se puede aprender! ¡Nuestras horas son minutos cuando queremos saber! ¡Nuestras horas son minutos cuando queremos saber! ¡y siglos cuando sabemos lo que se puede aprender! ¡Y siglos cuando sabemos lo que se puede aprender! ¡Bueno es saber que los vasos nos sirven para beber lo malo es que no sabemos para qué sirve la sed! ¡Bueno es saber que los vasos nos sirven para beber! ¡Bueno es saber que los vasos nos sirven para beber! ¡Lo malo es que no sabemos para qué sirve la sed! ¡Lo malo es que no sabemos para qué sirve la sed! ¡La mentira manifiesta falta de imaginación la verdad siempre se inventa cuando habla el corazón! ¡La mentira manifiesta falta de imaginación! ¡La mentira manifiesta falta de imaginación! ¡La verdad siempre se inventa cuando habla el corazón! ¡La verdad siempre se inventa cuando habla el corazón! ¡Ayer soñé que veía a Dios y que Dios llamaba y soñé que yo le oía, desperté, y era verdad que me hablaba! ¡Ayer soñé que veía a Dios y que Dios llamaba! ¡Ayer soñé que veía a Dios y que Dios llamaba! ¡Desperté! ¡Y era verdad que me hablaba! ¡Desperté! ¡Y era verdad que me hablaba!

Don Pío (maravillado).- ¿Así canta Jaimito?

Don Minervo.- Má o meno que quiere decir más o menos…

Don Pío.- ¿Y canta para todo el mundo?

Don Minervo.- No. Jaimito no desea la fama mundial. Tiene por norma y costumbre cantar solamente a quienes con él van. Lo aprendió cuando yo le enseñé a leer “El Romance del Conde Arnaldos” que en sus dos últimos versos dice así: “Allí habló el infante Arnaldos bien oiréis lo que dirá: Por tu vida el marinero dígasme ahora ese cantar. Respondiole el marinero tal respuesta le fue a dar: Yo no digo mi canción sino a quien conmigo va”.

Don Pío.- ¡Es asombroso!

Don Minervo.- ¡Realmente asombroso hasta para mí mismo!

Don Pío.- Usted crió a Jaimito como si fuera su propio hijo… así que debe conocerle muy bien…

Don Minervo.- Conocer muy bien a Jaimito es prácticamente imposible. Sólo Dios sabe cómo es en su totalidad. Y quizás también Florita. Pero creo que le conozco lo suficiente como para hacer un diagnóstico de su personalidad má o meno aproximado… que quiere decir más o menos aceptable…

Don Pío.- ¡Eso es lo que estoy buscando!

Don Minervo.- ¡Un momento, un momento! ¡Pare un poco el carro, curita!

Don Pío.- ¡Es que el tiempo pasa y le repito otra vez que mi tiempo es oro!

Don Minervo.- ¡Déjese usted ahora, Don Pío, de pensar en el oro y en la plata! ¿Desea usted un carajillo? Le confieso a usted, curita, para que vea que soy mucho más honesto de lo que usted cree, que yo siempre me preparo un carajillo antes de empezar mis clases.

Don Pío.- ¡Otra vez me vence usted, Don Minervo! Vengan ya ese par de granujas… esto… no… en qué estaría yo pensando… quiero decir que vengan ya ese par de carajillos…

Don Minervo.- Pues si me lo permite, espéreme sentado unos pocos minutos que enseguida vuelvo.

Don Minervo se pone de pie…

Don Pío.- ¿Pero a dónde va usted ahora?

Don Minervo.- Digamos que a la Siberia.

Don Pío.- ¿Es que se ha vuelto usted loco del todo?

Don Minervo.- ¡Estoy más lúcido y lucido que nunca jamás en mi ya larga existencia! Porque ha de saber usted que Jaimito cree en la existencia más que creer en la vida. ¡La Siberia es el cuarto trastero dodne tengo yo una cocinilla de gas butano para prepararme a gusto mis carajillos sin que nadie me moleste! ¡Vuelvo en unos pocos minutos! Mientras tanto usted espere bien sentado y piense lo que a usted le dé la real gana pensar. También he aprendido eso de Jaimito.

Don Minervo sale del escenario.

Don Pío (cantando para sí mismo pero en voz bastante alta por culpa de los nervios).- ¡Qué misterio hay en tus ojos, que no acierto a adivinar, y tus labios tan hermosos, qué secreto guardarán! ¡Qué misterio hay en tu pelo, y en tu forma de besar, descorrer quisiera el velo, que me llena de ansiedad! ¡Yo sé que este amor misterioso, un día me hará muy dichoso! ¡Qué secreto estás guardando, algun día yo sabré, no me importa cómo y cuándo, pero sé que te amaré! ¡Yo sé que este amor misterioso, un día me hará muy dichoso! ¡Qué secreto estás guardando, algun día yo sabré, no me importa cómo y cuándo, pero sé que te amaré, pero sé que te amaré!

Cuando Don Pío se queda de nuevo en silencio, se escucha de repente la voz del maestro Don Minervo que comienza a cantar como contestando al cura porque le ha escuchado.

Voz de Don Minervo (cantando).- ¡Si yo tuviera una escoba si yo tuviera una escoba si yo tuviera una escoba si yo tuviera una escoba cuántas cosas barrería! ¡Si yo tuviera una escoba si yo tuviera una escoba si yo tuviera una escoba si yo tuviera una escoba cuántas cosas barrería! ¡Primero, lo que haría yo primero, barrería yo el dinero, que es la causa y el motivo, ay, de tanto desespero! ¡Segundo, lo que haría yo segundo, barrería bien profundo, todas cuántas cosas sucias se ven por los bajos mundos! ¡Si yo tuviera una escoba si yo tuviera una escoba si yo tuviera una escoba si yo tuviera una escoba, cuantas cosas barrería! ¡Muchachos, os voy a comprar una escoba a cada uno! ¡Venga, barred otra vez con la escoba! ¡Si yo tuviera una escoba si yo tuviera una escoba si yo tuviera una escoba si yo tuviera una escoba cuántas cosas barrería, cuantas cosas barrería, cuantas cosas barrería!

Se hace de nuevo el silencio y aparece, en el escenario, Don Minervo trayendo los dos carajillos en sus manos.

Don Pío.- Si yo supiera o supiese…

Don Minervo (sentándose y dejando los carajillos sobre la mesa).- Ahora que habla usted de saberes… ¿sabe lo que es un carajillo?…

Don Pío.- ¡Vuelvo a repetirle, por enésima vez rojete, que mi tiempo es oro y no tengo ganas de perderlo!

Don Minervo (mirando de frente a Don Pío).- ¿No tiene ganas de perder el oro o no tiene ganas de perder el tiempo?

Don Pío (con la cabeza algo agachado porque no resiste la profunda mirada del maestro).- Ninguna de las dos cosas si es posible.

Don Minervo.- Pues entonces creo que ha llegado ya la hora de poder describirle, con toda clase de detalles, lo que es un carajillo.

Don Pío.- ¿Tiene que ser con toda clase de detalles?

Don Minervo.- Eso he dicho y eso es lo que usted me va a escuchar.

Don Pío.- Si no hay más remedio…

Don Minervo.- Un carajillo no debe confundirse jamás con un capuchino…

Don Pío.- ¿Ya vuelve usted a sus andadas lanzándome indirectas?

Don Minervo (sin dejar de mirar fijamente al cura).- Nada de andadas ni de inidirectas porque ha de saber usted, curita de los saberes, que un capuchino, palabra que deriva del italiano cappuccino, es una bebida italiana preparada con café expreso y leche montada con el vapor para crear la espuma, que en ocasiones lleva cacao o canela, y que se compone de 125 mililitros de leche y 25 mililitros de café expreso. El capuchino, en las cafeterías de renombre, se sirve con una galletita o un bombón; aparte se sirve un vasito de agua con una cuchara. En Italia se consume mucho para el desayuno o para el almuerzo, junto con un croissant; mientras que un carajillo es una bebida que combina café con una bebida alcohólica, normalmente aguardiente de orujo, brandy, y digo brandy y no coñac para saberlo diferenciar bien, o ron. Es típica de España y su origen se remonta a la época en la que Cuba era colonia española y los soldados combinaban café con ron para coger “corajillo”, de coraje, y de ahí, carajillo. Otras fuentes citan que en la estación de Francia de Barcelona los arrieros que esperaban el turno de carga, en lugar de pedir café y copa, pedían que se lo mezclaran, diciendo “que ara guillo”, que quiere decir ahora me voy pero en catalán. Algo así como cigaló. De ahí el apócope “caraguillo” y su posterior desviación fonética. En Mallorca, de las islas Baleares, y en Valencia, se conoce al carajillo como rebentat, que en catalán viene a significar reventado, explotado, estallado, y en Cartagena, de la Región de Murcia, se le conoce como café asiático. Es parecido a la bebida tradicional en el ejército británico, conocida como gunfire, hecha con café en Australia y con té negro entre ingleses. Y para no parecerle pesado y no ser demasiado aburrido con usted, auque me dejo muchas anécdotas para contárselas otro día que venga usted por aquí en visita de cortesía y en son de paz, ¿sabe la gran diferencia que existe, en realidad, entre un muy buen capuchino y un carajillo cualquiera?

Don Pío.- ¿Alguna otra indirecta?

Don Minervo.- ¡No! ¡Nada ya de indirectas! ¡Voy a ser muy directo pero directo al corazón para ser más exactos! El muy buen capuchino es de las clases pudientes mientras que el carajillo cualquiera es de las clases obreras. ¿Me ha comprendido ya del todo o tengo ahora que cantarle, mientras nos tomamos estos dos carajillos cualquieras, eso tan conocido de ¡Y a la mujer del obrero se la tiran cuantro tunantes de esos que tienen dinero!

Don Pío.- ¡No! ¡Por Dios! ¡No cante eso! ¡Se lo pido por lo que más quiera!

Don Minervo.- ¡Lo que más quiero yo ahora es guardar completo silencio y en completo silencio vamos a tomarnos los carajillos para degustarlos bien y sacarles todo su sabor! ¿Está usted otra vez de acuerdo conmigo?

Don Pío.- ¡Si! ¡Tomemos los dos carajillos en completo silencio pero luego seguimos hablando! ¿Vale?

Don Minervo.- ¡Vale!

Durante unos pocos segundos los dos se toman su carajillo correspondiente guardando un profundo silencio.

Don Minervo (una vez terminados los dos carajillos).- ¿Me quiere ya decir lo que es ese asunto que usted considera tan grave?

Don Pío.- ¿Es que no le parece un asunto no grave, sino muy grave o gravísimo, que Jaimito haya raptado a Florita y se la haya llevado Dios sabe dónde?

Don Minervo.- ¡Sigue usted muy confundido, Don Pío, pero que muy confundido del todo!

Don Pío.- ¿En qué se basa usted, Don Minervo, para decir que estoy muy confundido cuando en verdad yo no me confundo nunca y eso que soy muy modesto cuando hablo de mí?

Don Minervo.- ¡En dos cosas muy evidentes!

Don Pío.- ¡Vayamos por partes, Don Minervo! ¡Dígame primero cuál es la primera de esas dos evidencias!

Don Minervo.- ¡La primera evidencia, muy evidente por cierto, es que Jaimito ya es mayor de edad porque ya hace bastantes meses que ha cumplido los 18 años!

Don Pío.- ¡De acuerdo! ¡No había caído yo en eso!

Don Minervo.- ¡Para que comprenda usted, aunque sea por una sola vez en su vieja vida, que no hay que vender la piel del oso antes de haberlo cazado!

Don Pío.- ¡Me ha cazado usted, Don Minervo! ¡Reconozco que me ha cazado usted!

Don Minervo.- ¡Pues parece mentira que parezca que usted se haya caído de la higuera, Don Pío, porque todos los de Calaña, y los que vienen de vez en cuando procedentes de Valverde, sabíamos eso! Pero como usted siempre que viene por aquí es para jeringarnos a todos los de este pueblo pues no se ha molestado usted nunca en preguntar antes de decir la bobada del siglo. La próxima vez que quiera usted saber algo de alguno de nosotros, pregunte usted antes de seguir haciendo el ridículo como lo está haciendo ahora.

Don Pío.- ¡De acuerdo! ¡Soy un borceguí!

Don Minervo.- ¿Un borceguí? ¡Lo que es usted es muy tonto, pero que muy tonto!

Don Pío.- ¡Ya lo sé! ¿Pero qué me dice usted sobre lo del secuestro?

Don Minervo.- ¡La verdad es que sí!

Don Pío.- ¡Luego por fin está usted de acuerdo conmigo en algo interesante! ¡He triunfado! ¡He triunfado!

Don Minervo.- ¡Pare usted otra vez el carro, Don Pío! ¡Pare usted el carro porque lo que quiero decir con eso de que es verdad que sí no se refiere a ningún secuestro sino que es usted un borceguí para decir algo coherente!

Don Pío.- ¿Es que tenemos que soportar y admitir que Jaimito, delante de nuestras propias narices, haya raptado y secuestrado a esa chavala?

Don Minervo.- ¡Pero usted es tonto del todo o es usted tonto del todo y valga la redundancia!

Don Pío.- O sea… ¿que yo estoy atontado como si fuera un tonto?…

Don Minervo.- ¡Usted lo ha dicho!

Don Pío.- ¿En qué se basa ahora para poder demostrarlo?

Don Minervo.- En que Florita se ha ido con él por su propia voluntad y no como producto de haber sido raptada ni mucho menos secuestrada.

Don Pío.- ¡Eso no me lo puedo creer ni nunca jamás de los jamases me lo voy a creer!

Don Minervo.- ¿Por qué no le pregunta usted a Bolita que es un chaval que nunca ha mentido en su vida?

Don Pío.- ¿Quién es ese tal Bolita?

Don Minervo.- El mejor amigo de Jaimito y el mejor amigo de Florita. El mejor amigo de los dos al mismo tiempo. Él sabe mejor que nadie que Florita se ha ido con Jaimito porque le ama de verdad y que Jaimito se ha llevado a Florita porque también de verdad la ama. ¿Algo más que aclarar sobre este asunto?

Don Pío.- ¡Sí! ¡Que en cuanto termine de hablar con usted voy a avisar a la Policía para que les encuentren y le metan a ese tal Jaimito un verdadero paquete!

Don Minervo.- ¡Si va usted a avisar a la Policía no sólo no le van a meter a Jaimito ningún paquete sino que a usted se le va a caer el poco pelo que le queda! ¡Su cabeza, bastante gorda por cierto, va a parecer una bola de queso o, mejor dicho, una bola de billar!

Don Pío.- ¿Me está usted amenazando a mí?

Don Minervo.- ¡Pues sí! ¡Yo le estoy amenazando a usted para que usted deje de amenazar a todos los que encuentra a su paso por esta nuestra querida y amada Andalucía!

Don Pío.- ¡Necesito una explicación y exijo una explicación!

Don Minervo.- ¡Le voy a dar una explicación porque usted me da verdadera lástima, alma en pena, que parece usted más alma en pena que una flor de pitiminí en el ojal de un cacique andaluz! ¡Está usted más confundido que un calamar sin tinta! ¡Y valga la metáfora del calamar sin tinta que viene muy a cuento porque usted está totalmente atontado! ¿Me entiende ya? ¡Yo no sé si estoy hablando con una persona o con una pelota de trapo, porque tiene usted una barriga que de verdad que se parece a una pelota! ¡Pero no una pelota de fútbol precisamente sino una pelota medicinal! ¡Tiene usted una barriga que parece el globo aerostático de “La vuelta al mundo en ochenta días!

Don Pío.- ¡Eso es! ¿Cómo no lo había pensado yo antes? ¡Ochenta días de cárcel son los que le van a caer a ese dichoso Jaimito cuando le pillen los policías!

Don Minervo.- ¡Y vuelve el burro a la noria! ¿Es que no sabe usted hacer otra cosa más productiva para todos que intentar solucionar lo que usted cree que es un problema avisando a los policía? ¡Mucho cuidadito conmigo! ¡Mucho cuidadito conmigo, señor curita, que me conozco ya demasiado y soy capaz de sacarle las tripas al tío mas pintado de todas estas comarcas! ¡Saco de navaja y le destripo!

Don Pío (asustado ante la amenaza de Don Minervo).- Yo… esto… creo que en este caso… avisar a los policías… es la mejor opción…

Don Minervo (que sigue envalentonado ante el miedo del cura).- ¡La mejor opción de este asunto es que deje usted de hacer el ridículo y deje de decir sandeces! Por cierto… hablando de sandeces… usted debe saber que Sande jugó en el Real Oviedo… ¿o tampoco se ha enterado de eso?…

Don Pío.- ¿De qué Sande me está usted hablando ahora?

Don Minervo.- ¡Del compañero de Braga! ¿Es que usted no ha coleccionado nunca cromos de futbolistas?

Don Pío.- ¡No me diga que usted, todo un maestro de escuela, colecciona cromos de futbolistas!

Don Minervo.- ¡En primer lugar yo no soy un maestro de escuela sino todo un profesor de colegio! ¡Y en segundo lugar no soy yo el que colecciona cromos de futbolistas sino mi sobrino Pitagorín que, además de ser un verdadero empollón de Matemáticas, todavía tiene tiempo suficiente para jugar a las chapas! ¡Escuche! ¡Escuche cómo canto yo ahora!

Don Pío.- ¿Se va a poner usted otra vez a cantar?

Don Minervo.- ¡Por supuesto que sí si es que el tiempo o las autoridades no me lo impiden!

Don Pío.- Cante entonces…

Don Minervo (cantando).- ¡Yo quería ser torero y mi padre me animó! ¡Yo quería ser torero y mi padre me animó! ¡Como me faltó dinero me quedé solo con Dios! ¡Como me faltó dinero me quedé solo con Dios! ¡Que el amor si es sincero es amor para los dos! ¡Que el amor si es sincero es amor para los dos! ¡Como me faltó dinero me quedé solo con Dios! ¡Como me faltó dinero me quedé solo con Dios! ¡En el mundo ser sincero es muchísimo mejor! ¡En el mundo ser sincero es muchísimo mejor! ¡Como me faltó dinero me quedé solo con Dios! ¡Como me faltó dinero me quedó solo con Dios!

Don Pío.- ¡Está usted dando rodeos para no hablar directamente del asunto!

Don Minervo.- ¡Está bien! ¿Quiere usted conocer la verdad?

Don Pío.- Me interesa conocer la verdad para demostrarle que llevo razón.

Don Minervo.- ¡Entonces tengo que confesarle a usted que Jaimito sabía, desde hace ya muchos años, cómo la maltrataba Doña Blasa a Florita, tanto en lo físico como en lo psicológico, ante el cómplice silencio de Don Berrinche!

Don Pío.- ¡Me deja usted de piedra!

Don Minervo.- ¡Pues reaccione usted a tiempo antes que se llene de musgo!

Don Pío.- ¿Cómo podía Jaimito saber todo eso si a Florita la tenían encerrada siempre dentro del cortijo y sólo le dajaban salir para acudir al colegio?

Don Minervo.- Porque alguien le estaba contando todo lo que sucedía en el cortijo.

Don Pío.- ¿Quién era ese alguien?

Don Minervo.- ¡Parece que pone usted ahora mucho interes en saberlo! Pero permítame, antes de decir su nombre, que le pregunte algo.

Don Pío.- Pregunte, pregunte porque yo no tengo nada que ocultar.

Don Minervo.- Ya que tanto habla usted de la Policía… ¿porqué no denunció nunca a la Policía todos esos maltratos físicos y psíquicos contra la persona de Florita, y también de la negra Panchita dicho sea de paso, cuando usted bien que lo conocía porque siempre que visitaba el cortijo de Don Berrinche, y conste que los visitaba muchísimas veces, sabía lo que estaba sucediendo? ¿Me puede aclarar ahora por qué no acudió entonces a la Policía?

Don Pío.- No sé cómo contestar a eso…

Don Minervo.- ¡Pues fue, nada más y nada menos, la negra Panchita, la que le contaba todo a Jaimito! ¡Así que Jaimito cumplió con su juramento cuando me hizo saber que cuando fuese mayor de edad, y ya tiene 18 años cumplidos, sacaría a Florita de ese infierno! ¿Por qué nunca lo hizo usted?

Don Pío.- No sé cómo contestar a eso…

Don Minervo.- ¿Comprende usted ahora que si les descubren los policías en lugar de meter a Jaimito en la cárcel le van a condecorar con la Medalla al Mérito Civil para ponerle como ejemplo ante todo el mundo entero y hasta puede que le levanten un monumento por su noble acción voluntaria? ¡Ya sabe usted todo lo que sucedía en este asunto de Florita! ¡Más le valdría a usted adorar a esa clase de héroes en lugar de adorar a tantos santos de mármol de Carrara que fabrican ustedes con el dinero que les roban al pueblo andaluz en vez de dar de comer a tantos hambrientos como hay por estas tierras! ¡Saque! ¡Saque usted en procesión a la Virgen del Rocío para ver si la Virgen del Rocío es capaz de perdonarle porque el pueblo de la divisa verde y blanca no se lo va a perdonar jamás!

Don Pío.- ¡Todo eso está muy bien dicho aunque me cueste derramar sangre, sudor y lágrimas tener que admitirlo y decir que es verdad! ¿Pero cómo se va a defender Jaimito, esté donde esté, para ganarse la vida y, al mismo tiempo, cuidar de que no le falte de nada a Florita, si no tiene trabajo alguno?

Don Minervo.- Para empezar, Jaimito tiene ahora mismo una suficiente cantidad de dinero ahorrado para sobrevivir, junto con Florita, por un tiempo bastante corto o bastante largo según sea la manera que tenga ella para administrarlo.

Don Pío.- ¿Cómo es posible eso si Jaimito es solamente un muerto de hambre?

Don Minervo.- ¡Usted sigue totalmente confuso y confundido! Desde que Jaimito tiene uso de razón me ha estado ayudando en la preparación de mis clases a cambio de recibir un buen sueldo mensual. Tiene bastante dinero ahorrado.

Don Pío.- ¿De verdad Jaimito trabajaba para usted a cambio de un buen sueldo mensual?

Don Minervo.- Tan de verdad como que, cuando se despidió de mí, me rogó que le diese dicho empleo a su mejor amigo. ¡Para que vea hasta donde llega su generosidad para con quiénes con él están!

Don Pío.- ¿A ese tal Bolita?

Don Minervo. Pues sí. A ese tal Bolita como le llama usted y que es el ojito derecho de Panchita. Ya he hablado con el padre y la madre de Bolita y están totalmente de acuerdo. ¡Claro que Bolita no es tan ágil y tan despierto como Jaimito pero teniendo mucha paciencia con él puedo llegar a convertirle en un verdadero líder como es, por naturaleza propia y desde su nacimiento, el genial Jaimito! No será nunca igual que Jaimito pero puede valerme como sucesor de Jaimito. Bolita es bastante lento para comprender las cosas pero estoy completamente seguro, y eso me lo ha asegurado el propio Jaimito antes de irse con Florita, que se puede convertir en un verdadero líder porque cuando aprende algo, aunque le cueste un buen tiempo hacerlo, nunca lo olvida. ¡Para algo ha ido asimilando las enseñaznas de su maestro Jaimito! Por cierto… ¿ha leído usted “Juan Salvador Gaviota” de Richard Bach?…

Don Pìo.- Pues no.

Don Minervo.- Pues vaya haciéndolo alguna vez, de rato en rato, para que aprenda usted mucho sobre los comportamientos humanos en vez de darle tanto a la lengua con los cotilleos de sus acólitas beatas que, para mí y muchos más, sólo son unas histéricas. ¡En lugar de perder tanto tiempo en preparar tantísimos sermones vacíos de verdadero contenido humano, tómese, de vez en cuando, un poco de tiempo para leer “Juan Salvador Gaviota”! ¡Se haría usted un gran favor a sí mismo si lo hiciera!

Don Pío.- Lo haré si me da permiso el obispo de Huelva.

Don Minervo.- De verdad que me dá usted verdadera lástima por su esclavitud a los dogmas.

Don Pío.- ¡Eso solo es cosa mía!

Don Minervo.- ¡De acuerdo! ¡Eso sólo es cosa suya y no le voy a molestar por ello! ¿Se quiere ya largar de mi aula o todavía hay algo más que desee saber?

Don Pío (que se resiste a admitir su total derrota).- ¿Y qué le va a pasar a Florita cuando a Jaimito se le acabe el dinero que tiene ahorrado?

Don Minervo.- ¡Le voy a hacer conocer otra confesión que le va a dejar mucho más alelado de lo que ya está! ¡Porque usted parece más alelado que el bobo de Coria que tanto le inspiró a Velázquez y usted me inspira a mí compasión!

Don Pío.- No me llame alelado por favor…

Don Minervo.- Le llamo alelado por no llamarle tuercebotas que sería mucho más apropiado.

Don Pío.- ¡Deje ya de insultarme y cuénteme esa confesión!

Don Minervo.- ¡Agárrese, curita, que vienen curvas!

Don Pío.- ¡Sin bromas, Don Minervo, sin bromas!

Don Minervo.- No estoy para nada contando bromas. ¡Jaimito también sabía, desde hace muchos años, que en la ciudad de Madrid tiene una familia muy cercana y que pertenece a una clase social muy alta! ¡Es la familia de un tío paterno suyo!

Don Pío.- ¿Eso quiere decir que se han escapado hasta Madrid?

Don Minervo.- ¡No se han escapado sino que se han ido!

Don Pío.- ¿No es lo mismo?

Don Minervo.- No es lo mismo y usted bien lo sabe. Jaimito no tiene miedo a nada. Ni tan siquiera tiene miedo a lo desconocido. Es un valiente desde el mismo tiempo en que fue engendrado en el vientre de su madre. Y usted bien que sabe que es un millón de veces más valiente que usted. Por eso Florita le ama tanto. Así que no se han escapado sino que se han ido a Madrid.

Don Pío.- ¿Y cómo han podido llegar desde Calaña hasta Madrid si aquí nadie les ha podido ayudar a hacerlo?

Don Minervo.- ¡Para eso está la tartana de Tejeringo!

Don Pío.- ¡Pero si la vieja tartana del viejo Tejeringo no puede llegar ni tan siquiera hasta Despeñaperros!

Don Minervo.- ¡Haga el favor de no llamarle viejo a Tejeringo! ¡Su tartana puede ser vieja, hasta viejísima si usted quiere, pero Tejeringo es mil veces más joven que usted y que yo juntos! ¡Si usted fuese solamente la centésima parte de lo alegre que es Tejeringo sabría qué es lo que le estoy explicando! ¡Es con la tartana de Tejerino cómo Jaimito y Florita pudieron llegar a la ciudad de Huelva! Desde allí a Jaimito y Florita les fue muy sencillo irse hasta Madrid en tren.

Don Pío.- ¿Y qué pasa con la negra Panchita? ¡Esa pobre negra no va a poder aguantar la vida si no está a su la bellisima Florita!

Don Minervo.- ¡Panchita, no la pobre negra como usted la llama sino Panchita nada más, tampoco va a seguir soportando malos tratos físicos y psicológicos por parte de Doña Blasa y ante el cómplice silencio de Don Berrinche; porque ya no está trabajando en el cortijo sino que, gracias a que Jaimito me lo pidió con toda sinceridad, la tengo ya trabajando en mi casa y estará protegida para siempre!

Don Pío.- ¡Luego lo tenía todo planificado ese granuja!

Don Minervo.- ¡No lo tenía todo planificado sino que lo tenía todo perfectamente planificado! ¡Es la diferencia que existe entre un chaval muy inteligente como puede llegar a ser Bolita a través de sus experiencias y un chaval que es un verdadero genio desde su mismo nacimiento como sucece con Jaimito! ¡Por favor, hágame caso y lea “Juan Salvador Gaviota” de Richard Bach por si quiere comprobarlo usted mismo y no a través del obispo de Huelva!

Don Pío.- ¡Insisto en decir que ese tal Jaimito sólo es un granuja!

Don Minervo.- ¡No! ¡Confiese ya por fin que tiene envidia de él! ¡Jaimito lo tenía todo muy bien planificado porque, además de genial e inteligente, es más listo que el hambre! ¡No tiene nada de granuja sino de chaval noble y generoso y eso es lo que usted no puede soportar porque le tiene envidia!

Don Pío.- ¡Está bien! ¡Dejemos a Jaimito de lado! ¿Qué sucederá con Florita? ¿Cómo va a salir ella adelante sin tener que depender de nadie?

Don Minervo.- Le veo yo muy interesado en saber lo que le sucederá a Florita…

Don Pío.- ¡Es que velo por el bien de todas las chicas de Andalucía entera!

Don Minervo.- ¡Eso no se lo cree usted ni harto de sopas! ¡Y mire usted que le gusta demasiado comer la sopa boba de las gentes sencillas del pueblo, señor curita de las narices que en todas partes las mete por ver si caen las perdices!

Don Pío.- ¡No ha contestado a mi pregunta!

Don Minervo.- ¡Poco a poco Paco peco y si peco que Dios me perdone y no usted! ¡Usted peca demasiado para poder perdonar a mí mis pecados!

Don Pío.- ¡Sigue sin contestar a mi pregunta!

Don Minervo.- Se lo voy a confesar pero para que me perdone nada sino para ver si usted ya es capaz de saber hasta dónde puede llegar Jaimito. Una vez que los dos estén isntalados en Madrid, en casa de los parientes de Jaimito, él me ha dado su palabra de honor de que no van a vivir a costa de sus familiares.

Don Pío.- ¿Eso es imposible hablando de Madrid?

Don Minervo.- ¡Se equivoca usted de nuevo y eso que de nuevo usted ya no tiene nada!

Don Pío.- ¡Repito que eso es imposible hablando de Madrid!

Don Minervo.- Y yo le digo que no lleva usted razón si es que es usted mínimamente razonable porque ya hasta lo dudo que lo sea. Jamito, mientras estudiaba en el colegio, ja estado preparándose muy bien para presentarse a oposiciones de Bancos y Cajas de Ahorro. ¡Es el mejor estudiante que ha tenido la señorita Margarita Gautiérrez, “La Dama de las Camelias”, en toda su vida y eso que dicha señorita es la mejor profesora que existe en todas nuestras tierras para impartir esa clase de enseñanzas! ¡En cuanto llegue a Madrid, Jaimito se va a presentar a todas las oposiciones que se celebren y estoy completamente seguro del todo que aprobarám, y con nota, en todas ellas. ¡Me lo ha prometido antes de irse y yo sé que Jaimito siempre cumple con lo que promete! ¡Yo le estuve pagando, de mi propio bolsillo, ese aprendizaje para las oposiciones de Bancos y Cajas de Ahorro y no me va a decepcionar como nunca jamás me ha decepcionado! ¡Jaimito no es ni ha sido nunca como El Capitán Mostachete que me defraudó por completo cuando yo pensaba que era un gran capitán una vez que le conocí en el mundo de las tascas! ¡Jaimito lo es sin tener que dejarse el mostachete porque su personalidad no lo necesita!

Don Pío.- ¡Maldita sea la mala sombra que tengo! ¡No puede ser, no puede ser y no puede ser! ¡No puede ser cierto eso!

Don Minervo.- Diga ya la verdad, Don Pío. ¿Por qué está usted tan interesado en saber qué le ocurrirá a Florita?

Don Pío.- ¡Secreto de confesión, Don Minervo! ¡Le pido que sea secreto de confesión!

Don Minervo.- ¡Ni secreto ni confesión! ¡Usted me cuenta la verdad y yo no abriré para nada la boca si usted deja ya de perseguirla a ella!

Don Pío (tapándose con las dos manos su rostro).- ¡Es que la amo de verdad!

Don Minervo.- ¡No me río porque me resulta patético! ¡Es más, yo diría que esto parece un esperpento valleinclano! ¿Un viejo verde, que tiene ya más de ochenta años de ead, y que además es cura, con una chavala de tan solo dieciséis y que además es virgen?

Don Pío.- ¡Conmigo estaría sobreprotegida!

Don Minervo.- ¿Pero sabe usted de verdad lo que es amar sin condiciones? ¿Qué coña es esa de que con usted estaría sobreprotegida si usted ha estado persiguiendo a todas las chavalas que ha podido conocer desde sus tiempos de seminarista? ¡El verdadero y noble amor no pone condiciones y por eso el verdadero y noble amor es el que siente Jaimito por Florita y el que siente Florita por Jaimito! ¡Aprenda usted un poco, aunque sea solamente un poco señor curita, sobre lo que es el amor y no me venga con pendejadas de viejo verde!

Don Pío (rabiando).- ¿Por qué existirá ese tal Jaimito?

Don Minervo (totalmente tranquilo).- Porque existe esa tal Florita.

Don Pío.- ¡No puedo ver a ese tal Jaimito ni en pintura!

Don Minervo.- ¿Por qué no dice ya la verdad, Don Pío? ¡Usted no puede ver ni en pintura a Jaimito porque le odia!

Don Pío (estallando completamente nervioso y temblándoles las manos y el rostro).- ¡Sí12 ¡Le odio, le odio y le odio!

Don Minervo (todavía más tranquilo que antes).- Eso demuestra, una vez más, que usted no sabe lo que es el amor y que, en realidad, no ama a ningún ser humano.

Don Pío.- ¡No puedo soportarlo! ¡No puede ser cierto que mi Florita ame a ese tal Jaimito!

Don Minervo.- Pues resulta que sí. Que no sólo Florita jamás ha sido suya porque nunca jamás ha conseguido que se confiese con usted mientas que con Jaimito se ha confesado continuamente las veces que ha podido hablar con él a solas en el colegio sino que ama locamente a Jaimito.

Don Pío (desesperado).- ¡Me meto en un monasterio! ¡De esta le juro a usted, Don Minervo, que me meto en un monasterio para apartarme del mundo entero!

Don Minervo.- Pues le deseo, porque en el fondo hasta usted puede ser incluso buena gente, que viva usted muchos años más dentro de un monasterio. ¿Cuál es su preferido?

Don Pío.- ¡El Monasterio de Santa María de la Rábida, en el término municipal de Palos de la Frontera! ¡Me voy con los franciscanos para el siempre de todos los siempres!

Don Minervo.- Pues hablando del siempre de todos los siempres y ya que ha elegido usted a los franciscanos, que vienen de Francisco, que sea usted allí muy feliz siempre de todos los siempres, currito de la cruz. ¡Y por favor, no me perdone usted porque yo no necesito que ningún currito de la cruz perdone todos mis pecados pero usted sí que va a necesitar que le perdone Dios!

Don Pío se va, con pasos muy lentos, fuera del escenario mientras se está escuchando la voz de Panchita cantando las notas musicales de una saeta andaluza.

Voz de Panchita (cantando).- ¡Ni por dulce ni por buena es comparable la miel con tu dulzura morena, si se compara la hiel con lo amargo de tu pena!

Vuelve el silencio hasta que Don Minervo se lanza de nuevo a cantar…

Don Minervo (cantando a pleno pulmón).- ¡Va por usted, curita! ¡A su salud, Don Pío! ¡Si me lo hubieran contado, no me lo hubiera creído, que van a estar separados y cada cual por su lado, corazón, tu cariño y el mío! ¡Fuimos dos en uno, por la veredita de la eternidad, y de aquello, mi vida, ninguno se quiere ya acordar! ¡Cada cual por su camino, madre mía que dolor, no es de rosas, que es de espinos, el sendero de los dos! ¡Aumentado la distancia, morimos poquito a poco, los dos sin darle importancia como si fuéramos locos! ¡Como para darme en la cara, de otro cariño presumes, mira qué cosa más rara, que el corazón se me para mientras tú sin mi amor te consumes! ¡Yo sé que por eso mismo, seguiré mintiendo lo mismo, lo mismo que mientes tú, y viviendo los dos bajo el peso, ¡ay que dolor de verdad!, debajo de la misma cruz! Cada cual por su camino, ¡madre mía, que dolor!, no es de rosas, que es de espinos el sendero de los dos. Aumentado la distancia, morimos poquito a poco, los dos sin darle importancia, como si fuéramos locos!

Al terminar de cantar Don Minervo aparece en la puerta del aula el rey Arturo.

Arturo.- ¡Buen día nos dé Dios, buen hombre!

Don Minervo (volviendo otra vez a la realidad y sorprendido).- ¡Ostras, chirlas, almejas y percebes! ¿Quién es usted con esa vestimenta tan estrafalaria? ¿Tal vez un comediante que viene de gira por estos pueblos tan olvidados?

Arturo.- ¡Yo soy el rey!

Don Minervo.- ¡Por mi Minerva, la diosa de la sabiduría y de las artes! ¿Tal vez el rey de los gitanos por su extravagante forma de vestir?

Arturo (ofendido).- ¡Un poco más de respeto hacia mi real persona, maestrucho! ¡Yo no soy ni Florín ni mucho menos Florón! ¡Jamás he sido un llorón! Y no por falta de ganas…

Don Minervo.- ¿De verdad no viene usted pidiendo limosna?

Arturo.- ¡Dejemos las falsas historias! ¡Tampoco soy el rey mendigo del que habló un tal Mark Twain!

Don Minervo.- Para ser usted un rey me parece demasiado culto…

Arturo.- No escurro jamás el bulto…

Don Minervo.- ¿Tal vez es usted un verdadero monarca francés?

Arturo.- ¡No me habléis de Francia, os lo ruego! ¡Con los franceses no quiero ni tan siquiera un juego! ¡Yo soy el Rey Arturo, un tipo bastante duro!

Don Minervo.- ¡Vaya sorpresa! ¡Nada más y nada menos que el Rey Arturo en mi aula! ¿Puedo saber a qué jugáis?

Arturo.- ¿Además de la petanca?

Don Minervo.- ¿Sabéis lo que es la petanca?

Arturo.- ¡Un juego de bolas y yo tengo bastantes bolas como para saber jugar con ellas!

Don Minervo.- ¿Puedo saber o no puedo saber cuál es su juego favorito?

Arturo.- ¡Las damas! ¡Juego muy bien con las damas! ¡Dejando de lado todas las especulaciones que se han dicho sobre las damas a mí me encantan las españolas!

Don Minervo.- ¡Ostras, chirlas, almejas y percebes! ¿Ha dicho usted españolas?

Arturo.- ¡Eso he dicho! ¡Y también me han contado que se puede jugar muy bien con ellas por estas comarcas andaluzas!

Don Minervo.- ¿Pero se puede saber quién le ha contado ese chisme?

Arturo.- Un tal Carpanta. ¿Conocéis a Carpanta?

Don Minervo.- ¿Carpanta? ¿Ha dicho usted Carpanta, majestad de majestades?

Arturo (aflamencado).- ¡He dicho Carpanta! ¿Pasa algo?

Don Minervo.- Pasar no pasa nada pero… ¿todavía vive Carpanta?…

Arturo.- ¡Doy fe de que todavía vive Carpanta! ¡Y me dio dos consignas que no he olvidado!

Don Minervo.- ¿Dos consignas? ¿Puedo saber cuáles son?

Arturo.- Karpa y Tortajada.

Don Minervo.- ¡Pues resulta que sí! ¡Es realmente asombroso!

Arturo.- ¿Qué asunto es ese que llamáis asombroso?

Don Minervo.- ¡Estamos hablando del mismo Carpanta que se hizo verdaderamente famoso por estas tierras tan olvidadas desde el año 1968 después de Jesucristo!

Arturo.- ¿Ha tanto llegó su fama que todavía se le recuerda en Calaña?

Don Minervo.- ¡Por supuesto que sí! ¡Alcanzó la cima en Madrid pero luego llegó a Andalucía y siguió aumentando su fama!

Arturo.- ¿A qué clase de fama os estáis refiriendo?

Don Minervo.- ¡A la de poder sobrevivir a pesar de las circunstancias que se le ponían en contra!

Arturo.- ¿Asuntos de envidia tal vez?

Don Minervo.- ¡Acierta usted majestad de majestades! ¡Asuntos de envidia sin el tal vez sino en seguro!

Arturo.- ¿Seguro que fue la envidia la que le hizo pasar tanta hambre?

Don Minervo.- ¿Hablando de las damas o hablando de los muslos de pollo?

Arturo.- ¡Explíquemelo usted, por favor!

Don Minervo.- Hablando de damas jamás estuvo escaso sino que las tuvo en demasía pero… ¡ay lo que hace la envidia!… hablando de muslos de pollo eso ya es otro cantar…

Arturo.- ¡Cante, Don Minervo, cante antes de seguir yo mis caminos!

Don Minervo.- ¿Se puede usted sentar a mi lado a pesar de ser usted un majestad de majestades y yo solo un personajillo de colegio?

Arturo.- Poder puedo y además querer quiero.

Don Minervo.- Pues no se hable más. ¡Siéntese a mi lado que voy a terminar la mañana cantando!

Arturo (sentándose en la silla).- ¡Si me encanta lo que canta le invito yo a boquerones en vinagre!

Don Minervo.- ¡Perfecto, rey Arturo, perfecto! ¡Los boquerones en vinagre es lo que más prefiero como aperitivo antes de las comidas y las cenas!

Arturo.- ¡Cante ya y terminemos este asunto antes de ir a por los boquerones!

Don Minervo (cantando feliz y contento).- ¡Dios te ha dado la gracia del cielo, María Dolores y en tus ojos, en vez de miradas, hay rayos de sol! ¡Déjame que te cante, morena de mis amores un bolero que ensalce tu garbo que es tan español! ¡Olé, olé! ¡Te mueves mejor que las olas y llevas la gracia del cielo la noche en tu pelo mujer española! ¡Olé, olé! ¡Tus ojos son tan pintureros que cuando los miro de cerca prendido en su embrujo soy tu prisionero! ¡Olé, olé! Envidia te tienen las flores pues llevas esencia en tu entraña del aire de España, María Dolroes! ¡Olé, olé y olé! ¡Por linda y graciosa te quiero y en vez de decirte un piropo, María Dolores, te canto un bolero! ¡Olé, olé! ¡Envidia te tienen las flores pues llevas esencia en tu entraña del aire de España, María Dolores! ¡Olé, olé y olé! ¡Por linda y graciosa te quiero y en vez de decirte un piropo, María Dolores, te canto un bolero!

Arturo (Una vez terminada la canción).- ¡Dos de boquerones en vinagre! ¡Van a ser dos de boquerones en vinagre!

Don Minervo.- ¿De verdad le ha encantado mi magia?

Arturo.- ¡Muchísimo más pero que muchísimo más que la del astroso Merlín de mi corte!

Don Minervo.- ¿Por qué le llama astroso a tan ilustre mago como es ese tal Merlín?

Arturo.- ¡Porque es aburrido del todo! ¡Se pasa todas las santas noches observando los astros y por eso está ya tan astroso! ¡Ni las ovejas merinas le aguantan ya!

Don Minervo.- ¿Y las churras?

Arturo.- Tampoco.

Don Minervo.- Pues vayamos a por los boquerones como viejos amigos que podemos llegar a ser.

El Rey Arturo y Don Minervo, abrazándose por los hombros como si fuesen amigos de toda la vida, salen del escenario.

SE BAJA EL TELÓN
FIN DE LA ESCENA V

Es un día de agosto

Es un día de agosto. De cualquier año después de Jesucristo. Rodeado por las fanáticas, los dos hijos de Don Rosendo intentan llegar hasta la fuente. El sol aprieta. Están sedientos y llegar hasta la fuente parece cosa imposible. Poco a poco se van convenciendo de que ha sido una muy mala idea acudir a Valverde del Camino. Pero ya es demasiado tarde para arrepentirse. No les queda más remedio que seguir intentando escapar de aquella jauría humana que se ha desatado como un verdadero vendaval. El sol sigue apretando y la sed parece ya infinita. Es como una lucha sin cuartel mientras va cayendo la tarde. El cielo, azul plomizo, sirve para recordar…

Quique, al que las fanáticas le conocen como “El Quiqui”, suspira mientras el recorrido se va haciendo cada vez más lento, cada vez mas apretado, cada vez más imposible. Milito, al que las fanáticas le conocen como “El Militroncho”, intenta hacer trucos para poder escapar de aquella presión que parece no acabar nunca. Los dos recuerdan aquellos años en que parecían ser más inteligentes de lo que en verdad eran. ¿Cómo se les ha ocurrido acudir a Valverde del Camino en un agosto tan polvoriento? Las botas les aprisionan los pies. Saben que si logran llegar hasta la fuente pueden tener una oportunidad para calmar su sed. Lo que no sabían es que andar por los caminos de Huelva era tan difícil. Y más cuando las fanáticas les esperan con las garras afiladas como águilas carroñeras.

Completamente ilusionados, comenzaron el viaje creyendo que la Guerra de Troya era solamente ya un vago recuerdo; pero la realidad les está demostrando lo contrario. Si al menos estuviera Pepillo para sacarles las castañas del fuego… pero eso es como pedir peras al olmo… porque Pepillo está realizando su Ruta de los Descubrimiento mientras “El Quiqui” y “El Militroncho” han perdido una oportunidad de oro si se hubiesen quedado quietos, tumbados en el sofá de sus casas, durmiendo la siesta tranquilamente. Es hora de la siesta y no de andar, a trancas y barrancas, por Valverde del Camino sin saber ni dónde están ni por qué se han metido en esta aventura tan implacable. Y es que la valverdeñas no perdonan jamás.

Los dos son todavía demasiado jóvenes y están pagando la novatada. Amigos desde la infancia pero culpables de una serie de acontecimientos que han dado la vuelta por toda Andalucía y, sobre todo, por las tierras onubenses. Ninguna fanática les va a perdonar el haberse burlado del Recreativo de Huelva. Sin embargo, a Pepillo no se le ocurriría jamás cometer tal equivocación; porque el Recreativo de Huelva es sagrado para todas las fanáticas de Valverde del Camino y pueblos de los alrededores: Calaña, Zalamea la Real, El Campillo, Minas de Riotinto, Tharsis, Alosno…

Ahora se sienten como dos verdaderos payasos ante un público que les abuchea mientras los turistas extranjeros observan aquella especie de vía crucis de forma curiosa y hasta lúdica; descubriendo todo un mundo de sensaciones tan oníricas que no hacen otra cosa más que sacar fotografías para tenerlas como inolvidables recuerdos. Para “El Quiqui” y “El Militroncho” la fuente salvadora parece como que en vez de acercarse se aleja cada vez más; porque la marea de las fanáticas del Recreativo se recrean en hacerles retroceder cuando creen que ya están consiguiendo llegar. Es todo un espectáculo verles sudar la gota gorda por no terminar completamente desorientados. Los nativos onubenses se encuentran en su verdadero ambiente. Y es natural.

Se va cumpliendo el paso del tiempo y, lentamente, las horas del reloj parece como si se hubiesen detenido para siempre. La moral de “El Quiqui” y “El Militroncho” se desmorona a pasos agigantados. Todo aquello que pensaban que era ideal está siendo, sin embargo, tan trágico que nunca se hubiesen podido imaginar de lo que son capaces de hacer estas fanáticas por defender la honra del club decano del fútbol español. “El Quiqui” y “El Militroncho”, seguidores del Real Madrid, creían que por ser merengues iban a triunfar y resulta que, precisamente por ser merengues, están a punto de ser devorados por estas chavalas completamente desatadas y que ya no razonan lo suficiente como para poder pedirles que tengan calma o querer dialogar con ellas. No. El cerco es cada vez más terrorífico. Que cumplan o no cumplan su venganza ya sólo depende de lo que quiera Dios; porque lo que es Pepillo está a miles y miles de kilómetros de distancia siguiendo con su feliz Ruta de los Descubrimientos al otro lado del mar.

Nicolasa

Hace días, tiempo semanas, que no veo a Nicolasa, semanas ha que no.
Y las tardes aburridas en ellas algún pájaro cantor subido en, y cantando, y a la señora ya no más vista he.
Y antes sí, de tanto en tanto, frecuente, sí, vista, y con su mirada de perdida, de persona algo ida, subida en, extraviada, y con un colgante en, e incluso a veces con un carrito pequeño lleno de.
Me detengo a pensar y veo el recuerdo proyectado en la pantalla.
A veces inclusive sentada he la.
¿Dónde?
Pues en el banco de la esquina, hay tantos. Pero Nicolasa se sentaba en el de la esquina.
El banco al raso que habita tieso cerca del banco donde cobraba su pensión de invalidez.
Y ella en la vida y en el ocio ella, entretanto, en el banco, respaldo de madera, en el cuál sentada mirando el pasar de quienes caminaban entonces.
Se hacía algo alargada en el hablar, cada vez que.
No paraba de hablar.
Y la cabeza, la testa como un bombo, de palabras y más palabras tantas, hasta llenar la mente de pesadez; y uno debía cortar por lo sano y a otra cosa, con suavidad, porque a Nicolasa le encantaba hablar y hablar hasta poner la cabeza como un bombo.
Y tiempo ha que no.
Ya no más.
¡Hasta luego!, me dijo la escuché por última vez una tarde por allá lejana, de esas tardes que figuran gravadas en el ayer, y lo era aburrida la tarde con nubes fingiendo distraídas, con movimientos pacientes como perro de aguas, y han pasado los tiempos semanales, y no, ya no más la he, y aquella fue su última frase, y últimos gestos y pequeños desvaríos.

Y recientemente he sabido por una conocida vecina común que me ha dicho ésta, que la señora Nicolasa al parecer sabido es que no se medicaba, y no se cuidaba, y le gustaba abrir botella, y dicen que empinar codo aun cartón envase, y a consecuencias pues, la señora sido hallada ha.
Sentada en su butaca en el domicilio, una mañana, con su corazón quieto para toda la vida, quieto como un fulminado, tajante muy quieto, y a un lado la cabeza caída mala cara, y he sabido que ya no más levantarse ni nada, ni dialogar ni respirar ni conversación, ni movimiento ni alegría ni tristeza, ya nada, como llama en vela que se marcha, así de igual he sabido me han referido que ya no más; fíjense que no más Nicolasa, ¡ni tus ni mus!
Y fue llevada a lugar metálico, artificial, y cargado, lleno de conservantes cancerígenos, llevada para la difunta preparación.
Y la señora ya es memoria histórica de escalera de vecinos. De la comunidad de vecinos y vecinas, y se pasan los días semanales y poco a poco el recuerdo se despide de las carnes y los huesos con sus hablares cansinos de la señora, y cada vez más el recuerdo se va esfumando se va agotando en un dejar ir, un soltar amarres, aflojar resistencias, en una despedida.
Y uno se advierte de lo que es la persona, Nicolasa trastornada, en su casa, ¡cuántas Nicolasas en una!
En sus adentros desconocidos.
En la imagen pública en la calle, la puesta en escena en la vida externa; pero pasa a desconocerse la vida en privado la galería interna; y me han dicho dijeron que la señora en vida, para según quienes fue muy conflictiva creadora de disturbios y de mal proceder y de rabietas y de escándalos y de ruidos y de malas prácticas y de principios de reyerta. Y por el otro lado según con quienes, se mostraba tan agradable la señora tan, que parecía tan.
Quién lo iba a decir que se detendría tan.
¡Quién iba a decir que la señora fuese tan descuidada tanto, y tan poco responsable para sí misma como echándose a perder hasta que llegó su hora, como un titulo sobre un cine y butaca ver película!

Y ya no más vista ha sido. Ni la he oído, ni tus ni mus.
Y las tardes siguen oliendo a sagrada rutina, a aire fresco en vuelo y envuelto y roto, por motor qué caparazón que irrumpe como fastidioso obstáculo de paso, rodante.

Y tardes las, oliendo más allá a cierta tranquilidad, con aroma a pequeño pájaro anidando en palmera, y voces canten unos y otros; y nos sigan enseñando a contar historias normales cosas de la vida aun de seres que ya no más.

Seres peligrosos (Novela y Guión Cine)

– ¿Que te parece este asunto, Jon?- Desde un principio lo veo un poco anormal del todo. Hay, al menos, tres cuestiones que no son lógicas, Frank.

La mañana se había presentado bastante brumosa en la ciudad de Amarillo, mientras hablaban el comandante Frank Captain General y el capitán Jon Richards Bach.

– Cuenta, Jon.

– En primer lugar, según cuenta el sargento Gafitas, cuando ese desconocido joven disparó al teniente Gafotas, él se arrojó al suelo y se golpeó con la mandíbula derecha quedando inconsciente del todo; pero según el informe que nos pasa el doctor Diago Morals Poultice, al hacerle el pertinente chequeo médico resulta que presenta una dislocación de la muñeca derecha debido a una enorme presión sobre ella, una fuerte fractura en el mentón izquierdo, daños importantes en los riñones producidos por algún golpe recibido en la tripa a la altura de los mismos y ¡asómbrate más, Frank!, la espalda completamente magullada. ¿Cómo es posibe todo eso si cayó de frente?

– ¿Quieres decir que está mintiendo el sargento Gafitas?

– Quiero decir que no está contando toda la verdad.

– ¿Cuál es la segunda razón por la cual dices que este asunto es muy raro?

– Muy fácil de deducir. La bala entró en el cerebro del teniente Gafotas por la sien derecha y de manera horizontal pero, si resulta como dice el sargento Gafitas, de que Gafotas estaba de pie y el joven desconocido estaba sentado cuando le disparó, la bala no podría haber entrado de manera horizontal sino desde abajo hasta arriba, lo cual demuestra que tampoco está contando la verdad en el asunto del disparo. Y me parece del todo sospechoso que la pistola del Gafitas haya desaparecido.

– ¡Interesante, Jon, muy interesante!

– ¿Quieres conocer cuál es la tercera razón?

– Mucho. Me interesa mucho.

– Algo también fácil de deducir. ¿Cómo puede ser que una pareja de jovencitos que llevan más de dos kilos de cocaína camuflados en un Buick La Crosse rojo, con matrícula de Nueva York, cometan la gran estupidez de meterse en graves problemas con la policía matando sin ton ni son al teniente Gafotas. Nadie que lleve cocaína camuflada en su automóvil comete ese tan grande disparate. Luego estoy empezando a sospechar que las cosas no debieron suceder de la manera que lo cuenta el sargento Gafitas.

– ¿Quieres que le haga llamar al despacho para que nos lo explique?

– No, Frank. Si le hacemos declarar ahora va a seguir diciendo que es verdad cuanto dice aunque no sea lógico y, en ese caso, será su palabra contra la mía pero sin pruebas suficientes como para afirmar que está mintiendo aunque tú y yo sepamos que no está contando la verdad.

– ¿Entonces qué hacemos ahora, Jon?

– Tengo que empezar por algún lado. ¿Puedes repetirme cuál es el número de la matrícula del Buick La Crosse de color rojo y procedente de Nueva York?

– Lo tengo bien memorizado. Anota. NY 0484 GYY.

– Anotado, Frank. ¿Puedo ahora llamar por teléfono al Departamento de Policía de la Ciudad de Nueva York?

– Creo que ya entiendo lo que quieres hacer.

– Efectivamente. Quiero averiguar qué persona compró ese automóvil.

– Adelante, Jon, el teléfono es tuyo. ¿Quieres que te sirva un poco de brandy?

– Sí, Frank. Un poco de brandy siempre me despierta del todo las neuronas. Si no te molesta servirlo yo voy a hablar con quien tengo que hablar.

– ¡Excelente, Jon! ¡Si consigues alguna buena pista no sólo te tomas el brandy sino que te invito a almorzar!

– Muy bien. Acepto la invitación. Ahora voy a ver si tengo suerte.

Mientras el comandante Frank Captain General se levantó de su asiento para buscar la botella de brandy, el capitán Jon Richards Bach hizo la llamada.

– Buenos días. Aquí el Departamento de Policía de la Ciudad de Nueva York.

– Buenos días, señorita. Soy el capitán Jon Richards Bach de la policía de Amarillo, en el Estado de Texas. ¿Podría usted ponerme en comunicación con mi gran amigo el capitán Michelangelo Aboves Littleugly?

– No se aparte del aparato, capitán, porque en breves segundos le pongo en comunicación con él.

– Muchas gracias, señorita. ¿Cómo se llama usted?

– Betty Rewards Embobied.

– ¡Debe usted ser preciosa!

– Muchas gracias, capitán. Eso mismo dice mi novio.

– Pues felicítele a su novio de mi parte y quiero que sepa que hoy mismo le envío un gran ramo de rosas rojas para usted por ser tan encantadora.

– Muchas gracias. Espero que mi novio no se enfade por eso.

– No le diga que soy policía sino que se las ha enviado un admirador suyo que conoció en la academia para secretarias.

– ¡Jajaja! ¡Muy bueno, capitán Jon! Eso mismo le diré y espero que no se ponga celoso.

– Si se pone celoso hay una muy buena solución.

– ¿Puede decirme cuál?

– ¡Cambie de novio y asunto terminado!

– ¡Jajaja! ¡Muy bueno, capitán Jon! Eso mismo voy a hacer. Por cierto… ¿es usted soltero?…

– Lo siento, señorita. Hablando con alguien tan encantadora como usted me gustaría estar soltero para poder conocerla mejor pero lamentablemente ya estoy casado, muy bien casado con una chavala millonaria, y muy feliz con ella en todos los sentidos.

– Que lástima haber llegado tan tarde…

– No te preocupes por eso, Betty. La vida es demasiado larga y algunos la tenemos más larga que otros.

– ¡Jajaja! ¡Es usted verdaderamente gracioso, capitán Jon!

– No lo dije en sentido figurado, Betty; así que no imagine lo que no hay que imaginar.

– ¡Jajaja! ¡Ya está el capitán Aboves en comunicación con usted y muchas gracias por las rosas!

– ¡Aquí el capitán Michelangelo Aboves Littleugly de la Policía de Nueva York! ¿Con quién estoy hablando?

– ¡Con tu gran amigo de los tiempos de la Academia!

– Lo siento pero no recuerdo quien pueda ser usted.

– ¿Es que ya no te acuerdas de aquellos inolvidables partidos de soccer que jugábamos en el City Field, granuja?

– ¿De verdad eres Jon Richards Bach, sinvergüenza?

– ¡Claro que soy Jon, “Nutcracker!! ¡Golfo, que no eras más que un golfo!

– ¡Tú eras mucho más golfo que yo, “Coconut”!

– ¡Jajaja! ¡Qué buenos tiempos aquellos! ¿Y qué fue de “Supermán”?

– ¡Jajaja! ¡Se creía el más guapo de toda la pandilla pero al final se casó con una que es solamente del montón!

– ¡Jajaja! ¿Y qué fue de “Pericles”?

– ¡Jajaja! ¡Tampoco tuvo demasiada suerte con las chavalas y, quizás por eso, se retiró de la Academia y se matriculó en la Facultad de Filosofía! ¡Ya no supe nada más de él!

– ¡Jajaja! ¡La verdad es que “Pericles” era el que peor jugaba de todos!

– ¡Jajaja! ¡Sí que me acuerdo de eso! ¡Debe ser que “Pericles” no había nacido para el soccer!

– Supongo que ya será todo un Doctor en Filosofía razonando con los demás racionalistas.

– Puede ser, Jon. Era demasiado admirador de Descartes, Kant, Spinoza, Leibniz, Hume, Locke…

– ¡Para, para loco! Déjalo en Locke porque te llamaba para algo muy importante.

– Si te puedo ayudar sabes que te ayudo con sumo gusto.

– ¿Puedes consultar en tus computadoras quién es el comprador de un Buick De Lacrosse, de color rojo, y cuya matrícula es NY 0484 GYY?

– Espera, espera… ¡repíteme el número de la matrícula por favor!…

– Anota. Es NY 0484 GYY.

– No te apartes del teléfono, Jon, porque ya lo estoy rastreando.

Pocos segundos más tarde, el capitán Aboves volvió a hablar.

– ¡Ya lo tengo, “Coconut”! ¡Ese automóvil pertenece a la Compañía “Cars Gurús” de Nueva York!

-¡Muchas gracias, “Nutcraker”, muchas gracias por el dato y dale recuerdos de mi parte a toda tu familia.

– ¿Puedo ayudarte en algo más?

– ¡Sí, viejo amigo! ¿Puedes decirme cuál es la dirección de “Cars Gurús” en Nueva York?

– Anota, jovencito. ¡Jajaja!. 843 West Sunrise Highway, en Lynbrook, NY 11563.

– Espero no haberte molestado demasiado.

– No te preoucpes por nada. Yo espero que encuentres lo que estás buscando.

Ambos cortaron la comunicación al mismo tiempo; mientras el comandante Captain esperaba con las dos copas de brandy.

– ¿Encontraste algo interesante?

– Creo que el principio de algo muy interesante si no me equivoco; y por eso es por lo que no puedo hoy almorzar contigo aunque me invites.

– ¿Por qué?

– Porque todo lo más rápido que pueda cojo un avión que me lleve a Nueva York.

– Al menos aceptarás que te invite a desayunar, Jon.

– Eso sí. Pero tiene que ser muy rápido, Frank. No quiero llegar demasiado tarde y perder la oportunidad de haber encontrado una buena pista.

Ambos se tomaron sus brandys y, saliendo del edificio, se dirigieron en el Cadillac del comandante, hasta el “Coyote Bluff Cafe” del 2417south Grand Street donde, en medio de la mayor tranquilidad y silencio, se tomaron un buen par de sanduches de jamón y queso junto con un par de tazas de café.

– Bien, Jon. Me parece que he elegido al hombre más indicado para resolver este asunto.

– Espero no decepcionarte, Frank.

– Sería la primera vez que eso ocurre y espero en Dios que no ocurra.

– Estoy pensando, Frank…

– ¿En qué estás pensando?

– En esa parejita de jovencitos que, según dice el sargento Gafitas, asesinaron al capitán Gafotas. ¿Qué estarán haciendo ahora?

– Supongo que desayunando como nosotros dos.

– Puede ser verdad, Frank. ¡Curiosas paradojas de la vida! En cualquier lugar donde se encuentren estarán charlando quizás de las mismas cosas que nosotros dos.

– O quizás de cosas totalmente diferentes.

– Ese es el gran misterio de la vida y gracias a eso la vida llega a ser emocionante.

Seres peligrosos (Novela y Guión Cine) Capítulo 2

– ¡Qué pasa aquí! ¿Puedo saber qué pasa aquí?

– ¡Han matado al teniente Gafotas, mi comandante!

– ¡Dígame señor Don Frank Captain General cuando se dirija a mí, sargento Gafitas! ¿Puede ya alguien decirme qué pasa aquí?

– ¡Yo se lo puedo decir, Señor!

-¿Quién es usted?

– Antoine Seder Aram, dueño de este motel.

– ¿Es usted de orígenes judíos?

– Por parte de padre y madre, pero he nacido y me he criado aquí, en Amarillo.

– ¿Y esta mujer quién es?

– Mi querida Louise Lane Gascoigne.

– ¿Es también judía?

– No. Sus raíces no son hebreas sino francesas por parte de padre y de madre, pero también ha nacido y se ha criado aquí, en Amarillo.

– ¿Están ustedes casados como Dios manda?

Entonces intervino la hasta entonces silenciosa Lane.

– ¡Se lo estoy pidiendo desde hace treinta años pero él dice siempre que nones.

– ¿Y por qué le ha aguantado usted tantos años? ¡Con su presencia física podría haberse ido con otro muchísimo mejor que este desgalichado mequetefre, con nariz de boniato ganchudo, y que no hubiese puesto ningún reparo en casarse con usted como Dios manda desde el primer momento que le hubiese usted dado una oportunidad!

– Pues me lo estoy ya pensando…

– Mientras usted se lo piensa, ¿qué tiene usted, Antoine, que contarme sobre lo sucedido esta noche aquí?

– Una pareja de jovencitos estaban sentados en esa mesa que está a su lado y, de pronto, entraron El Gafotas y El Gafitas para tomar un refresco cuando, sin mediar palabra alguna, el jovencito sacó una pistola y le disparó al teniente Gafotas, a quemarropa y sin previo aviso. La bala entró en el cerebro del teniente que cayó instantáneamente muerto.

– ¿Y usted qué hizo, sargento Gafitas?

– ¡Me lancé inmediatamente al suelo para salvar mi vida, pero con tan mala fortuna que golpeó mi mandíbula contra el suelo y quedé totalmente inconsciente.

– ¿Y qué ha pasado con su pistola, sargento Gafitas?

– ¡No lo sé! ¡Quizás el jovencito, antes de irse, me la quitó el muy cabrón!

– No saque usted conclusiones antes de tiempo. ¿Por qué le llama cabrón si no le conoce de nada?

– ¡Perdone, mi comandante! ¡Es la ira que tengo!

– Pues procure usted guardarse la ira para cuando esté en el water haciendo sus necesidades. ¿Entendido, Gafitas?

– Entendido, Señor Don Frank Captain General.

– ¿Conocía usted, Antoine, a esos dos jovencitos?

– ¡Era la primera vez que les vi en mi vida pero puedo decir que, cuando mataron al teniente Gafotas, y antes de marcharse a toda prisa, se pusieron a cantar alegremente.

– ¿El jovencito le quitó la pistola al sargento Gafitas?

– Efectivamente. Se la quitó antes de irse.

– ¿Se puede saber qué cantaron?

– Ella le dijo a él ¡Adancito de mi vida! y él le contestó a ella !Ay Evita de mi alma!

– ¿Cómo si fuesen La Perla de Cádiz y Antonio Mairena?

– ¡No sé quienes son esos dos, comandante!

– No se preocupe usted. Sólo eran una flamenca y un flamenco.

– ¡Pues entonces sí, porque una vez que él cometió el crimen se pusieron más contentos que unas castañuelas!

– Esto me suena a muy raro. ¿Tú que opinas, Jon?

– Que es verdad que es un asunto muy raro, Frank.

– ¡Pues ya puedes ir comenzando a investigarlo porque es tu caso, capitán Jon Richard Bach! ¡Y espero que lo soluciones rápidamente!

– ¡Voy a intentar ser más rápido que Juan Salvador Gaviota! Empecemos por usted, Antoine.

– ¿Qué desea que le cuente si ya les he dicho la verdad de todo lo sucedido aquí?

– De momento cómo cree usted que esa jovencita y ese jovencito llegaron hasta este motel…

– ¡Yo puedo contestar a eso, mi capitán!

– Cuénteme, sargento Gafitas.

– Hay un coche muy sospechoso en el Aparcamento de este Motel Travelodge. Por eso mi hermano Gafotas y yo, antes de entrar en este bar para tomar dos refrescos, tuvimos una intuición y anoté en mi agenda la matrícula de ese automóvil.

– Espere un momento. ¿Ha dicho usted, sargento Gafitas, que el teniente Gafotas era su hermano?

– Y lo afirmo con todo orgullo.

– ¿Cuáles son sus dos apellidos?

– Él se llamaba Cassius Alí bin Zama El-Gafi y todos le conocían como El Gafotas; mientras que yo me llamo Tyson Ai bin Zama El-Gafi y todos me conocen como El Gafitas.

– Está bien. No lo voy a olvidar. ¿Qué clase de automóvil es ese que le parece sospechoso?

– Es un Buick La Crosse rojo, del año 2008, con matrícula de Nueva York.

– ¿De verdad tiene la matrícula anotada? Supongo que ya ese coche no estará en el Aparcamiento si es el de ellos.

– Espere que consulte mi agenda, capitán Richards Bach.

Mientras El Gafitas consultaba su agenda, el capitán Jon Richards Bach volvió a dirigirse a Antoine Seder Aram…

– ¿Cómo eran esos jóvenes, Antoine?

– No los pude distinguir muy bien porque estaban sentados en medio de la penumbra ya que todavía no estaba el motel totalmente alumbrado pero ella es el monumento femenino más impresionante que he visto jamás.

– ¿Un judío se entretiene en observar esas cosas?

– Es que no soy de piedra…

– ¿Y usted, Louise, qué tiene que decir sobre esto?

– Que si él afirma que esa jovencita es el monumento femenino más impresionante que ha visto jamás en su vida yo afirmo que él es el joven masculino más atractivo e interesante que he conocido yo en la mía. ¡Y que conste que no lo digo por celos sino porque es la verdad aunque se joda este Antoine del cual pienso separarme en cuanto todo este asunto quede aclarado!

-¿También usted afirma que ese joven, tan apuesto como dice usted que es, disparó sin previo aviso y sin mediar palabra alguna contra el teniente Gafotas matándole al instante?

– ¡Ya tengo aquí la maticula, capitán Richards Bach!

– ¿Cuál es?

– NY 0484 GYY The Empire State. Es un Buick La Crosse de color rojo.

El capitán Jon Richards Bach se quedó un momento pensativo antes de seguir hablando…

– Esperen un momento. ¿Y si se han dado cuenta de que tenemos el número de la matrícula de su automóvil y no lo han utilizado para huír? Eso quiere decir que quizás esté todavia en el Aparcamiento de este Motel. Así que vayamos usted y yo, Frank, a ver si es cierto mientras que todos los demás se quedan aquí sin salir para nada de este local.

– Muy bien, Jon. Vamos los dos al Aparcamiento de este Motel donde, al parecer, las parejas jovencitas vienen a soñar con los angelitos buenos mientras hacen el amor… si es que a eso se le puede llamar hacer el amor…

Instantes después, en el aparcamiento, encontraron con total facilidad el Buick La Crosse de color rojo que había manejado Joseph Gold Road Saint Vincent dese Nueva York hasta Amarillo.

– ¿Qué hacemos ahora, Jon?

– Buscar por todos los rincones del Buick, Frank… a ver si encontramos alguna pista…

Tras unos breves minutos de intensa búsqueda, Jon descubrió algo muy sospechoso…

– ¡Frank! ¡Aquí parece que hay un doble fondo!

– ¿Dónde?

– Justo debajo del embrague.

– ¿Has dicho el embrague?

– Sí, mi comandante, he dicho el embrague.

– ¿Y qué puede ser eso?

El capitán Richards Bach sólo respondió con una exclamación altisonante.

– ¡Ostias, Frank! ¡Aquí hay por lo menos dos kilos!

– ¿Se puede saber de qué kilos estás hablando, Jon?

– Pues no precisamente de azúcar cubana, Frank.

– ¿Cocaína?

– ¡Exacto! ¡Dos kilos de cocaína por lo menos!

Seres peligrosos (Novela y Guión Literario para Cine)

Cuando Joseph Gold Road San Vincent aparcó su Buick La Crosse rojo, modelo del 2008, en el aparcamiento del Motel Travelodge, en el 2035 de la Paramount Boulevard de Amarillo, en el Estado de Texas, miró su reloj de pulsera, comprobó que eran ya las 10 de la noche y se sintió cansado.

– Necesito tomar algo porque estoy medio dormido y todavía me queda un largo camino -pensó.

Así que Joseph salió del automóvil y se dirigió hacia la entrada del motel. Al entrar en el bar, sólo encontró a una jovencita sentada ante una de las mesas. Pero ¡qué jovencita!. Era la chavala más impresionante que había visto en su experimentada vida de escritor errante y eso que ya había dado varias vueltas al mundo. ¡Impresionante! ¡Verdaderamente impresionante la belleza de su rostro sensual y un cuerpo que se adivinaba escultural y mil por mil sexy! Pensó que no era un ser humano sino un ángel bajado del cielo y se acercó a ella para comprobarlo.

– Perdona chavalilla, pero ¿eres real?…

Norah Tatiana Towers Decastle se le quedó mirando sin decir palabra alguna.

– Ya sabía yo que sólo era una imaginación mía… debe ser que estoy alucinando…

– Te equivocas tío, porque soy real.

– ¿Puedo sentarme contigo para poder comprobarlo?

– Te advierto que estoy esperando a alguien y no le va a gustar nada verte a mi lado.

– ¿Y si en lugar de ponerme a tu lado me siento frente a ti?

A Norah Tatiana no le quedó más remedio que sacar a relucir una de sus explosivas sonrisas.

– ¿Eso quiere decir que sí?

Ella se encogió de hombros antes de hablar de nuevo.

– Si quieres morir joven ese no es mi problema.

Así que Joseph pensó en cualquier cosa menos en morir y se sentó frente a ella…

– Soy escritor y no pìenso morir ni joven ni nunca…

Ella pensó que era uno más de los miles de locos que había tenido que soportar en su todavía corta existencia pero había algo diferente en la mirada de este tipo… y volvió a sonreír…

– Aquí falta algo que nos sirva de canal de comunicación, chavalilla.

– ¿Pero de verdad crees que me has conquistado nada más conocerme?

– No me estoy refiriendo a ninguna conquista sino al peppermint. ¿Aceptas que te invite a un peppermint?

Realidad o irrealidad, aquella chavala era un verdadero estallido catártico en el cerebro de Joseph…

– ¿Sigues creyendo que no soy una realidad? ¡Acepto el peppermint!

Joseph hizo un gesto al barman y éste se acercó a la mesa…

– Dos peppermint, por favor.

– ¿Al go más?

– De momento, no… pero la noche empieza a ser joven…

– ¡Espera un momento, tío! ¡Sólo un peppermint y nada más! Nos lo tomamos y desapareces para siempre de mi vida. ¿Vale?

– ¿Aunque sea yo el que pague las dos copas?

– Aunque seas tú el que pagues las dos copas.

– Interesante. Esto empieza a ponerse interesante.

– Entonces… ¿nada más, caballero?

– ¡Sírvanos los dos peppermint y vuelva a su mundo, por favor! En el mío sólo cabe, además de mí, una persona y ya la he encontrado.

Ella no pudo hacer otra cosa que volver a sonreír porque aquel tipo sí que era realmente original pero, mientras Antoine Seder Aram se retiró para cumplir la orden, quiso dejarlo todo muy claro…

– No sé ni cómo te llamas y no me importa saberlo. ¿Me comprendes?

– ¿Y si te digo que soy escritor y me llamo Joseph Gold Road San Vincent?

– ¿Y eso qué importancia tiene? ¡Hay millones de escritores sin interés alguno para mí!

– Mi importancia es que todos me llaman Adán.

Lo que hizo ahora Norah Tatiana fue soltar una alegre y espontánea carcajada.

– ¡Jajaja! ¡Se te nota por la forma de vestir!

– Lo cual quiere decir que tengo una personalidad primitiva diferente a todos los escritores que hayas podido conocer… ¿no es cierto?…

– Estoy empezando a creer que sí tienes personalidad suficiente como para ser Adán… pero lo que más gracia me hace de esta ridícula situación es que yo me llamo Norah Tatiana Towers Decastle pero todos me llaman Eva.

– Hay algo más gracioso en esta ridícula situación. ¿Lo adivinas?

– ¿Es que te crees más inteligente que El Principito?

– Si te refieres a Antoine de Saint-Exúpery soy más inteligente que él.

– ¿Y qué es eso que crees tan gracioso en esta ridícula situación?

– Que soy un tipo ridículo del cual se enamoran las más inteligentes y me parece que tú eres la – más inteligente de todas, lo cual quiere decir…

– ¡Espera! ¡Espera! ¡Vuelas demasiado deprisa!

– Iba a decir algo sin importancia alguna.

A ella le picó la curiosidad…

– ¿Y?

– ¿De verdad estás interesada en saberlo?

– No es que me importe… pero no quiero aburrirme resolviendo acertijos…

– El asunto es muy sencillo. Si yo soy Adán y tú eres Eva, formas parte intrínseca de mi personalidad porque has nacido gracias a una de mis costillas.

– ¡Eso es un disparate!

– Pues no tengo yo la culpa de que lo sea sino Dios.

– ¿Por qué todos los tíos interesantes de verdad le echáis siempre la culpa a Dios de todos vuestros fracasos?

– ¿En tan pocos segundos he fracasado ya? ¡Esto sí que es batir mi propio récord!

Norah Tatiana no sabía si aquel atractivo joven llamado Joseph hablaba en broma o estaba hablando en serio.

– ¿Has dicho tu propio récord de fracasos?

– Si no tienes ningún inconveniente en aceptarlo eso mismo he dicho…

– No puedo creerme que hayas fracasado tantas veces. No eres de esos tipos que los demás llaman perdedores.

– ¿Ni tan siquiera los envidiosos?

– ¿Lo envidiosos te tratan como a un perdedor?

– Supongo que sí… pero tú tienes la última palabra… y la última palabra es la única que a mí me iimporta porque es la única que me interesa conocer.

– Yo no creo que seas un perdedor ni soñando… pero es mejor que te vayas cuanto antes…

– ¿Por que va a llegar de un momento a otro el hombre con quien te has citado esta noche en este motel?

– Tú lo has dicho. No le va a gustar, para nada, verte conmigo y como dijiste que no vas a morir nunca evita que te encuentre a mi lado.

– ¿Puedo saber quién es ese hombre?

Eva se animó a contarle algo quizás por culpa del peppermint o tal vez solamente porque le veía tan ingenuo como un adolescente.

– ¿Cuántos años tienes, tío?

– Ya he cumplido los 25. ¿Y tú? ¿Cuántos años tienes tú?

– ¿Si te digo que solamente acabo de cumplir los 18 te lo crees?

– Tienes un rostro de 16 y un cuerpo escultural de 20 así que haciendo la media numérica creo que sí, que tienes 18. ¿Puedo saber ya quién es ese hombre que te ha conquistado mucho antes que yo?

– No me ha conqusitado jamás ningún hombre todavía aunque no te lo creas. Mi cita es sólo cuestión de trabajo.

– ¿Y de qué puede trabajar una chavalilla como tú cuando la cita es en un motel?

– Tengo muchos estudios de Arte Dramático en Nueva York; así que no me consideres una pardilla cayendo en las garras de un gavilán.

– ¿Y qué hace entonces una neoyorquina en Amarillo?

– ¡Voy a dar el salto a la fama que tanto he estado soñando!

Joseph comenzó a interesarse por el asunto. Estaba seguro de que algo no iba a funcionar bien pero no le importaba arriesgarse.

– ¿Puedes decirme ya qué clase de salto a la fama quieres llevar a cabo?

– Para eso estoy citada aqui.

– ¿Y quién es ese hombre tan importante y tan poderoso que te ofrece una cita en un motel para convertirte en estrella?

– No te rías de la situación. Yo lo veo lógico.

– No suelo usar la lógica nunca cuando algo o alguien me interesa. ¿Quién es ese macho tan importante?

– Será un macho, o incluso un machista, pero se llama Paul Anski.

– ¡Arrea! ¿El super famoso director de cine que realizó “Camas desnudas” gracias a un guión pornográfico escrito por él mismo?

– El mismo.

– Escucha, Eva.

– ¿Por qué te intereso tanto, Adán?

– Porque necesito darte un buen consejo antes de desaparecer para siempre de tu vida. Los perdedores estamos acostumbrados a dar buenos consejos a las mujeres de las que nos enamoramos a primera vista aunque ya no las volvamos a ver jamás.

– ¿Te crees un ser tan superior como para darme un buen consejo?

– Me creo un ser humano nada más; pero con principios.

– ¿Y cuál es ese consejoi?

– Termina de beberte el peppermint, recoge todos tus bártulos y márchate a la ciudad de donde has venido antes de que sea demasiado tarde. Yo mismo te puedo llevar al aeropuerto.

– Escucha bien, Adán. Yo puedo ser solamente Eva pero ninguna serpiente me va a volrer a engañar. ¡Sé cómo domar a los animales!

– Está bien. Pago los peppermint y no vuelvo a entrar para nada en tu vida porque mi camino es todavía muy largo.

– Antes de irte dime una cosa. ¿Te sientes celoso de Paul Anski?

Ahora fue Joseph quien soltó una carcajada involuntaria.

– ¡Jajaja! Perdona, pero no me estoy riendo de ti, sino de esta ridícula situación. ¿Sabes cuántos años tiene Paul Anski?

– Es muy fácil saberlo. Estamos en el 2008 , luego tiene 75 años de edad.

– Y tú solamente 18.

– ¡Jajaja! ¿Tienes celos de un anciano?

– Piensa lo que quieras porque esa es tu voluntad, pero sólo quiero recordarte que sabe más el diablo por viejo que por diablo. No te preocupes. Ya me voy.

– No estoy preocupada.

– Entonces ojalá quiera Dios que llegues a ser la estrella más hermosa del firmamento de Los Ángeles. Adiós.

Adán bebió el último trago de su peppermint y se levanto de la silla.

– Ahora comprendo por qué eres un perdedor a pesar de ser tan atractivo y tan guapo.

– Ahora comprendo yo por qué un tipo como ese tal Paul Anski no tiene ninguna importancia real sino aparente.

– ¿Sigues celoso?

– Si tú lo dices… adiós… de verdad que te digo adiós para siempre…

En ese momento se abrieron violentamente las puertas del bar y aparecieron, de repente, el teniente Cassius y el sargento Tyson. Fue Cassius quien bramó…

– ¡Chuta! ¿Mira lo que tenemos aquí, hermanito? ¡Una parejita de tortolitos intentando pasar juntos la noche más feliz desus vidas!

Joseph tranquilizó a Norah Tatiana…

– No te preocupes, princesa.

– ¡No es ella la que tiene que preocuparse, pichoncito! ¡Eres tú el que tienes que preocuparte de verdad! ¡Haz lo que tienes que hacer, Gafitas!

El sargento Tyson sacó su pistola de policía y se la colocó junto a la sien derecha de Joseph.

– ¡Cierra la boca, no hagas ningún movimiento extraño y podrás contar esta bella historia a tus tataranietos si es que me haces caso!

– ¡No dejes de apuntarle con la pistola, Gafitas! ¡Puede ser peligroso!

Se produjo un tenso silencio pero Joseph no se puso ni tan siquiera nervioso y volvió a repetirle lo mismo a Norah Tatiana.

– No te preocupes, princesa.

– ¡Mi hermenito ya te ha avisado de que no digas ni una sola palabra si quieres llegar a tatarabuelo! Pero ya que eres tan bocazas dime cómo te llamas y qué haces aquí, forastero.

– Dígame primero quién es usted para pedir mi identificación sin haber hecho yo nada malo… todavía…

– ¿Te crees muy gracioso o eres gracioso de verdad?

– A veces hago reír… pero conozco mis derechos…

– ¡Jajaja! ¡Está bien! ¡Esta es mi placa de teniente! Y por si te interesa saber cómo me llamo todos me conocen como El Gafotas. Mi hermanito, el que está a punto de volarte los sesos si es que haces algún movimiento extraño, es mi compañero, es sargento y todos le conocen como El Gafitas! Así qué dime quién eres.

– Los que me conocen me conocen como Adán.

– ¿Estás de broma conmigo?

– Le estoy diciendo la verdad ya que es usted tan sincero.

– ¿Y la golfa que te hace compañía quién es?

– Eva. Simplemente Eva.

– ¡Te estás cachondeado de la autoridad de este Estado y eso no te lo voy a consentir ni a tí ni a esa furcia que te acompaña! ¡No dejes de apuntarle los sesos, hermanito! ¡Y tú, golfa, levántate y sitúate contra la pared porque vas a gozar la mejor noche que jamás hayas imaginado!

Norah Tatiana sabía que la única forma de salvarle la vida a aquel joven, atractivo y simpático Joseph, era obedecer sin decir nada. Se levantó de su silla y, efectivamente, era el mejor bombón de chavala jamás vista en todo el Estado de Texas.

– ¡Chuta! ¡Vaya bombón te vas a llevar a la cama, Gafotas!

– ¡Calla, Gafitas, y no te descuides ni una milésima de segundo! ¡Quiero que este donjuan de pacotilla vea con sus propios ojos cómo se debe tratar a una dama!

– ¿Eres Gay?

Cassius se puso rojo de ira…

– ¿Me estás llamando maricón?

– Cómo voy a llamarle maricón a un hombre tan macho como usted. Sería un insulto a la raza humana. Me estoy refiriendo al guionista de William Goldman.

– ¡No sé de qué demonios me estás hablando! ¿Qué es eso de William Goldman?

– Nada. Solamente un poco de cultura cinematográfica nada más. Yo lo he aprendido de “El Agonías”, un antiguo compañero de mi barrio. Le entusiasmaba tomar nota de todo lo relacionado con las películas que veíamos porque de ligar chicas era un cero a la izquierda.

– ¡Al carajo la cultura! ¡Basta ya de charla absurda! ¡Qué leches me importa a mí saber si ese tal “Agonías” no ligaba con chavalas! ¡Ponte de espaldas contra la pared, golfa, porque le voy a enseñar a tu criaturita lo que es un hombre domando a una princesa ciomo él te llama!

Mientras Norah Tatiana cumplía la orden, Joseph no dejaba de tranquilizarla.

– No te preocupes por nada, Eva.

– ¡Cállate ya, Adán de mierda! ¡No tiene por qué preocuparse porque va a vivir la noche más gozosa que jamás haya vivido ninguna princesa en la historia de la humanidad!

Joseph sabía que ahora debia estar totalmente callado…

– ¡Lo primero que vas a hacer, muñequita cachonda, es levantar las manos, ponerlas sobre tu cabeza, y abrirte de piernas! ¡Vas a comrpobar cómo un verdadero hombre debe de domar a una fierecilla salvaje como tú! ¿Sabes que estás salvaje del todo?

– Si usted lo dice…

– Lo dice lo que mis ojos ven. Y tú, Louise, pásame la llave de mi habitación preferida para que este encanto de chavalilla pase conmigo la aventura más emocionante que jamás haya soñado y supongo que habrá soñado muchas. ¿De acuerdo?

– ¡Eso está hecho, Gafotas! ¡Haz lo que te ha ordenado, Louise!

– ¡Gracias, Antoine! ¡Te debo una!

– Ya sabes que no me debes nada. Sólo cumplo con lo de ser agradecido con quien nos hace favores.

– Está bien. Ahora haz el favor de no interrumpìr mi labor de maestro corrector de niñas rebeldes y extraviadas. ¡Sólo van a ser diez correazos para que vayas conmigo caliente a la cama!

Cassius se sacó el grueso cinturón y tomó la suficiente distancia para que los correazos fuesen lo suficientemente bien ejecutados. Pero Joseph no iba a consentir que la diera ni uno solo y, haciendo un brusco giro de cabeza, sujetó con su mano izquierda la muñeca de Tyson retorciéndosela para desviar la trayectoria de la bala porque, efectivamente, El Gafitas disparó con tan mala suerte que la bala entró de lleno en el cerebro de Cassius “El Gafotas”, el cual, tras dar un paso atrás, se giró dando media vuelta, y cayó, completamente muerto, de bruces en el suelo.

– ¡Gafotas!

Pero el grito del Gafitas no amedrantó a Joseph quien, con su mano derecha, le atizó un duro y efecto directo al mentón de Tyson y, después, propinándole un rodillazo en la tripa, a la altura de los riñones, hizo que la pistola saliese despedida de la mano del sargento de policía para, acto seguido y con afán de terminar la auto defensa, le golpeó con sus dos fuertes manos unidas sobr la espalda haciendo que el Sargento Gafitas cayera, noqueado, también de bruces como el ya fallecido Teniente Gafotas.

– ¡Dame la mano, preciosa, y vámonos de aquí antea de que esto se convierta en un avispero!

– ¿Y qué pasa con Paul Anski? ¡Estoy citada con él para aprovechar mi gran oportunidad! ¡Yo no me muevo de aquí!

– ¡Lleva razón la muchacha! ¡No se preocupe usted tanto por la que se va a armar aquí dentro de unos momentos, jovencito, porque yo, como me llamo Antoine, contaré toda la verdad y nada más que la verdad!

– ¿Usted se cree que yo he nacido hoy o que me he caído de un guindo?

– ¿Es que no confías en mi palabra, joven?

– ¿En la palabra de alguien que prepara las habitaciones para que los tenientes y los sargentos de la policía gocen por las noches con chavalillas tan ingenuas como ésta?

– ¡Yo no soy tan ingenua como tú crees, Adán!

– Escucha Eva. Hazme caso y por el camino lo discutimos. Si ese tal Paul Anski está verdaderamente interesado en convertirte en la mejor estrella, habida y por haber de la historia del cine, volverá a contactar contigo. ¿Soy o no soy sensato?

Ella se quedó meditando…

– ¡No lo pienses más y actúa! ¡Tienes toda una larga vida por delante para triunfar como artista pero ahora necesitas salvar tu libertad de movimientos!

– ¿Es que si me quedo me enviarán a prisión?

– ¡Eso tenlo por más cierto que yo también iré a la trena si me quedo aquí parado! ¿Vienes o no vienes conmigo?

– ¡Voy contigo, Adán!

– ¡Entonces dame la mano y salgamos a la velocidad de la luz de este antro!

Una vez en la calle, Norah Tatiana preguntó bastante asustada…

– ¿Tienes automóvil, Joseph?

– ¡Claro que tengo automóvil pero es mejor olvidarlo!

– ¿Estás loco?

– Escucha bien, princesa. Lo primero que han debido hacer esos dos tipos es tomar el número de la matrícula de mi coche y si no lo han hecho ellos ya se encargarán de hacerlo quienes vengan a investigar este asunto.

– Tienes el poder de la convicción, Adán… pero… ¿qué hacemos ahora?…

– ¿No te asusta adentrarte conmigo en las calles más peligorsas de Amarillo?

– ¡No estoy acostumbrada a ir por calles peligrosas! ¡Tengo miedo!

– Te juro que te protegeré hasta mi muerte si es necesario pero a ti no te va a suceder nada malo. ¡Confía en mis juramentos!

– ¿No dice Dios que no hay que jurar en vano?

– Ya. Pero yo no estoy jurando en vano sino que estoy jurando de verdad.

Ella volvió a dejar relucir otra de sus explosivas sonrisas.

– Está bien. Confío en tus juramentos.

Y, corriendo por las calles de Amarillo, en pocos minutos se introdujeron en la Lake Tanglewood; hasta caminar, a paso lanto para no levantar sospechas, por sus oscuras aceras. Un patrullero de policía rodaba por el asfalto… pero Joseph reaccionó a tiempo empujando a Norah Tatiana contra la pared, ocultándola en la sombra, mientras le daba un profundo y largo beso en la boca para tapar todo su cuerpo. El patrullero de la policía pasó de largo sin darles importancia alguna.

– Perdona, princesa, pero no tuve más remedio. Si hubiesen visto tu rostro habrías despertado tanto interés en ellos que nos hubiesen descubierto. Perdona. De verdad que lo siento.

– Pero si me ha gustado…

Él no resistió la encantadora sonrisa de ella y volvió a besarla del mismo modo, hasta que se les acercó un borracho de unos cuarenta añoos de edad.

– ¡Cómetela-muchacho-pero-déjala-viva-porque-después-me-la-como-yo!

Joseph no aguantó la impertinencia del borracho; se volvió con la velocidad de un rayo y le agarró por el cuello con su mano derecha…

– ¡Por-fa-vor!¡Me-es-tás-as-fi-xian-do!

– ¡Déjale vivo Adán! ¡Solamente es un pobre viejo!

Joseph soltó el cuello del cuarentón beodo.

– ¡Sigue tu camino de miserias y no vuelvas a dedicarle a ella ni tan siquiera una mirada si no quieres que me arrepiente por dejarte vivir!

El borracho se marchó a toda prisa haciendo eses por la acera.

– ¿Y ahora qué, Adán?

– Ahora tenemos que irnos de aquí en automóvil lo más pronto posible.

– Te aconsejé que cogieramos el tuyo.

– Te expliqué que eso resultaría fatal. Pero hay una solución.

Joseph Gold Road Saint Vincent se situó en el centro de la calzada e hizo que un automóvil frenase en seco. El conductor era otro joven, más o menos de su misma edad, que sacó la cabeza por la ventanilla.

– ¿Qué haces, idiota? ¿Estás loco? ¿No te das cuenta de que te he podido atropellar?

– ¡Mi novia y yo necesitamos ayuda!

El joven conductor se fijó en ella y sintió una emoción inmensa poder conocerla de cerca; así qeui decidió salir del coche.

– ¿Qué ayuda necesitais? -le preguntó a Adán sin dejar de mirar a Eva.

– Me parece que me has peguntado a mí.

– Esto… perdona… es que no he podido evitarlo…

– ¿Hasta dónde vas?

– ¡Voy hasta Albuquerque!

– ¿La ciudad de Albuquerque del Estado de Nuevo México?

– ¡Hasta allí! ¡Está a 458 kilómetros de distancia desde Amarillo y necesito llegar pronto!

– ¡Que casualidad! ¡Nosotros también vamos para Albuquerquye y necesitamos llegar pronto!

– Perdona que no te crea…

– ¡Vamos los tres al auto y nos llevas hasta Albuquerque o te parto la cara de un solo tortazo!

– Perdona… está bien… no vamos a pelear por eso… subid al automóvil pero no voy a parar hasta llegar a Albuquerque.

– Parece que has entendido mi lenguaje. Yo me llamo Adán y ella se llama Eva. ¿Cómo te llamas tú?

– ¡Jajaja! ¡Como parece que estáis de cachondeo digamos que me llamo Abel!

– Bueno, Abel, sé bueno y vámonos rápidametne de aquí. Dios te bendecirá por tu buena acción.

Una vez los tres dentro del Austin deportivo, con Joseph como copiloto a pesar del disgusto de Abel, y Norah Tatiana sentada en la parte de atrás, el joven conductor puso en marcha el automóvil mientras intentaba ganarse la amistad; especialmente la de ella.

– Yo voy a Albuquerque para visitar a mi novia pero no tengo tanta suerte como tú.

– ¿Es que tu novia es fea?

– No es fea. Es bastante atractiva. Pero es que la que tú tienes está que se sale.

– Escucha, compañero de viaje, procura no salirte demasiado…

– Lo intentaré -dijo sin dejar de mirar por el retrovisor a Eva.
í- Me refiero a salirte de la autopista porque no quiero que tengamos ningún accidente. ¿De acuerdo? Así que fijate bien en la carretera y no te distraigas demasiado mirando el paisaje. En realidad ya es de noche y cuando salga de nuevo la luz podrás contemplarlo mejor si Dios quiere.

– Perdona. Estoy de acuerdo.

– ¿En cuánto tiempo podemos llegar a Albuquerque viajando a 120 kilómetros por hora y sin cometer ninguna falta al reglamento de la circulación rodada.

-En tres horas y media estaremos allí. ¿No te importa que cambie de emisora para escuchar noticias?

– ¡Nada de noticias ahora, compañero de fatigas. ¿Esta emisora sólo emite canciones?

– Pues sí; pero tantas canciones me llegan a aburrir. Ahora están con un revival completo de Frank Sinatra.

– Pues hazme el favor de no cambiar de emisora o te saco las tripas.

– ¡Caramba! ¡Eres en verdad muy duro!

– Piensa lo que quieras de mí mientras no cambies de emisora.

Sonaba una canción del gran Frank Sinatra.

– Extraños en la noche. Intercambiando miradas. Preguntándonos en la noche cuáles eran las posibilidades de compartir el amor antes que la noche pasara… Algo en tu mirada era tan atractivo…algo en tu sonrisa era tan excitante… algo en mi corazón me decía que debía tenerte… Extraños en la noche. Dos solitarios. Fuimos extraños en la noche hasta el momento en que dijimos nuestro primer “hola”. Poco sabíamos… el amor era simplemente una mirada, bailar abrazados… y… desde aquella noche hemos sido juntos amantes a primera vista y enamorados para siempre… Resultó bastante bien para ser extraños en la noche. El amor era simplemente una mirada, bailar abrazados… Desde aquella noche hemos sido juntos amantes a primera vista y enamorados para siempre.

Desde el asiento trasero, Norah Tatiana comenzaba a notar que sentía por aquel tal Joseph algo mucho más fuerte y profundo que una sola y simple curiosidad. Y, completamente aturdida y desconcertada por primera vez en su vida, se quedó dormida.

Seis almas solitarias (Teatro)

Personajes:

Lui (100 años de edad)
Gi (80 años de edad)
Pi (60 años de edad)
Ran (40 años de edad)
De (20 años de edad)
Llo (10 años de edad)

Escenario:

Solamente un banquillo de madera alargado donde se encuentran sentados los seis personajes desde izquierda a derecha por orden de edades de mayor a menor.

Lui.- Soledad, etapa final de todo mi trayecto.
Gi.- Soledad, búsqueda continua de esta mi existencia.
Pi.- Soledad, encuentro imprevisto de mi vida.
Ran.- Soledad, incógnita habida en mis búsquedas.
De.- Soledad, hallazgo impasible en mis caminos.
Llo.- Soledad, incógnita de cualquier principio.

Lui (Se levanta, busca un asiento vacío al lado de algún espectador o alguna espectadora que crea conveniente o, si no encuentra un asiento libre, se sienta en uno de los pasillos al lado de algún espectador o alguna espectadora que prefiera).- ¿Qué cree usted que hago yo aquí a estas horas tan difíciles de determinar mirando su cara de sorpresa? ¡También tengo yo derecho a gozar de compañía humana! ¿O no es usted un ser humano como lo soy yo? Pues ya que somos dos seres humanos unidos por el destino yo vengo a buscar mi propia necesidad. ¿Sabe usted lo que quiero yo? No. No le estoy pidiendo una caridad, ni tan siquiera le estoy pidiendo un consuelo. Le estoy pidiendo una entrega sin condiciones. A mí no me vale cualquier otra cosa ni cualquier otro pasatiempo. No tengo ya tiempo para esas cuestiones que me parecen más bobas quie la cara que se le ha quedado a usted al verme a su lado. Tome usted nota en su memoria para que nunca me olvide no vaya a ser que por no asistirme en mi necesidad le llegue el fatal momento en que usted pueda comprenderme y ya sabe lo que le digo y quien avisa no es tan traidor como los muchos traidores que yo he conocido y soportado. Así que haga el favor, por lo menos, de tener paciencia y escucharme antes de que sea tarde para los dos. ¡No le estoy rogando absolutamente nada de nada y para nada! ¡Sepa usted que la vida avanza y todos estamos embarcados en la misma nave y haga el favor de no irse por los cerros de Úbeda y siga escuchando lo que tengo que decirle! Siempre he sido yo el que ha tenido que esperar, así que ahora espere usted a que yo termine mi desahogo existencial ya que la existencia se me está escapando. Lo siento de verdad, pero es que yo he elegido a usted para poder sentir algo más que esta soledad dentro de mi alma por culpa de los demás. Puestas las cosas en su debido lugar, y para evitar cualquier mala interpretación, míreme un momentio a la cara porque quizás algún día podría usted ser yo mismo. Es muy extraña esta vida. ¿Verdad que me está comprendiendo? Somos mitad humanos y mitad cualquier otra cosa y aquí no hay más cera que la que arde y verdes las han segado y esto son habas contadas. Así que espere a que termine de desahogarme, pero le repito, por si se está haciendo como que no me oye por culpa de alguna sordera para disimular, que tengo el mismo derecho que usted a contemplar el escenario de nuestras soledades. ¿Lo cree usted justo o cree que es un abuso por mi parte en contra de su santa voluntad que no debe ser tan santa como parece? Disculpe si soy tan directo, pero no me queda mucho tiempo para andarme con rodeos que no llegan nunca a ninguna parte nada más que a terminar por los suelos en medio del polvo. Mi alma está solitaria. ¿Cree usted que no tengo derecho a quejarme? Pues mi instinto de conservación me dice que sí, que tengo derecho a quejarme porque usted tiene todas las compañías que desea y yo no tengo ni tan siquiera un hamster con quien dialogar y digo hamster por no decir otra clase de animales de los muchos que abundan por este mundo y quizás sea usted un buen ejemplo. ¿Cree usted de verdad que a mi edad tengo ganas de ser grosero? ¡Pues no! No se me enfade tanto porque no lo estoy diciendo por usted pero alguien tiene que escucharme y le ha tocado la china y se me aguanta por favor! Perdone mi audacia pero es lo único que me queda. Podría haber venido a usted en busca de amistad íntima pero no es eso aunque lo parezca. ¡No se preocupe tanto por el qué dirán los demás! Si busco a alguien como usted para descargar mi ansiedad tantas veces retenida por culpa de la censura es porque mi alma está solitaria. Todos andamos un poco desorientados y es necesario, de vez en cuando, tener una buena compañía íntima como usted. ¡No, por favor! ¡No se me acalore demasiado! ¡No le estoy halagando sus lindas orejas, y vaya que tiene usted un buen par de orejas grandes, sino que busco de usted que guarde silencio mientras yo hablo! ¿Entendido? Así que guarde silencio mientras yo hablo porque hay silencios que quizás sean la solución a lo que estoy buscando. Escuche con total atención o me va a entrar la depre y me voy a liar a guantazos con usted sin quererlo pero comprenda mi desesperación. ¡Mire a su alrededor!! ¡Mire cómo se divierten todos viéndonos en el escenario y sin pensar, ni por un momento, que estamos completamente solos! Soy el primero en reconocer que quizás la culpa no sea suya pero todos, usted también, somos en gran parte culpables de la soledad de los demás. ¿O no está usted de acuerdo con lo que le estoy confesando a tumba abierta? Y no se me asuste por favor que no es para tanto. ¡Cállese por favor y no me replique porque me lío la manta a la cabeza y empiezo a dar guantazos y no paro por nada de este mundo hasta que no quede en pie ni el apuntador! ¡No diga ni una sola palabra porque ya no necesito a mi edad, puesto que soy centenario, ninguna palabra de consuelo ni de remedios ni de ninguna otra que quiera dirigirme la palabra! Necesito llenar mi ausencia de manera definitiva antes de decir adiós. Y, en definitiva, me encuentro abrumado por el peso de los años en los que he tenido que guardar completo silencio en contra de mi voluntad que no será tan santa como la suya pero que es también voluntad. Por eso, y solamente por eso, es por lo que he elegido austed como la persona más idónea para darle contenido a mi caminar por este mundo que me ha tocado sufrir y los demás no me interesan para nada de nada. Y si nos miran que nos miren porque a mé eso de que nos miren me tiene completamente sin cuidado; pero tenga usted mucho cuidado con decir palabra alguna porque ni la necesito ni me sirve. ¿Comprende mi angustia vital aza o no aza? ¡Me gustaría ver a usted en el escenario a ver qué le parece esta situación tan desesperada! ¡Aquí no hay ningún actor que esté contento con su papel, así que necesitamos encontrar personas inocentes como usted, aunque eso de que usted es inocente perdone que lo dude porque me da en la nariz que no es cierto, para que nos comprendan de cabo a rabo; o sea, que no le estoy pidiendo que me dé consejo alguno sino que guarde silencio absoluto mientras yo tengo que poner en práctica mi propia necesidad urgente y elemental querido Watson, y no me refiero al water, para ser escuchado. Podríamos estar haciendo una comedia y gastarnos todos chistes los unos contra los otros como hacen los que se llaman humanos, porque me río yo de esos chistes que sirven para burlarse de los demás sin ninguna clase de misericordia,así que quizás usted esté ya comprendiendo que esto es una tragedia y que no estamos de bromas porque yo, por lo que mi atañe, estoy al borde de un ataque de nervios y me voy a liar con usted de un momento a otro, como no me entienda cuando le confieso que mi alma está solitaria. A lo mejor hasta usted y yo somos dos almas gemelas sin haberlo sabido hasta ahora. ¿Usted se ha creído que por haber pagado un precio por la entrada a este local tiene derecho a no escucharme? ¡Pues se equivoca! A no ser que usted no se sienta un ser humano. A mi edad digo ya solamente lo que me interesa y no lo que otras personas, como usted por ejemplo, les interesa que cuente. Si me está comprendiendo me estará usted dando la razán más razonable que existe y descarte ya a Descartes por favor. ¿Cree o no cree usted que tengo la razón más razonable que existe? ¡Pues no está usted escuchando a un loco como todos los demás piensan de mí, sino aun hombre que está diciendo verdades como puños y que se acerca a su final y por eso me da la real gana de decir unas cuantas verdades de las muchas que me han estado siempre obligando a callar desde que tengo uso de razón! Siempre me han relegado al silencio y no estoy dispuesto a que, antes de estirar la pata para irme definitivamente, usted no me escuche y que usted satisfaga mis necesidades más perentorias. El hecho de que haya pagado por entrar aquí le obliga a tener que atenderme dichas necesidades. Y no le estoy pidiendo caridad ni cualquier otro asunto sino que usted me satisfaga los deseos piensen lo que piensen los demás. ¿De acuerdo? ¡Pues si usted está de acuerdo conmigo no tenemos por qué seguir disimulando porque el asunto es urgente! Los demás pueden pensar lo que quieran pero yo no tengo por qué hacer caso a los demás ni me importa lo que los demás estén creyendo. ¡Allá ellos con sus sucias conciencias! Soy como soy y como soy como soy hablo como hablo y cuento lo que cuento pese a quien pese y hay muchos que pesan demasiado de lo gordos que están de tanto haber abusado de los demás cosa que yo no he hecho jamás en mi longeva vida y digo longeva para emplear una palabra culta en vez de decir esa vulgaridad de la tengo muy larga, y me refiero a la vida y no piense usted tan mal de mí que no es necesario porque para eso están ya todos los demás. Estoy dispuesto a buscar la ayuda más idónea para cumplir mis necesidades y es usted a quien he elegido. El resto de los espectadores y espectadoras me importan menos que un carajillo. Y puestas las cosas en claro sepa usted que mi alma está solitaria. Cuando a un hombre le queda tan poco tiempo como me queda a mí lo menos que se puede hacer es no reírse de mi soledad; pero si alguien se está riendo que tenga mucho cuidado antes de soltar unas cuantas carcajadas no vaya a ser que se conviertan en un boomerang que se vuelve contra él o contra ella. Le advierto que no estoy amenazando sino advirtiendo. ¡Usted me escucha porque yo he buscado a usted para decirle unas cuantas vedades y luego vaya usted y lo tuitea por el resto del mundo que a mí plin porque yo duermo en pikolín! Yo he estado mucho tiempo en ese banquillo de los acusados y ya no necesito compañía alguna pero, der repente, al ver a usted, he sentido una necesidad urgente de desahogarme con alguien que, al menos, tiene la decencia de escucharme. ¡Ni le estoy suplicando ni jamás le suplicaría a nadie como usted mejorando lo presente pero, al menos, antes de irme para siempre puedo tener el gustazo de poder decir que alguien me ha escuchado y se ha comprometido conmigo del todo. ¿Usted cree que nuesto comprosimo tiene futuro? ¿Usted cree que nuestro compromiso es una cosa solamente de medias tintas? Mi alma está solitaria y no necesita lismosnas emocionales de ningún tipo sino simplemente el compromiso de escucharme para que, al mismo tiempo de en que me vaya de aquí, esta noche haya gozado un montonazo y es que alguien me ha escuchado por primera vez en mi longeva vida y digo longeva porque soy un hombre culto y no un vulgar de esos otros muchos que dicen que las tienen más o menos largas, y a la vida me refiero. ¿Cree usted que es agradable estar ahí arriba, en el banquillo de los acusdados, contando chistes mientras los demás se burlan de mi soledad? ¡No estoy dispuesto a admitirlo por más tiempo y ni tan siquiera me lo planteo como un futuro para mi vida! Dicen que a mi edad sólo se pueden contar verdades. ¡Pues entonces escúcheme lo que le estoy contando porque sólo son verdades! No cera usted que yo soy un pájaro bobo y no sé lo que digo porque de pájaro tengo bastante pero de bobo no tengo nada. ¡Estoy encarnando mis sentimientos con el ideal de que mi alma deje de estar solitaria y por eso me da lo mismo lo que piensen todos los demás! He estado toda mi vida guardando silencio en contra de mi voluntad por culpa de los déspotas pero ya se acabó. Que tenga usted muy buena noche y que la conciencia no le remuerda demasiado.

(Lui se levanta, se dirige al escenario y se sienta en su lugar)

Gi (Se levanta, busca un asiento vacío al lado de algún espectador o alguna espectadora que crea conveniente o, si no encuentra un asiento libre, se sienta en uno de los pasillos al lado de algún espectador o alguna espectadora que prefiera).- Le confieso a usted que tengo ya ochenta años de edad aunque usted no se lo crea porque me parece que usted sólo se cree las mentiras que le cuentan los mentirosos y que por eso mismo, como tengo ochenta años de edad, ya estoy de vuelta de todo; así que no se tome a broma, porque chistoso no soy, lo que voy a decirle. ¡Usted, como ha pagado la entrada, tiene todo el derecho a escucharme pero también tiene toda la obligación de escucharme y no me venga con reclamaciones porque no tiene derecho a reclamar nada! ¡Y tiene la obligación de escucharme porque yo soy un ser humano y no un mono aullador! Voy a ser claro para que me entienda bien y por eso voy a ir directo al asunto y no me voy a ir por las ramas porque no soy un mono aunque a usted le parezca muy mono. ¡Gracias pero no necesito piropos de esa naturaleza! Así que haga usted el favor de atenderme y no me venga con excusas de persona maleducada que a saber que educación tiene usted pero me da lo mismo lo mismo me da. Espero que me escuche bien y no me olvide jamás de los jamases ni de todos los jamases jamás. ¡Sepa usted que la vida me ha enseñado que a la vuelta lo venden tinto así que no se burle de mí sino quiere que yo me burle de usted! Esto no es una amenaza sino una advertencia. Necesito llevar a cabo una urgencia indispensable y es usted la persona idónea para que yo lleve a cabo esa experiencia urgente con usted porque en el fondo, aunque sea en el fondo del todo, usted y yo somos iguales aunque las apariencias digan lo contrario pero es que yo, a diferencia de usted y los que son como usted y en el pecado llevan la penitencia, no hago caso de ninguna apariencia sino que voy a contarle todo lo que he estado reteniendo tantas veces por circunstancias ajenas a mi propia voluntad por culpa de gente como usted. Y si no tiene usted suficiente voluntad como para escuchar algo más que sandenes, que me parece que usted escucha demasiadas sandeces en su vida, haga el favor de aguantar un momento porque lo que tengo que decirle no es ningún chiste aunque usted se lo tome a broma.¡Me maravillo yo cuando veo a tantos seres humanos indolentes e insolentes como usted, y perdone mi atrevimiento pero si no lo digo reviento, mientras mi alma se encuentra totalmente solitaria! Vivimos los unos junto a los otros, y no me interprete mal porque no estoy buscando ningún contacto físico con usted por muy cerca que estemos, así que o tratamos de entendernos o peor para usted. ¿Somos de verdad lo que somos o somos de verdad lo que no somos? A ver si nos enteramos ya de una vez por todas y si no es así ajo y agua que es lo más claro que puedo decirle. ¡No se lo digo por lo que está usted figurando, que menuda figura tiene usted mire por donde se le mire, sino que imagine usted lo solitaria que está mi alma que ya he llegado a una situación extrema y me va a dar un ataque y me voy a liar con usted quiera o no quiera! Fíjese bien en lo que le digo. ¡Si usted no me escucha yo no voy a desistir jamás de los jamases y todos los jamases de jamás hasta que me escuche! Nos conducimos todos como debemos ser o rompo la baraja y aquí no juega nadie; así que le recomiendo que tenga paciencia y no tenga tantos nervios y deje de comerse las uñas que eso está muy feo de cara a los demás. Para eso le he elegido a usted. ¡No faltaría más! ¡No he de morir antes de conseguir que mi alma deje de estar solitaria y como todavía estoy vivo, y lo que te rondaré morena que es toda una tira de años más, de aquí no sale usted sin haberme escuchado unas cuantas cosas que tengo ganas de decirle desde que he visto que ha entrado por la puerta así que si le tengo que cantar las cuarenta en bastos pues se las canto y santas pascuas tengamos todos. ¡No se va a ir usted de rositas! ¡Eso que se le quite de la cabeza! ¿Quién tiene la suerte de nacer con tanta felicidad como usted ha nacido? Yo desde luego que no. Así que, como ya estoy de vuelta de todo, lo que tengo que decirle es que no me asusto de nada ni de nadie. No se esperaba usted esta sorpresa ¿verdad? Ni siquiera es necesario que esté de acuerdo conmigo pero si está en total desacuerdo usted me escucha quiera o no quiera. ¿Nos realizamos como personas o qué narices es eso de la realización personal? Pero resulta que como yo quiero realizarme del todo no estoy dispuesto a dejar pasar la ocasión de hacerlo gracias a usted. Si le gusto como si no le gusto. Me da igual que yo le guste a usted o que no le guste nada de nada pero vaya que si me relalizo con usted. Teniendo este asunto muy claro no se sienta instrumento de mis caprichos porque usted solamente es un objeto para mí y nada más que un objeto para que mis deseos sean realismos por completo. Me da lo mismo que me llame lo que quiera pero lo bien dicho bien dicho está. ¿Quién cree usted que es Sancho Panza? ¡Pues eso es lo que quiero que crea porque yo jamás de todos los jamases y de todos los jamases jamás he tenido la compañía de ningún loco que no haya nadie conocido y si usted sufre de locura como expresan sus ojos ese es su problema y no el mío! Lo que le repito una y mil veces hasta ver si le entra en su cabezota, que bastante lo dudo cuando miro, es que mi alma está solitaria. ¡Usted debe ser de esas personas que solamente sirven para ir hablando mal de personas como yo para hacernos pasar por culpables cuando culpables son usted y quienes son como usted! ¿Yo culpable? No me haga reír que me duelen las muelas. ¡Pues no! ¡Tengo que advertirle que no! Yo soy un actor y usted no pinta aquí nada más que lo que yo quiero que pinte. De acuerdo en que yo soy un actor. Pero ¿está usted pensando, aunque piense más bien poco por lo que observo cuando miro su cabezota, en algún momento que yo soy algo más que un actor? Por supuesto que sí soy más que un actor y por eso me he tomado el atrevimiento, y usted se me sigue callando mientas yo hablo o aquí arde Troya, de contarle cuatro cosas que llevo mucho tiempo deseando contarle a alguien como usted. Mi primera verdad es que usted no tiene ni idea de quién soy yo ni qué pasa con mi alma. Mi segunda verdad es que usted cree que yo estoy aquí de paso sin darse cuenta de que paso de todos y mucho más de usted. Mi tercera verdad es decirle que está usted de sobra en mi vida porque no me interesa para nada por mucho que se lo esté creyendo. Y mi cuarta verdad es que usted está en una tremenda confusión mental, y de ahí que tenga mirada de locura, al creer que yo estoy tan grillado como Don Quijote. ¡Entre nosotros dos existe algo y no sólo visible por fuera! Cuando hablo con usted siento unas vibraciones dentro de mi interior, y no se me emocione demasiado como dice un tontarras que conozco demasiado bien y que se cree Miguel Ángel pintando a la mona lisa porque le han dado una mierda de emisora de radio, para regocijo y cachondeo de mi alma y eso es que le estoy pidiendo que usted sienta también por mí y no se me emocione demasiado como dice ese que se cree más glorioso que Miguel Ángel porque le han dado una mierda de emisora. Hay quienes se pasan la vida cantando sin darse cuenta de que para cantar bien, y para dar noticias a través de una mierda de emisora de radio, hay que tener lucidez y no mera apariencia como pasa con ese listillo que tanto se parece a usted en cuanto a su forma y manera de dirigirse a los demás como diciendo que no existe nadie con mayor gloria y, la verdad sea dicha, a mí esa clase de viejas glorias me las paso por los cataplines. ¿Quiere uste oírme cantar? Pues no. Aguante usted la tormenta lo mismo que las he tenido que aguantar yo. Lo que necesito no es una mierda de emisora de radio para decir noticias sin interés alguno ni cantar lo que se me pide sino cantar lo que alguien con el alma solitaria canta cuando le da la real gana, donde le da la real gana y de la manera como le da la gana y no a través de las ondas de una mierda de emisora de radio de la que paso del todo y si usted no me lo cree eso es otro problema suyo y no mío. Desde que he visto su llegada he sabido que usted es la persona idónea para hacer que mi alma cante. Pero como no estoy aquí para hacer sus antojos, ni los antojos de ningún Miguel Ángel cualquiera por mucha mierda de emisora de radio que tenga, pues no me da la real gana cantar y decir noticia alguna. ¿Me está entendiendo del todo o se lo tengo que repetir? ¡No se ría tanto por dentro y por lo menos tenga el valor de hacerlo por fuera!. Le voy a enseñar a hacerlo. ¡Jajaja! Jajajaja! ¡Jajajajaja! ¡Jajajajajaja! ¡Jajajajajajaja! ¡Jajajajajajajaja! ¡Jajajajajajajaja! ¡Jajajajajajajajaja! ¡Jajajajajajajajajaja! ¡Que viva el dominó que es cultura popular! Más allá de lo bueno y de lo malo es lo que yo siento por usted y me da igual que usted me considere totalmente ido pero todavía no me voy. ¿No será que están todos ustedes locos de remate y yo, cosas raras de la vida, no tengo ya ninguna otra salvación más que reírme de todos ustedes los que se creen limpios por fuera pero tienen más roña por dentro que el palo de un gallinero y además no invitan ni a un miserable café? ¡No se me emocione tanto por favor que se me cae la moral al suelo! Antes le prometí que usted me iba a recordar durante toda su vida y eso es lo que estoy haciendo así que cuando yo esté hablando deje de tirarse el rollo conmigo por si acaso también tiene usted una mierda de emisora de radio para transmitir noticias que sólo le interesan a dos o tres aburridos que no tienen otra cosa más que aburrirse. ¡Viva el dominó que es cultura popular! Y es que algunos se agarran a un clavo ardiendo, y no me importa que se enteren porque es verdad, mientras yo no me quemo jamás encendiendo cigarrillos mientras ellos me miran mal porque hasta son bisojos. Cuando miro su rostro me encuentro más solo que la una de lo vacío que veo su rostro. Y luego van diciendo por ahí que yo soy el excéntrico. Será porque no se han mirado en el espejo nada más que para acicalarse el peinado como gatos relamidos que hasta parece que ronronean en lugar de hablar algo interesante. ¡Que viva el dominó que es cultura popular y no esas noticias insulsas de una mierda de emisora de radio que sólo escuchan dos o tres más aburridos que un discurso de Platón! Y es que parecen de la Grecia Antigua en lugar de la España superguay. ¿No ha oído nunca eso de agarrarse a una tabla de salvación? Pues para que usted se entere hay muchísimos náufragos que para llenar sus currículos se apuntan a una mierda de emisora de radio que a mi me importa menos que el pito doble porque me pitorreo hasta el despipote cuando me dicen que es interesante y que no me emocione demasiado pensando en esa emisora de radio pues, como le dije al principio, tengo ya ochenta años de edad y cuando todos ellos van yo ya hace un montonazo de años que vuelvo y he tenido más audiencias que las que puedan tener todos ellos en cien años de existencia como gacetilleros de chichinabo. ¿Qué pìensa usted, si es que acaso usted piensa, cuando me ve vestido de esta forma tan lamentable? No me regale ningún insulto, por favor, que soy capaz hasta de pagarle diez euros por cada insulto que usted me lance porque yo es que la verdad de lances sé ya demasiado y de todos he salido vencedor aunque me vea vestido de esta guisa y a ver si guisa usted mejor porque no soy un pringao y paso de cualquiera de sus guisados de guisantes que alimentan menos que un puñado de cañamones! ¡Vaya sorpresa la mía haberme encontrado con alguien como usted que con sólo mirarme es capaz de hacerme olvidar mis traumas! Pero los verdaderos traumatizados no son quienes son como yo soy, para que usted se entere de una vez por todas, sino todos esos chiflados, bien vestidos y tal y tal y cual, que se pasan la vida leyendo a Strindberg que, para que usted lo sepa bien sabido, no es necesario leer ni tan siquiera el primer párrafo de sus tochos para vivir más felices que unas castañuelas ¡Ni he leído a los existencialistas como Strindberg ni falta que me hace para cantarle a usted las cuarenta en copas que me parece que ha bebido ya demasiado y no hace más que pensar tonterías sobre mi personalidad y decir majaderías sobre mi persona. ¡No se emocione demasiado por favor! Me lo paso tan pipa con mis juegos solitarios de naipes y dominó que ni puñetera falta me hace pensar en esa mierda de emisora de radio donde no hay más emoción que una chavala de buen ver que se asoma por la ventana de vez en cuando para reírse de los tontarras que creen que yo me emociono demasiado con sus noticias cuando ya tengo ochenta años de edad y estoy de vuelta de todo. ¡Si usted cree que le estoy poniendo de vuelta y media me es totalmente indiferente! ¡Es vergonzoso que usted haya venido aquí a presenciar a quienes tenemos el alma solitaria y que conste que yo siempre estoy en el banquillo porque me considero, a pesar de todo, grandioso y no como usted que vale menos que una vaina! No me decepcione por más tiempo, por favor, y la próxima vez vayase a un circo en lugar de venir a vernos de nuevo. Mientras mi alma se confiesa solitaria yo no tengo otra cosa que hacer más que reirme de inocentes como usted que no aguantan ni una sola pequeña broma porque se creen las personas más serias de toda la comunidad de bichos raros que se creen monstruos inteligentes de lo raros que son. ¿Me ha comprendido bien del todo? Pues todo lo demás son pamplinas vacías de contenido y hasta de continente pues en realidad no sabe usted ni en qué continente vive. ¡Adiós!

Pi (Se levanta, busca un asiento vacío al lado de algún espectador o alguna espectadora que crea conveniente o, si no encuentra un asiento libre, se sienta en uno de los pasillos junto al lado de algún espectador o alguna espectadora que prefiera).- ¿Quién cree usted que soy yo? ¿Tal vez un payaso que no sabe lo que dice? ¡Pues se equivoca y se va a enterar pero que muy bien porque yo nosoy ningún payaso como al parecer lo es usted y no me replique porque es verdad ya que yo soy alguien que está buscando! ¿Sabe usted lo quiero yo? No me conteste de ninguna forma posible o imposible porque no se lo voy a permitir bajo ninguna circunstancia. ¿Sabe usted lo que quiero yo? Buena pregunta aunque a usted ni tan siquiera se le hubiese ocurrido intentar preguntarme porque me da la sensación de que usted tiene menos luces que un suburbio como le sucede a un tal Fernandito que cuando la rosa ya ni le hace caso pues resulta que no sabe qué hacer con el clavel de lo tontusco que es. ¡No me conteste usted de ninguna manera posible o imposible porque no se lo voy a admitir! ¡Hasta ahí podríamos llegar! ¿Usted se cree que yo soy tan tonto como Fernandito Rosalindo? Pues aclarado este asunto vamos a lo nuestro. El mundo no es como usted cree o se está creyendo que es y si no me reconoces… ¡mírame!… ¡pero mírame mucho mucho mucho por favor y deje de poner esa cara de espanto o cojo y me levanto y no vea usted lo que soy capaz de hacer con usted! Ahora, sin decir ni pío, piense en mí y en nadie más que en mí. ¿Quién soy yo? ¿Qué cree usted que soy yo? ¿Qué imagina usted sobre quién soy yo? ¡Y no me haga tanto el tonto como Fernandito Rosalindo que de lindo tiene menos que el trasero pelado de un mono, porque además de perder el tiempo no hace otra cosa que tenga valor alguno. ¡Pues se lo voy a decir yo para sacarle a usted de dudas! ¡Soy un producto de la indiferencia de personas como usted y ese atontado de Fernandito Rosalindo que es más feo que un mono haciendo cucamonas aunque usted le ría sus chistes orteras! ¿Se considera usted culpable o inocente de la soledad de mi alma? ¡Haga usted el favor de concentrarase bien y no disimule porque no sirve para que disimule y míreme bien del todo! ¡Es usted tan culpable como el resto de la gentuza y por eso es usted un ejemplo ejemplarizador de mi tragedia humana! No se crea que estoy condenado porque digo la verdad y en diciendo las verdades nadie se llama a engaño y usted no se disipe por favor que le he pillado con las manos en la masa! ¡Haga el favor de poner las manos donde yo las vea¡ ¡Veo que está usted en un estado físico deplorable! A mis sesenta años de edad recién cumplidos yo pensaba que me quedaban todavía muchas ilusiones por cumplir, muchas metas por alcanzar, pero según ha pasado el tiempo y por culpa de personas como usted, mi alma está solitaria aunque siempre miré a todo el mundo con ternura. ¿Usted cree que lo que le confieso es verdad o es una infamia como todas las que han dicho sobre mí quienes son como usted y ese Fernandito que no liga ni con la crema de broncearse en la playa porque está más pálido que el papel del water? ¿Cree que yo no tengo fundamentos para hablar de esta manera? ¡No me hable usted de fundamentos, por favor! He crecido más solo que la luna lunera cascabelera y todo por culpa de ustedes que se creen que son personas sin serlo y de las cuales usted es un ejemplo ejemplarizador. Ustedes se han estado alejando cada vez más de mí lo que, por un lado, se lo agradezco porque la carne de burro o de burra no es transparente y cuando menos burros o burras haya delante de mí pues más claridad, y por otro lado no necesito ya para nada su compañía así que pueden ustedes seguir alejándose de mí porque me es inverosímil. ¿Sabe usted lo que quiero yo? Acercarme un poco más a usted para que pueda, al fin, poder comprender lo de mi alma solitaria aunque me parece que es imposible pedir peras al olmo. Y en vista de que es imposible pedir peras al olmo haga lo siguiente. ¡No me quite los ojos de encima y míreme mucho pero que mucho mucho mucho! ¿Le recuerdo a alguien? Durante mis sesenta años de edad he estado buscando pero me acerco a usted y me encuentro mas solo que nunca. ¿Caricias? ¿Usted cree que con unas cuantas caricias de regalo van a servir para llenar mi vacío y la soledad de mi alma? ¡Usted está soñando o ha visto demasiadas películas románticas! Ahora es cuando llega la verdadera tragedia. ¡Estoy desesperado pero desesperado de verdad, o sea del todo desesperado! Y todo por culpa de usted y de quienes son como usted. ¿Qué sabe usted sobre mis necesidades? ¡No mendigo engaños! ¡No tengo por qué mendigar caricias por el simple hecho de que usted haya venido aquí con la simple curiosidad de ver cómo me encuentro. ¿Qué sabe usted sobre cómo se encuentra mi alma? Si usted cree que ha llegado la hora de corregir todas indiferencias hacia mi persona está perdiendo el tiempo conmigo porque supongo que usted ha perdido el tiempo ya con tantas personas, de las que somos personas en lugar de gentuzas, que yo soy solamente una más de todas esas personas pero no soy como los demás. ¡Pues sí! ¡No me mire con esa cara de asombro! ¡Yo no soy como los demás ni falta que me hace serlo y se lo voy a demostrar una vez más con eso de la dialéctica del materialismo ateo que tanto les gusta a ustedes escuchar aunque sea un rollo más cansino que el tostón de los cencerros y mire que usted está como un cencerro del todo! ¡Soy un producto de su indiferencia! ¡Cómo se nota que usted no ha conocido esta clase de desesperación! La gentuza como usted me es del todo despreciable y no necesito comprar su desprecio para sentirme persona. Mi alma ya no necesita a nadie como usted ni a ninguna clase de caricia lastimera. Manipule usted a otro que sólo sea un superficial como ese bazofia de Rosalindo ¡Y es que usted y las personas como usted sólo son superficiales a tope! ¿Me ha entendido ya o se lo digo en arameo para que usted me entienda mejor? ¡Ya! ¡Ya veo que usted no tiene ni idea del arameo así que sigamos hablando en castellano llano que rima con rellano! ¿Sabe usted lo que quiero yo? Parece que no sabe usted qué pensar sobre mí, ¿no es cierto?. ¡Pero de qué va por la vida! Míreme bien para no olvidarme nunca aunque ya he visto que tantas veces me ha olvidado que me da lo mismo ocho que ochenta pooque usted y quienes son como usted me la refanfainan pero muy bien refanfainada. A mí, que ya he cumplido los sesenta años de edad, me sucede que no me voy a arrepentir de decirle estas verdades que son más verdades que todas sus historias para no dormir porque vaya tochos de historias aburridas se cuentan entre ustedes cuando están en su torrecilla en plúmbeas asambleas de carácter general. ¡Paso de todos ustedes a tope! Mi alma puede estar solitaria pero yo todavia tengo una esperanza y usted, la persona por mí elegida esta noche, puede ser esa esperanza que tanto necesito si a usted todavía le queda un poco de sentimiento humano lo cual, perdone si soy tan sincero, lo dudo. Las dudas no ofenden si son dudas razonables así que no se me ofenda usted si yo también dudo de usted como usted y quienes son como usted han estado siempre dudando de mí. ¡Me parece que eso se llama igualdad o, al menos, esa igualdad de la que ustedes tanto hablan aunque no sea verdad sabiendo que no es verdad porque sólo se creen sus propias mentiras sabiendo que son mentiras! Yo siempre he sabido que ante la duda lo mejor es abrir el corazón. ¡Ja, ja y ja! ¡Permita que me ría de esa tontería! Ante la duda lo mejor es hacer como que no pasa nada. ¿No es eso lo lo que hace usted y todas las gentuzas que son como usted? ¡Ustedes se creen personas de muy altos vuelos pero me gustaría ver a todos ustedes en mi lugar! Por eso le digo que no se me asuste tanto. No voy a agredirle sino que voy a pedirle que no aparte su mirada de mí por ver si yo estoy bien del coco o cree usted que mi cerebro no funciona como debe funcionar. Sé que es verdaderamente ridículo esperar que usted entre en mi cerebro así que no me diga nada de nada, pero nada de nada, y siga guardando silencio hasta que no esté su abogado presente; porque aquí el que habla soy yo ya que yo soy el necesitado y no usted que tiene suficiente cara dura como para decir que no me entiende así que vamos a ver si ahora ya sabe lo que debería haber sabido hace muchos años sobre un verdadero hombre como lo soy yo. Para usted yo soy el payaso que no ha nacido para otra sino para hacer reír a los demás. ¿Estoy o no estoy en lo cierto? ¿Usted se cree que yo estoy desquiciado del todo? ¿Por qué no se ha ido usted al circo en lugar de venir aquí? Resulta que yo no soy ningún payaso ni tan siquiera deseo ser gracioso; pero ustedes me han convertido en lo que yo no quería convertirme. Antes de haber venido aquí usted debería habérselo pensado mucho, pero que mucho, porque ahora nadie va a venir en su ayuda mientras escucha mis verdades. Pero no se preocupe tanto, por favor. Puedo dar lástima pero no soy un sádico aunque muchas veces me hubiera gustado serlo con personas como usted. ¡Yo! ¡Yo mismo se lo puedo demostrar si usted cree que puedo demostrarlo! ¡Sé lo que está usted pensando ahora! ¡Usted está pensando que yo soy un ridículo personaje de teatro! ¡Un bufón para todos ustedes! ¡Un ridículo desalmado! Y acierta teniendo en cuenta que tengo el alma solitaria. A lo mejor, o a lo peor si lo miramos de otra manera, acierta también si cree que ha sido de casualidad porque resulta que hasta un burro como Fernandito puede tocar una flauta, y no piense mal por favor, por casualidad como dice la fábula que todos conocemos de memoria, lo cual no quiere decir que haya dejado de ser un burro porque un burro sigue siendo toque o no toque la flauta y usted ya me entiende. ¡Memoria! ¡Eso es! ¡Memoria! Use usted la memoria. ¿Cuándo fue el momento crucial de mi existencia en que mi alma quedó completamente solitaria? ¡Le voy a dar una pista para ver si usted me recuerda y no vaya diciendo por ahí que nunca jamás me ha conocido en su vida si es que eso que vive usted se puede llamar vida porque una cosa es estar con ángeles y otra cosa es soportar angelines! ¿Es que usted no sabía que quien con El Nene se acuesta con caca se levanta ¡Paloma, palomita palomera! Y Palomera es de Cuenca. ¿O no es cierto lo que digo? ¡Ja, ja y ja! ¡Dios mío, Dios mío y Dios mío que despiste tiene usted, madre mía! Pero no se me enfade ahora por tan poca cosa y hágame las mercedes de darme una buena esperanza pero que esté buena de verdad y no de esas que no me gustan ni un pelo. ¡Mariconadas no, por favor! Le cuento que cuando mi alma se quedó solitaria fue cuando tuve la desgracia de creer en personas como usted, que no son personas sino gentuzas, y de las cuales es usted un ejemplo ejemplarizador. ¿Me cree o no me cree? Para que vea que yo nunca he sido como usted dice ni, quienes son como usted, piensan y deje de mirarme ya tanto que me va a desgastar te el cutis de la cara, yo nunca olvido tan continuamente como olvidan ustedes porque no pueden dormir por culpa de sus malas y feas conciencias y prefieren decir que no saben quién soy yo, a pesar de mi inolvidable tipo de deportivo olímpico, ni cuándo me han conocido. ¿Verdadero o falso? No me diga nada porque es verdadero y usted bien lo sabe. ¿Sabe usted lo que yo le digo ahora a usted y quienes son como usetd? ¡Ja, ja y ja! ¿Le gusta a usted seguir riendo ahora? ¿Y qué tal se siente cuando los demás se ríen de usted? Quizás ahora ppeda usted haber aprendido algo importante que proviene de mí. No soy un payaso sino un ser humano, que no quiere beber de un cuenco ni de un recuenco sino de un vaso con agua limpia, del cual se han reído todos sin motivo alguno porque siempre he dicho la verdad hasta al lucero del alba. No puedo entender bien cómo puede ser que usted y ustedes se hayan estado riendo de asuntos tan serios y ahora resulta que usted y ustedes se encuentran con la verdad y no les gusta. ¿No les gusta que ahora sea yo quien se ría? ¡Ja, Ja y ja! Resulta que a mí los asuntos íntimos y profundos siempre me han producido un total respeto pero usted y ustedes parece que jamás han sabido lo que es eso. ¡Vaya sorpesa se acaba usted de llevar! ¿Sabe usted lo que le digo? Le digo que es una historia verdadera. ¡Ja, ja y ja! ¿Le gusta ahora a usted reír o no se esperaba que yo me siga riendo como siempre me he reído de usted y de todos ustedes? Así que yo sólo contaba disparates, ¿verdad? Quizás sea un verdadero disparate haber elegido a usted para soltar mis emociones así que perdone mis carcajadas pero voy a seguir riendo durante toda la eternidad. ¡Ja, ja y ja! ¡Qué a gusto se queda uno sin tener que llorar por culpa de los engaños! ¡Ja, ja y ja! ¿Siente usted ahora lo que puede ser un alma solitaria? Visualice usted la situación aunque me parece que sigue usted con tanta ceguera como siempre. ¿Soy o no soy una persona de verdad y para la verdad aunque no sea precisamente Supermán o quizás lo de diego diegorum diego es más antiguo que hacer pis? Podía decirle muchas cosas más, pero creo que ya se ha formado usted una idea de mí lo bastante interesante; así que espero que no me olvide otra vez jamás de todos los jamases pero no para ligar precisamente porque para ligar tengo a tres que se han presentado voluntarias para ver si aprendo a hacerlo pero no me animo lo suficiente porque resulta que ya estoy ligado. Se lo juro. ¡Ja, ja y ja! Le hago la pregunta por última vez. ¿Sabe usted lo que quiero yo? Me parece que haber hablado con usted es haber perdido tontamen el tiempo o, verbigracia y viva mi gracia, inútilmente el tiempo o, verbigracia y viva mi gracia, lamentablemente el tiempo; pero recuerde eso de a quien buen árbol se arrima buena sombra le cobija aunque sea todo un sauce llorón; pero no vaya usted a creérselo tanto ni por demasiado tiempo porque es totalmente mentira del todo. ¡Pues buena está la cosa! Creo que yo soy lo suficientemente claro, honesto, fiel, directo y convincente para hacerle pensar por lo menos un poco que es cierto eso de ese agua no he de beber porque agua que no has de beber déjala correr. Hasta siempre y procure no recordarme tanto.

(Pi se levanta, se dirige hacia el escenario y se sienta en su lugar)

Ran (Se levanta, busca un asiento vacío al lado de algún espectador o de alguna espectadora que crea conveniente o, si no encuentra un asiento libre, se sienta en uno de los pasillos al lado de algún espectador o alguna espectadora que prefiera).- ¡Buenas noches! ¡Para usted todos los derechos y para mí todas las obligaciones! ¡Qué gracia tiene la cosa, el asunto o lo que sea! Claro que usted en esto de la cosa, el asunto o lo que sea, está más verde que un canario criado con lechuguinos pero no se me enfade mucho porque no le he llamado lechuguino a usted sino al canario. ¡Escuche bien lo que le digo y no me venga ahora con que tiene sordera! Poco a poco hilaba la vieja el copo. ¿A qué le suena este dicho? ¡Si tuviera usted un poco de vergüenza, que lo dudo y permítame que lo dude, sabría a lo que me estoy refiriendo! ¿Es usted quizás un político? No me lo diga. Espere a que lo adivine yo. Desde que tengo uso de razón, y ya tengo cuarenta años de edad, les tengo a todos ustedes mucha tirria porque les tengo bien conocidos. ¡Vaya jarca de ladrones que son todos ustedes los de las ideologías de todos los colores habidos y por haber que he conocido en mi vida! Haga el favor de no ponerse usted tan rojo como un tomate canario o no canario. Pero… ¿ha pensado usted cómo me ha dejado el alma? ¡Totalmente solitaria! Claro que, como dice el dicho bien dicho, las ideologías les crían y ustedes se arrejuntan! ¿O estoy equivocado? ¿No le gusta a usted cómo me ha dejado el alma en medio de todos estos y todas estas? ¡Pues aquí estoy yo todavía vivo! ¡Agárrese bien que vienen curvas! Lo justo es lo justo y sólo lo justo. ¿Le gusta cómo he comenzado? Soledad es linda como una amapola pero yo la quiero así distinta porque es sincera, ¡ay mi soledad!. ¿Será quizás porque yo no les cobro comisiones a las obreras? ¡Me gustan tanto las mujeres que no puedo ni aguantarme el dolor que me producen! ¿A usted le producen dolor de muelas, de hígado o de páncreas las mujeres o también lo tiene ya superado? Sólo piénselo, por favor, porque como me caliente del todo se va a enterar hasta el apuntador que está metido dentro de la concha. ¿Me permite que siga con mi discurso mientras le observo la cara de chorizo y sinvergüenza que tiene? Le echa usted más morro a la vida que mil negritos silbando la canción del colacao. ¡Madre mía que bochorno estoy pasando hablando con usted! Y es que aquí hace un calor que sofoca. ¡Vaya sofoco y vaya sofoco y vaya sofoco! Pero bueno, vamos a ver bien visto, venga y venga el jaleo que ahora llega el tiroteo. ¡Qué buenos son los enlaces sindicales que buenos son que nos llevan de excursión! ¿Y el follón? ¿Cuándo empieza el follón? ¡Cacahuetes, chicles y caramelos! ¡Tengo cacahuetes, chicles y caramelos de fresa, limón y menta! ¡Venga, caballero, venga! ¡No se me vaya usted por las Batuecas y vuelva a conectar conmigo a ver si conecto y se me pasa un poco esta soledad del alma mía, ¡ay mi soledad!, y me acompaña usted aunque sea en estas horas de meditaciones trascendentes! ¿Sabe usted lo que es una meditación trascendente? Dese prisa en pensar, por favor, que es usted más lento de pensamiento que una tortuga de escayola con reuma y además la noche avanza. ¡Mire! ¡Mire cómo hago cucamonas para demostrarle que mi alma está solitaria! ¿Es que no sabe usted que las almas solitarias también tienen su corazoncito? Si aquí hubiera una cama turca podría hacerle un poco de varias demostraciones de suecas pero no hay más cera que la que arde y siga usted callando y espere un momento que la están peinando. ¡Sigo! ¡Te he pillao, te he pillao, Pepe Lui que te he pillao y no me gusta tu peinao so abobado que quiere decir abogado pero a lo pájaro bobo! Es privado del todo pero ahora es público y notorio y se aguanta porque yo tambíen tuve que aguantarlo. ¿No le parece a usted gracioso del todo esto del peinao y lo de abobado porque es usted un pájaro bobo sea abogado o sea empleaducho de décima categoría? ¿Le parece que yo tengo gracia o le parece que yo no tengo gracia? ¿Ya no le hace a usted gracia la cancioncilla del no me gusta tu peinao repeinao que es usted solamente un repeinao? ¿Y qué le parece esa cancioncita a su amiguito el tarado ese que es más tarado que usted que ya es decir? ¡Buena parejita hacen usted y el tarado de los servicios de los pisos de arriba! ¡Haga el favor de no pisarme las chanclas, Pepe Lui, y ahora va y se lo cuenta al tarado ese del tenis que no sabe ni lo que es una bola con pelos o sin pelos! ¡Vaya pelos que tiene usted y su amiguito el tarado del Banco que es el más tarado de todos mejorando lo presente y perdone usted que le llame tarado! ¿Soy gracioso o no soy gracioso? No me dé usted las gracias porque no las necesito tanto como usted señor poco agraciado. Y además todavía no he terminado de hablar así que respete usted el turno de palabra de la que tanto va por ahí pregonando. Escuche. Escuche usted mi parlamento. ¿He dicho parlamento? ¡Ay va! ¿En qué estaría yo pensando? Vamos a ver si no me trae ya más carnés porque no voy a firmar ninguno aunque ustedes me hagan un descuento del cien por cien y me lo den gratis. ¿Entendido? A ver si nos centramos y nos concentramos bien concentrados antes de hacer apologías politicastras, por favor. Verbigracia del verbo manifestar. ¡Yo manifiesto, tú manifiestas, él y ella manifiestan, nosotros manifestamos, vosotros manifestáis y ellos y ellas manifiestan! ¡Vaya cachondeo de manifestaciones! ¡Cacahuetes, chicles y caramelos! ¡Tengo cacahuetes, chicles y caramelos de fresa, limón y menta! Deje usted de mirarme tan de reojo que se está usted poniendo muy nervioso y le voy a tener que atizar bien atizado. ¿Es usted un tocador o es de esos que se dejan tocar? Pues la diferencia entre nosotros dos es una sarta de chismes que nos separan tanto que ya estoy yo demasiado lejos de usted y del tarado del Banco. ¿Pero quién se ha creído que es usted, señor politicastro? ¿Castro? ¿He dicho Castro? ¡Vaya catátrofe ché argentino cubano y latinoamericano para mayor grandeza de la tontería! ¿En qué estaría yo pensando? ¿Usted sabe en que estaría yo pensando? ¡Cacahuetes, chicles y caramelos! ¡Tengo cacahuetes, chicles y caramelos de fresa, limón y menta! Por cierto, ¿qué es la envidia, Pepe Lui? ¿Tiene usted algún caballo percherón que me lleve hasta la sede de los caperucitos encarnados que tanto conoce usted? No. Si no lo digo para que usted se me enoje, so abobado de toga y birrete, así que no se me enoje por culpa de tantas chorradas y eche un poco de gasolina a su motor que se ha quedado gripado. ¡Que no me mire usted tanto de reojo que me da envidia! Por cierto, vuelvo a preguntarle ¿qué es la envidia? ¡Eres diferente, diferente, al resto de la gente y por eso me enamoré de ti! ¡No, perdone usted, pero yo no estoy enamorado de usted sino que cuando me da por cantar pues canto caiga quien caiga! Porque resulta que yo soy de los de a pie y no como usted que se apoltrona cómodamente para hacer sus chanchullos personales en horas de trabajos laborales no vaya a ser cierto lo de quien se fue a Sevilla perdio su silla morenito de mi alma querida porque a pesar de estar mi alma solitaria no es tan espinosa como muchos creen. ¿Le gusta lo de morenito y espinosa así dicho como a bote pronto? ¿Qué es un escaño, Pepe Lui? No me lo diga. A ver si lo adivino yo. ¡Un escaño es aquello que no hace daño año tras año salvo si se es tacaño y por cierto que sirve para engordar a los chorizos de turno que se van repartiendo la matanza mientras los demás nos quedamos mirando! Claro que, como usted es tan tacaño como Escipión “El Emiliano”, prefiero mil veces que me olvide pero espere un momento que todavía estoy en plena sesión de las cortes y aún me qudan varios cortes que dar. Lo siento pero es usted un conejillo de indias así que aguántese el experimento a ver cómo queda al final. ¿Estaré yo equivocado con esto de los chorizos? Guarde silencio y no hable nada hasta que no esté presente su abogado, que es usted mismo como siempre, y como está presente haga usted como que no está que a eso ya está muy acostumbrado cuando van los obreros a pedirle ayuda y está su sillón vacío. ¿Me sigo equivocando o estoy acertando? ¡Se siente, se siente, el abogado está ausente! ¿Verdadero o falso? ¿No es lo que dice su secretaria a todos los curritos cuando van a pedirle explicaciones acerca del abandono en que les tiene usted y todos los que son como usted salvo que le suelten una pasta gansa? ¿Le gustan las consignas callejeras? Hace falta tener más cara dura que la corteza de un alcornoque servida en un plato de magro de cerdo para ser como usted y el resto de la gente que es como usted, Pepe Lui. ¿Pero cuántos pepeluises hay aquí, Virgen Santísima? Y entonces voy yo y sigo con mi discurso. ¡Ni envidioso ni envidiado! ¡Es para descojonarse de risa! ¡Magníficos! ¡Son ustedes como los siete magníficos de la mucha pero mala leche! Embusteros a más no poder pero magníficos. Lo cual es un mérito de mierda pero mérito al fin y al cabo ya que todo lo magnífico, aunque sea de magro de cerdo con mucha pero mala leche, merece la pena el aplauso general de sus admiradores. ¿O no? ¿En qué quedamos? ¿Sabe usted un poco de taquigrafía o es usted de los que sólo sabe dnar órdenes a grito pelado hasta quedarse afónico porque no saben hacer la o ni con un canuto? ¡No me sea canuto por favor que sabe usted menos que el ordenanza del Negociado de Transferencias! Lo digo para que me comprenda un poco cómo tengo el alma de solitaria por culpa de usted y para compensar un poco porque soy un profesional de las compensaciones. Apunte usted en su memoria lo siguiente y no me siga mirando con esa cara de salido que parece que está usted delirando. ¡Aleluya! ¡Cada uno con la suya! ¿Pero no se está usted dando cuenta de que esa mujer no es la mía? ¡Sí! ¡Aquella que viste de verde y blanco como la bandera andaluza y que por eso está de bandera! ¿Pero en qué mundo vive usted, so cerdo? ¿Usted no sabe, tan político como es, lo de cada oveja con su pareja? ¿Es usted de los del poder joder la marrana todo el santo día? ¡No hace falta que me lo jure porque ya veo que sí! Ya. Ya y ya. Y ya y ya y ya. Lo que usted ordene pues no faltaría más jefe de enésima e ínfima categoría. Por supuesto que me trasladé a un lugar bien lejos de todos ustedes pero, lo que es Dios y lo grande que es Dios, ahora estoy aquí para contar lo que debo contar y que arreen los que vengan detrás. ¿Cuando usted, como buen político que es, se monta a una burra es usted más burro que ella? Menos mal que les he perdido ya de vista. A lo mejor es que el tiempo no ha pasado y nos hemos reencontrado para decirle lo de donde las dan las toman. ¡Pero le veo a usted muy desmejorado del todo, algo así como desfigurado! Y pensar que usted se parecía a Roberto Alcázar y se ha quedado solamente en Pedrín… ¡Dios mío, Dios mío y Dios mío! ¿Qué les está pasando a todos ustedes, guapetones de cara ?¿Será que de tanto chupar de la teta se han quedado ustedes chupados del todo? ¿Y para qué quieren chupar tanto si es que se puede saber? ¡Hawai, Hawai, es un paraíso! ¡Fiscal por supuesto! ¡Cacahuetes, chicles y caramelos! ¡Tengo cacahuetes, chicles y caramelos de fresa, limón y menta! Ahora que me fijo tanto en suted le veo hasta muy mono del todo. ¿El mono Foncho tal vez? ¿Es usted el mono Foncho tal vez? Espere que sigo cantando. ¡Dónde vas Fonchito Pérez dónde vas triste de ti, las mujeres no te quieren y por eso me odias a mí; las mujeres no te quieren y por eso me odias a mí, y por eso me odias a mí! ¡No se me ofenda pero usted tiene cara de monicaquito con caca y hasta de monicaco de caco y ya sabe que caco significa ladrón! Supongo que prefiere usted ser un mono y no la mona Chita porque no se puede ser de todo en la vida; pero mira que parece usted un tarzánida con taparrabos pero con forma de cuadrúpedo. ¿Me va usted a insultar otra vez si le digo que está usted totalmente desmejorado con peluca o sin peluca? ¿Se acuerda usted de la peluca a lo Carrillo? Pues era solamente una película nada más pero como usted, como buen político que es, mete las narices en todas las ollas para ver qué puede llevarse al coleto, con coleta y sin coleta, a costa de las personas del pueblo pues se quedó usted en pelotas; aunque eso de que tiene usted pelotas lo dudo pero pelota del cerdo si que era usted. ¿O no es verdad? ¿Hacía usted, mono Fonchito, manitas con el cerdo de Pepe Lui? Vamos a seguir con el repertorio. ¿A qué parte de la población mundana representa usted con esa cara de mono que tira de espaldas a todas las chavalas por el tufo que suelta por su pelado trasero? ¿Cómo se ven los toros desde el palco cuando se tiene la frente tan bien ordenada que parece usted un reno cruzado con ciervo y un poco de alce? ¡Alce usted su copa que vamos a brindar! ¡Brindaremos por ti, porque te vaya bien, y quizás en la otra vida brindaremos también! ¿Quiere oír usted ahora lo que gritan los del graderío o prefiere saber, si es que tiene un poco de vergüenza democrática de esa que venden ustedes en sus mitines manipulados desde arriba, lo que opinan los del patio del piso bajo porque no tienen dinero más que vivir en lo más bajo del todo? Supongamos que estamos en el patio de operaciones. Es usted un político y, por lo tanto, un mentiroso, un embaucador, un tránsfuga y un embustero. Eso es lo que dicen los del patio de operaciones. Bueno. Operese un poco del coco porque la verdad es que a mí me la trae floja todo eso y mucho más floja me la trae todo lo que va usted diciendo de mi porque como tengo ya el alma solitaria no me interesa para nada su compañía. Pero espere un poco nada más. La verdad es que no le admiro a usted para nada ni le envidio para nada aunque usted salte en paracaídas haciendo más piruetas que Pirulo moviendo el culo y haciendo el chulo. ¿Me ha entendido bien, pelo de escarola trufada con gusanos de seda? ¡Ademas de lavarse los sobacos podría usted lavarse de ver en cuando el pelo porque lo tiene usted más pringado de mierda que todo lo mierda que es el resto de su persona! Lo cual, siendo como es usted, es un verdadero elogio más que una crítica porque es que huele que apesta. ¡Cacahuetes, chicles y caramelos! ¡Tengo cacahuetes chicles y caramelos de fresa, limñon y menta! ¿Se puede saber por qué sonríe usted, so cenutrio? ¡Ala ya, chivato, que es usted más chivato que el morenito de la cosa espinosa cuanto tiene envidia de ver que las canarias ligan con un menda como yo! ¡Compreme usted clavelitos, cómprelos por caridad! ¡Jajajajajajajajajaja! ¡Perdone pero se me ha escapado la risa! Creo que yo tengo todavía futuro a pesar de mi alma solitaria. ¿Y usted, tío político?¿Tiene usted futuro lavando la vajilla completa de su casa y limpiando hasta debajo de sofá por ver si descubre a alguien con malas intenciones? ¡Pues deje ya tanta politica y vigile su propia casa que yo sigo tirando hacia adelante porque ya tengo cuarenta años y estoy de tan buen ver que sigo ligando lo que pasa es que como tengo el alma solitaria voy a ver si encuentro a alguna samaritana que me dé un poco de agua para calmar mi soledad!

(Ran se levanta, se dirige al escenario y se sienta en su lugar)

De (Se levanta, busca un asiento vacío al lado de algún espectador o alguna espectadora que crea conveniente o, si no encuentra un asiento libre, se sienta en uno de los pasillos al lado de algún espectador o alguna espectadora que prefiera).- ¡Somos jóvenes tú y yo, somos jóvenes tú y yo, y esta juventud nos hará reír! ¿De qué tenemos que reirnos usted y yo? ¡Usted no diga nada que para eso he nacido yo! Yo puedo vivir sin ti y tú puedes vivir sin mí. ¡Paradojas de amores frustrados de los que, a pesar de mis solo veinte años de edad, ya he vivido demasiados! Pero como resulta que hay amores que no matan pues todavía ando vivo por aquí. Mi alma está solitaria pero yo me pregunto, ¿es usted mi alma gemela? Ahora bien, no me veo yo muy animado a entrar en contacto con usted aunque estemos tan cerca que le huele el aliento al hijo del churrero. ¿Se acuerda usted del hijo del churrero? Sí. El churri churrigueresco. ¿O no es churrigueresco el churri del aliento de la Navidad? ¡Qué desaliento tengo, churrito del alma mía, y qué solitaria tengo el alma porque no estoy al lado de la pelirroja como tú! ¡Deje que le mire el pelo, por favor! ¡Ayvá cuantos reflejos y vaya caspa más casposa! Mantegamos la corta distancia para no caer en tentaciones. ¿Usted ha pagado la entrada o se ha colado por lo de talla corta? ¡Vaya corte! No. No se preocupe. No me voy a chivar al acomodador así que siga cómodamente en su asiento mientras mi alma sigue suspirando amores de tan solitaria como está y dígaselo al señor de la Caja que se cree el más ligón de todos y he dicho Caja para no llevarnos ningún desengaño más a la hora de cobrar de lo lindo. Solamente le voy a decir algo porque hay que ver qué cara tiene usted engañando al portero pero voy a empezar aclarando que entre usted y yo no ha habido nunca ningún contacto físico no vayan a decir de mí que soy un doctor en esto de la física pero en cuanto a la química…. ¡ay cuántos recuerdos tengo yo de la química con la ayudante del laboratorio!… Me encanta su figura de tronío pero mejor lo dejamos para el próximo Siglo XXII después de Jesucristo no vaya a ser que me sigan llamando golfo los que están a mi alrededor como buitres al acecho. ¿Le mola cantidad mi forma de ser? Ya sé que no. Ya sé que para usted soy un joven sin futuro pero… ¿se ha mirado usted en un espejo, señor de la villa Oslada o no Oslada pero villa al fin y al cabo? ¿Y qué quiere decir Oslada? A lo mejor me confundo y quise decir Coslada pero vaya que canto. Mire como canto. ¡Es Mari Carmen dijeron todos, su mirar, su bailar, conquista todos los corazones! ¡Pues se ha vuelto usted a equivocar, profesional de los cotillones! No lo sé pero supongo que quiere decir algo guapo porque como usted está que se sale por culpa de lo que todos sabemos pues o es usted un salido o se ha salido del todo. ¡Viviendas! ¡Regalamos viviendas gratis para trabajadores y trabajadoras de Don Pablo! ¡Vaya cara, Dios mío, toda la santa mañana intentando mojar la esponja con la inocente de turno! ¿Estoy diciendo la verdad o estoy mintiendo? Me parece que ya estamos comprendiendo lo que pasa por no tener un Espasa en casa. ¿Ha leído usted algo importante en su vida, señor de la villa? ¡Vaya cara que tiene usted! Tiene usted un morro que se lo pisa pero como es usted del movimiento… pues no se me mueva tanto por favor y deje de meterse debajo de la mesa para perseguir inocentes… ¡María y Jesús, qué disgusto ver cuál es su gusto y yo esperando! Claro que quien espera es el que más espera o en otras palabras a quien espera buena fruta le regalan. Esto… bueno… sigamos… porque esto de los guateques comiendo palomitas me marean demasiado cuando se está tan salido como lo está usted y el otro y el otro y el otro y el de más allá que parece que ya está más acá. Tengo el alma solitaria pero me gusta cantidad. ¡Me amo! ¡Me amo! ¡Me amo mucho! ¿Usted también me ama mucho aunque me insulte tanto y se acuerde tanto de mi mamá? ¿Así que usted se cree que yo soy un chulo de mujeres como va pregonando por ahí? ¿Y quién es usted para decir esas cosas sobre mi persona si no me conoce de nada? ¿Acaso me conoce usted de algo para ir diciendo por todas partes donde va que yo soy marica? ¿Y usted, sevillano postizo? ¿Qué es usted si es que se puede saber? ¿No será que el marica es usted e intenta hacer que yo me coma el marrón? ¡Que viene “El Moreno”! ¡Qué viene “El Moreno”! ¡Que San Bernardo me proteja porque viene “El Moreno” contando más mentiras que Pinocho en día de hambre social! ¿Es usted de verdad social? ¡Ay qué pasada con eso de que viene “El Moreno” en fiestas de Navidad! Voy a ver si no me toca. Usted no me gusta ni para ir a la peluquería de la esquina no vaya a a ser que nos pille la del ovni haciendo manitas como mariquitas. Perdone pero soy poeta. ¿Se ha enterado ya, morenito de la florida primavera? No me diga, por favor, que usted es un primavera pero ¡cómo se nota que usted hace el primavera con las mejicanas! Pero un primavera del todo. Es usted un primavera del todo. ¿Qué le sucede? ¡Se ha puesto más blanco que el apellido del merengue Jaime! ¿Tiene usted amnesia o se lo recuerdo? Lo digo por “El Pinino” haciendo el pino para que usted se cachondee un poco o se ponga muy cachondo con él. ¿Ya no le gusta cachondearse de los colchoneros por miedo a que vengan los migueletes o los fantasmas de los migueletes desde el más allá? ¡Cada vez que le veo más y mejor no sé si es usted una chica disfrazada de chico o un chico disfrazado de chica porque está muy de moda en la tele, en el cine y aquí en el teatro! ¿O está usted disfrazado de orangután porque monada sí que es usted? ¡Toda una monada completa, si señor, y no se mienta a sí mismo que eso está muy feo, mucho más feo que usted que ya es decir! Y aquí estoy yo con mi alma solitaria por culpa de monadas como usted. ¡Anda y que le ondulen con la permané para que sea un poco menos feo, pelo de escarola con apio y boniato porque vaya boniato tiene usted en el lugar de la nariz! Le recuerdo que si le dicen que caí un día volveré y ya está porque ya he vuelto. Tengo el alma solitaria por culpa de gentuza como usted pero no se lo tengo en cuenta porque usted no cuenta nada en mi vida como nunca lo ha contado. ¡No me haga la pelota, por favor! ¡No siga siendo un pringao, so membrillo y esquirol! ¡Los chicos con los chicos y las chicas con las chicas! ¡Contigo no me casaré! ¡Chínchate! ¡Anda y que le ondulen con la permané a ver si puede quedar usted mínimamente aceptable porque guapo es imposible que lo sea! ¿Qué pasa? ¿Tengo monos en la cara? Y a mi que me parece que no tiene ni idea de dónde están las llaves del corralejo, chico disfrazado de chica o chica disfrazada de chico? ¿Dónde están las llaves del corralejo matarile rile rile, dónde están la llaves del corralejo matarile rile ron? ¿Le va un par de copas de ron o sigue usted teniendo ronquera cuando de beber una pizca de alcohol se trata y prefiere usted la leche merengada? ¡Ay, que leche merengada! ¿Se puede saber por qué me mira tanto? Espere un momento que le voy a recitar un pareado mareado. ¡Ay, Dios mío que chalado es este tío tan pesado! Y es que pesado sí que es pesado usted y no lo puede disimular. Claro que teniendo a su mamacita como punto de apoyo pues ya sabemos lo que sucede con las mejicanas, las canarias, las estadounidenses y otras varias más que le dan asco a su mamacita y hacen que su papacito diga que le va a dar un síncope. ¿O estoy diciendo alguna mentira? ¡Pues entonces haga el favor de callarse porque ahora me toca hablar a mí y respete mi turno de palabra! ¡Escuche merengue, escuche lo que he aprendido jugando junto a las orillas del Manzanares! ¡Moreno del alma mía, moreno del alma mía, desde que yo te conozco mucho menos que aprendía! ¿Qué cree usted que yo puedo aprender de un menda como usted sea tío, sea tía o sea lo que sea? ¡Abra bien las orejas que se las voy a convertir en soplillos de la bronca que le voy a armar! ¡Es usted más orejudo que un tío que conozco usando su boina made in Cuenca para intentar comerse una rosca con las madrileñas y es que usted ni con las madrileñas se come una rosca! Sólo le falta a usted la boina made in Cuenca para ser un completo veleta con esos dos orejones que tiene. ¿Le gusto o no le gusto, amiguito del alma querida? Mi alma está solitaria cuando sólo tengo veinte años de edad pero me va mucho la marcha. ¿Y a usted? ¿Le va mucho la marcha a usted ahora que ya está jubilado del todo o sigue pensando solamente en su mamacita? ¡Pero si austed sólo le va la marcha atrás y ya sabemos todos lo que significa eso! Parece mentira que queriendo ser usted un jovencito esté tan retrasado en lo fundamental. ¿Se lo repìto tocando el pito para acompañarlo con música de viento, merenguito de la florida primavera? ¡Los chicos con los chicos y las chicas con las chicas! ¡Contigo no me casaré! ¡Chínchate! Pero, ¿cómo va tan de cenutrio por la vida, macarra de los pringaos y los esquiroles además de otros etecéteras más? ¿Le gusta o no le gusta mi peinado con la raya en el medio? ¿Ya no le hace gracia mi peinado a lo M;arlon Brando o es usted tan melón blando como siempre! ¡Como le suelte un mojicón bien dado se va a usted a quedar relamiéndose su ridículo bigotito varias décadas seguidas mientras los caballitos trotan, trotan, trotan, trotan! ¿No se ha dado cuenta de que esto es la feria de los caballitos más algún que otro cerdo muy magro? ¿Y para qué quiere usted saber quién es mi chavala si sólo le gusta la marcha atrás? Lo digo por la malagueña vestida de verdiblanco como la bandera de Andalucia. ¡Pues está usted más equivocado que un chino creyendo que esto son sombras chinescas! Porque mala sombra tiene usted metiendo las narices donde nadie le llama. ¡Hasta la sombra la tiene usted fea del todo! No me mires, no me mires, no me mires así, que tú eres de los culpables cuando tuve que sufrir. ¿Para qué cree usted que existen las chavalas guapas sean o no sean novias? ¡Pues para invitarlas a una buena comilona y adiós hasta nunca más volver porque no eres mi novia! ¿Se ha enterado ya, profesional de los cotillones y los bailes de disfraces? ¿Pero de que va usted disfrazado, petardo de la corresponsalía? ¿Y eso es el modelo de comunicación social para usted? ¡Anda ya, facha enchufado con la marcha atrás! ¿Y qué quiere hacer usted con esos dientes tan hermosos que tiene? ¿Intenta comerse a la Caperucita Encarnada porque usted es su lobo! ¡Jajajajajajajajajaja! Perdone pero se me ha escurrido sin darme cuenta. ¿Por qué no se apunta usted otra vez a la Cruz Roja, se olvida de la Caperucita Encarnada, y puede ver, de tan facha que es usted, merenguito más blanco que Jaime, de manera gratis el cine, el teatro y, sobre todo, los partidos de fútbol de los merengues? ¿O no es verdad que por eso se apuntó usted a pasar la mili en la Cruz Roja prqrue no sirve para desfilar como un modelo marcial? ¡Marcial, eres el más grande! ¡Marcial, eres el más grande! Olvide ya a la Caperucita Encarnada porque es usted un pringao, un membrillo, un esquirol y muchos etcéteras más y nada de eso le gusta a la Caperucita Encarnada que se enamora de los leñadores. ¡Toma leña, castaño! ¿Sabe usted lo que quiere decir muchos etcéteras más? ¿Se imagina a la Caperucita Encarnada en bikini y en medio del bosque solitario? ¿De verdad es usted su lobo? ¡Jajajajajajajajajaja! ¡Imagínela bien porque es así! Pero digamos que mi alma está solitaria para entender, por favor, que está usted más retrasado que el reloj de la Torre de Mangana! ¡Mangante! ¡Usted sólo es un mangante mientras otros curran de lo lindo, merenguito de la florida primavera! Espere que, de pronto, me vuelven a entrar ganas de cantar. ¡Yo soy aquel jovencito que tomaba el colacao y que alegre cantaba la canción del tío tocao! ¿Le he tocado? No le he tocado así que no me venga con cuentos de que le he tocado porque cuentos me sé yo muchos más sin pedirle permiso a mi mamá como usted sí hace con su mamacita. ¿Comprende usted ahora por qué su padre me dijo que no diera ninguna vuelta nocturna con usted, porque yo soy demasiado hombre a mis veinte años de edad y usted sólo un canuto también a los veinte años de edad y más inocente que la muñeca Barby en medio del Viejo Oeste norteamericano? ¿Se acuerda usted del asunto de la muñeca que le regalé para su hermana? ¡Pues todo eso ya no es un secreto porque acabo de decírselo a la cara y no insultándome por la espalda como hace usted para que yo no me entere! Ni le he tocado ni pienso tocarle para nada porque usted sólo me da lástima. Yo no me pringo por culpa de un pringao como tú. O sea, que usted viene hasta aquí, se sienta en su mullido y cómodo butacón y que trabaje San Pedro como siempre lo ha hecho en el banco de los tontos útiles. ¿Verdadero o falso lo que digo? Pues no imagine usted que yo no soy San Pedro ni San Pablo pero estoy todavía trabajando a tope. ¡Hablando de topes! ¡Qué tupé más molón que usa usted! ¿Es verdadero o postizo? ¿Se acuerda de la peluca de Carrillo, vieja gloria de los cotillones? ¡Pues era que estábamos rodando una pelicula para que se entere usted y todos los demás de los muchos cotillones que existen y que son como usted! Precisamente era una película sueca dirgida por Svensson. ¿Y usted es tenista y no sabe quién es Svensson o es que se le ha quedado la mente en blanco porque yo, la verdad, en medio de aquel rodaje ligué con la chavala de Svensson y ella me enseñó todos los trucos del tiro con arco porque, para que lo sepa usted, el masaje es el mensaje. ¡Es usted un simple, pero muy simple, extra de tercera categoría regional! Todo esto se lo cuento a usted para que usted aprenda un poco de técnica con las suecas y deje de llenar tanto su estómago con bolas de Berlín además de ser un pelota del cerdo. ¿Jugamos usted y yo a la pelota vasca metiendo mano o quiere que hagamos el salto de la montaña para ver quien queda en pie y quien se parte la cara! ¡Vata entretejido de pasiones! ¡Por cierto, hablando de partirse la boca, usted es un bocazas a la hora de cotillear, delante de todos, intentando descubrir quién es en realidad mi novia y eso le puede costar la cara de un guantazo que le voy a arrear como me sga mirando ¿Y qué clase de gelatina usa usted para tener un tupé tan encopetado? No me lo diga que lo voy a acertar pero… ¿se puede saber por qué me mira usted tanto? ¿Le encanta mi tipo de chaval deportivo olímpico? ¡Usted usa tupé porque le hubiese gustado haber nacido en Tupelo en lugar de Cuenca; o sea ser como Elvis pero a lo tontuno o a lo tontón o a lo tontarra porque no he visto jamás a un calavera tan bien peinado! ¡Cielos santos que peinado! ¡Molas mogollón,tío o tía o lo que seas! ¿Y ese moreno que tienes es natural o de bote? ¿Le canto un poco más para ver si deja ya de tener la boca abierta de la sorpresa que se me ha llevado? Aquí va. ¡Qué misterio hay en tus ojos y en tu forma de mirar! ¿Se puede ya saber por qué me mira tanto y con la boca tan abierta que se le ven las muelas de carnicero que tiene usted, so animal, y que me perdonen los animales porque no tienen la culpa y son mucho más inteligentes que usted, carnicerito de mi alma solitaria? Así que yo estoy loco según usted va diciendo por ahí, ¿no es cierto, carnicero más vago que la chaqueta de un guarda forestal ganando una pasta gansa mientras sólo unos pocos trabajamos de sol a sol para que nos den una especie de limosna como soldada? Usted y los que son como usted les dicen a las morenas de aquí te espero, por lo de tan buenas como están, que no salgan conmigo ni acepten ninguna invitación de mi parte porque yo estoy loco y no es recomendable salir a dar una vuelta conmigo. ¿Quiere ver usted, morenito de la florida primavera, cómo yo, a cambio de tan gran servicio, le hago dar una vuelta de campana de un sólo chirlazo que le endiño y le rompo todos los piños? La próxima vez que usted pisotee una bandera que llevo yo en el pecho, y me da igual la bandera que sea, le pateo yo a usted el cráneo so cabroncito. Menos mal que las morenas de buen ver, porque están buenas del todo, no le han hecho nunca caso a usted ni a sus habladurías de envidioso porque no se come ni media rosca con ellas, y me miran con muy buenos ojos pero lo que me pasa es que soy muy tímido. ¡Jajajajajajajaja! ¡A lo mejor se cree usted que soy tan tímido como dijo usted cierto día en que estábamos en plena huelga general, so ignorante! ¡De jovencísimas morenas usted tiene menos idea que de castañas pilongas que ya es decir! ¡Es usted más canuto que el caño del Bernardo! Y es que usted siempre está tan atrasado, no sólo en lo físico sino sobre todo en lo mental. por culpa de tantos merengues como se mete en sus tragaderas; y quizás por eso tiene usted un culo como el de Angulo; o sea, angulado hacia la derecha para equilibrarse un poco porque usted está más desequilibrado que San Felipe Neri paseando por la calle madrileña de Valverde allá por La Ballesta. ¿Se puede saber, de una puñetera vez, por qué le dice usted a todas las morenas que yo estoy loco? Menos mal que las morenas no son como tú, pringado, membrillo, esquirol y todos los etcéteras más que estás imaginando. ¿De verdad que no se ha mirado usted a un espejo por miedo a verse lo feo que es y morirse del susto? ¿Se puede ya saber por qué me mira tanto, espabilao? ¡Mudote! ¡Es usted más mudote que El Bobo de Coria y eso lo dijo Velázquez y tan bien dicho que lo dejó pintado para la posteridad! ¿Puede ya hacer el favor de dejar de ir dicendo a las morenas con las que usted siempre fracasa que yo estoy loco? ¿Y qué le dice usted a las castañas, a las rubias, a las pelirrojas y a las chavalas que se tiñen el pelo del color que les da la real gana? ¿También va usted diciendo a todas ellas que yo estoy loco? Como le arree yo ahora una manguzá le estropicio toda su estrategia y se va a acordar de mí para siempre de todos los siempres que ya es decir, porque le vuelan los dientes por la estratosfera. ¿Le gusta a usted Velázquez? ¡Caramba! ¡No me diga que usted está enamorado de Velázquez! ¿Y entonces qué pasa con “El Pinino”? ¿Está usted engañando a su amorcito “El Pinino” con su amorcito Velázquez? ¿Le gusta más “El Pinino” o le gusta más Velázquez? No. Si no estoy pidiendo que me lo diga sino que se lo piense muy bien pensado, pringado, membrillo, esquirol y muchísismos etcéteras más. ¿No va usted fantasmeando por los madriles diciendo que es un tocador de señoras? ¿De verdad que es usted un tocador de señoras o está alucinando? ¿Y sé puede saber que es lo que les toca a las mujeres? Es mejor que siga usted callado y que la próxima vez se lo piense antes de decir majaderías sobre las mujeres porque por la boca muere el merengue cuando está hambriento como usted. Así que usted liga con extranjeras en los hoteles… ¡Amos anda ya! ¡Vaya a tirarse el folio con algún inocente reviejo que crea que es usted un conquistador, so ignorante! ¡Cómo va a estar con una chavala en la cama de un hotel si usted lo más que sabe sobre las chavalas es lo que le ha dicho su mamacita! Le repito que tengo el alma solitaria a mis veinte años de edad pero que María y Jesús me han contado muchos secretos sobre usted y su mamacita; así que me parece que tiene usted un complejo de Edipo más grande que un camello con paperas. Siga cantando lo de ansiedad de tenerte en mis brazos mientras continúa delirando y pensando en ella. ¡Anda, anda y anda, baranda! Tengo el alma solitaria pero… ya lo ve… los descarriados somos así… ¡y haga el favor de darle un amoroso beso a Ana Belén de mi parte porque yo me voy a seguir con mi arte!

(De se levanta, se dirige hacia el escenario y se sienta en su lugar)

Llo (Se levanta, busca un asiento vacío al lado de un espectador o una espectadora que crea conveniente o, si no encuentra un asiento libre, se sienta en uno de los pasillos al lado de un espectador o espectadora que prefiera).- ¡Mi mamá me mima mucho y yo mimo mucho a mi mamá! ¡Toma tu tomate! ¡Y vaya tomate que es todo este mundo de adúlteros, quiero decir de adultos lo que pasa es lo que pasa y yo, como soy un niño de sólo diez años de edad pero tengo el alma solitara, pues digo la verdad. ¿Qué le sucede a usted? ¿Quieres que juguemos al que te pillo? ¡Caramba! ¡Vaya cara de susto que se le ha puesto! No es para tanto. Sólo soy un niño de diez años de edad aunque tengo el alma solitaria. ¡Lo que pasa es que en el cole, acusado y acosado por todos los del aula, he aprendido eso de aquí te pillo y aquí te mato! ¡Que no! ¡Que yo no he matado a nadie sino que estoy cansado de jugar a la oca y quiero aprender a jugar con las damas a ver si tengo más suerte! ¡Verde que te quiero verde verde verde verde limón! Perdone, se me ha escapado sin querer queriendo. ¡Jejeje! ¡Parchís sí sí, parchís sí sí! Escuche mi triste historia y aprenda un poco de qué va todo el mundo que me rodea y me acosa hasta en el recreo y hasta en mi casa. Érase una vez un lobito bueno al que maltrataban todos los corderos! Lo que me pasa, y no se moleste usted tanto, ea que me gusta la escuela de las ovejitas y por eso me encanta lo de me gusta cuando dice el corderi ¡beeeeé! y cuando le contesta la ovejita ¡baaaaá! ¡Te cambio una chapa de Martini por dos chapas de Pepsi Ciola! ¿Ve usted lo que pasa cuado un día cansado ya de ser un buen lobito pues voy y me convierto en un lobo estepario solitario y completamente solito? ¡Ahora que estamos sentados, ahora que estamos sentados, le voy a contar mentiras tralará tralará y más tralará! ¿Quiere que le cuente mentiras verdaderas o mentiras piadosas aunque usted ya sepa mentiras de todos los colores? ¿Le interesa una mentira piadosa? ¡Ayvá! ¡Se me olvidaba que usted no tiene piedad porque no sabe lo que es la piedad! ¿Te cuento algo que me sucede cuando me pongo nervioso? ¡El cielo está enladrillado quien lo desenladrillará el desenladrillador que lo desenladrille buen desenladrillador será! ¡Jejeje! ¿Yo soy un niño verdadero o yo soy un niño falso? ¡De oca a oca y hablo porque me toca! Así que haga el favor de guardar silencio y escúcheme porque soy sólo un niño pero ya conozco los Derechos de la Infancia porque he aprendido a leer muy bien y a mucha velocidad por segundo. ¿Que si soy el segundo? No. Se equivoca usted. Yo soy el tercero y me encantan los sanduches ¿Me está entendiendo? A veces soy como Joselito tocando el pito porque esto es un pitorreo y que conste que no digo palabras feas porque me refiero al pito de las flautas, los flautines y los silbatos que silban más que los que me persiguen en el cole. ¿De verdad se cree que Murillo es el mejor? ¡Pero si Murillo pinta menos en las chapas que un sasrtre haciendo de Abel! Escuche bien lo siguiente. Si Murillo es el mejor de las chapas yo soy Rigoberto Picaporte solterón de mucho porte lo cual quiere decir que Murillo es como otro cualquiera pero como hay que contar mentiras para que se las crea el dictador pues las contamos y todos más contentos que las castañuelas de Marifé. ¡Y qué gran fe hay que tener para creerse esa mentira de que Murillo es el mejor cuando eso no se lo cree ni Tato el del Murcia! Regla de tres muy simple. Si quieres jugar tienes que dejarte ganar así que nos dejamos ganar para poder jugar. ¿Y la Fiocchi? ¿Sabe usted lo que pasó con la Fiocchi? Pues que se rompió la regla de tres simple y, al no dejarnos ganar, resultó que Abel era mucho mejor que Murillo, que descubiertas las trampas el dictador abandonó la escena antes de tiempo y que entonces fue cuando llegó la Demochapas que quiere decir la democracia en el juego de chapas. Pero pagué un alto precio y mi alma se quedó solitaria aunque yo era el campeón. Pero eso fue un poco después si es que hay un poco después para un niño de tan sólo diez años de edad con soledad en su alma. ¡A lo mejor se cree usted que yo soy un tonto! Bueno, sí. Soy un tonto pero no tanto. Por lo menos sé escribir bellas y lindas redacciones. Lo que pasa es que no soy el mayor sino el menory en vez de conocer a Saturno tengo que aguantarme y soportar a Saturnino. Lógico. ¿Le parece a usted de verdad que es lógico? ¿Soy o no soy gracioso? ¡Escuche, escuche usted para ver si me tiende de verdad! ¡Míster Meón, Míster Meón, Míster Meón! Todo cantado a coro. ¿Qué le parece mi infancia? ¿Y lo de tengo todos los oreros ruros? ¿Qué le parece lo de tengo todos los oreros ruros también cantado a coro? ¿De verdad que no soy gracioso? Y yo que me creía el más sociable del mundo, fallaste corazón, no vuelvas a jugar. ¡Carambolas! ¿Seré yo el zorro zorro zorrito para mayores y pequeñitos? ¿No desea usted también reírse de mi, persona adulta? De verdad que no me importa. Una vez más o una vez menos ya me da lo mismo. ¡Ché viejo! ¿Tomaste ya la pastilla? Sí. Estoy segure que me ha tocado a mí la china de ser el zorro zorro zorrito para mayores y pequeñitos. Alguien tenía que pagar el pato y como yo siempre meto la pata… ¿ve usted cómo es lógico del todo? Supongo que soy el Patito Feo de mi familia aunque a las chavalas más guapas les encanta jugar conmigo. ¿De verdad que es lógico? ¿O le está pareciendo absurdo? ¡No llores por mí, argentina, la culpa es de la ecuatoriana! Perdona pero es que no tengo edad para amarte y quizás quieras esperarte a que yo sea mayor para darte todo mi amor pero deja que viva este amor tan romántico. ¡Atiza! ¡Como me haya escuchado el profe de religión me excomulga! Y te cuento que cuando me dieron la primera ostia me espabilé del todo. Como que desde entonces no me he vuelto a confesar con ningún cura. ¿Para qué? ¿Me puedes tú decir para qué sirve que te den una ostia cada día? ¿Comprendes ya por qué mi alma está solitaria? ¡La leche en polvo! ¡Ay que leche! ¡Vaya infancia más cutre que me ha tocado vivir! Verbo amar. Presente. Yo te amo pero tú no me amas y ella tampoco me ama. Mejor lo dejamos para cuando algún año de estos llegue a la Cima a ver si entonces tengo un poco más de suerte con esto de amar y ser amado. Un día
de estos me meto a emigrante a ver si tengo más oportunidades en el área de las emociones amorosa. ¡Sólo tengo diez años de edad y yo con estos pelos! A ver hasta dónde aguanto con mi flequillo y los dos remolinos que dicen que tengo. ¿Qué pecado he cometido contra usted naciendo tan guapo como he naciio? ¡Dígame por favor qué hora es pero por señas porque usted se calla mientras yo hablo! ¿Te asombra que un niño de tan sólo diez años de edad te diga estas cosas? ¿Se puede saber para qué ha venido entonces usted aquí esta noche? Me han dicho en el cole que la vida es sueño pero yo como no lo sé pues prefiero hacerme el tonto como si la cosa no fuese conmigo. Supongo que a esto se le llama aprender a sobrevivir en medio de tanta envidia, odio y rencor. ¿No está usted de acuerdo conmigo? ¿A ti te gusta sobrevivir? Cuando más te miro más amo a mi perro. Jejeje. Es que tengo el alma solitaria y soy bastante malcriado. Bueno. Digamos que un poco malcriado; pero te prometo que cuando sea mayor no quiero ser como tú y a lo peor soy todavía más malcriado por decir esta verdad. Es por aquello de no seguir la corriente. A mí lo que me pasa es que lo corriente me parece tan vulgar como usted que me parece que es vulgar del todo. ¿Tú piensas lo mismo que yo? A lo mejor es que somos dos almas gemelas y todavía no nos hemos dado ni cuenta. Por eso cuando te vi llegar yo me dije para mí ¡tate aquí hay chocolate! o vaya a saber el acomodador lo que hay aquí dentro. Ya se lo preguntaré después a la señora de la limpieza a ver si por fin encuenrtro la verdadera respuesta o sea la más acertada porque es la que limpia el polvo. Y a mí que me encantan los polvorones… de la estepa por cierto… no sea que me meta en un lío y me convierta de verdad en un lobo estepario en medio de tantos borregos que hay en teatro, mejorando lo presente y no se enfade que no lo digo por usted. ¿Tú sabes si es verdad eso que dicen de que nadie nadie nadie es profeta en su tierra menos los pelotas y los enchufados. Es para ir aprendiendo cosas antes de lío que sea tarde y me haga mayor Bueno. Lo estoy pensando muy bien. Cuando llegue a mayor me lío la manta en la cabeza y me marcho porque me gusta mucho cantar lo de adiós mi España querida que aunque soy un emigrante jamás en mi vida yo podré olvidarte. ¡Cómo mola! ¡Olé, olé y olé! ¡Míreme mucho por favor! ¿Me ve bien la cara de guapo que tengo? Es que estoy aprendiendo a echarle mucha cara a la vida para llegar a ser famoso como todos los caraduras que han llegado a serlo echando mucha cara a la vida. Jejeje. ¿Usted cree que yo he salido a mi madre? ¡Estoy hasta el gorro de tanto ligar cada día! A este paso cuando llegue por fin a la Cima no sé qué va a pasar. ¡Qué cansinos que son todos con eso de decir que he salido a mi madre! ¿Y si resulta que todos están equivocados y he salido a mi padre? ¡Vaya palizas que son todos los tíos y todas las tías que conozco con eso de si he salido a mi madre o si he salido a mi padre! Y yo que me conformo con haber salido a mí mismo… ¿Usted me comprende o no me comprende? ¡Qué agobio desde que nací! Y eso que sólo tengo diez años de edad. No. No se vaya todavía, no se vaya por favor, que hasta la guitarra mía está suspirando amor. ¡Arrea! ¡Ahora sí que me excomulga el profe de religión! Me ha dicho “El Padrino” del cole que como siga siendo tan rebelde un día de estos el maestro me destierra a Siberia. ¿Ha estado usted alguna vez en Siberia? Dicen los camaradas del cole que allí se pasa muy mal pero mira por donde ya me han enviado desterrado a Siberia y me lo pasé chachi tirando a la diana. No se escandalice tanto, por favor, que me refiero solamente a la diana con d miníscúla de disidente y no con D mayúscula de la diosa de la caza o la hija del carbonero a donde me envía mi mamá a por picón. Jejeje. ¿Ha picado usted? Ya veo que ha picado por inocente pero no pasa nada. Bueno. Eso de que no pasa nada no lo sé porque soy muy pequeño todavía como para saber eso. ¡Carambola! ¡Se le han puesto los pelos de punta! No tenga tanto miedo que será una rosa o será un clavel y el mes de mayo se lo diré. ¿Quién le corta a usted el pelo para cometer tal crimen con su linda cabellera? A mí me corta el pelo el peluquero porque es que de Pirulo paso del todo y eso es algo que no todos los compis del cole pueden decirlo. A lo peor es por eso por lo que les huele tan mal el trasero como si lo hubiesen metido en el brasero. ¿Entiende ya lo del peluquero y Pirulo o lo tengo que explicar mejor? Me parece que está muy claro y no necesito dar más detalles sobre este asunto pero algunos no pueden sentarse bien en los asientos de los pupitres. Por algo será digo yo. Jejeje. Lo digo por cortés aunque algunos no tienen ni media ostia. Le repito que lo digo por cortés porque aunque soy un malcriado estoy muy bien educado y soy muy elegante con mi chaqueta de mezclilla y muy culto. Soy tan culto, que viene de cultivado, que sé que el Guadiana tiene ojos y lo ve todo. Y el Guadiana llega hasta Badajoz. Por algo será digo yo. ¡Dios mío, Dios mío y Dios mio qué pelos tienen ustedes los mayores! ¿Y eso es lo que se lleva entre los mayores de edad? Porque yo con mi flequillo y mis dos remolinos resisto hasta que el cuerpo aguante. Espero que no le hayan molestado mis miradas, ¿verdad? Es que cuando la cosa está muy verde, y no me maleinterprete por favor, hay que aguantar un poco hasta que el plátano madure. Digamos que entre tres o cuatro décadas por ejemplo. Una década menos si es de Canarias; así que voy a ir terminando porque mi paciencia también tiene un límite y usted me está poniendo a tope, digo impaciente. Como la verdad duele siempre demasiado es por lo que le estoy contando medias mentiras pero no mentiras del todo. ¿Ves cómo no soy tan malo como dicen los envidiosos porque he nacido rubio? Lo que pasa es que ya, a mis diez años de edad, tengo el alma tan solitaria que prefiero ser El Llanero Solitario. Es mejor que hacer de Búfalo Vil. ¿De verdad tú crees que es mejor no tener cuernos a mi edad? ¡Míreme bien pero que muy bien muy bien muy bien! ¿A que tengo la frente lisa y sin adornos? ¡Pues no todos los de mi aula pueden decir lo mismo!¡No me diga que usted no lo tiene claro! ¿Es que no ve nada? ¡Ayvá! ¡Tiene usted que graduarse las gafotas, cuatro ojos… esto, no… quiero decir vista de lince de Bengala! ¿O es tigre de Bengala? Es que esto de hablar con animales se me da muy mal. No lo digo por usted sino mejorando lo presente. ¡Es verdad que tiene usted unos ojos muy lindos pero su mirada es fatal y yo, la verdad, soy todavía muy pequeño para quedar embrujado! Es un decir nada más así que guarde silencio que hay moscas por todos los lados y esto es para mosquearse del todo. Por cierto, ciertos cotillas ya están dicendo a los cuatro vientos que usted y yo estamos ligando sin darse cuenta de que yo sólo tengo diez años a de edadsí que voy a ir terminando porque hay mucho polvo por aquí y me va a dar un ataque de tos ferocina que viene de feroz. A lo mejor alguno aprovecha todos estos polvos para fabricar talcos por si vienen los niños. ¿Me comprende? ¡Pues yo la verdad no me comprendo nada! ¿Llevo o no llevo razón? Espere, espere un momento que estoy pensando. ¿Qué es la razón? No sé si acierto pero para mí que la razón la tiene El Loco Carioco de los tebeos. Cuando sea un poco mayor a lo mejor descubro que la razón la llevo yo pero todavía no me doy cuenta. ¡Pues ya está! Como no tengo nada más que decirle y van a apagar las luces para que no suba mucho la cuenta del recibo pues adiós del todo.

(Llo se levanta, se dirige hacia el escenario y se sienta en su lugar)

Lui.- Soledad, etapa final de todo mi trayecto.
Gi.- Soledad, búsqueda contínua de esta mi existencia.
Pi.- Soledad, encuentro imprevisto de mi vida.
Ran.- Soledad, incógnita habida en mis búsquedas.
De.- Soledad, hallazgo impasible en mis caminos.
Llo.- Soledad, incógnita de cualquier principio.

SE BAJA EL TELÓN

FIN

Will (Novela de Ciencia Ficción, Cómic y Guión Cine)

El Paseo de las Bellotas era un verdadero laberinto de estrechos senderos abiertos entre una vastísima extensión de belloteros por entre los cuales caminaban, lentamente, Katy Monroe y Charles Pardue.

– ¡Está loco, Katy! ¡Está totalmente loco!
– Ya sé que ese tal Emperador Gritón I de Orangina está loco del todo, Charly.
– No me refiero a ese energúmeno de emperador sino a nuestro capitán.
– ¡No te permito que vuelvas a decirme eso de Thierry! ¡Si quieres seguir comunicándote conmigo deja de decir esa estupidez! ¡Eso se lo cuentas a alguna ignorante de las muchas que existen, por desgracia, sobre la Tierra! Y bajemos, por favor, el volumen de nuestras voces
– Escucha, Katy… nuestro capitán Thierry Terry no solamente está completamente loco sino que nos está volviendo locos a ti y a mí. ¿Tú crees que tenemos alguna probabilidad de salvar nuestras vidas?
– Según los matemáticos cálculos de probabilidades no tenemos ninguna, Charly.
– Entonces… ¿por qué no permitió que nos auto destruyéramos para evitar ser devorados por estos monstruosos y abominables seres?
– ¿Y quién te dice a ti que son carnívoros? ¡Quizás sólo se alimenten de ese repugnante soma!
– De todas formas nos van a liquidar. ¿Crees que es normal lo que hace nuestro capitán sabiendo que nos van a liquidar de un momento a otro?
– No lo sé, Charly… pero quizás es porque resulta ser demasiado grande…
– ¿Demasiado grande cuándo sólo nos ha conducido a este desastre?
– Charly, no sigas hablando tan mal de Thierry. Él no tiene ninguna culpa de que Will sufriese averías en sus generadores de energía y que fallase todo el sistema de comunicación con los de Tierra. Si quieres buscar a algún culpable hazlo entre los científicos e ingenieros que construyeron nuestra nave. ¿No crees que sería lo más justo?
-¿Lo más justo? ¿De qué nos sirve ahora a nosotros saber lo que es má justo o lo que es más injusto? La única verdad es que mañana ya no existiremos…
– Mañana… mañana… ¿qué sabes tú de nuestro mañana?…
– ¿Pero no te das cuenta de que ese monstruoso ser que se llama a sí mismo Emperador de Orangina ha engañado por completo y lamentablemente a nuestro capitán que, dicho sea de paso, se ha dejado engañar?
– Estoy segura de que Thierry sabe que Gritón I le ha engañado.
– Entonces… ¿por qué no eligió la mejor opción de todas?
– ¿Cuál hubiese sido la mejor opción te todas según tu opinión?
– Auto destruírnos para no tener que vivir este sacrificio del cuál nosotros vamos a ser las víctimas ante el jolgorio de todos los oranginos.
– No lo llego a entender bien del todo.
– Ni yo tampoco, Katy. Menos mal que coincidimos en algo. Ni tú ni yo podemos entenderlo luego ya tenemos algo en común. ¿Te das cuenta ahora de que nuestro capitán está loco del todo? Cualquier ser humano que esté en su sano juicio habría elegido auto destruírse en lugar de entregarse él y de paso entregarnos a nosotros como corderos sin ninguna clase de salvación.
– Quizás sea porque Thierry Terry no es un cualquiera.
– ¿Quién se cree que es para jugar con nuestras vidas de esta manera tan lamentable?
– Sabe que sólo es un capitán; pero yo le considero mucho más que un capitán. Para mí es un gran capitán y no un capitán simple. El mejor capitán que he conocido en mi vida.
– Le admiras demasiado, Katy, pero la Historia de la Humanidad nos ha demostrado una y mil veces ya que los terrícolas hemos llegado hasta a adorar a demasiados locos. Si estudias a fondo toda la Historia de la Humanidad resulta que sus páginas están llenas de famosos líderes que estaban totalmente enloquecidos y llevaron a sus pueblos al desastre.
– Thierry no es un líder como los demás.
– Hablemos en serio, Katy. Vuelvo a la misma pregunta de siempre. ¿Cuántas probabilidades tenemos de seguir con vida cuando el pueblo de los oranginos ya ha dado su veredicto y nos van a matar sin ninguna clase de remordimientos y sin ninguna clase de razón?
– Vuelvo a repetir que, según el matemático cálculo de probabilidades, y tal como está la situación en estos momentos, no tenemos ninguna posibilidad de virvir más allá de unas pocas horas, pero Thierry es diferente.
– ¿Qué le hace diferente a los demás? Yo no veo en él más que a un loco que no sabe ya ni dónde se encuentra ni lo que hace…
– Razona un poco antes de hablar, Charly. Mientras nosotros dos hemos rechazado por completo beber y comer de esa apestosa bazofia de bellotas él está bebiendo y comiendo de ella y guardando un total silencio. ¿Tú hubieses hecho lo mismo?
– Por supuesto que no. Ni por todo el oro del mundo.
– ¿Entonces qué deduces tú?
– Que no tiene ningún sentido alguno salvo hacer que Gritón I siga sintiéndose superior por aceptarlo. Lo más valiente es renunciar a cumplir los caprichos de ese monstruoso animal que sólo sirve para gritar su enorme importancia.
– Ni tú ni yo lo aceptaríamos, pero él sí. ¿Por qué nuestro capitán Thierry está aceptando ese tan grande sacrificio?
– Explícamelo tú que tanto confías en él aunque ya esté todo perdido. Yo no puedo entenderlo. Si sabe que Gritón I le ha engañado y le sigue engañando porque no tenemos ninguna posibilidad de salvar nuestras vidas no comprendo por qué lo está haciendo.
– En el silencio de Thierry exsite alguna razón impenetrable. De un billón de probabilidades no encuentro ni tan siquiera una para salir vivos de esta aventura pero él la sigue buscando…
– ¿Y no es eso estar loco del todo? ¿No es una locura buscar una probabilidad que no existe?
– Durante nuestro viaje ya logró encontrar una cuando no existía ninguna. ¿Por qué no puede suceder otra vez un milagro como ese?
– ¿Dos milagros en un sólo día? No me hagas reír, ingenua teniente, porque el asunto es demasiado trágico y hasta patético del todo.
– De momento ya ha conseguido algo increíble. Ha logrado que no nos cortasen la cabeza y que podamos vivir unas cuantas horas más teniendo la oportunidad de conocernos mucho mejor tú y yo. Yo a eso lo llamo grandeza por la cantidad de generosidad que representa tal acción.
– Entonces hablemos de nosotros dos, Katy. A mí me pasa lo mismo que a él. No entiendo por qué estás trabajando en este peligroso oficio de ser teniente de cosmonautas cuando podrías estar trabajando de modelo o como artista de cine o simplemente vivir sin ninguna clase de sufrimiento por ser multimillonaria. No lo entiendo.
– Para entender a una mujer como yo es necesario fijarse en algo mucho más profundo de lo que se ve con los ojos de los demás. ¿Te has preguntado alguna vez a ti mismo qué puede suceder en el interior de una jovencita que se niega a aceptar el conformismo social?
– No me digas ahora que eres una incoformista.
– ¿Es que para ser incoformista hay que ser alguien como tú, Charly?

El cosmonauta Pardue quedó por unos segundos en silencio…

– ¿Puedes contestarme a eso, Charly?
– ¿Cuál es la causa de tu rebeldía?
– No tengo ninguna causa ni defiendo ninguna causa como haces tú.
– Entonces lo entiendo menos si es que se puede entender menos.
– Porque siempre ves la vida desde tu propio punto de vista personal e individual, Charly, pero no te preocupas nunca en verla desde el punto de vista de los demás que no somos como tú.
– Katy… yo no he salido de la miseria para perder el tiempo…
– ¿Ver la vida desde el punto de vista de los demás que no son como nosotros es una pérdida de tiempo?
– Cuando no sirve para otra cosa sino para introducirse en un callejón sin salida sí que es perder el tiempo.
– Volvemos otra vez a la misma cuestión. ¿Thierry está perdiendo el tiempo mientras bebe y come de esa bazofia de soma en completo silencio?
– ¡Por supuestísimo que está perdiendo el tiempo!
– ¿Dices por supuestísimo porque eres incapaz de comprenderle?
– Antes dijimos que íbamos a dejar de hablar de él y hablar solamente de ti y de mí.
– Por supuesto, Charly, por supuesto. ¿O prefieres que diga yo también pos supuestísimo para ponerme a tu misma altura?
– No estoy para ironías, Katy.
– Ni yo tampoco. Pero el pan es el pan y se le debe llamar pan, y el vino es el vino y se le debe llamar vino.
– Por favor, hablemos de ti y de mí solamente.
– Eso estoy intentando hacer, pero tú no haces más que referirte, de manera oculta, a cuestiones que me hacen pensar en Thierry y en su sacrificio.
– Hablemos entonces de nuestros sentimientos propios, Katy.
– Yo no quiero hacer daño a ningún hombre, Charly.
– ¿Hablar de nuestros sentimientos propios es hacerse daño?
– Puede que sí o puede que no. Es como lanzar una moneda al aire. Puede que salga cara y podemos ser felices. O puede que salga cruz y alguien tenga que terminar sufriendo. Así que piénsalo mucho antes de hablar, Charly, porque tienes la mala costumbre de hablar demasiado antes de haberlo pensado con la suficiente calma. ¿Por supuestísimo que sí o por supuestísimo que estoy equivocada y no es por supuestísimo sino solamente por supuesto?

Charles Pardue prefirió no hablar de eso sino de ir directo al asunto…

– No tenemos tiempo para pensar ahora, Katy. Nos quedan solamente unas pocas horas de vida y no tenemos tiempo para pensar.
– Por supuestísimo, Charly. Está bien. Acepto ese argumento. ¿Por dónde quieres empezar?
– ¿Tienes novio, Katy?
– ¿Tú crees que a mis 18 años de edad tengo ganas de tener novio?
– ¿Eso quiere decir que estás libre todavía?
– Eso solamente quiere decir que todavía no tengo novio, lo cual no significa que no pueda enamorarme totalmente de un momento a otro.
– Me alegro porque así todavía hay alguna esperanza…
– Vuelvo a indicarte que no quiero hacer sufrir a ningún hombre por mi culpa.
– Por supuestísimo, Katy, pero es que yo…
– ¿Quieres dejar de conversar conmigo y nos dedicamos a pasear tranquilamente los dos sin molestarnos el uno al otro?
– No. Quiero decirte algo muy importante.
– ¿Muy importante para ti o muy importante para mí?
– Muy importante para los dos.
– No quiero defraudar a nadie y mucho menos a ti, Charly, porque te estimo demasiado tanto si te lo mereces como si no te lo mereces.
– Eso es lo que yo quería oír…
– Pues no te confundas.
– ¡Te lo voy a decir, Katy! ¡Ya no puedo seguir ocultándolo por más tiempo! ¡Te quiero desde que te eligió Thierry para formar parte de la tripulación de Weill!
– Lo siento, Charly, por supuestísimo que lo siento.
– ¿Me estás diciendo que es imposible que te enamores de alguien como yo?
– Te estoy diciendo que ya estoy súper enamorada.
– ¿De alguien que yo conozca?
– ¿Para qué quieres saberlo?
– ¡Para poder competir con quien sea y demostrarte que yo soy mejor!
– Yo también te lo voy a decir con total claridad ya que te crees tan sincero. Estoy perdidamente enamorada de Thierry desde que se fijó en mí y me eligió como su compañera de viaje. Y, además, no solamente estoy enamorada de Thierry sino que estoy totalmente segura de que él se ha dado cuenta y lo sabe. Guarda silencio pero lo sabe.

Charles Pardue se sintió como un verdadero pardillo. Acostumbrado siempre a vencer en todos los retos que le planteaba la vida, no quiso aceptarlo sin luchar hasta el final.

– ¡Estás enamorada de él solamente porque él es un gran capitán y yo solamente un cosmonauta cualquiera! ¡Él es grande y yo sólo soy un número! ¿No es eso?
– Pues no, Charly, no es eso y está muy lejos de ser eso.
– ¡Estoy seguro de que me ocultas la verdad porque no quieres reconocer que estás deslumbrada por él y por su valentía!
– ¿De qué deslumbramiento y de qué valentía me estás hablando, Charly? Él ha demostrado, y así lo ha dicho, que no está luchando por ser un valiente, aunque para mí sí que lo es, sino porque está cumpliendo con su responsabilidad.
– ¿Para ti eso es ser valiente?
– Por supuestísimo que si. O si lo prefieres digamos que sólo por supuesto para no ser demasiados estrambóticos como les pasa a algunos que sólo viven llenos de envidia.

Otra vez Charles Pardue volvió a sentirse como un pardillo pero quiso seguir luchando…

– Pues yo sigo afirmando que estás enamorada de él sólo porque es capitán y no un número cualquiera como lo soy yo.
– ¡A eso se le llama envidia, Charly! ¡Le tienes envidia y no sabes ni disimularla!
– ¿Y por qué no puedo sentir envidia de él? ¡Por supuestísimo que le tengo envidia!
– Digamos solamente por supuesto, Charly. Es mucho mejor no exagerar en nuestros sentimientos diciendo por supuestísimo para disimular aparentando ser más importantes de lo que somos.
– ¡Cómo no le voy a tener envidia si él ya es todo un gran capitán con tan sólo 25 años de edad y yo, que ya tengo 35, no soy nada más que un simple cosmonauta sin rango alguno?
– ¿Y entonces por qué no me tienes envidia a mí que sólo tengo 18 años de edad y ya soy toda una teniente?
– Tú eres de otra categoría muy especial.
– ¿Qué entiendes por tener rango o por tener categoría?
– ¡No me vengas ahora con filosofías baratas, Katy! ¡A él le tengo envidia porque tengo razón!
– Si crees que tienes razón… ¿has consultado bien su curriculum?
– Sí. Lo he consultado muchas veces y he comprobado que, en el Departamento de Personal del Centro de Capacitados, existen miles de curriculum mucho más brillantes que el suyo.
– ¿En qué consiste, según tu opinión, tener un curriculum brillante?
– En que corresponden a verdaderos genios.
– ¡Ahí has dado en el clavo, Charly! ¡Esa es la clave!
– ¡Menos mal que me das por una vez la razón en tu preciosa vida!
– Te equivocas. No te estoy dando la razón esta vez sino todo lo contrario. Tú has confirmado que hay miles de curriculum más brillantes que el suyo pero… ¿de verdad crees que eso es cierto?
– Por supuesto que sí. Repito que corresponden a hombres geniales.
– Geniales en las especialidades de cada uno de ellos; pero si los sacas de su especialidad son hasta casi inútiles; mas el curriculum de Thierry demuestra que, dentro de sus cualidades intelectivas y laborales, domina a la perfección toda clase de trabajos que se le piden. ¿Dónde está la brillantez de todos esos hombres geniales cuando ves a alguien tan completo que es capaz de llevar a la perfección incluso trabajos que salen fuera de sus capacidades intelectivas y laborales? Los demás, por muy genios que sean, se hunden y son incapaces de llevarlos a cabo. ¿Tú crees que algunos de esos miles de hombres que tú calificas de genios estarían todavía, cuando todo está perdido, intentando salvarnos la vida o todos ellos habrían elegido la fácil tarea de auto destruirnos porque claudican ante una labor que les exigiría tan grande voluntad que serían incapaces de soportarlo? ¿Comprendes ahora por qué los Altos Ejecutivos del Programa Will le han nombrado a él como capitán en esta aventura que es la más osada, atrevida y costosa de nuestra Historia hasta la fecha de hoy? Quiénes han confiado en él es porque saben que solamente él, de entre esos miles de genios que citas, es capaz de conseguirlo; así que mucha menos envidia y mucha más humildad, Charly.

Charles Pardue se quedó embarazado…

– Esto… yo…
– Antes de decir otras cuantas tonterías más de las tuyas, productos de tus complejos de inferioridad, ¿por qué no echas una ojeada a la Hoja de Servicios de Thierry Terry para que puedas hablar con más propiedad y sabiendo lo que dices?
– ¡La he visto y no me lo creo! ¡Alguien le ha ayudado para conseguir llevar a cabo esos trabajos tan geniales! ¡No me creo que los haya realizado él solo!
– ¡Tus envidias no te dejan ver la realidad, Charly! ¡La Hoja de Servicios de Thierry Terry se merece todos mis respetos porque no la pueden ni tan siquiera igualar ninguno de todos esos miles de genios a los que tanto adoras como si fuesen tus dioses!
– ¡¡Ya está!! ¡¡Ya sé por qué estás enamorada de él y no de mí!!
– Vamos a ver que nueva tontería dices ahora, Charly.
– ¡¡Estás enamorada de él porque él es blanco y no estás enamorada de mí porque yo soy negro!!
– Me das pena, Charly…
– ¿Te doy pena porque soy negro, Katy?
– No. Me das pena porque no sabes ser persona. ¿Tú crees de verdad que yo amo a un hombre por el color de su piel o por la grandeza de su corazón?

Charles Pardue no se esperaba esta sabia respuesta de Katy Monroe y quedó en silencio…

– Si no tienes nada más que contarme y si no sabes contestar a mi pregunta es mejor que acabe aquí nuestras amistosa charla. Él no se plantea ningún asunto sobre el color de la piel de las personas que elige como compañeros y compañeras de trabajos. Y siempre lo ha demostrado cuando los ha tenido que elegir. ¿Crees que si él fuera racista te habría elegido a ti, que eres negro, como compañero de aventura en lugar de haber elegido a Tony Leblanche o a Johny White que son íntimos amigos de él y de piel blanca? ¿Crees que si la racista fuese yo habría aceptado compartir esta aventura con un compañero de piel negra como tú? Deja ya de decir tonterías, Charly. Te pido que, al menos, seas lo suficientemente agradecido, tanto con Thierry como conmigo misma, por haberte elegido como el tercer tripulante de la nave Will y así darte la oportunidad de alcanzar la fama y entrar en los libros de la Historia Humana. ¡Aprende ya a ser, de una vez por todas, persona en vez de estar arrepintiéndote en todo momento por tener la piel de color negra!
– ¡No hablarías así si hubieses vivido la infancia y la adolescencia en un asqueroso arrabal como en el que yo me crié!
– ¡Siempre estás con la misma excusa de siempre de todos los que son como tú! Vamos a hablar con total tranquilidad.
– Hablemos con tranquilidad, Katy.
– ¿Es cierto o no es cierto que gracias a un cazatalentos de piel de color blanca, llamado Florent Lukacs Rouge, saliste desde muy joven del arrabal en dónde eras solamente un perdido descarriado y te abrieron mil y una puertas por todas partes para que triunfaras en todos tus estudios y llegaras a ser lo que eres hoy?
– Sí… esto… tengo que reconocerlo… tuve suerte…
– ¿Qué sucede con la inmensa mayoría de los adolescentes con los que conviviste desde tu infancia hasta que te hiciste un joven de provecho?
– Muertos, encarcelados o desaparecidos…
– ¿Reconoces que, aún siendo un hombre de piel de color negra, en todas partes en las que quisiste entrar se te abrieron todas las puertas sin que tú te esforzaras lo más mínimo por abrirlas?
-También eso es verdad.
– Pues antes de seguir quejándote sin causa justificada de ninguna clase recuerda a todos los muertos, encarcelado o desaparecidos…
– No tuvieron suerte.
– No. La verdad del asunto es que no quisieron tener suerte y decidieron, por su propia voluntad, ser unos perdedores toda sus vidas porque era mucho más cómodo para ellos ser unos perdedores que luchar para dejar de serlos.
– Otra gran verdad, mi teniente.
– Pues aprende ya de una vez por todas a agradecerle a Thierry Terry el detalle de haberte elegido e ti en lugar de hacer elegido a algunos de sus más grandes e íntimos amigos de piel blanca; porque si supieras bien la verdadera historia personal de nuestro gran capitán sabrías que, mientras que a tí te abrían las mil y una puertas a donde acudías a él le cerraban esas mismas mil y una puertas.
– No sabía ese dato…
– Hay que saber investigar antes de hablar demasiado porque es verdad que, muchas veces, te pasas tanto hablando de lo que no conoces que te pareces a tu antepasado el emperador bocaza de Centroáfrica dirigiendo un discurso a los pavos reales del parque de atracciones de los Hermanos Payasos y Compañía.
– Es que yo… no lo sabía… de verdad que no…
– Para, para ya de excusarte tanto y escúchate a tí mismo por una vez en tu vida. ¡Thierry Terry no sólo tuvo que superar las mil y una puertas que a tí se te abrían y a él se las cerraban sino que, solamente por su propio esfuerzo y sin la ayuda de nadie, supo abrir dos mil dos puertas gracias a sus trabajos! El odioso comparar y no quería, por nada de este mundo, compararte a ti con él pero no me has dado otra alternativa. La diferencia entre los muchos y a veces inhumanos esfuerzos que ha tenido que hacer él y los pocos y humanitarios esfuerzos que has tenido que hacer tú es un abismo. A tí, el pobre negrito que no tenía ni para comer todos los días, te ofrecieron toda clase de oportunidades y te hiciste tan cómodo con tu feliz vida que te consformaste con ser solamente un cosmonauta nada más; pero al blanco Thierry Terry, a pesar de ser de piel blanca, no le regalaron absolutamente nada y, por eso, jamás se conformó con lo que iba logrando poco a poco hasta que llegó a triunfar, por fin, como capitán. El mejor y más grande capitán que yo conozco. No te estoy echando ningún reproche, Charles Pardue, pero quiero que sepas que soy totalmente imparcial cuando os comparo, porque yo no me fijo jamás en si un hombre es de piel blanca, o de piel negra, o de piel roja, o de piel amarilla, o de piel verde o del color que tú pienses que es su piel, para amarle o no amarle. ¿Entendido, Charles Pardue? ¿Algo más que añadir a tus quejas?
– Esto… nada… sólo que no lo sabía…
– ¡Vuelvo a repetirte que cuando hables de él tengas en cuenta lo que debe de estar sufriendo mientras bebe y come, en total silencio, de esas asquerosas bazofias que le han servido los oranginos y que lo hace sólo para intentar salvarnos la vida buscando una solución inexistente! ¡Esa es su grandeza!
– La verdad que sí… que esa es su grandeza…
– O quizás esa no sea su grandeza sino su eterna esperanza para poder conseguir lo imposbile. Quizás él no se haya rendido del todo mientras nosotros dos ya nos hemos rendido. Estoy segura de que nos matarán sin compasión alguna pero moriré dedicándole a mi gran capitán mi más bella sonrisa por tan descomunal esfuerzo. ¡Y deja ya de considerarte solamente un número para empezar a considerarte Charles Pardue, por favor! ¡Si no lo quieres hacer por ti mismo hazlo en recuerdo de los muertos, encarcelados o desaparecidos que conociste en tu infancia y en tu adolescencia!
– ¡Es la primera vez que una mujer guapísima me hace callar!
– Por supuestísimo que, además de envidioso, hasta eres machista…

Verdades

Si supiera por donde comenzar, y de qué manera continuar este renglón, quizá no estaría escribiendo…
te lo diría cerca del oído algo parecido a un susurro…iniciaría cerrando tus ojos suavemente, deslizando el dedo como tratando de perfeccionar una caricia infinita, algo que comenzara en tu mejilla y trazara el camino sobre tus labios deslizándose a través de tu cuello…Te amo…

Quizá a consecuencia del escalofrío de la voz recorriendo las cavidades del oído, no descifres el mensaje, TE amo repetiría

Supongo que lo decidí inconscientemente, mientras dibujo tu oído con los labios explico…

Me ocurre justo ahora, puedo notar este latido distinto, esta energía de sobra en el pecho, esta alegría que sobreviene a todas horas,

Voy acercándote a mí con ayuda de los brazos te sujeto de la cintura…se te escapa un gemido minúsculo…

Tu, eres la causa de que haya mejorado mi vida ahora que estas tan cerca de mi y siento tus latidos, Finalmente te beso despacio de un lado a otro, con toda la ternura que me inspiras, te pregunto -Que dices si nos arriesgamos? aún con los ojos cerrados preguntas, a que? A ser felices…

Ruptura (Debo aclarar lo aquí leído lleva lugar y fecha nombre y apellido)

Así transcurrieron los días, como algo que carece de sentido
Es como si todo estuviera vacío, como si el mundo fuera inmensamente grande y esto que existe no alcanzara a cubrir todo ese espacio…es tan desconcertante.
Solo hay silencio e imágenes tuyas que recorren todos los sitios, puedo verte ahora mismo mientras escribo esto al otro lado sentada inclinando la cabeza, guiñándome el ojo y yo vuelvo a mirar este ordenador que no es como el otro, y regreso a la realidad…
Te he dicho que te quiero…
Te quiero para andar juntos en la hora muerta de la madrugada caminando de la mano,
Te quiero para sentarnos a mirar como sucede el tiempo, y como la vida fluye frente a nosotros
Te quiero para bailar, por toda la pista durante toda la noche y verte dar la vuelta
Te quiero para escuchar todos los sonid…

Todas estas ideas van y vienen como ráfagas que solo atraviesan mi costado, suben por el pecho pasando por la garganta atravesando como un rayo mis ojos y terminan en mi cabeza, solo por un instante vuelve la tranquilidad, y entonces comienza de nuevo a veces más rápido y otras con tanta fuerza…
Es que no puedo pararlo, no tengo control sobre todo esto, estoy justo al centro de este torbellino, ahí va de nuevo…

Como te enamoras de alguien…
Pregunte mientras andábamos
Supongo que es por error dijiste
Yo pienso que ocurre en un parpadeo, algo tan rápido que no alcanzas a elegir…
Así ocurrió contigo

La herencia de Madame Canaris -Capítulo 10- (Novela)

Angeline Castell Rouge se lo estaba pasando en grande en la playa de Le Touquet. Estaba tan feliz, tumbada sobre la toalla y tomando un poco el sol ya que hacía un tiempo primaveral a pesar de ser octubre, que se puso a cantar y José Roberto Ortero de Jumilla no la quiso interrumpir…

– Tengo millares de estrellas y tengo la luna y el sol y la luz de tu mirada, y la luz de tu mirada dentro de mi corazón. Tengo las nubes del cielo y tengo las olas del mar y si tengo tu cariño, y si tengo tu cariño ya no quiero nada más. Estando contigo, contigo, contigo de pronto me siento feliz, y cuando te miro, te miro, te miro me olvido del mundo y de mí. que maravilloso es quererte así estando contigo, contigo, contigo me siento feliz. Cuando amanece nevando no siento la falta del sol y los copos de la nieve, y los copos de la nieve me parecen de color. Cuando la tarde termina y todo se empieza a nublar mi camino se ilumina, mi camino se ilumina si me vuelves a mirar. Estando contigo, contigo, contigo de pronto me siento feliz, y cuando te miro, te miro, te miro me olvido del mundo y de mí, que maravilloso es quererte así estando contigo, contigo, contigo, contigo me siento feliz. Estando contigo, contigo, contigo de pronto me siento feliz, y cuando te miro, te miro, te miro me olvido del mundo y de mí. Que maravilloso es quererte así estando contigo, contigo, contigo, hablando contigo, contigo, contigo me siento feliz.

– ¡Fantástico! Mar y sol. ¡Muy buena combinación!

– Eso mismo pienso yo.

– Entonces, ¿te apetece un combinado?

– Si lleva licor de menta por supuesto que sí.

– Lo dices por el verde de la esperanza.

– Eso es. Desde pequeña me han dicho que la esperanza nunca se debe perder.

– Es imposible que entre tú y yo la esperanza llegue algún día a perderse porque fue lo primero que conquistamos al conocernos y lo primero que se conquista nunca se pierde jamás.

– ¿Y esa filosofía dónde la has aprendido?

– En las calles, a solas con uno mismo porque todos te han dejado a solas. Cuando te sucede eso sólo te quedan dos caminos por andar: o te pierdes en el laberinto del alcohol y otros vicios similares o te salvas saltando todos los obstáculos. Imagina siempre la vida como una carrera de obstáculos en la que tú te encuentras a solas y todos los demás no son tus amigos sino tus competidores. ¿Qué haces?

– Supongo que correr más que los demás sin que te derribe ninguno de esos obstáculos.

– Eso es. Esa es la filosofía que tuve que aprender antes de ser periodista.

– Pero lo de escritor, ¿de dónde te viene?

– De una cosa que existe muy en el interior de las almas humanas y que se llama espíritu. Mi padre siempre me decía que compitiera con el espíritu para poder triunfar. Y ahora, ¿te interesa o no te interesa ese combinado que lleve licor de menta?

– ¡Más que nunca!

José Roberto se levantó, se dirigió al quiosco de la playa y pidió dos bombas atómicas…

– ¿Es que va usted a hacer explotar a toda la playa?

– No precisamente a toda la playa sino a todo el mundo por completo.

– ¿Por qué?

– Por ver si desaparecen todos los obstáculos de una puñetera vez, caballero.

– Parece enojado, joven…

– Pues estoy más contento que unas pascuas floridas y por eso es por lo de las dos bombas atómicas. Sírvamelas pronto y dejemos ya las chorradas porque para escuchar chorradas, y no lo digo por usted, he tenido mucho tiempo a lo largo de mi todavía corta vida. Espero que a partir de ahora las chorradas se queden con los chorras. ¿Sabe usted quiénes son los chorras?

– ¡Jamás he oído esa palabra!

– Me la enseñó mi abuelita materna desde que yo era un niño y mucho antes de la adolescencia. ¿Sabe qué quiere decir lo de ser chorras?

– Mientras sirvo los dos cócteles puedo escuchar…

– Ser un chorra, y tenga muy en cuenta que no lo digo por usted, es simplemente ser un estúpido. Le pongo un ejemplo. Escuche.

– Escucho y comprendo que no va por mí.

– Creo que estás haciendo el chorra pagándole todo y sin obtener nada a cambio. ¿No le parece ser demasiado estúpido trabajar de balde?

– ¡Jajaja! Me llamo André, nativo del Congo Francés, de Brazzaville exactamente y, desde luego, jamás trabajaría para nadie que no me pagara al menos unos cuantos euros para pasármelo en grande.

– Pues eso es lo que estoy haciendo yo. Pienso cobrar hasta el último céntimo. Triunfe o fracase voy a ganar una pasta gansa.

Con las dos bombas atómicas en sus manos, José Roberto llegó hasta donde se encontraba Angeline asediada por dos chorras franceses.

– ¿Queréis saber la hora que es?

El más alto de los dos chorras franceses ironizó…

– Si eres tan amigable…

– No faltaría más. Soy tan amigable que os hago saber que es la hora de que regreséis a casa con vuestros papás y vuestras mamás, porque os estarán echando mucho en falta para poder acunaros antes de mandaros a hacer la siesta. ¿Lo habéis entendido o tengo que traducirlo al chino?

El más bajo de los dos chorras franceses comenzó a disculparse…

– Perdona… no queríamos molestar… pero la vimos sola…

– No es molestia alguna cuando se trata de dos criaturas de leche.

– ¡Ostias! ¡Que va en serio!

Los dos chorras franceses comenzaron a correr a lo largo de la playa alejándose más deprisa que dos galgos con apuros de hacer sus necesidades más urgentes…

– ¡No corráis tanto que se os van a caer los pañales!

– ¡Jajaja! ¡No te esfuerces con macarras, José Roberto!

– Ya veo que chorras hay en todas partes. Hasta en Francia con lo que se las dan los franceses de listos.

– ¡Jajaja! ¡Ven conmigo! ¡Esos cócteles parecen apetitosos de verdad!

– Pues son dos bombas atómicas.

José Roberto entregó una bomba atómica a su joven y bellísima esposa y luego se tubó al lado de ella.

– ¿No estás nervioso, José Roberto?

– Sabes que nunca me pongo nervioso por nada. Lo que pasa es que soy muy inquieto, cosa muy diferente por cierto. Recuerdo una tarde en que me tuve que enfrentar, yo solo y cara a cara, contra siete tuercebotas y tuvieron que abrirme el paso porque si no los arrollo com,o hizo Belauste cuando cuando le pidió el pelotón a Sabino.

– ¡Jajaja! ¿Es cierto todo eso?

– Tan cierto como que no estoy mintiéndote para nada.

– ¿Quiénes son los tuercebotas?

– Unos mamarrachos neo nazis que andan por ahí despendolados pero que no saben ni lo que es un péndulo de lo incultos que son.

– ¿Y pot qué les llamas tuercebotas?

– ¿No has visto que no saben ni ponerse como Dios manda esas horribles y apestosas botas militares que calzan, aun en medio de un tórrido verano, para meter miedo a las niñas de pecho?

– ¡Jajaja! ¡Te creo!

– Pero si todos ellos tiene el pecho más plano que la llanura de La Mancha…

– Habla en serio, José Roberto.

– Estoy hablando en serio, Angeline. Si les hacen una radiografía del pecho ni aparecen en la placa. Son más contrahechos que hechos a posta para parecer fantasmas que son lo único que son. Y punto. No deseo seguir hablando de esos titís con tirantes que, además, están más demacrados que la leche que les crió que es otro de los famosos dichos que me enseñó mi abuela materna.

– Cambiemos de tema, por favor.

– ¿Has terminado ya con tu bomba atómica?

– Yo sí.

– Pues yo también con la mía.

– ¿Y ahora?

– Ahora debes poner muchísima atención porque necesito muchísimo tus opiniones.

– ¿De qué se trata?

José Roberto sacó, del bolsillo izquierdo interior de su chaqueta de cuero, las tres fotografías y se las entregó a Angeline.

– ¡Mira muy bien estas fotografías!

– ¿Quiénes son?

– Una de ellas es la fotografía de Madame Canaris y las otras dos son fotografías de su hijo Piolín Canaris si no estamos todos equivocados.

– Pues debe ser cierto porque son como dos gotas de agua.

– Primero dime qué te parecen las dos fotografías de Piolín a primera vista.

– Tienen unos rasgos germánicos inconfundibles.

– Ahora quiero que las mires con más detalle y las compares con la fotografía de su madre.

– Lo primero que veo, al fijarme detenidamente, es que las dos fotografías de Piolín tienen las narices de boniato propias de puros franceses; pero sus ojos son demasiado azules, mientras que Madame Canaris los tiene muy verdes; y desde los ojos hacias arriba son rasgos puramente teutones.

– ¿Se parece mucho a su madre?

– Yo diría mejor que se parece mucho a su padre.

– Pues resulta que su padre no existe…

– ¿Cómo que no existe?

– Quiero decir que es totalmente desconocido. Nadie sabe quién fue.

– ¿Algo que ver con la ocupación de territorios franceses por parte de los nazis?

– ¡Acertaste! ¡Diste en la diana! Eso es lo que estoy intentando comprobar.

– ¿Algo que ver con “Diana la cazadora”?

– ¡Pues sí! Porque resulta que a los más altos mandos militares de los nazis les gustaba mcuho el Arte.

– ¡Espera, José Roberto! ¡Aquí hay algo raro!

– ¿Dónde?

– En las dos fotografías de Piolín Canaris.

– ¿Qué tienen de raro?

– ¡Fíjate bien en esta fotografía que tengo en la mano izquierda!

– No veo nada anormal…

– ¡Fíjate bien en la oreja derecha!

– ¡Atiza! ¡Parece una cicatriz!

– Y sin embargo en la fotografía que tengo en la mano derecha no aparece ninguna clase de cicatriz en esa oreja. ¿Qué deduces, José Roberto?

– Creo que Piolín Canaris tuvo que sufrir algún accidente casero. La fotografía que tienes en la mano derecha se la debieron hacer antes del accidente, mientras que la fotografía que tienes en la mano izquierda se la debieron hacer después del accidente. Es normal.

– O que exista un hermano gemelo que no sufrió dicho accidente casero.

– No me creo, para nada, ese cuento de los hermanos gemelos pero lo investigaré… porque puedo estar equivocado…

– Equivocarse es muy humano, José Roberto.

– Sigo apostando porque esa historia de los hermanos gemelos es falsa pero te doy la razón porque puede que me esté equivocando por ser tan humano.

– O quizás no estés tan equivocado…

– Para saberlo sólo me queda una opción.

– ¿Cuál?

– Mejor no hablemos ahora de eso. ¿Tienes hambre?

– Sí. Estoy empezando a tener hambre.

– Pues vamos en tu flamante Peugeot Sport a “Les Canailles” de la rue de París, en el número 73, porque quiero fardar de chavala.

– Pero mira que eres canalla…

– Es sólo una broma, pequeña.

– Pues yo creo que no… que a tí te gusta mucho que te vean conmigo…

– Es que es natural.

– Y tú eres muy sinvergüenza…

– Es de verdad que en “Les Canailles” se come muy bien.

– ¿Cómo sabes tú eso?

– Me lo dice mi instinto de depredador.

– Ya. Ya estoy yo muy acostumbrada a tu instinto depredador…

– ¡Jejeje! ¿Vale o no vale?

– Está bien. Vale.

– Por un total aproximado de 60 euros podemos comer de maravilla los dos.

– ¿Y no te parece demasiado lujo gastarnos 60 euros en comer cuando hay tanta hambre en el mundo?

– Ahora no estamos en el mundo, princesa. Ahora estamos en nuestro mundo y eso es cosa tan diferente que hay que celebrarlo bien celebrado. Ya tendremos luego tiempo para volver al mundo de los demás. Además, no gastarse 60 euros comiendo con una mujer tan bandera como tú sí que es de ser canallas.

– ¿Pero me prometes que luego vamos a darnos un buen baño en la playa?

– También, princesa.

Tal como lo predijo José Roberto, cuando llegaron ante el Restaurante “Les Canailles” de Le Touquet-Plage no dejaron de llamar la atención debido a la belleza total de ella.

– ¿Y no te importa que me miren tanto los demás hombres?

– Los demás hombres son del otro mundo, princesa y, por lo tanto eres intocable para ellos. Por otro lado, no negarás que las demás mujeres también me miran a mí. ¡Jejeje!

– Pues no me hace ninguna gracia ninguna de las dos cosas.

– Entonces te prometo contarte un chiste.

– ¿Alguna bobada de las tuyas?

– No. Es de gemelos.

– ¿Un chiste de gemelos? Cuenta, cuenta.

– Eran tan iguales tan iguales tan iguales que cada uno se casó con la mujer del otro y no se dieron ni cuenta. ¡Jajaja!

– ¿Quiénes no se dieron ni cuenta? ¿Las mujeres o ellos?

– Ellos. ¡Jajaja!

– ¡Pero mira que eres tonto! ¡Jajaja!

– Si soy tan tonto… ¿porque te ríes tanto?…

– ¡Jajaja! Porque de lo malos que son tus chistes hasta hacen gracia.

La comida fue tan excelente que no costó 60 euros sino que su precio se disparó hasta los 80; pero a José Roberto el dinero no le interesaba para nada más que para hacer feliz a quien se encontrara con él y, por supuesto, su bellísima y monumental esposa era la que más se lo merecía.

– Ahora que estamos tomando nuestros cafés, ¿te puedo hacer una pregunta curiosa, José Roberto?

– Estoy ya muy acostumbrado a las preguntas curiosas. Adelante.

-¿Tú no has conocido nunca la tristeza en algún momento de tu vida?

– Posiblemente demasiadas veces; muchas más de las que yo merecía… pero está comprobado que alcanzar una estrella es casi imposible… y menos mal que nos queda el consuelo del casi como única esperanza…

– ¿Te refieres a la estrella de una capitán?

– Quizás…

– ¿Qué quiere decir ese quizás?

– Que a lo mejor sólo estoy hablando de fútbol.

– Entonces… ¿quién grabó en tu rostro esa tu eterna sonrisa?…

– La bohemia de Dios. Debió ser la bohemia de Dios.

– Si eso es cierto… ¿por qué eres tan ligero de cascos?…

– Quizás por haber tenido que trotar, obligatoriamente y ajeno a mi propia voluntad, por tanto mundo y, también quizás, por eso era por lo que Monchito cantaba lo de “los caballitos trotan trotan trotan trotan trotan” y, quizás también, por eso mismo me he podido estar riendo siempre de toda esa clase de gentuza.

– ¿Moncho Borrajo canta?

– Agua de borrajas, princesa, aquel asunto sólo fue únicamente agua de borrajas y yo paso totalmente de todas las aguas de borrajas. Por eso prefiero olvidarlo.

– ¿Monchito fue alguno de esos calaveras que tú conociste?

– Si al menos fuese un calavera sería algo… no muy digno por cierto pero, al fin y al cabo, sería algo…

– ¿No será Foncho en lugar de Moncho?

– Por eso mismo, princesa, por eso mismo lo digo; y porque de la Efe a la Eme no hay tanta distancia como de la A a la Zeta. Pero dejemos ese tema porque me produce sueño.

– Pasemos de página, José Roberto. Me he enterado de que esta tarde, en esta misma playa, se va a celebrar una exhibición de paracaidistas españoles y, al final de la exhibición, van a regalar un gran ramo de rosas rojas a la chica más guapa de todas las espectadoras.

– En verdad que eso es muy importante. La veremos, princesa, la veremos…

– ¿A quién?

– No existe ninguna duda. Me estoy refiriendo solamente a ti.

Ella no pudo evitar volver a besarle en la boca…

– ¿Nos vamos ya al agua, José Roberto?

– Sí. Tenemos dos horas completas para poder divertirnos en el mar.

Y estuvieron, exactamente, dos horas completas divirtiéndose, como niños, en el agua del mar; hasta que ya saturados de tanto juego se acercaron a contemplar la exhibición de los paracaidistas españoles que terminó siendo un éxito total puesto que los diez participantes aterrizaron, exactamente, en el punto central de las diez dianas pintadas sobre la arena. Una gran muchedumbre estuvo viendo la exhibición y estuvieron aplaudiendo un largo rato… hasta que el capitán de los paracaidistas españoles, sin dudarlo ni un segundo, se acercó a Angeline Castell Rouge.

-¡Soy el capitán de los paracaidistas españoles que hemos llevado a cabo nuestra exhibición profesional y, sin duda alguna, todos la hemos elegido a usted, señorita, como las más guapa y sexy de todas las miles de espectadoras; así que tengo el honor de hacerle entrega de este gran ramo de rosas rojas en el nombre de todos mis hombres y en el mío propio! Soy capitán y me llamo Manuel Díaz Gómez. Espero que nunca nos olvide.

– Señora. Soy señora. Ya estoy casada.

– Pues entonces el hombre que haya conseguido casarse con usted es que ha encontrado el Paraíso. Hágale saber nuestra admiración por ello.

– Le tiene usted delante.

– ¿Este joven?

– Este joven es mucho más hombre de lo que muchos mamarrachos se han estado creyendo.

El capitán de los paracaidistas españoles se cuadró marcialmente haciendo sonar los tacones de sus botas y saludó militarmente a Ortero de Jumilla.

– En nombre de todos los paracaidistas profesionales del Ejército Español, le doy a conocer mi más sentida admiración.

– No se preocupe por eso, capitán Díaz Gómez.

– Llámeme solamente Manuel o, si quiere, llámeme solamente Manolo y acepte mi mano en señal de sincera amistad.

– Está bien, capitán Manuel. No se preocupe tampoco por eso.

Se dieron la mano como dos hombres verdaderos y el capitán Manuel Díaz Gómez se fue alejando hacia donde estaban sus subordinados.

– ¡Son unos verdaderos héroes, José Roberto!

– Ya. Muy interesantes todos ellos. Pero siempre hay otros que les tienen que limpiar las letrinas y siempre somos algunos los que tenemos que hacer los “trabajos sucios”; esos trabajos que no son espectaculares a la vista del público pero son los más importantes para poder solucionar los problemas.

– Si te molesta se las devuelvo ahora mismo.

– ¡Jamás! Te las mereces más que nadie porque no sólo eres la más bonita de todas sino que eres la persona más buena que he conocido en el mundo. Qué lástima que yo no pueda regalarte todos los días un ramo tan grande de tan hermosas rosas rojas…

– Recuerda… “Joro”… recuerda…

– Pero es que aquellos días fueron muy especiales, “Lina”.

– ¡Fueron las flores más lindas que me han regalado en la vida!

– ¿Unas simples florecillas recogidas directamente del campo?

– Sí. Las mejores de mi vida porque estaban llenas de amor noble y verdadero.

– ¿Tú crees que valieron algo?

– Valieron más que todo un imperio. ¡Jamás las he olvidado!

Como los paracaidistas españoles ya se habían ido de la playa, Angeline regaló el grande y hermosos ramo de rosas rojas a una humilde ancianita que estaba observando la escena…

– Me gusta más tu compañía que cualquier gran ramo de rosas rojas por muy hermosas que sean.

– Si quieres, princesa, ahora puedo cantar yo…

– Canta, por favor.

– Vengo a emborrachar mi corazón para apagar un loco amor que más que un amor es un sufrir y aquí vengo para eso a borrar antiguos besos en los besos de otras bocas. Si su amor fue flor de un día porque causa siempre mía esta cruel preocupación. Quiero por los dos mi copa alzar para después brindar por los fracasos del amor. Nostalgias de escuchar su risa loca y sentir junto a mi boca como un fuego su respiración. Angustias de sentirme abandonado y pensar que otro a su lado pronto pronto le hablará de amor. Hermano yo no quiero rebajarme ni pedirle ni llorarle ni decirle que no puedo más vivir. Desde mi triste soledad veré caer las rosas muertas de mi juventud. Nostalgias de escuchar su risa loca y sentir junto a mi boca como un fuego su respiración. Angustias de sentirme abandonado y pensar que otro a su lado pronto pronto le hablará de amor. Hermano yo no quiero rebajarme ni pedirle ni llorarle ni decirle que no puedo más vivir. Desde mi triste soledad veré caer las rosas muertas de mi juventud.

– ¿Lo has cantado por mí?

– ¿A quien se lo iba a cantar salvo a ti que estás siempre a mi lado y, además, eres la única que yo deseo que esté a mi lado durante toda mi vida y más allá de toda mi vida?

– Pues entonces te equivocas del todo porque te quiero más que a mi propia vida y te amo y te amaré siempre… siempre… siempre…

– ¿Deseas amarme para toda la eternidad?

– No solamente para toda la eternidad completa sino para dos eternidades completas si es que después de la eternidad existe otra eternidad.

– Dejemos, de momento, las eternidades para el futuro…

El beso en la boca fue inevitable.

-¿Te gustó, “Joro”?

– Ha sido el éxtasis de la gloria, “Lina”.

– ¿Y ahora?

– Ahora volvemos ya a nuestro Hotel.

– ¿Tenemos que volver ahora?

– Sí. Debo hacer una llamada muy importante para cierta persona que me está esperando y quiero que tú estés presente.

Ya en la habitación 56 del Novotel Thalassa, José Roberto marcó el número del móvil de Marlon Brandy.

– ¡Cielos, “Joro”! ¡Por fin das señales de vida!

– No se moleste conmigo Brandy, le llamo para hacerle saber que todavía estoy vivo.

– ¡Tengo muchos datos para compartir contigo, “Joro”!

– ¡Sé lo tremendamente importante que es para usted descubrir la verdad de todo ese lío de la herencia de Madame Canaris y que necesita triunfar ante la sociedad pero, tal como le dije, mañana al mediodía estaremos los dos juntos para poder hablar del asunto. Yo también tengo mucho que contar, pero ahora estoy felizmente acompañado de “Lina”.

– ¡Dios mío! ¿Qué estás haciendo? ¿Quién es “Lina”? ¿Lo sabe tu mujer?

– Espere un momento, Brandy. Ella le va a dirigir un saludo.

José Roberto entregó el móvil a Angeline…

– ¡Hola señor Brandy! ¡Yo soy “Lina” y la esposa de “Joro” lo sabe!

– ¡Zambombas! ¿Tan liberales sois en España?

– ¡Jajaja! Sí. Sabemos conservar las tradiciones. Por eso yo soy la Fantasía de “Joro” hecha realidad.

Y Angeline cortó la comunicación.

– ¿Qué pasa con Brandy, José Roberto?

– No ha tenido suerte…

– La suerte no existe y tú lo sabes incluso mejor que yo.

– Entonces digamos que no ha tenido nunca la oportunidad de acertar.

– ¿Cuestión de mujeres tal vez?

– Solamente una mujer nada más; pero resultó ser esa mujer fatal en la que nunca debió fijarse. Ella no se merecía ni tan siquiera una mirada de Brandy.

– ¿Se murió ya?

– Sí. En el año 1995 después de Jesucristo.

-¿Quién fue esa arpía?

– Te lo voy a decir solamente a ti porque sé que guardarás el secreto. Se llamaba Marie Patricia Plagman.

– ¿Y quién fue esa? ¿A qué se dedicaba además de destrozar el corazón de hombres como Brandy?

– No importa saberlo. Es mejor que no lo sepas pero… ¿comprendes ahora por qué tiene tanta importancia para Brandy solucionar este caso de la herencia de Madame Canaris? Un triunfo de esa magnitud le hará de nuevo importante ante los demás y, sobre todo, le hará de nuevo importante ante sí mismo. Por eso necesito ayudarle mucho más allá de lo que nos vaya a pagar por nuestros servicios. No le importa el dinero. Le importa acabar con el fantasma.

-¡Atiza! ¿Hay un fantasma de por medio en la vida de Brandy?

– Sí. Tiene también nombre de mujer.

– ¿Qué nombre, José Roberto?

– Marijanne. Pero no quieras saber quién es porque tampoco merece la pena saberlo.

– Sólo una última pregunta curiosa antes de irnos a la cama. ¿Tú crees que una sola mujer es capaz de destruir el corazón de un millón de hombres?

– Sí. Pero no me preguntes ni cómo ni porqué. ¿De acuerdo?

– Apaga la luz, José Roberto.

– ¡Jajaja! ¿Por eso de los moscos de los que tanto hablo yo?

– Es por eso. ¡Jajaja!

Comenzó a llover copiosamente en el pueblo de Le Touquet.

Al final

Había comprendido aquella tarde el mal que le hizo, fue
como si todos esos actos que cometió sin responsabilidad al fin fueran saldados, sólo hasta ese momento fue consiente de cada vez que le quebró el alma, que le hirió de la única manera en que hiere el amor y que acabo una a una con sus aspiraciones…

…La vida se le detuvo en ese momento y aquella sensación que no volvería a sentir si no hasta el día de su muerte le
consumía, no pudo soportarlo más y comenzó a llorar
desconsoladamente pero en silencio, no puedes ir en contra de lo que amas, esa, era la frase que el siempre le repetía, pero que hasta ese día comprendió de manera distinta, arrepentida mientras temblaba escribió

Siento haber dicho que no te quería, y siento aún más
haberte separado de mi, fueron muchos mis errores, sólo
espero que donde sea que te encuentres pienses en mi de una forma distinta a la que soy, al menos así se que hay una parte buena de mi que habita en tu corazón
después una nota simple y sincera Perdóname, enseguida y antes de arrepentirse envió el mensaje…

La herencia de Madame Canaris -Capítulo 9- (Novela)

– ¡Ya estamos aquí, princesa! Este es el número 29 de la rue de la République y esta es la entrada al “Courrier Picard” de Amiens. Entremos.

– Un momento, José Roberto. Voy a soltarme el cabello. Así convenzo más rápidamente a mis admiradores.

– ¡Jajaja! Por eso te he traído conmigo, Angeline.

– Así que ha sido sólo por eso…

– Por eso y por tu insuperable inteligencia.

– ¿También voy a tener que estar callada hoy?

– Nada de eso. Hoy es necesario que hables incluso más que yo cuando estemos metidos en harina.

– ¿Y cuál es el pan que estás intentando fabricar?

– Buena pregunta. Y es tan buena pregunta que no sé cómo responderla.

Ella se soltó toda la melena…

– ¿De verdad estás bien de la cabeza, José Roberto?

– De momento sí. Todavía faltan muchísimos años para volverme loco.

– Si me gustan tus aventuras es por lo que tienen de románticas…

– ¡Jajaja! Que sí. Que estás guapa del todo. Vamos ya para adentro.

Entraron y se dirigeron a la señorita que estaba en Recepción.

– ¿Es esta la Redacción del “Courrier Picard”, señorita?

– Efectivamente. Lo pone muy bien visible en la puerta de entrada, joven.

– ¿Puede conseguirme una entrevista con el Director General?

– ¿Con el señor Bernard Arnoriac Nosty?

– Sí. Con ese caballero.

– ¿Y quiénes sois vosotros dos?

– Yo soy periodista profesional y ella es mi profesional compañera de toda clase de trabajos.

– ¿Puedes demostrarlo?

– Pues sí que puedo porque todavía no se me ha olvidado escribir.

José Roberto Ortero de Jumilla sacó su carnet de profesional afiliado a la Asociación de Periodistas Europeos, mientras siguió hablando…

– Como usted debe saber la Sección Española de la APE se considera permanentemente abierta a todos aquellos profesionales de los medios de comunicación que se sienten comprometidos con la defensa de las libertades y valores democráticos y el proceso de integración europea.

La señorita sólo pudo sonreír antes de hablar…

– Podéis entrar sin ninguna clase de problemas y si me necesitáis para algo yo soy Melanie.

– Muchas gracias por tu amabilidad, Melanie, ya veo que tienes una linda melena.

Angeline le dio un tirón al brazo izquierdo de José Roberto.

– ¡Jajaja! ¡Deja ya de ligar, guapo!

– Pero si es verdad…

Melanie se mostró agradecida…

– Sólo tenéis que subir al primer piso y, siguiendo el pasillo de la derecha, podéis fácilmente encontrar la oficina del Director. Lo pone en la puerta.

Al llegar a la puerta del Director General del “Courrier Picard” de Amiens ella le detuvo por un momento…

– Pórtate bien y sé discreto, por favor.

– Deséame suerte, Angeline.

Ella le dio un beso en la boca.

– ¿Suficiente?

– Suficente no. Matrícula de Honor.

– ¡Jajaja! ¡No hagas el tonto por favor!

– Entonces me haré pasar por listo.

– No es necesario que te hagas pasar por listo porque eres muy inteligente; así que pórtate tal como eres.

Ortero tocó suavemente la puerta y contestó una voz muy femenina…

– Pase quien sea…

Entraron y se encontraron en la salita de espera.

– ¿Quiénes sois? ¿Tenéis cita con el señor Arnoriac Nosty?

Fue Angeline quien contestó…

– Precisamente porque no tenemos cita con el señor Arnoriac Nosty es por lo que hemos venido a tenerla.

Aquella audacia sorprendió a la secretaria.

– Yo soy Mercé Du Pomme Esteves, secretaria personal del Bernard Arnoriac Nosty. ¿Vosotros quiénes sois en realidad?

– De la Asociación de Periodistas Europeos. Ella es la compañera de todos mis trabajos.

Ortero sacó de nuevo su carnet profesional.

– Muy bien. Todo en regla. Esperad a ver si Bernard está disponible en estos momentos.

Volvió a hablar Angeline…

– Dígale, por favor, que esté disponible porque no disponemos de mucho tiempo y después seremos nosotros dos los que no estaremos disponibles. ¿Me comprende?

Mercé puso en acción su fono.

– ¡Don Bernard, hay un par de jóvenes que desean tener una entrevista con usted!

– ¿Quiénes son esos dos jóvenes?

– Un profesional de la Asociación de Periodistas Europeos acompañado de su compañera de toda clase de trabajos.

– ¿Un profesional de la Asociación de Periodistas Europeos en el “Courrier Picard”? ¡Vaya sorpresa! ¡Ardo en deseos de conocer el asunto!

– ¿Dejo pasar solamente a él o también a su compañera?

– ¡No sea tonta, por favor, Mercé! ¡Diga que pasen los dos!

Sin más preámbulos, José Roberto Ortero de Jumilla y Angeline Castell Rouge entraron en el despacho de Bernard Arnoriac Nosty quien les recibió con una sonrisa mientras se quedaba con la boca abierta al contemplar la belleza de Angeline.

– ¡Menuda compañía, colega!

– ¿Podemos o no podemos sentarnos?

– Perdona colega. Sentaos por favor. Yo soy el Director General Don Bernard Arnoriac Nosty pero podéis llamarme solamente “Nosty” que es como firmo mis artículos. ¿Y vosotros cómo os llamáis?

– Yo soy José Roberto Ortero de Jumilla pero me puede llamar solamente “Joro” que es como firmo mis artículos… y ella es Angeline Castell Rouge pero puede llamarla solamente “Lina” que es como a mí me gusta llamarla cuando estoy inspirado en el momento de escribir poemas.

“Nosty” dio la mano a “Joro” y después a “Lina”.

– ¿También eres poeta?

– Puedo demostrarlo ahora mismo.

– ¡No, colega, por favor! ¡La miro a los ojos y sé que es verdad porque ante esos ojos cualquier ser humano se convierte en poeta¡ ¡Te creo! Pero… ¿para qué habéis venido a buscar hasta mi humilde periódico?

– Además de periodista tan profesional como lo pueda ser usted o incluso más si llega el caso y no crea que soy pedante, ni vanidoso, ni soberbio ni nada altanero por decir esto… estoy investigando un caso para el Jefe Superior de la Policía de París.

– ¡Atiza! ¿Para Marlon Brandy?

– Para el mismo que calza un 48.

– ¡Jajaja! ¿Te refieres al número de sus zapatos?

– Por favor, “Joro”, sé prudente.

Pero “Joro” no se quedó callado…

– Soy un gran obsevador y he visto en persona los zapatos que usa Brandy. ¡Son por lo menos un 48! ¡Parecen dos barcas del estanque que hay en el Parque del Buen Retiro de Madrid!

– ¡Jajaja! ¡Me caes simpático, colega! ¿Qué necesitas del “Courrier Picard?

– Consultar su Hemeroteca.

– ¿Sabes que la tenemos computarizada?

– Supongo. En el año 2004 después de Jesucristo es totalmente lógico que todo esté ya computarizado. Menos mal que las personas seguimos siendo personas.

– Espera un momento, colega.

– ¿Es que “Joro” ha metido la pata?

– ¡Todo lo contrario, “Lina”, todo lo contrario! ¡Lleva toda la razón! ¡Menos mal y gracias a Dios que las personas seguimos siendo personas! ¿Os apetece un café?

– Para mí uno con leche y para ella un té bien de aromas a ser posible de limón.

– Por supuesto que eso está hecho, colega.

Bernard puso en marcha su fono.

– ¿Desea algo, Don Bernard?

– ¡Mercé, haz el favor de servirnos dos cafés con leche y un té bien aromatizado de limón! ¡Acompañados de galletas de coco por favor!

– ¡Jajaja!

– ¿De qué te ríes, colega español?

– De lo de galletas de coco. Cuando era muy pequeño me daban hasta miedo.

– ¿Por qué?

– Por ser de coco. ¿Cuando usted era un niño no le tenía miedo al coco?

– ¡Jajaja! ¡Ahora que me lo recuerdas pues sí! Yo tenía miedo el coco, pero mucho más al hombre del saco.

– ¿Y qué me dice de los sacamantecas?

– ¿Los sacamantecas? ¿Qué es un sacamantecas?

– Criminal imaginario que destripa a sus víctimas. Por ejemplo, si yo ahora tuviese que escribir una noticia de un sacamantecas para su diario escribriría algo así: “la abuelita le contaba a su nieto, siendo éste niño, cuentos de aparecidos, brujas, demonios, sacamantecas y ogros sanguinarios”.

– ¡Dios mío! ¡Qué gran periodista debes ser, “Joro”!

– ¡Es un sensacional periodista pero todavía es mejor cuando cuenta cuentos! ¡Menudos cuentos se le ocurren de vez en cuando! ¡Es más cuentista que Calleja!

– ¿De verdad, “Lina”?

– De verdad que tiene más cuento que Calleja.

– ¿Quién es Calleja?

– Ahora me toca a mí, “Lina”. Pues resulta que Calleja era el defensa izquierdo del Atlético de Madrid en aquella célebre alineación de Madinabeytia; Rivilla, Grifa, Calleja; Ramiro, Glaría; Jones, Adelardo, Mendoza, Peiró y Collar. ¿Le gusta a usted el fútbol?

– Me gusta muchísimo. ¿Cómo sabes esa alineación si tú todavía no habías nacido?

– ¿Ve usted cómo tiene más cuento que Calleja? Yo le voy a contar la verdad. Saturnino Calleja Fernández, que nació en Burgos en el año 1853 después de Jesucristo y murió el 9 de julio de 1915 también después de Jesucristo, fue un editor, pedagogo y escritor español, fundador de la Editorial Calleja, autor de libros de educación primaria y de lecturas infantiles. Se hicieron muy famosos, en toda España, los cuentos de Calleja que siempre terminaban con una moraleja.

– ¡Atiza! ¿Tanta memoria tenéis los dos? ¡Debéis formar un tándem extraordinario!

– Si. A mi “Joro” también le dio por fundar una revisa llamada Tándem junto con su amiguita Marianita de La Felguera.

– ¿Y cuando fue eso?

– No lo sé porque yo todavía no le había conocido… porque si llego a conocerle entonces le hubiese dejado plantado por trabajar junto con esa tal Marianita…

– ¡Qué interesante! ¿Y quién era esa tal Marianita de La Felguera?

– Pues una ricachona asturiana y pelirroja, poseedora de un enorme y extensísimo berzal cuyos productos, o sea las berzas que cogía, las vendía en el Mercado de Ibiza mientras tonteaba con mi “Joro”, antes de que le conociera yo, para hacerle caer dentro de una secta muy peligrosa; ahora que si yo me hubiese enterado antes de que esa tal Marianita hablaba tan mal e insultaba todo lo que le daba la gana contra las chavalas latinoamericanas me la hubiese cargado igual que se hace con los conejos.

– ¿Y cómo se carga a los conejos?

– Permítame, “Nosty”, que se lo explique yo. Se carga a un conejo dándole un certero golpe mortal detrás de las orejas. Es una técnica que me enseñó mi abuelita materna y que se la he enseñado yo a mi “Lina”.

– ¡Qué emocionante! ¿Y Marianita de La Felguera vendía todas las berzas que cogía de su enorme y extensísimo berzal en las Islas Baleares?

Otra vez fue “Lina” quien intervino…

– No, señor “Nosty”, no. No se está enterando de nada. Yo no me estoy refiriendo al Mercado de la Ibiza de las Islas Baleares sino al Mercado de la Ibiza de Madrid.`

-¿Y qué es eso?

– Pues una calle como otra cualquiera.

– ¿Qué clase de mal gusto tenía esa pelirroja Marianita para insultaros a las latinoamericanas de tan buen ver como tú?

– Berzotas, que deriva directamente de berzas que, a su vez, deriva directamente de berzal. En España les conocemos como berzotas porque son racistas, xenófobos y machistas; las tres desgracias juntas.

– ¿Y tú que opinas, “Joro”, sobre los racistas, xenófobos y machistas al mismo tiempo para mayor desgracia porque tres desgracias juntas es para ser demasiado desgraciados?

– Como dijo un clásico casi reciente, “me admiro cuando me comparo”. Por nada de este mundo ni del mundo del más allá quisiera yo estar en la piel de esa gentuza. Prefiero, un millón de veces, estar en el “trullo” antes que ser un fascista neo nazi.

– ¿Qué es el “trullo”?

– La cárcel, “Nosty”, la cárcel. Antes que ser un fascista neo nazi preferiría estar en la cárcel incluso aunque fuese en “el corredor de la muerte”.

– ¿Y cómo es eso de que tú seas la compañera de todos sus trabajos?

“Joro” no dejó hablar, en este momento, a “Lina”…

– Por algo que ella todavía no le ha contado, señor “Nosty”… porque resulta que no sólo me acompaña en todos los trabajos sino que también es mi guardaespaldas.

En ese instante entró Mercé Du Pomme Esteves con el pedido y lo dejó sobre la mesa antes de volver a su trabajo en la sala de espera.

– Continuando con nuestra animada charla… ¿de verdad que esta belleza de mujer es tu guardaespaldas?

“Lina” se anticipo, ahora, a “Joro”…

– Pues va a ser que sí. Le he salvado de la muerte infinidad de veces. Todavía recuerdo una ocasión en que se le echaron encima cuatro tuaregs en el Desierto del Sahara. Estábamos completamente solos ante el peligro pero yo me encargué de derribar a los cuatros tuaregs.

– ¿Es cierto eso?

“Joro” tomó ahora la delantera…

– ¡Claro que es cierto, “Nosty”! ¡Mi chavala nunca miente! ¡Y eso que se le ha olvidado decir que los tuaregs iban armados con cuatro enormes alfanjes, uno por cabeza!

– ¿Cuatro enormes alfanjes?

Ahora se anticipó “Lina”…

– Alfanje es un término castellano que proviene del árabe hispánico “al-janyar”, que significa “el puñal”, y designa una espada de hoja ancha y curva, con filo en un solo lado, o contrafilo en su último tercio, que durante la Edad Media y hasta el Renacimiento se empleó en la Península Ibérica, buena parte del Mediterráneo y sobre todo en Italia. En castellano vulgar antiguo también se le conocía como “terciado”. En algunas regiones de México se le llama así a una herramienta agrícola para cortar maleza. La usan mucho los tuaregs del Sahara. Pero los despaché a los cuatro antes de que pudieran cortarle la cabeza a mi “Joro”.

– ¿Todo eso sabes sobre los alfanjes?

Intervino, en estos momentos, “Joro” antes de que pudiera hablar “Lina”…

– Puedo escribir todo un dossier periodístico sobre los alfanjes de manera completamente profesional.

– ¡Hágale caso a “Joro”, señor “Nosty”, porque hablando de alfanjes es todo un hacha! Y eso que no se las dá de tan importante como la inmensa mayoría de ustedes sus colegas que no le llegan ni a la suela de sus zapatos.

– Perdona, “Lina”

– A quién tienen que pedirle perdón es a él. Yo siempre he admirado todo lo que sabe “Joro” y, sobre todo, la manera que tiene de trabajar como un profesional verdadero que para mí me parece un Grande de España.

– Perdona, “Joro”.

– Nada, nada y nada. Hay que nadar y saber guardar la ropa para que a uno no le dejen en pelotas… así que paso olímpicamente incluso de la Agencia Efe por muy española que sea. Los de la Efe, en cuanto a mí se refiere, pueden dejar la Efe y marcharse a la Eme. ¡Vamos a nuestro asunto!

-Me admira tu firme carácter, “Joro” y sé que llevas razón. Esperad un momento.

Ya habían terminado sus cafés y tés cuando Bernard volvió a usar el fono.

– ¿Qe desea ahora, jefe?

– Por favor, Mercé… avisa a Juliette que venga a mi despacho.

Pocos minutos después una monumental mujer se presentó en el despacho de Bernard Arnoriac Nosty.

– ¡Les presento a nuestra monumental Jefe del Departamento de Documentación del “Courrier Picard” de Amiens! Se llama Juliette Greko Say y, además de una monumental Jefe como ya os he dicho, sabew cantar excelentemente bien. ¡Hasta ha ganado una gran cantidad de festivales regionales!

A “Joro” le entró la risa mientras se levantó y le dio la mano a Juliette.

– ¡Jajaja! ¿Igual que la famosa Juliette Gréco que se llama, en realidad, Marie-Juliette Gréco?

– ¿Qué sabes tú de Juliette Gréco?

– Sé bastante de ella, madame. Por ejemplo, que es una actriz francesa que nació el 7 de febrero de 1927 en Montpellier.

– ¡Eres toda una máquina!

– Me llamo “Joro” y ella es “Lina” y, aunque soy como una máquina, a veces cometo errores como todos los seres humanos; pero siguiendo con Marie-Juliette Gréco puedo decirle que está casada con el músico y pianista Gérard Jouannest. Fue apodada por la prensa como “La musa de los existencialistas”. ¿Usted emula a Juliette Gréco cuando canta?

– Muchas veces. Por ejemplo se me da muy bien cantar “Si tu t’imagines”…

– Está usted muy bien pero yo no estoy imaginando nada…

– Perdón, “Joro”, pero me refiero al poema de Raymond Queneau con la composición musical de Joseph Kosma.

– ¿Y de existencialistas? ¿Cómo se lleva usted con los existencialistas?

– ¡Los detesto! Pero hay que ganarse la vida como mejor se puede y el sueldo que me dan en “Courrier Picard” no me llega hasta el final de mes. Tú harías lo mismo si pudieras.

– Se equivoca, madame. Por supuesto que si quiero puedo porque querer es poder; pero jamás de los jamases haría el caldo gordo a ningún existencialista. Prefiero ser un soñador compulsivo.

Juliette Greko Say se quedó cortada…

– ¡Escucha Juliette! Este tal “Joro” es muy directo y sincero, lo cual no quiere decir que no sea muy sensible, así que supongo que no te ha querido hacer daño alguno.

– Por supuesto que no. Cada uno es cada uno y cada una es cada una. No la enjuicio para nada. Sólo he expresado mi punto de vista en cuanto a mí se refiere.

– Dejemos de lado cualquier discrepancia, “Joro”. Juliette Greko Say es nuestra Jefe de Documentación y está a vuestro servicio.

A Juliette se le pasó el enfado…

– ¡Será un gusto ayudar a alguien con tanta personalidad!

– Escucha, “Joro”. Veo que eres muy bueno investigando o al menos eso lo parece.

– Parecer no me es suficiente; se lo puedo demostrar cuando usted quiera, “Nosty”.

– En eso estaba pensando. ¿Tendríamo los del “Courrier Picard” el gran honor de que colaborases con nosotros con la aportación de algún reportaje tuyo?

-¿Sobre qué tema, asunto o caso?

– Sobre nuestra famosa e histórica Bernardette Soubirat. Me llamo Bernard y tendría mucho placer en poder publicar algo original sobre mi homónima Bernadette.

– ¿Cuánto me pagaría por ello?

– ¿Aceptarías 5.000 euros por el reportaje?

– ¿Y qué pasa con “Lina”?

– ¡Córcholis! ¡Se me olvidaba que trabajais juntos! ¿Puede ser 10.000 euros para los dos?

– ¡Eso está hecho, colega! En cuanto termine con este asunto que tengo entre manos, le prometo que colaboraré con ustedes con un reportaje original sobre su famosa e histórica Bernadette Soubirat. Pero le advierto que soy macro…

– ¿Qué quieres decir?

– Que no me conformo con un par de folios como hacen la inmensa mayoría de los periodistas sino que, cuando me meto en harina, fabrico toda una panadería completa. ¿Me entiende ya cuando digo que soy macro?

-¡Excelente! ¡Así me gusta a mí que trabajen los colegas! Cuántas más hojas tenga el reportaje mejor para poder seleccionar lo más excelente.

– Entonces le tomo la palabra. No cobro por adelantado; así que si no le gusta mi trabajo al final no me paga nada y en paz.

– Espero tener que pagarte 10.000 euros.

– Espero que no me rebaje ni un sólo céntimo de los 10.000 euros.

– No soy de esa clase de gente…

– Estupendo. Nos entendemos muy bien, “Nosty”. La palabra dada es la palabra cumplida y yo cumpliré con mi palabra una vez que haya terminado con lo que estoy investigando.

– ¡Perfecto! Juliette… ya puedes acompañar a “Joro” y “Lina” hasta nuestros archivos de la hemeroteca.

De esta manera fue, cómo después de darle de nuevo la mano a “Nosty”, “Joro” y “Lina” se vieron caminando tras Juliette Greko Say hacia el Departamento de Documentación del “Courrier Picard” de Amiens.

– Ya hemos llegado. Este es el Departamento de Documentación del cual yo soy Jefe.

Tres empleados del Departamento se quedaron boquiabiertos al ver a “Lina”, lo cual al parecer despertó un poco los celos de Juliette.

– ¡Ustedes sigan a lo suyo y no se entretengan como los moscos!

“Lina” soltó una carcajada y habló.

– ¡Jajaja! ¡Eso mismo es lo que dice siempre “Joro”!

– Pues detrás de esa puerta está toda nuestra hemeroteca computarizada. Vamos para adentro que os voy a enseñar cómo se maneja la entrada a nuestros archivos.

Una vez dentro de la sala se dirigieron a la máquina computadora…

– Os recomiendo que si buscáis algo en concreto lo hagáis a través de palabras claves.

– No es necesario que me lo explique, Juliette. Ya en mis tiempos de estudiante de Periodismo yo siempre usaba palabras claves tanto en los exámenes teóricos como en los trabajos prácticos.

– Bien. Pues aquí os dejo a solas y con total tranquilidad. ¿Queréis que os encienda el aire acondicionado?

– Pues sí. Porque aquí hace mucho calor. Y es condición ineludible en el Periodismo estar más bien frescos.

Ante la sonrisa de “Lina”, Juliette puso en funcionamiento el aparato del aire acondicionado.

– Me gusta mucho tu manera de ser “Joro”.

– Pues resulta que a mí también.

– Perdona “Lina”. No estoy intentando ligar con “Joro”.

– Perdona Juliette pero es que resulta que ya está casado conmigo.

– ¿De verdad lo sabéis hacer?

– Yo lo hago muy bien con ella pero ella lo hace mejor que yo.

“Lina” volvió a dar otro tirón al brazo izquierdo de “Joro”.

– No seas tan indiscreto, por favor.

– Pero si es verdad…

– La verdad nunca ofende, “Lina”.

– Pero resulta que es muy verdadero, Juliette.

Juliette salió cerrando la puerta.

– ¿Por dónde empezamos, José Roberto?

– Siéntate ante la computadora.

– ¿Pero se puede saber qué estamos buscando?

– Algo que espero que me dé buen resultado. Entra en los archivos de esta hemeroteca y busca por “Herencias”.

– ¿Estás seguro de que encontraremos algo que nos sirva de algo?

– Estoy seguro de que debemos intentarlo. No se puede tener éxito si no intentas tener éxito. En el mundo hay muchos fracasados por no seguir esta máxima. Los he conocido a montones.

Angeline Castell Rouge ya no dijo nada más y se concentró en su tarea ante la atenta mirada de José Roberto Ortero de Jumilla.

– Llevo ya diez minutos, José Roberto, y no encuentro nada importante que nos sirva para nuestro asunto.

– Sigue buscando, Angeline. Estoy casi seguro de que algo saldrá…

– ¡Calla un momento, José Roberto! ¡Mira lo que sale en pantalla!

– ¡Zambomba! ¡Eso puede ser muy interesante! Lee en voz alta mientras tomo notas en mi block.

– Es una noticia muy corta y escondida entre otras muchas informaciones más destacadas pero el título dice: “Emile Croupier hereda una pequeña fortuna”.

– Lee. Lee. Sigue leyendo porque, aunque sea muy corta, creo que es lo que busco.

– Proviene de un corresponsal del “Courrier Picard” del pueblo de Campestre.

– ¿Cómo se llama ese corresponsal?

– Sebastien Alexandre Pillou.

– ¡Creo que ese tal Pillou pilló algo importante! ¿Qué fecha tiene?

– Pertenece al ejemplar del 14 de julio de 1989.

– ¡Eureka! ¡Ya está! Si no me equivoco ese día en toda Francia se conmemoraba el Primer Centenario de la República Francesa y, claro está, casi todo lo que se publicó estaba relacionado con dicha efeméride; con lo cual esa noticia pasó desapercibida y la publicaron como una mera anécdota más o menos curiosa nada más.

– ¡Por eso me gusta trabajar contigo!

– ¿Sabes traducir bien del francés al español?

– ¡Mucho mejor de lo que siempre has creído! Por si no lo sabías yo estuve un tiempo estudiando en la Universidad de París.

– Traduce esa noticia muy despacio para que me dé tiempo a tomar notas.

– ¿Por qué no sacamos una fotocopia y nos facilitamos la labor?

– Porque no me interesa que nadie, absolutamente nadie, se dé cuenta de lo que hemos encontrado. Cuanto menos rastros dejemos de nosotros en Amiens mucho mejor. Estoy seguro de que cuentan todas las hojas que se utilizan en la copiadora.

– También me gusta trabajar contigo por eso…

– Entonces traduce, por favor.

Angeline fue leyendo muy despacio mientras José Roberto, con su proverbial facilidad para tonar notas de todo lo que escuchaba, comenzaba a escribir…

– Una increíble sorpresa se llevaron todos los posibles herederos de Madame Croupier, la recién fallecida administradora del Castillo de Vissec, cuando, una vez fallecido de manera muy sospechosa su hijo Máxime Croupier, resulta que apareció un hermano gemelo de éste llamado Émile Croupier del cual nadie conocía ningún dato sobre su existencia. Debido a la pequeña fortuna que Madame Croupier había ido acumulando durante muchos años de dedicarse al juego de la ruleta en París, donde acudía continuamente, el tal Émile Croupier se ha convertido en millonario gracias a la existencia de un segundo testamento que apareció de forma misteriosa pero que resultaba ser totalmente lícito y legal.

– ¡Ya está, princesa! ¡Cierra todos las Entradas y que nadie sepa lo que hemos estado rastreando!

– Espera unos segundos nada más. ¿Has tomado nota de todo?

– Sí.

Angeline cerró todas las Entradas y apagó la computadora.

– ¡Perfecto! ¡Vamos a dar las gracias a Juliette Greko Say y a despedirnos de Bernard Arnoriac Nosty pero no digas nada!

-¿Te dejo hablar a ti solo?

– Eso es. Deja que hable yo solo y después charlaremos tú yo yo todo lo que sea necesario cuando estemos a solas.

– También me gusta trabajar contigo por eso mismo.

– ¡Jajaja! Ya hay tres motivos por los cuales te gusta trabajar conmigo.

– Te falta el más importante.

– ¿Por que soy guapo?

– No porque seas guapo, que sí lo eres, sino porque cada día que paso a tu lado más enamorada estoy de ti.

Él no se aguantó la ganas de besarla en la boca, la besó y después los dos salieron de la Sala de Archivos del “Courrier Picard” de Amiens. Les estaba esperando Juliette Greko Say.

– ¡Hola! ¿Os ha servido de algo?

– De nada y para nada, pero muchas gracias por habernos dejado intentarlo.

– Lo siento…

– No importa. Después de un completo fracaso siempre llega un éxito completo.

– Buena filosofía, colega.

– Y nada existencialista por cierto.

– ¡Jajaja! Te repito que detesto a los existencialistas. Son pesimistas mil por mil y, sin embargo, tú ante un fracaso te muestra mil por mil optimista.

– Es que soy la antítesis de un existencialista y por eso existo en lugar de suicidarme con algún que otro vicio. ¿Me comprendes, Juliette?

– En verdad que eres completamente sano y directo.

– Bien. Adiós y mcuhas gracias por tu servicio.

Los dos se despidieron de Juliette Greko Say y se encaminaron hacia el despacho privado del Director Bernard Arnoriac Nosty si que nadie les detuviera el paso. Entraron a dicho despacho sin llamar a la puerta.

-¡Caramba! ¿Ya habéis terminado?

– Sí. Hemos fracasado momentáneamente.

– Pues de verdad que lo siento. Pero supongo que ahora sí tendrás tiempo para escribir el reportaje sobre Bernadette que me habías prometido.

– He dicho momentáneamente pero no definitivamente. La feria sólo acaba de comenzar y la feria dura bastantes días…

– ¿Siempre eres así de optimista?

– Lo aprendí desde niño cuando para combartir al coco subía las escalera de mi casa apagando todas las luces.

– ¿Y cuántos años tenías entonces?

– Solamente era un bebé. Y, hablando de BB, dele recuerdos míos a Brigitte Bardot si tiene la oportunidad de hacerle una entrevista.

– ¡Carambola! ¿Me has dado una gran idea?

– Se la debía por haber sido tan amable con nosotros y habernos atendido tan espléndidamente bien.

– Entrevistaré a BB dándole saludos de tu parte, pero no olvides de que, a cambio, colaborarás con nosotros escribiendo un reportaje macro sobre Bernadette Soubirots.

– Como le dije eso está ya hecho. En menos tiempo de lo que usted cree, “Nosty”, tendrá el reportaje sobre su mesa de trabajo. Adiós y que tenga usted felices sueños.

También los dos se despidieron dando la mano a Bernard Arnoriac Nosty y salieron del edificio.

– ¿Has traído los bañadores, bombón de criatura?

– ¡Es lo primero que metí en la maleta, genio de la cultura!

– ¡Jajaja! No sé si seré genio todavía o alguna vez llegaré a serlo. No me preocupa ese pequeño detalle de mi personalidad; pero sé que mañana nos vamos a pasar todo el día en la playa tú y yo a solas.

– Lo sabía…

– ¿Sí?

– Sí.

La herencia de Madame Canaris -Capítulo 8- (Novela)

– Probablemente se citó con alguien para comer y olvidó del todo su cita conmigo.

Estaba temblando. Era miércoles. Se sirvió otra copa de coñac y miró al cielo tras los cristales de la ventana. Las nubes se estaban acumulando.

– Empiezo a estar un poco cansado de todo esto.

Quizás la lluvia se contuviera hasta después de las once de la noche. Esperó. Si se había contenido durante tanto tiempo, ¿por qué no dos horas más? De pronto estalló el tremendo resonar de un trueno que hizo que derramara el coñac sobre la moqueta.

– ¡No puedes confiar en nadie!

Alguien golpeó en la puerta…

– ¡Pase sin llamar, por favor!

Era Christian Roland Varanet Mathieu, el doctor que había llevado a cabo la autopsia del cuerpo de Piolín Canaris.

– ¡Tengo sorpresas, Jefe!

– ¿Sorpresas? ¿Qué clase de sorpresas?

– Piolín Canaris no se suicidó.

– Pero si estaba colgado del techo…

– Sí. Pero no se suicidó.

– ¿Estás seguro de ello, Christian?

– Como buen cristiano que soy estoy seguro. Hemos encontrado cianuro en su sangre.

– Eso cambia todo el sentido de la investigación.

– Además, en su cerebro hemos encontrado mercurio.

– ¿Mercurio en su cerebro?

– Sí. Al parecer se lo introdujeron por el oído derecho.

– ¿Entonces?

– Entonces alguien estaba muy interesado en que muriera rápìdamente.

– ¿Violín Canaris?

– No puedo afirmarlo. Es sólo una suposición pero pudo haber sido un ajuste de cuentas.

– ¿Qué es eso de un ajuste de cuentas?

– Piolín Canaris era un drogadicto total.

– ¿Cómo se ha sabido eso?

– Alguien llamó hace unos minutos y nos lo ha hecho saber.

– ¿Quién llamó?

– Un anónimo.

– ¿Un chivato en todo este follón?

– Por lo menos un chivato…

– ¿Se pudo confirmar eso?

– Hemos encontrado mucha cantidad de restos de morfina en todo su cuerpo.

– ¿No produce sueño la morfina?

– Exacto, Jefe.

– Puede ya retirarse, doctor. Tengo que hablar rápìdamente con alguien muy en privado.

Una vez que el doctor Christian Roland Varanet Mathieu salió del despacho, el Jefe Marlon Brandy marcó el número del móvil de “Joro”.

– ¿Qué sucede, Brandy?

– ¡Dónde diablos te metes! ¡Te estoy esperando durante todo el santo dia y toda la santa noche!

– Estoy descansando, Brandy.

– ¿Cómo es eso de que estás descansando, “Joro”?

– No se preocupe tanto por mí. Estoy muy bien acompañado.

– ¡Como se entere tu chavala te cuelga de una encina!

– Probablemente sí… pero posiblemente no…

– ¡No te tomes el asunto con tanta broma, “Joro”!

– ¿Para qué me necesita ahora, Brandy?

– Porque tengo muchas noticias sabrosas sobre nuestro asunto y es necesario que las estudiemos los dos juntos.

– Pues no vuelvo a París hasta dentro de dos días o, mejor dicho, hasta dentro de tres noches.

– ¿Pero se puede saber qué clase de investigador eres tü?

– ¿Confía en mí o no confía en mí?

– Confío en ti porque no me queda otro remedio.

– Pues si no le queda otro remedio espéreme hasta dentro de dos días o, mejor dicho, hasta dentro de tres noches.

– ¡Cómo tardes más tiempo en venir el que te cuelga de una encina soy yo!

– Le doy mi palabra de honor de que sólo será el tiempo que le he dicho.

– Tu palabra de honor no me vale de mucho…

– Entonces es muy fácil la solución. Encuentre a otro mejor que yo y contrátele porque incluso le saldrá más barato. Aproveche las ofertas de promoción del mercado de investigadores y no lo dude más. Yo ahora me siento muy feliz.

– Perdona, “Joro”… no te lo tomes tan en serio… ha sido sólo una broma…

– ¿No dice siempre que no le gustan las bromas mientras trabajamos, Brandy?

– ¿Y tú quieres que yo deje de beber alcohol tal como están las cosas?

– ¡Voluntad, Brandy, voluntad!

– Escucha, “Joro”. Acepto que tardes dos días o, mejor dicho, tres noches en venir a París; pero este asunto se está poniendo muy feo.

– Hablando de eso, precisamente esta tarde he conocido a un tipo excesivamente feo y me lo he tenido que quitar de enmedio, Brandy.

– ¿Estás utilizando las artes marciales?

– No se preocupe más por eso, Brandy. No llegó la sangre al río.

– ¿Hay más sangre en este asunto?

– Ya se lo contaré cuando vuelva.

Marlon Brandy cortó la comunicación.

– ¿Qué quería Marlon, José Roberto?

– Nada importante, Angeline.

– Entonces apaga la luz.

– ¿Por qué tenemos que apagar la luz?

– Por si los moscos de los que tanto hablas.

Marlon Brandy miró a la botella de coñac pero recordó lo de la voluntad y se decidió por un vaso lleno de cocacola.

– ¡Vaya porquería! ¡Si esto es la chispa de la vida, como decían antes los de la radio y hasta los de la tele, yo no le veo la gracia por ninguna parte!

No pudo hacer otra cosa sino recordar…

– Era una situación imposible. Ahora me doy cuenta de que era una situación imposible. Lleva toda la razón este tal “Joro”.

Como aquella noche Marlon Brandy tenía insomnio, decidió ir a hacer una visita a Charles Saura Renoir en el Café de Nueva Atenas.

– ¡Hola, Charles!

– Estamos ya cerrando, Marlon.

– Es que necesito desahogarme con alguien.

– ¿Y me ha tocado a mí ser el conejillo de indias?

– No tengo ningún otro mejor amigo en todo el mundo salvo tú, Charles.

– Espera a que cierre el local; pero si me presento en mi casa una hora más tarde de lo acordado… ¿cómo se lo explico a mi Renata?…

– No te preocupes por eso. Te acompañaré a tu casa para dar la cara ante ella.`

– Si es así espera un momento…

Charles Saura Renoir echó el cierre del establecimiento.

– ¿Puedes servirme una de calisay?

– Ya sabes de sobra dónde están las botellas, Marlon…

– Sólo una de calisay, Charles. Tengo un poco de ardor en el estómago y seguro que ha sido por culpa de la cocacola.

– No me digas que ahora te has convertido en un adicto a la cocacola…

– ¡Me falta muy poco para serlo!

– Entonces el asunto debe ser muy grave. Canta.

– Es sorprendente que no lo sepas ya.

– ¿Saber qué? Madame Canaris está muerta del todo y eso lo sabe toda Francia.

– ¡Estaré aquí un rato malditamente largo!

– ¡No me jodas la noche, Marlon! ¡Una cosa es que llegue una hora tarde a mi casa y otra, muy distinta, es que llegue ya muy avanzada la madrugada!

– Que no te preocupes por eso. Que yo daré la cara por ti.

– Pues prepárate para recibir unas cuantas ostias seguidas. ¡Menuda se pone mi Renata cuando está enfadada!

– Estaré preparado para poder esquivarlas.

– ¡Vaya! ¡Canta y que sea lo que Dios quiera!

– Bueno, como ya te he dicho en otras ocasiones, quiero escribir un libro propio.

– ¿Qué clase de libro, Brandy? ¿Tú eres capaz de escribir un libro?

– Has de saber, ignorante, que yo inicié la carrera de Literatura en la Universidad de París.

– ¿Y no llegaste a terminarla del todo?

– No. Abandoné en el primer Curso… pero siempre quise escribir un libro basado en la vida real y tengo en mi mente un argumento ortodoxo terminado en una nota de esperanza.

– ¡Brandy! ¡Lo siento mucho!

– ¿Qué sientes, Saura?

– No poder ayudarte. Yo sé pintar muy bien pero no sé escribir ni una jota en cursiva.

– En boca de otro hombre eso habría sido un comentario sarcástico; pero te perdono porque eres mi único amigo verdadero.

– ¿Y ese tal “Joro”?

– “Joro” es muy especial. Para ser un verdadero amigo de “Joro” es necesario estar bien loco.

– Pues yo ya estoy echándole en falta y eso que sólo le acabo de conocer…

– Yo también Charles, yo también le estoy echando en falta…

– ¿Se sabe dónde está?

– Sí. En paradero desconocido.

– ¡Vaya desgracia! ¡Sería formidable que estuviéramos los tres juntos!

– Pues él no está tan solo como nosotros porque me ha dicho, por el móvil, que se encuentra muy bien acompañado y que es muy feliz.

– ¡Ostras! ¿Y eso lo sabe su Angeline?

– Deduzco que sí.

– ¡Ostras! ¡Se le va a caer el pelo!

– Deduzco que no.

– ¡Te estás volviendo muy escéptico y muy enigmático, Marlon!

– ¡Me estás haciendo daño, Charles!

– ¡Maldita sea! ¡Mecachis en los mengues! ¡No era esa mi intención!

– Soy un alcohólico y lo siento…

Permanecieron callados por un largo tiempo, como cuando entraban en crisis de melancolía…

– ¿Quieres de verdad un calisay?

– Sí, Charles. Te lo agradezco.

Charles Saura fue al lugar de las botellas, escogió una de calisay y le sirvió un vaso a Marlon Brandy, llenando otro vaso para él.

– Quiero brindar por el olvido…

– Está bien. Brindaremos los dos.

– ¡Por que se mueran todas las mujeres!

– ¡De eso nada, Marlon! ¡Yo no brindaré jamás por esa barbaridad!

– Entonces brindemos por aquellos que conocieron el amor verdadero…

– Eso sí merece la pena.

– ¿Cuántos amantes de verdad habrá en el mundo, Charles?

– Supongo que habrá algunos.

– Supongamos que sí… pero… ¿cómo se consigue eso?…

– Quizás sin tener que buscarlo. Por lo menos eso me sucedió a mí con Renata.

– Canta tú ahora…

– Fue en una noche tan lluviosa como esta. Yo estaba refugiado en un portal y apareció ella. Nos miramos. Me sonrió. La sonreí y le di un beso en la cara. Todo lo demás fue verdaderamente sencillo.

– ¿Así de sencillo es enamorarse de verdad?

– Sí. Lo que pasa es que la mayoría de la gente ya no se lo cree.

– Hay muchos incrédulos en los últimos tiempos.

– Por culpa de quienes han reducido el amor al simple hecho de acostarse juntos.

– ¿Qué opinas de ellos?

– Que no tienen ni puñetera idea de lo que es el amor verdadero. Ese que ni se compra ni se vende porque no hay dinero en el mundo para comprar los quereres.

– Eso mismo pienso yo de mí.

– Tengo que irme, Marlon. Mañana pensarás de otra manera.

– ¡No te vayas todavía, por favor! ¡No quiero quedarme a solas con mis fantasmas!

– Sólo media hora más, Marlon.

-¿Tú crees que en media hora puede cambiar la vida de un hombre?

– Yo creo que la vida de un hombre puede cambiar en un segundo.

– La lluvia lo ha revuelto todo. ¡Al diablo todas sus coartadas y todos sus esfuerzos por conseguir que sea demasiado tarde!

– ¿De quién hablas, Marlon?

– De un fantasma…

– Si sigues así nuncas podrás derrotarlo.

– No. Esta vez me refiero al fantasma de Madame Canaris.

– ¡Ostras, ostras y ostras!

– Una curiosa mujer, Charles. Después de todo estaba loca.

– ¿Y qué haces tú pensando todavía en una loca?

– ¡El fantasma de una loca, Charles! ¡El fantasma de una loca!

– ¡Ya está bien, Brandy! ¡Para el rollo!

– ¡Parecía una pesadilla que cruzó por mi mente!

– ¡Y nunca podrás eliminarle si es que no te convences de que ya todo eso pasó!

– Supongamos que en realidad yo no la amaba…

– Entonces… ¿para qué seguir sufriendo?… ¡Está muerta!… ¡Date ya cuenta de una vez por todas de que está muerta!

Marlon Brandy soltó una larga y loca carcajada…

– ¡Jajajajajaja!

– ¡Ostras, ostras y ostras!

La herencia de Madame Canaris -Capítulo 7- (Novela)

– Nos quedamos aquí, Angeline.

– ¿En el Novotel Thalassa?

– Si, chavalilla. Me gusta.

Un portero salió a su encuentro.

– Bienvenidos, joven pareja. Si se van a quedar con nosotros pueden meter el automóvil en nuestro parking.

– Vamos, princesa.

Ella no esperó más órdenes y, tras dejar su flamante Peugeot Sport en el parking del hotel, los dos entraron a la Cafetería Restaurante.

– Todavía es muy temprano para cenar, José Roberto.

– Lo sé pero te invito a un vermut.

– ¿Es importante ahora?

– Sí. Mienrtras nos refrescamos un poco la garganta con el vermut puedo pedir una guía telefónica para saber dónde se encuentra el despacho del abogado Benoit de la Colette Saint-Julien D’Arc. ¿Se llama así verdad?

– ¡Buena memoria! Se llama así.

Se les acercó el camarero al otro lado de la barra.

– Me llamo Antoine Parés Armillo y estoy a su completo servicio para lo que deseen.

El camarero le tendió la mano a José Roberto y este se la estrechó con mucha frialdad.

– Ella es intocable… aunque usted fuese pastor ella es intocable… por muy anciano que sea usted…

– Le comprendo, joven. Yo tampoco lo permitiría siendo tan hermosa como es.

– Entonces sírvanos un par de vermuts dulces y, por favor, páseme una Guia Telefónica de Le Touquet.

– ¿No desean nada más?

– Yo sólo deseo lo que deseo y lo que deseen los demás no me interesa para nada. Espero que lo siga comprendiendo.

– Comprendido.

– Pues ya está todo dicho entre usted y yo. Sírvanos y guarde silencio.

El camarero Antoine Parés Armillo se dio cuenta de que José Roberto Ortero de Jumilla no deseaba hablar con él sino que tenía prisa por ser servido.

– Sólo serán dos minutos, joven.

– Páseme la Guía Telefónica ya.

Antoine tuvo que obedecer de inmediato.

– Vamos a ver si tenemos suerte, princesa.

– ¿Era necesario ser tan descortés con ese tal Antoine?

– Sí. No quiero perder el tiempo hablando con nadie más que contigo. No podemos admitir cotillas por muy serviciales que sean. Recuerda que estamos investigando y que debemos pasar lo más desapercibidos posibles. Ese tal Antoine Parés Armillo no me cae simpático y no quiero que sepa nada de mí y mucho menos de ti.

– De acuerdo. Estoy de acuerdo contigo.

– Entonces ojeemos la Guía.

Comenzaron a buscar por las páginas de “Despachos de abogados de Le Touquet”.

– ¡Aquí está, José Roberto! ¡Abogado Benoit de la Colette Saint-Julien D’Arc, en el número 43 de la Rue de Metz!

– ¡Fantástico, princesa! Ahora bebamos nuestros vermuts con total tranquilidad.

– ¿Cuándo vamos a hacerle la visita?

– Tranquila. Esta misma tarde hablaremos con él.

Llegó Antoine con los dos vermuts en su bandeja y un par de croissants.

– ¿Se van a quedar en el Hotel?

– Eso lo decidiremos entre ella y yo. Ahora dígame cuánto es el costo de los vermuts porque me gusta pagar por adelantado.

– Esto… ¿me permite que les invite yo?…

– No. No le permito que nos invite usted. No quiero tener deudas con alguien que luego me pida algo a cambio o me reclame a pesar de haberme invitado. Se puede llevar los dos croissants.

– Era un detalle mío.

– Tampoco admito detalles de nadie a quien no conozco lo suficiente.

José Roberto Ortero de Jumilla dejó un billete de diez euros sobre el mostrador.

– Si sobra algo quédeselo usted.

– Gracias, señor.

– No me de las gracias. Al fin y al cabo vale ser menos gracioso para ganar amistades sinceras y yo no creo que usted sea sincero. Si ella no estuviera aquí estoy seguro de que ni tan siquiera se me habría acercado a un kilómetro de distancia. ¿Me ha entendido?

– Yo… yo…

– Usted no dice nada más y aquí se corta nuestra comunicación. Corte el rollo y vaya a ligar con otra. ¿Me sigue entendiendo?

– Sólo intentaba ser cortés.

– Pues ya que es tan cortés corte del todo. Reconozco a los linces a más de diez kilómetros de distancia. Sé de la viveza mucho más que usted. Así que haga el favor de dejarnos solos.

Antoine se puso rojo de vergüeza, cogió el billete y se dedicó a servir al otro extremo de la barra.

– ¿Por qué has sido tan duro con él?

– Mira, preciosa, descubro a los que se las dan de listos mucho antes de que ellos se den cuenta. Pero ahora olvidemos el incidente. No deseo hablar nada más relacionado con ese tal Antoine Parés Armillo.

– ¿Es que le has cogido en algún renuncio?

– Por supuesto que sí. Te ha visto y ha creído que tú eras fácil para él.

– ¡Jajaja! ¿Yo ligando con un camarero de hotel?

– No. Es a la inversa. Un camarero de hotel intentando ligar contigo.

– No es por hacerle de menos; pero nunca ligaría con nadie salvo contigo. Y si no existieses tú al menos me dedicaría a ligar con algún príncipe europeo. ¡Jajaja!

Comenzaron a beber tranquilamente sus vermuts.

– Me gustaría saber una cosa de ti, Angeline.

– Me conoces del todo y muy bien. Por eso me he casado contigo y no con ningún cantamañanas.

– Pues yo por las mañanas suelo cantar bastante.

– Ya te he oído cantar por las mañana, José Roberto.

– ¿Y qué tal lo hago?

– Podrías ganar algún festival que otro.

– ¡Qué ilusión! ¡Quizás lo intente alguna vez con el Festival de San Remo por ejemplo!

– ¿Por qué el de San Remo?

– Porque es muy romántico.

– ¡Jajaja! ¿Qué quieres saber ahora de mí?

– ¿Te gustan los cuadros de Renoir?

– Sabes que me encanta el impresionismo.

– Pero me refiero a Renoir en concreto.

– Es uno de mis favoritos. Quizás el más favorito de todos.

– ¿Qué me dices de “Diana la cazadora”?

– Una verdadera diosa.

– Eso ya lo sé. Se parece mucho a ti aunque tú estás mejor que ella un millón de veces. Lo que quiero saber es qué opinas tú como crítica de arte.

– Cuando nació el impresionismo francés, los pìntores de esta técnica no eran bien aceptados en el Salón de París y por eso, en 1867, “Diana la cazadora” de Renoir fue rechazada por el jurado.

– Demasiado carcas e incapaces de entender sobre diosas de la belleza.

– ¡Jajaja! Estoy de acuerdo contigo, José Roberto.

– Sin embargo, el tal Saura que hemos conocido en el Café de Nueva Atenas de París no parece tan tonto como aparenta.

– ¿Celoso tal vez?

– Jamás. Solamente que hay que tener mucho cuidado con los moscos que atienden detrás de las barras. Son muy cotillas y siempre buscan algo.

– ¿Y eso?

– Mejor te lo explico cuando hayamos terminado con nuestra misión en Le Touquet. ¿Has terminado tu vermut?

– Sí. Estaba fantástico. La verdad es que lo necesitaba.

– Pues vamos a por el Peugeot y adelante, princesa, adelante… te vuelvo a repetir que podemos… y sin tener que usar coleta para nada…

– ¡Jajaja! ¿Qué tienes en contra de los que llevan coletas?

– Que usan demasiado pegamento.

– ¡Jajaja! ¿Demasiado pegamento en la cola?

– En el buen sentido de la palabra cola.

– ¡Vámonos porque si seguimos así no voy a dejar de reír jamás!

– Si. Vámonos ya. Algunos en vez de coleta tienen colita.

– ¿Como si fueran chinescos?

– Tú lo has dicho, princesa. Se manejan muy bien en las sombras…

– ¿Algo que ver con el mundo político tal vez?

– Exacto, bombón. Son demasiado políticamente incorrectos para ser del todo verdaderos.

– ¿Esconden alguna falsedad?

– Podemos decir, sin duda alguna, que tienen sus propios intereses. Nunca te fies jamás de los muy políticamente incorrectos. ¿Ya sabes por dónde aúllan los lobos?

– Supongo que por donde andan sus presas.

– Sí. Podemos decirlo así. Podemos incluso pensar que juegan a ser lobos disfrazados de corderos pero que, a la hora de la verdad, son solamente tan gavilanes como todos los demás a los que combaten.

– ¿Las mismas monedas pero con distintas caras?

– Sí. Los de las coletas le echan mucha cara a la vida. Por eso van con toda la cara por delante… hasta que tropiezan, sin darse cuenta, con los postes de seguridad y se parten la jeta… ¿me vas entendiendo?

– ¡Jajaja! Te entiendo. Se llama populismo.

– Y como debes de saber el populismo tiene mucho de aristocracia del engaño. ¿O no es verdad que el hermano de Fabiola engañaba hasta a su propia hermana?

– Si no dejas de hablar no vamos a poder ponernos serios.

– Guardaré silencio hasta que hablemos con Benoit.

Al pasar por Recepción, Ortero volvió a tomar la palabra.

– Señorita, una habitación matrimonial para tres noches seguidas.

– ¿Son ustedes un matrimonio?

– ¿Usted qué cree?

– Reconozco que ha sido una pregunta indiscreta.

– Pues sea más discreta y no haga de cotilla. Usted a lo suyo y nosotros a lo nuestro.

– Pero no se enoje conmigo.

– No me enojo ni con usted ni con cincuenta como usted. Simplemente dedíquese a cumplir con su oficio que para esa le pagan una buena pasta.

– ¿Le gusta la 56?

– Perfecto. Me encanta eso de 56.

– Pues no se hable más. Tienen ustedes adjudicada la 56.

– ¿Es necesario pagar por adelantado?

– No. Solamente les exigimos pagar por adelantado a los que parecen sospechosos.

– Muchas gracias por no considerarnos sospechosos y ya que está todo aclarado deme la llave de la 56 y no se hable más.

La recepcionista entregó la llave a Ortero y éste, junto con su bellísima esposa, salieron del hotel en busca del flamante Peugeot Sport, subieron al automóvil, siempre ella como piloto y él como copiloto, y salieron camino del número 43 de la Rue de Metz. Hasta que llegaron a su destino ambos guardaron silencio.

– Ya estamos aquí, José Roberto.

– De acuerdo, muñeca. Aparca y entremos en el local.

Después de aparcar muy cerca de allí y una vez ante la puerta, les salió al paso un señor muy bajito y muy feo, con bigote a lo Arrocet y unas enormes narices, muy a la francesa, como de boniato.

– ¡No pueden ustedes pasar, jovencitos! ¡Hace un par de horas que el señor Benoit de la Colette Saint-Julian D’Arc ha terminado su jornada laboral y no admite más visitas!

– ¡O se aparta usted de mi camino por las buenas o le aparto yo de mi camino por las malas, liliputiense con peluca!

El señor muy bajito y muy feo, con bigote a lo Arrocet y unas enormes narices, muy a la francesa, como de boniato, se hizo a un lado y les permitió el paso mientras se palpaba la peluca.

– Ven detrás de mí, princesa, y no te alejes de mi lado.

Después, Ortero llamó a la puerta del abogado.

– ¡Sea quien sea no puedo atenderle a estas horas! ¡Mi jornada laboral ha terminado y estoy ocupado en mis tareas!

– ¡No me sea usted un colegial, señor abogado, porque vamos a entrar a pesar de que esté usted haciendo sus tareas!

Ante la voz serena pero firme de José Roberto Ortero de Jumilla, el abogado se levantó de su silla y abrió la puerta.

– Le he dicho que…

De inmediato quedó boquiabierto a verla a ella.

– ¿Puede o no puede atendernos ahora mismo?

– Esto… sí… claro… pero necesito algo que demuestre que son ustedes tan importantes como para que yo les reciba fuera de hora.

– ¿Le sirve esto? Es una autorización del Jefe Superior de la Policía de París, el señor Marlon Brandy, para hablar con usted o con quien sea.

El abogado miró el documento y luego se lo devolvió a Ortero.

– De acuerdo. Puedo hablar con usted… pero ¿es necesario que ella esté presente?…

– Es mi compañera de trabajos en el más amplio sentido de la palabra trabajos y por supuesto que no se va a quedar afuera mientras charlamos. Es necesario que esté presente aunque sólo sea como testigo presencial y sin decir palabra alguna.

El abogado se quedó cortado y sin saber qué decir…

– No me sea usted infantil, señor Saint-Julien, y hablemos como personas adultas.

Esto último terminó por convencerle al abogado francés quien, invitando a que se sentaran Angeline y José Roberto, les atendió gustosamente.

– ¿En qué puedo servirles?

– ¿Era usted el abogado privado de la ya fallecida Madame Canaris?

– Efectivamente. Yo era su único abogado.

– Debía pagarle una buena cantidad de euros por sus labores…

– No me quejo. Me pagaba muy bien. ¿Qué quieren saber de ella?

– Antes de hablar de Madame Canaris… ¿puedo hacerle una pregunta algo indiscreta?…

– Depende de lo indiscreta que sea.

– No se moleste, por favor, pero… ¿de verdad se llama usted Benoit de la Colette?…

– No. Realmente sólo me llamabas Benoit pero añadí lo de la Colette por mi hermosa coleta. La amo mucho. ¿Eso le extraña tanto?

– No me extraña nada, señor Benoit, porque si en realidad hay muchos que aman a sus mascotas… ¿por qué no va a haber algunos que amen a sus coletas?… yo he conocido incluso a uno que amaba a su serpiente venenosa…

– ¿Qué más le llama la atención de mi hermosa coleta?

– ¿Desde cuándo empezó usted a usarla?

– Desde aquellos felices principios de la década de los 60 del pasado siglo XX. ¡Me encantó tanto el movimiento de los hipys que me convertí en uno de sus más fanáticos seguidores! ¡Fue una época prodigiosa!

– Entiendo. Fue usted uno de esos “hijos de papá” que se divirtieron de lo lindo haciendo de vagabundos sucios sin dar ni golpe hasta que se aburrieron del jueguecito.

– Era la moda, joven. Mi papá tenía mucho dinero y todos los hijos de papás multimillonarios nos aburríamos como una ostra, así que se nos ocurrió la idea de querer cambiar el mundo.

– Una idea más falsa que un euro de hojalata… ¿no es cierto?…

– Sí. Fue una falsedad muy bien montada; pero fue, a su vez, muy divertido.

– Hasta que, sin importarles para nada los que cayeron por el camino al seguirles el jueguecito, ustedes se volvieron a aburrir y regresaron a la casa de sus papá para convertirse en yupis. ¿Me equivoco?

– Así fue.

– ¿Y cuál fue su mejor momento?

– ¡El mayo del 68! ¡Fue genial! ¡Fue increíble! ¡Fue histórico!

– Se ha olvidado usted añadir que, además de histórico, fue histérico.

– Si. Algunos se desmayaban de gusto.

– O sea, que usted estuvo detrás de las barricadas… ¿verdadero o falso?…

– Verdadero. ¡Fue una gozada estar tras las barricadas! Yo era un estudiante de Derecho de la Universidad de París y estaba obligado a demostrarlo.

– ¿Haciendo el “apache” tras las barricadas?

– ¡Fue grandioso! ¡Llegué a conocer tanto a los líderes que fui amigo íntimo de ellos!

– ¿Amiguito de todos ellos quizás?

– Bueno, si. Es mejor decir amiguito de todos ellos. Me encantó tener relaciones íntimas con Daniel Cohn-Bendit más conocido como “Dani El Rojo” que era anarquista total, Alain Geismar y Jacques Sauvageot.

– ¿Y no le parece que eran demasiadas relaciones íntimas?

– ¿Qué me está queriendo decir?

– Aquello tan famoso de “haz el amor y no la guerra” y, sobre todo, lo de “¿qué importa el sexo si el amor es puro” y lo de “menos porras y más porros”.

– Estaba todo controlado. trabajábamos seguros.

– ¿Porque cuando les detenían entraban por una puerta y rápidamente salían por otra gracias a los dineros de sus papás?

– Sí. Eso es lo que ocurría.

– Menos para los pobres ingenuos que pagaron el pato.

– En la vida hay que saber nadar y guardar la ropa antes de que te la roben y te quedes en pelotas.

– Muy buena imagen literaria, señor Benoit de la Colette, además de cierta y verdadera. ¿Qué más recuerdos le quedan de aquello tan emocionante?

– Prefiero no decir nada más de todo aquello. Es usted muy joven pero muy sarcástico al mismo tiempo.

– De acuerdo, señor Benoit de la Colette… ¿podemos hablar ahora de la Madame en cuestión?

– Podemos… pero podemos hasta cierto punto…

– Entiendo muy bien eso de hasta cierto punto cuando tratamos de podemos o no podemos.

– Es usted un gran animador de charlas. Me gusta que entienda cuáles son mis límites.

– Sí. A veces los límites son necesarios aunque no nos gusten demasiado.

– Menos mal que me comprende; así que abreviemos la charla por favor.

– ¿Es que hay cosas ocultas en este asunto?

– Yo no tengo conocimiento de ninguna cosa oculta. ¿Qué desea saber de Madame Canaris?

– Sólo quiero que me diga cómo era Madame Canaris como mujer.

– ¿Es que usted nunca llegó a conocerla?

– Nunca me he preocupado en conocer a gente famosa. ¿Cómo era esa mujer?

– Toda una señora desde la cabeza a los pies.

– Sí. Pero quiero saber cómo era de verdad.

– Le repito que era toda una señora… pero fue toda su vida muy desdichada y sufrió demasiado…

– ¿Siendo la persona más millonaria de Europa fue toda su vida una desdichada? ¿Cómo se puede explicar eso?

– Cometió muchos errores en su juventud.

– ¿Cosas inmorales tal vez?

– Pero
– Perdone que no responda a esa pregunta. Son cosas muy íntimas que me confesó un poco antes de morir pero con la condición de que no se lo dijese a nadie.

– No estoy enjuiciando, para nada, a Madame Canaris… y mucho menos sabiendo que ya está muerta…

– No es que no quiera sino que no debo…

– Quien no debe no teme.

– No es temor…

– Ella y yo somos muy jóvenes pero no somos, precisamente, una niña y un nilño jugando a policías y ladrones.

– Pero el secreto de mi profesión es el secreto de mi profesión.

– Lo entiendo. Hay muchos secretos profesionales hoy en día.`

– ¡Soy mucho más liberal de lo que tú crees, jovencito!

– Entonces… ¿puedo encender mi puro?…

– ¡Repito que soy mucho más liberal de lo que tú crees! ¡Puedes encender el puro!

Ortero sacó el Montecristo que le había regalado Saura y lo encendió comenzando a fumar tranquilamente.

– Ya veo que es usted muy liberal. Tiene un hermoso póster de la Janis Joplin adornando su despacho laboral.

– Yo… la verdad es que yo…

– Está bien. No le voy a obligar a que vaya contra sus propios principios profesionales. Pero… ¿tiene usted alguna fotografía de ella?

– ¿De la Janis?

– No. La Janis no me interesa absolutamente para nada y mucho menos su forma de pensar y actuar en la vida. Me refiero a Madame Canaris.

– Tengo su álbum de fotografías familiares pero también di mi palabra de honor de que no se lo enseñaría a nadie salvo que no tuviese una orden judicial.

– Ya. Pero resulta que yo no necesito saber nada de ese álbum mas el señor Inspector Jefe de la Policía de París sí lo que va a necesitar. ¿Me comprende ahora?

– ¿Qué va a hacer con el álbum?

– Con el álbum nada… pero quiero que mi bombón de compañera elija la dos fotografías que le parezcan mejores.

– Antes me dio su palabra de que sólo iba a ser testiga presencial pero que no intervendría para nada en nuestra conversación.

– Le dije que iba a ser testiga presencial y que no diría nada ni participaría de nuestra conversación… pero para elegir las dos fotografías que más le gusten no tiene por qué hablar nada. Por otra parte siempre tiene muy buen gusto. Le prometo que no voy a dañar para nada el álbum y se las devolveré en cuanto las vea el jefe Marlon Brandy. Le prometo que las cuidaré como oro en polvo; mucho mejor que si fuesen dos cromos de futbolistas del Athetic Club de Bilbao.

– ¿Me está contando un chiste?

– No. Lo que sucede es que yo soy un león.

– ¡Jajaja! Bueno. Está bien. Ojeeen el álbum y que ella elija las dos que más prefiera.

El abogado abrió uno de los cajones de su mesa escritorio y sacó el álbum entregándoselo a Ortero.

– Vamos a ver, bombón, ojeemos despacio y elije las dos que más te gusten.

Ante el silencio y el asombro del abogado Benoit de la Colette Saint-Julien D’Arc, Angeline y José Roberto comenzaron a ojear todas las fotografías del álbum.

– ¿Quién es este niño tan rubiales que aparece siempre jutno a ella?

– Ese es su único hijo, el heredero universal Piolín Canaris.

– ¿Es que no sabe usted que Piolín tiene un hermano gemelo llamado Violín?

– ¿Está usted de broma conmigo?

– Yo no gasto bromas cuando de muertos se trata. En la radio Europe 1 han confirmado que existe un gemelo de Piolín Canaris llamado Violín Canaris.

– Pues es las primera noticia que tengo.

– Pues lo están informando por las emisoras de radio.

Angeline, sin decir palabra alguna para no romper lo pactado, eligió dos fotografías.

– Nos llevamos estas dos. Una de Madame Canaris y otra de su hijo Piolín Canaris.

– ¡No se las puede llevar!

– Sólo se las pido como unn préstamo hasta que las vea el jefe Marlon Brandy. Le prometo otra vez que las cuidaré mejor que si fuesen dos cromos de futbolistas del Athletic Club de Bilbao.

– Deje las bromas aparte.

– Pues hablando de dejar las bromas aparte, ¿por casualidad la Madame en cuestión no le entregó alguna otra fotografía que no forme parte de este álbum familiar?

– No… esto… espere… un poco antes de morir me entregó una fotografía que estoy completamente seguro de que era del mismo Piolín Canaris.

– ¿Dónde tiene esa fotografía?

– Un momento.

El abogado abrió otro de los cajones de su mesa de trabajo, sacó la fotografía y se la entregó a Ortero. Era la fotografíaa de un niño completamene rubio.

– Parece el mismísimo Piolín Canaris…

– Entonces… devuélvamela, por favor…

– Son tan iguales como dos gotas de agua pero perdone, señor abogado, porque también se la pido prestada por unos cuantos días nada más.

– ¡No abuse de mi confianza!

– ¡Y usted no abuse de mi paciencia!

– Es que…

– Confíe más en mí.

– Bueno. ¿Necesitan algo más?

– Nada más. Ha sido un honor haberle conocido y un mayor honor haber hablado con usted.

Cuando Angeline y José Roberto se encontraron de nuevo en la calle cruzaron uns breves palabras.

– ¿Qué te ha parecido el abogado, chavalilla?

– Me parece un hombre honesto y muy honrado. Ha sido muy sincero contigo.

– Estoy de acuerdo. Demasiado sincero conmigo. Pero yo no sé si me merezco tanta sinceridad porque me abruma…

– No nos ha ocultado nada de lo que le hemos pedido.

– Si, princesa, no nos ha ocultado nada de lo que le hemos pedido.

– ¿Qué hacemos ahora?

– De momento tengo una idea.

– ¡Tiemblo! ¡Tiemblo cuando tienes alguna idea! ¡Desembucha!

– Nos hemos ganado un feliz descanso; así que ahora regresamos al Novotel Thalassa, cenamos tranquilamente y nos vamos a la cama; pero mañana…

– ¡Dios mío! ¿Qué se te ha ocurrido para mañana?

– Que nos volvemos hasta Amiens.

– ¿Otra vez a Amiens?

– Sí. Pero para visitar el “Courrier Picard”.

– ¿La redacción de un periódico?

– La hemeroteca de un periódico.

– ¿Crees que nos van a permitir eso?

– No tengas ni la menor duda. Para eso somos colegas aunque estemos al otro lado de los Pirineos.

– ¡Jajaja! ¡Siempre me sorprendes con tus ideas!

– ¡Pues sí! ¡Tengo una idea y creo que es muy buena! ¡Menos buena que tú pero muy buena!

– ¡Jajaja!

Y la pareja se encaminó, con el flamante Peugeot Ford de ella, hacia el Novotel Thalassa de Le Touquet.

La herencia de Madame Canaris -Capítulo 6- (Novela)

– ¿Da su permiso, Jefe?

– Pasa, Raymond, pasa. Puedes sentarte sin tanta ceremonia inútil.

El sargento Raymond Pollain Quentin se sentó frente a su Jefe Alain Marlon Brandy Delon.

– ¿Me necesitaba para algo, Jefe?

– ¡Escucha bien, Pollain! ¡Hoy no es mi día ni tampoco es el tuyo! ¿Entendido?

– Bueno es saberlo, Jefe.

– ¡Pues entonces deja de llamarme tantas veces Jefe y hablemos como dos amigos!

– Es que yo sólo soy sargento y usted el el Jefe Inspector Superior.

– ¿Estás buscando que te meta un paquete? Porque si quieres que te meta un puro te meto un puro.

– Perdone, Jefe.

– ¡Que me llames solamente Brandy, capullo!

– Es que no sé que decir…

-Está bien, Pollain, reconozco que tú no tienes la culpa de que hoy no sea mi día. ¿Quieres una de coñac?

– Hace ya muchos años que dejé la bebida, Brandy.

-¡Cuenta, cuenta! ¿Cuál fue la causa y cómo lo conseguiste superar?

El teniente Raymond Pollain Quentin comenzó a sentirse más cómodo y aliviado.

– La causa es muy común entre los hombres.

– ¿Alguna mujer quizás?

– Sin el quizás, Brandy.

– ¿De verdad que no quieres una de coñac?

– Ni borracho vuelvo a beber yo una gota de alcohol.

– ¿Qué pasó con esa mujer?

– ¿A cuál de ellas se refiere, Brandy?

– ¡Caracoles! ¿Es que hubo más de una?

– Hubo más de una y más de dos y hasta más de tres… pero nací perdedor…

– ¿Qué me quieres decir con eso?

– ¡Jamás una mujer de las que yo me enamoraba me hizo ni puñetero caso!

– Eso es muy fuerte, Pollain…

– Cuando uno nace perdedor nada es demasiado fuerte… pero duele un huevo, Brandy… duele un huevo por no decir dos…

– Haz como si yo fuese tu hermano mayor. Con confianza, Pollain, con confianza. ¿Qué es eso de que naciste perdedor y que eso duele un huevo por no decir dos?

– ¿Puedo tomar un vaso de cocacola?

– ¿Cocacola todo un teniente de la policía francesa?

– Pues sí. Los perdedores somos así.

Marlon Brandy se quedó por un momento pensativo…

– ¿Puedo o no puedo?

-¡Eh! ¿Cómo dices? ¡Ah, sí! ¡Claro que puedes tomar un vaso de cocacola. Lo que pasa es que…

– Lo que pasa es que doy la imagen de no ser un hombre porque bebo cocacola en lugar de ponerme hasta el culo de coñac. ¿No está pensando eso, Brandy?

– No quise ofenderte, Pullain, de verdad que no quise ofenderte.

– ¿Sabe usted, Brandy, lo que hago yo con los que quieren ofenderme?

– ¿Pasártelos por los huevos?

– No lo quería decir tan claro pero parece que usted me ha leído el pensamiento y perdone usted ahora por ser yo también tan sincero como lo es usted.

Marlon Brandy miró a la botella de coñac e hizo un esfuerzo supremo para no caer en la tentación.

– Pullain… ¿puedo acompañarte yo con otro vaso de cocacola? ¡Por favor!

– Me da la impresión de que usted, Brandy, también es otro perdedor aunque las apariencias engañen.

– Supongo que sí.

– Pero a mí no me quedan ni las apariencias.

– A mí no me engañó ninguna mujer, Pullain. La única que amé era inalcanzable. Y eso sí que es ser de verdad un perdedor.

– Lo siento, Brandy, de verdad que lo siento.

– Había decidido matarla si podía pensar en un modo perfectamente de hacerlo.

– ¡Ostias! ¡Eso sí que es grave!

– ¿Y tú que sabes de eso, Pullain, si ninguna te hizo caso?

– Por eso no me dio por pensar jamás en matar a ninguna de ellas.

– ¿Y qué haces para evitar esos pensamientos de venganza?

– Pasear mucho cuando termino mis labores como policía. Caminar mucho por todas las calles de París sin hacer ni puñetero caso al mundo. Es la mejor terapia que conozco. Por eso no he tenido que ir jamás a la consulta de ningún psiquiatra aunque parezca lo contrario.

– ¡Es increíble tanta fuerza de voluntad! ¡De verdad que es increíble!

– Lo que es increíble, Brandy, es que haya tanto marica a la hora de la verdad.

– Pullain…

– No se ofenda, Brandy, empleo la palabra marica solamente para llamar así a los cobardes.

– ¿Dónde aprendiste eso?

– Estuve viviendo unos años en Sudamérica.

Marlon Brandy se levantó, encontró una botella de cocacola en el mueble bar y sirvió dos vasos.

– Brandy…

– ¡No, por favor! ¡Deja que te sirva yo a ti!

-Esta bien, pero no tiene sentido seguir con esta conversación.

Marlon Brandy se volvió a sentar.

– Bueno. Hablemos del asunto para el que te he llamado a mi despacho.

– Si tiene que ver con alguna mujer mejor se lo pasa a otro más experto en chavalas que yo.

– Jajaja. Sí tiene que ver con una mujer pero no te preocupes porque ya tengo elegido al hombre más adecuado.

– Entonces… ¿para qué me necesita?…

-Tengo entendido que antes de hacerte policía eras un gran conocedor de Historia Mundial.

– No he estudiado nunca jamás Historia en ninguna Universidad pero sí… conozco muchísimo de Historia Universal… en realidad me culturicé yo mismo… algo así como un autodidacta…

– Por eso necesito que me cuentes lo que sepas de la ocupación de territorios franceses por parte de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial.

– ¿Eso tiene que ver con algún caso que tiene entre manos?

– Supongo que sí; pero cuenta ya lo que sepas.

El teniente Pullain tomó un buen tago de cocacola y le imitó el jefe Brandy.

– Como resultado de la derrota de los ejércitos Aliados en la Batalla de Francia, el Gabinete francés buscó un cese de las hostilidades con la Alemania nazi. El armisticio se firmó el 22 de junio de 1940 en Compiègne. Bajo sus condiciones, el norte y oeste de Francia fueron ocupadas por la Wehrmacht, el ejército alemán, y el tercio restante del país estaba gobernado por un gobierno francés con sede en Vichy. Además Alsacia-Lorena se ocupa como parte territorial del Tercer Reicho como en el periodo de 1871 a 1918. Cuando los Aliados desembarcaron en el norte de África el 8 de noviembre de 1942, los alemanes e italianos ocuparon inmediatamente la parte libre que quedaba de Francia. La liberación de Francia comenzó el 6 de junio de 1944 con las fuerzas aliadas que desembarcaron el Día D y la Batalla de Normandía terminó en diciembre. La misma París fue liberada el 25 de agosto de 1944.

– Eso está muy bien y tu memoria es tan sorprendente que es digna de elogio, Pullain, pero necesito algo mucho más humano.

– ¿A qué se refiere?

– A que no me des tantos datos históricos sino que me cuentes algo mucho más relacionado con la vida humana de quienes vivieron aquella tragedia.

– Está bien. Apunte lo siguiente. Rapar a una mujer al cero y cubrirla de insultos por relacionarse con el enemigo fue un hecho corriente al final de la ocupación alemana de Francia, en 1945. Su suerte es más o menos conocida, pero la de sus hijos ha sido un misterio en un país donde acaba de saberse que jóvenes francesas alumbraron unos 200.000 niños de padre alemán desde que comenzó la ocupación, en 1940, hasta los meses posteriores al fin de la II Guerra Mundial. Nacidos no tanto de violaciones como de situaciones consentidas y clandestinas, fueron considerados “los hijos de la vergüenza” o de la “colaboración horizontal”, y como tal llevaron una existencia muy difícil. El tabú se ha roto en vísperas del 60 Aniversario del Desembarco de Normandía por medio del libro “Hijos malditos” que, a diferencia de los tonos patrióticos y evocadores de la literatura conmemorativa, da la dimensión de un drama del que apenas se tenía noticia. Lo primero que sorprende es la amplitud de afectados. El número responde a una estimación del Instituto de Historia del Tiempo Presente, una institución francesa que ha accedido a documentos de la Werhmacht, el Ejército alemán, y del Gobierno de Vichy, el régimen títere de los nazis que mantuvo el control sobre una parte de Francia, y ha manejado censos efectuados en maternidades de París, donde la tasa de hijos “ilegítimos” superaba el 50 por ciento al final de la guerra. Sin excluir posibles casos de espionaje o de utilización de las chicas para obtener información, las historias contadas por los protagonistas comienzan con hechos tan banales como la avería de una bicicleta. Una tarde de 1942, Léa Rouxel, de 22 años, empleada en una tienda de Dinard (Bretaña), regresaba a su casa cuando se le rompió la cadena de la bici a la entrada del campo de aviación requisado por los alemanes. El teniente Otto Daniel Ammon, al cargo de la guardia, acudió a arreglársela. De la relación iniciada en ese momento nació Daniel. Un instante de felicidad para el padre combatiente, que murió más tarde en un hospital militar, no sin haber escrito a su familia para revelarle que había tenido un hijo en Francia, del que les pedía que se ocuparan. Léa, la madre, dio a luz en secreto en París. Entregó al bebé a otras personas y finalmente huyó tras la derrota alemana. El hijo creció en un pueblo de Bretaña, donde, antes de la era de la televisión, una de las diversiones populares consistía en rondar la casa donde vivía el rubio de ojos azules. “Querían saber si yo era como los demás, si no era un marciano”, contó Daniel Rouxel. “En realidad, ignoraban lo que era un marciano; en cambio, un alemán, ¡imagínese!”. En Megrit, el pueblo de Bretaña en que pasó su infancia, el secretario del Ayuntamiento describía a los convecinos la diferencia entre una golondrina y un “boche”, término despectivo para los alemanes, diciendo que “una golondrina se lleva a sus pequeños con ella, mientras un “boche” los deja”. Ironías de la vida, un tío de Daniel Rouxel participó en la batalla de Normandía al lado de los Aliados, razón por la cual está considerado como un héroe en Francia. No todos los soldados alemanes dieron las mismas pruebas de educación. Del padre de Gérard, por ejemplo, sólo se sabe que se llamaba Fritz. Oficial de Marina, tuvo un hijo con Raymonde, una chica de 21 años de Saint-Malo, en Bretaña, que maltrató al hijo para vengarse del abandono sufrido por parte del padre. Michelle, profesora de español, hija presumible de un ocupante alemán y abandonada por su madre tras dar a luz, tuvo derecho a una infancia en una familia adoptiva, donde se le recordaba constantemente que era la hija de un “boche” y se le obligaba a escribirlo cien veces. La mayor parte sólo ha alcanzado posiciones subalternas en la escala social. Ahora tienen entre 57 y 62 años, y ellos también han tenido descendientes. “Los hijos y nietos franceses de aquellos a los que se llamaba los “boches”, y que actualmente se han convertido en nuestros amigos alemanes, deben aproximarse fácilmente al millón”, calculan los autores del libro, Jean-Paul Picaper y Ludwig Norz. El 60 Aniversario del Desembarco de Normandía fue el testigo de la reconciliación definitiva de los aliados de la Segunda Guerra Mundial con Alemania. El anfitrión de las ceremonias es el presidente francés, Jacques Chirac, dio el paso de invitar a los representantes del antiguo país enemigo. Esto representa un cambio simbólico respecto a las ceremonias celebradas diez años atrás, cuando los “herederos” de los derrotados del Tercer Reich permanecieron al margen de las conmemoraciones organizadas por el medio siglo del Día D. Pero algunos de los “malditos” reclaman, además, una reparación a la lapidación moral sufrida en su país.

– ¡Formidable, Pullain, esto sí que es lo que “Joro” estaba buscando!

– ¿Quién es “Joro”, Brandy?

– Alguien con una intuición asombrosa; tan asombrosa que es el hombre que necesito.

– ¿Puede decirme ya qué es lo que están investigando?

– No puedo decirlo a nadie ni dar ninguna noticia pública hasta que no se halla resuelto el caso. ¿Me comrpendes, Pullain?

– Le comprendo, Jefe. Debe ser algo demasiado serio.

– Ya puede volver a sus obligaciones, teniente.

Cuando el teniente Raymond Pullain Quentin salió de su despacho, Alain Marlon Brandy Delon no pudo evitarlo y se sirvió la segunda copa de coñac del día mientras musitaba en voz baja.

– Su ojos se clavaron en el mazo de croquet maltratado por la intemperie. ¡No, por Dios! ¡Debo dominarme! ¡Debo dominarme, Dios mío, y no volver a pensar en la venganza! Al fin y al cabo, como dijo “Joro”, esa tal Marijane Meaker es solamente una pobre desdichada, una de esas escritorzuelas que sólo escribe para uno pobres desgraciados y que nunca alcanzará gloria alguna más allá de su círculo vicioso. ¡Debo olvidarla por completo!

La herencia de Madame Canaris -Capítulo 5- (Novela)

– Hola preciosa, cómo te está yendo el día.

José Roberto besó en la boca a su bellísima esposa.

– Tengo una sorpresa para ti, José Roberto.

– ¡Me has comprado un nuevo balón de fútbol!

– No. ¡Jajaja! Muchos más jugoso que eso.

– ¡Me has comprado una pelota de playa!

– ¡Jajaja! Tampoco. Algo más sabroso.

-¿Me has comprado una esclava para abanicarme cuando me entre la modorra?

– ¡Jajaja! ¡Te he preparado un cocido madrileño!

– Pues entonces vamos a comer que se hace tarde.

– Pero si sólo son las doce del mediodía…

– Pero resulta que tenemos que hacer un viaje.

– ¿Un viaje en estos momentos? ¿Es que nos vamos a alguna isla del Caribe?

– Eso lo dejo para después de que nos hayan pagado los 200.000 euros. Ahora nos vamos a Le Toucquet de la Picardie; así que mete una poca ropa en la maleta porque salimos en cuanto nos hallamos comido el cocido madrileño.

– ¿Y los cafés?

– En el camino siempre encontraremos alguna cafetería que otra.

– ¿Y por qué te ha entrado el extraño capricho de viajar precisamente a Le Toucquet de la Picardie?

– Cosas del guión.

– ¿Me estás diciendo que vamos a ser los protagonistas principales de alguna película de esas que tanto te gustan ver?

– Algo parecido, pero por el camino te lo cuento. Ahora consultemos la Guía Michelín para saber cuántos kilómetros separan Le Toucquet de la Picardie de París.

– Siéntate un momento y descansa. Yo misma consultaré la guía.

José Roberto se sentó en el sofá y encendió el televisor. Era el Noticiario del Mediodía.

“Sigue todavía sin saberse cómo murió uno de los dos herederos gemelos de la mayor fortuna de Europa. Todavía no hay noticias que aclaren la muerte de Piolín Canaris. Fuentes de la policía señalan que las investigaciones siguen su curso. Mientras tanto se está intentando localizar al otro heredero, Violín Canaris, el hermano gemelo de Piolín, quien todavía se encuentra en paradero desconocido. Nos hemos trasladado al pueblo de Le Toucquet de Picardía para hablar con el abogado privado de Madame Canaris, el honorable Benoit de la Colette Saint-Julien D’Arc, pero no ha podido aclararnos nada porque todo está pendiente de las pesquisas policiales y tiene prohibido comentar nada sobre el asunto de los dos testamentos”

– ¡Ostras, Angeline! ¡Se apellida Sain-Julien D’Arc!

Ella contestó desde la cocina…

– ¡Debe ser, efectivamente, muy honorable! ¿Es por eso por lo que viajamos para Le Toucquet de la Picardie?

– Sí. Pero mete poca ropa en la maleta porque, si todo nos sale bien, en dos o tres días regresamos.

– Teniendo en cuenta que vamos a la Picardie no me olvidaré de meter el picardías que tanto te gusta.

– Siempre supe que tienes buen gusto.

Ella apareció con los dos platos de cocido en sus manos…

– Tú no te quedas atrás. Por eso te gusta tanto el cocido madrileño y por eso te va a gustar más que nunca.

– ¿El cocido o tú?

– ¡Jajaja! A mí déjame ahora a un lado. Me refiero al cocido.

– Haré un esfuerzo.

En el televisor se estaba emitiendo un anuncio sobre cremas de belleza para las mujeres.

– ¿Estás viendo? Cualquier mujer puede ser hoy una diosa… aunque tú ya lo eres desde que te conocí.

– Apaga ya ese cacharro y vamos a ponernos las botas.

– Muy bien. Si has metido un par de botas has hecho muy bien porque las vamos a necesitar. Por todo el norte y noroeste de Francia está nevando.

– Voy a consultar la Guía Michelín mientras se enfrían un poco los platos.

– Caundo lo tengas me avisas.

José Roberto Ortero de Jumilla apagó el televisor y se quedó, por unos momentos, pensativo mientras observaba una mancha oscura que había en el techo del comedor. Le recordaba cierto momento de su vida en el que estuvo a punto de meter la pata con otra chavala distinta al bombón que tenía por mujer… pero supo escapar del peligro…

– ¡Ya lo tengo! Entre París y Le Touquet, dejando aparte lo de la Picardía, hay un total
de 238 kilómetros con 900 metros si vamos por la A16.

– ¿Y cuánto calculas que podemos tardar en llegar?

– Calculo que aproximadamente unas 2 horas con 57 minutos.

– Casi 3 horas de viaje.

– Eso es.

– Añádele la media hora que nos vamos a detener para tomar los cafés.

– Hablando de detenernos… ¿estás pensando en detener a alguien?…

– ¡Jajaja! Todavía no. Es demasiado pronto para eso. Y ahora vámonos ya.

– Espera un momento… te faltan el arroz con leche y la manzana de Eva…

– ¿Arroz con leche y manzana de Eva?

– Sé que te encanta el arroz con leche.

– Eso sí es verdad… pero… ¿la manzana de Eva qué significa?…

– Que es la única que te puedes comer…

José Roberto se dio cuenta de que Angeline había aprendido a ironizar gracias a las enseñanzas de él.

– Entonces… ¿no me queda otro remedio?…

– No. Tú ya no tienes cura.

– No he tenido jamás ni cura ni obispo ni arzobispo ni papa tan siquiera. Algunas veces he tenido algún cardenal que otro.

– Porque eres muy bueno jugando al fútbol y alguna patada has recibido de vez en cuando.

– Las menos posibles, preciosa. Nadie ha visto a un futbolista capaz de dirigir a todo su equipo recibiendo menos cardenales que yo…

– ¡Jajaja! Reconozco que no tienes cura.

– Por no tener no tengo ni sacristán, ni tan siquiera monaguillo.

Ella ya no quiso reír más, se levantó y trajo, en pocos minutos, los dos platillos de arroz con leche y una verde manzana.

– ¿Tú no quieres manzana?

– Prefiero un buen plátano.

José Roberto volvió a darse cuenta de que había sido demasiado buen maestro en esto de ensañarla a ironizar…

– Deja de pensar, José Roberto, que el Peugeot Sport nos está esperando.

Pocos minutos después ya iba la pareja camino de Le Touquet de la Picardie con ella siempre al volante de automóvil.

– Escucha esto, bombón. El topónimo Picardía tiene sus orígenes en la geografía e historia de la región situada al norte de París. Atestiguado por primera vez en el año 1248, se deriva de la palabra picard, es decir, picador que significaba labrador. Los parisinos llamaban picards a todos los agricultores que vivían al norte de las zonas forestales de Senlis y el Valois, cuyos habitantes eran leñadores, y en el propio norte se llamaba picards a todos aquellos que no hablaban el flamenco. Arras, Boulogne, Calais y Tournai pertenecían a las villas picardas; sus estudiantes formaban, en París y Orleans la «Nación Picarda».

– Si me gustas del todo, José Roberto, es por la gran cultura que posees.

– Poseer es un don que nunca debemos rechazar.

– Sobre todo cuando ese don se llama Angeline… ¿no es cierto, truhán?…

– Reconozco que sabes muy bien lo que es un don, preciosa.

– De acuerdo… pero… ¿por qué no me hablas algo de lo que tenemos que hacer en Le Touquet de la Picardie?

– No suelo anticipar informaciones a nadie pero tú siempre eres una excepción para mí…

– Desembucha ya y no me andes con rodeos…

– No tengo ni idea de lo que vamos a poder descubrir en Le Touquet pero necesito hablar inmediatamente con ese abogado.

-¿Te refieres a Benoit de la Colette Saint-Julien D’Arc?

– Si, Angeline. Si él era el abogado de Madame Canaris puede ser que nos de alguna buena información.

– Yo nunca me fío de ningún abogado, José Roberto.

– Creo que este tal Benoit de la Colette puede ser fiable.

– Recuerda que el refrán dice “quien confía en abogados todos sus años robados”.

– ¡Jajaja! ¡Buen refrán, Angeline! Pero recuerda este otro que dice “con un abogado al lado por el trasero te han dado”.

– Si vuelves a decir algo parecido te dejo de inmediato en medio de la A16 y que te recoja alguna francesita porque yo no estoy dispuesta…

– ¡Perdona… perdona nena perdona… pero no pude evitarlo!

– Ya en serio, José Roberto. ¿Qué piensas sacar en limpio entrevistándote con ese tal Benoit de la Colette?

– Siempre que se empieza una investigación es muy importante empezar por un “pez gordo”. Podemos. Además podemos.

– Y supondo que ese tal Benoit de la Colette será bien gordo. ¿Me equivoco?

– Pues no te equivocas, bombón. Será bien gordo. Eso te lo aseguro aún sin conocerlo todavía. Por eso nos interesa empezar a hablar con él.

– Me convence este inicio, José Roberto. No sólo eres muy culto sino que también eres intelectualmente muy intuitivo. No tengo duda alguna de que destacaste cuando estudiabas en la Universidad Complutense de Madrid.

– Intenté pasar desapercibido pero no lo pude evitar a pesar de que no usaba coleta para no ser demasiado visible.

– ¿Por culpa de las chavalas de buen ver?

– Tú lo has dicho.

– No sé si enfadarme o partirme de risa… pero te creo…

– ¿Estamos ya en Amiens?

– Acabamos de llegar a Amiens. ¿Por qué?

– Porque lo prometido es deuda y yo cumplo siempre con lo prometido. Tenemos que descansar media hora tomándonos unos buenos cafés y como tú te mereces siempre lo mejor de lo mejor, chavalilla, pues busca el Restaurante Mercure.

– ¿Dónde está eso?

– Se encuentra en el 21-23 de la Rue Flatters. Pon el GPS y te resultará muy fácil llegar.

– ¿Por qué precisamente el Mercure?

– Porque además de ser muy elegante es allí donde estuve escribiendo el artículo sobre Mary Patricia Plangman.

– ¿El de la revista mensual “Las Quimeras de Mercurio”?

– Exacto. Ese mismo. Como resulta que me gusta mucho ponerme en situación elegí el Mercure por lo de Mercurio. ¿Vas comprendiendo mejor mi manera de pensar?

– Demasiado. Es demasiado. Te la estoy comprendiendo mejor cada segundo que paso a tu lado.

– Pues no lo pienses mas y adelante…

Aparcando el Peugeot Sport muy cerca del Restaruante Mercure de Amiens poco después ya estaban tomando, tranquilamente, sus cafés con leche.

– ¿De verdad es importante hablar con ese abogado, José Roberto?

– La inmensa mayoría de la gente siempre piensa que es mejor pirmero ver y después creer; pero existimos algunas personas que preferimos primero creer para después ver. Los cristianos somos de esta última clase de personas. Si creo que es importante hablar con Benoit de la Colette es porque estoy seguro de que vamos a ver algo importante. Todo lo importante te lleva siempre a algo importante. ¿Vas comprendiendo, Angeline?

– Lo voy comprendiendo. ¿Es porque eres independiente y autónomo?

– Sí. Yo nunca he necesitado coleta para ser un buen torero. ¿Qué me dices a eso?

– Pienso y actúo igual que tú desde mucho antes de conocerte.

– Pues yo mucho antes de conocerte ya creía en tí y te veía tal como eres en realidad.

– ¿Y qué te parezco?

– Que eres el mejor y el más bonito de mis sueños hecho realidad.

– ¿Y las demás? ¿Qué sucede con las demás?

– Si te digo que no hubo ninguna más… ¿te lo crees?…

– Como la excepción confirma la regla te sigo creyendo.

– Entonces te contaré algo. El abogado Benoit de la Colette era el único en que confiaba Madame Canaris; así que algo interesanrte nos puede contar de la vida de esta señora. Si captamos algo interesante de su vida podemos comenzar a comprender qué es lo que está pasando con el asunto de su herencia. ¿Me sigues el hilo?

– Te sigo el hilo.

– Pues deseo que seas como Ariadna y no sueltes ese hilo nunca porque creo que me voy a meter en un laberinto como el de Creta. Es importantísimo que no sueltes el hilo para que yo pueda salir de él.

– Te voy a ayudar en todo y hasta el final porque eres mucho más guapo que Teseo. Por supuesto que no necesitas ninguna clase de coleta para ser mejor y más grande que el mismísimo Manolete.

– Gracias, Ariadna.

– Pero espero que no nos atrape el Minotauro.

– Si te refieres a Violín Canaris eso mismo espero yo; pero primero tenemos que saber dónde se encuentra.

– Ya es la hora de seguir, José Roberto, tenemos todavía más de una hora de camino.

– Está bien y como no podemos esperar dejo sobre la mesa el importe de los cafés mas una buena propina.

– ¿Por qué no esperas a que venga el camarero?

– Porque no me gusta que me den las gracias cuando hago un acto de generosidad.

– Por eso me gustas mucho más que cualquier otro por mucha coleta que lleve.

– ¿Es que hubo otros?

– Ninguno se me acercó a menos de dos metros de distancia. Es como si siempre hubiese estado protegida por “Romy”.

Salieron del Restaurante y subieron, de nuevo, en el flamante Peugeot Sport para continuar su camino; siempre ella como piloto y él como ayudante de la piloto.

– Es fantástico esto de ser copiloto de una chavala como tú.

– ¿Encendemos la radio para ver qué pillamos?

– Enciéndela. Puede que pillemos algo.

Angeline Castells Rouge encendió la radio…

“Queridos oyentes de Radio Europe 1. Últimas noticias del asunto Canaris. Según una fuente muy bien informada, pero que ha preferido e insistido en guardar su anonimato, nos hemos enterado de que Violín, el hermano gemelo del fallecido Piolín, ha estado viviendo, desde que nació, en la ciudad alemana de Aplerbeck; pero la policía ni confirma ni desmiente este dato”

– Hemos pillado algo muy importante, chavalilla.

– ¿No está Aplerbeck en las cercanías de Dortmund?

– Eso es. Puede ser una buena pista que nos la guardamos en la recámara mientras cumplimos con nuestra labor en Le Touquet.

– ¿Puedes anticiparme algo?

– Calma, princesa, calma. Parece que el asunto es mucho más interesante de lo que yo mismo estaba creyendo.

– Una inmensa fortuna de tal calibre no deja nunca de ser muy atractiva.

– En cuanto a lo de atractiva te prefiero siempre a ti… pero 200.000 euros son 200.000 euros.

-¡Jajaja! ¿Tan seguro estás de que vamos a triunfar?

– Si tú no me fallas nunca estoy seguro de que vamos a tener el éxito que buscamos.

– Ni te he fallado nunca ni te fallaré jamás.

En ese momento, cuando José Roberto besó el bello rostro de Angeline, los dos guardaron silencio mientras hablabla el locutor de la emirosra de radio.

“Queridos oyentes de Radio Europe 1. ¡Regresamos a 1970! ¿Es verdad que los viejos rockeros no mueren nunca? Posiblemente hasta sea verdad. ¡Aquí viene Miguel Ríos con su rock de todos los tiempos! ¡Un dia hubo una fiesta aquí en la prisión / la orquesta de los presos empezó a tocar / tocaron rockanroll y todo se animó / y un cuate se paró y empezó a bailar el rock / todo el mundo a bailar, / todo el mundo en la prisión / corrieron a bailar el rock. / El 47 dijo al 23 / parate mi cuate vamos a bailar / ven aquí volando a rocanrolear / que el rock de la carcel va a comenzar, el rock / todo el mundo bailar / todo el mundo en la prisión / corrieron a bailar el rock. / El Gato sabia dar al saxofón / y el Hércules sonaba duro al trombón / Mary batería se decide a tocar / y toda la cárcel se puso a bailar el rock / todo el mundo a bailar / todo el mundo en la prisión / corrieron a bailar el rock. / Un amargado no quiso bailar / se fue a un rincón y se puso a llorar / llegó el carcelero y le dijo, si / el rock de la cárcel es para bailar, el rock / todo el mundo a bailar / todo el mundo en la prisión / corrieron a bailar el rock. / El tronco dijo al bolo es mi oportunidad / no hay quien me vea y me puedo pelar / tú haz lo que quieras pero yo no voy / yo no quiero dejar de bailar el rock, / todo el mundo a bailar / todo el mundo en la prisión / corrieron a bailar el rock.

– Adelante, princesa, adelante… podemos…

– ¿Podemos vencer?

– Podemos vencer a los de la coleta.

– ¡Jajaja! ¡Admiro tu independencia! ¡Admiro tu autonomía! ¡Y admiro tu gran valor!

– Tres admiraciones son siempre mejor que una.

– ¡Jajaja!

La herencia de Madame Canaris – Capítulo 4- (Novela)

– Es usted demasiado puntual, “Joro”…

– Es que necesito ir ganando puntos para poder ganar la partida.

– ¿Se toma esto como un juego? ¡Son solamente las nueve y media de la mañana y estábamos citados a las diez!

– Exacto. Estamos jugando una partida de mus contra el misterio y es necesario ir ganando más puntos que él para que el tiempo no nos derrote.

– Ves a alguien cuyo papel crees que tú podrías hacer, y de inmediato no te gusta como lo hace y no te gusta la obra.

– ¿Cuántas copas ha tomado ya, Brandy?

– ¡Solamente una! ¡Le juro que solamente una!

– ¿Y por qué no la olvida ya de una vez por todas?

– Estoy intentándolo, “Joro”, pero es más fuerte el dolor.

– Todo el mundo necesita justicia.

– ¿Qué me insinúa?

– Que el olvido forma parte de esa justicia.

– ¡Pero es que la odio!

– ¿Odia a alguien tan insignificante como Marijane Meaker que solamente es capaz de escribir unos pocos libros para gentes raras?

Marlon Brandy necesitaba desahogarse…

– Yo sólo tenía 18 años de edad y estudiaba Literatura en la Universidad de París. Recuerdo que era el año de 1955 y Patricia Highsmith vino a la Facultad a darnos una conferencia sobre su personaje Tom Ripley. Yo sólo tenia 18 años de edad y ella ya tenía 34… pero me enamoré como un idiota…

– Alguien que es capaz de enamorarse no es un idiota jamás; pero quiero que piense una cosa. ¿Quién era Tom Ripley? Solamente un personaje amoral del todo. ¿Usted cree que un personaje así es merecedor de elogio alguno?

– Pues todo el mundo lo elogió.

– ¿Y cómo está el mundo, Marlon?

– Podrido por todos los sitios. No puedes confiar en nadie.

– Entonces…

– Lo sé. Tengo que olvidarlo todo de una vez y para siempre. Me parece que otra vez lleva razón, “Joro”.

– No es que lo diga yo. Lo dice la Biblia. La ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los seres humanos. Si quiere comprobarlo busque en Romanos 1.18. Así que deje ya de tanto odiarla y olvídela para siempre. Deje en manos de Dios ese tema porque si usted odia se acerca a la muerte.

– Voy a hacerle caso, “Joro”.

– Entonces hablemos de algo más interesante. ¿Dónde vivía normalmente la Madame?

– En el pequeño pueblo de Le Touquet de la Picardie…

– Eso me suena a “El Tocado de la Picardía”.

– ¡Déjese de bromas ahora, “Joro”! ¡Estamos ante un asunto de muchísimos millones de euros! Madame Canaris era la personas mas adinerada de toda Europa además de que poseía innumerables posesiones por todo el país francés.

– Yo no me estoy tomando nada a broma, Brandy. Solamente es que tengo una corazonada y, además, ¿no le parece impresionante lo de “El Tocado de la Picardía” para una película de pícaros?

– ¿Qué me está usted insinuando?

– Que me da la primera impresión de que algo de picaresca hay en todo este lío. Claro que no tengo por qué estar en lo cierto… así que lo consultaré con la persona que mejor entiende de mis corazonadas…

– ¿Algún confesor privado tal vez?

– Tal vez. Solamente que tiene nombre de mujer.

– ¿Y lo sabe eso Angeline?

– Incluso mejor que yo.

– Siempre he pensado que los españoles érais muy conservadores y ahora resulta que sois más liberales que los propios franceses.

– Es que el misterio nos engancha de verdad desde cuando El Cid ganó una batalla estando más muerto que vivo.

– ¡Jajaja! Los españoles os tomáis demasiado en broma a vuestros propios héroes.

– Pero nunca a nuestras propias heroínas. Tenga usted muy en cuenta esto porque se lo voy a demostrar.

– ¿Y ahora qué hacemos?

– Ahora yo tengo que hacer un corto viaje de unos pocos días.

– ¿No dijimos que íbamos a trabajar juntos?

– Y vamos a trabajar juntos pero es mejor que, a veces, tengamos que investigar cada uno por su cuenta para no despertar sospechas.

– No sé a donde quiere ir usted a parar…

– ¿Se refiere a mi viaje o a lo que voy a intentar hacer?

– No entiendo nada…

– Deje que yo haga mi labor y haga usted la suya. Dentro de muy pocos días nos volveremos a encontrar.

– ¿Y qué hago yo ahora?

– Investigue todo lo que pueda sobre la ocupación de los territorios franceses por parte de los nazis de Hitler durante la Segunda Guerra Mundial. Busque, sobre todo, nombres de personajes alemanes importantes que estuvieron en dicha zona. Necesitamos una amplia información para seguir ganando puntos en esta partida.

– ¿Solamente tengo que hacer eso?

– De momento sí. Es muy importante. Pero quiero pregutarle otra cosa.

– ¿Relacionada con Patricia Highsmith?

– Nada que ver con Mary Patricia. Espero que eso ya esté en su olvido para siempre. Me estoy centrando en nuestro problema.

– ¿Qué quiere saber ahora?

– ¿Madame Canaris tenía algún abogado privado?

– Sí. Solamente confiaba en un solo abogado.

– ¿Cómo se llama ese señor?

– Benoit de la Colette.

– ¿Benito el de la coleta?

– ¡Jajaja! ¡Le prometo que nunca jamás volveré a pensar en lo que no debo!

– Podemos.

– ¿Qué podemos?

– Pensando en Benoit de la Colette podemos avanzar bastante. ¿Dónde vive ese tipo?

– En el mismo Toucquet de la Picardie. Y es cierto que usa coleta.

– Muy bien, Marlon, usted dedíquese estos días a investigar todo lo que le he dicho y no se preocupe por mí. Estaré de viaje por unos pocos días pero le doy mi palabra de español que volveremos a encontrarnos para intercambiar informaciones.

– ¿No será peligroso que viaje usted solo?

– No voy a viajar solo.

– ¿Necesita a mi mejor hombre?

– Necesito a mi mejor mujer.

– Espero que no tenga complicaciones con Angeline si se entera de esto.

– Haré que lo entienda. Estoy seguro de que lo entenderá y que no pondrá ningún obstáculo. Le recomiendo que sonría más veces de lo que hace.

– Si todos los hombres fuesen como usted estaría sonriendo las veinticuatro horas del día.

– Excepto cuando estuviese soñando…

– ¡Jajaja! ¡Buen viaje, “Joro”!

La herencia de Madame Canaris .- Capítulo 3 – (Novela)

Cuando Angeline Castell Rouge, José Roberto Ortero de Jumilla y Alain Marlon Brandy Delon llegaron al Café de Nueva Atenas salió a recibirles, en persona, Charles Saura Renoir que, por cierto, era descendiente de españoles por parte de padre pero su madre era pariente lejana del pintor Renoir. Charles se fijó en el bellísimo rostro de Angeline.

– ¡Dios mío! ¿Es posible que tanta belleza se digne venir a cenar aquí?

Le atajó, directamente, José Roberto.

– No solo es posible sino que es verdadero.

– Ante esta belleza sólo se puede pensar que merece la mejor mesa del Café.

Así fue como los tres se encontraron sentados en el mejor lugar.

– ¿Les puedo aconsejar una buena cena?

Ahora el que intervino fue Marlon.

– Que sea excelente porque pago yo.

– ¡Ni hablar! ¡Esta cena no la olvidaré nunca jamás así que están los tres invitados!

– Ten cuidado, Charles, ten mucho cuidado de que no se entere tu Renata Poison Palace o es ella la que te retira a ti del negocio.

Saura decidió batirse en retirada.

– Para darles la bienvenida les serviré un vino dulce de Oporto, o si lo prefieren, una mistela como el Pineau des Charentes servidos con un buen surtido de canapés. El primer plato suele ser más ligero en las cenas así que les ofrezco una ensalada y pâté Lorrain. El plato principal será en base a pescado, que puede ser merluza con arroz acompañada de pasta de legumbres con vino de Chauvignon Blanc. Y no puede faltar el queso de Gruyére. El postre será, como homenaje a mi invitada, fresas con nata. Y lo habitual para concluir le propongo café o café con leche, según el gusto de cada comensal, mas una copa de coñac digestivo Armañac.

– No te pases de la raya, Saura.

– Creo que no me he pasado sino que la ocasión se lo merece, Brandy.

Observando que Saura, mientras hablaba, no dejaba de mirar a su chica, Ortero sacó a relucir su conocida ironía.

– Está muy bien, caballero…

Saura se dio cuenta de que estaba siendo muy indiscreto…

– ¡Muchas gracias, joven! Perdone. ¿Cómo se llama usted?

– José Roberto. Conozcame solamente como José Roberto.

– ¿Tengo el gran alto honor de estar hablando con un español?

– Por los cuatro costados.

– Perdone otra vez pero es que mi padre, que ya murió, también era español por los cuatro costados y mi madre, que murió ya, era descendiente directa del famoso Renoir.

– De cual de los tres.

– ¿Es que hubo tres?

– Que yo recuerde, el operador cinematográfico Claude Renoir, el director cinematográfico Jan Renoir y el pintor Pierre-Auguste Renoir; los dos primeros nacidos en este mismo París y el pintor, aunque nació en Limoges, residió por mucho tiempo en esta gran ciudad.

– Tiene usted una proverbial memoria, José Roberto, pero yo me refiero al pintor.

– El de “Diana la cazadora”?

– ¡Ese mismo! ¿Le gusta a usted la pìntura de Renoir?

Ortero continuó con su ironía…

– A Angeline le entusiasma y, como comprenderá, todo lo que le entusiasma a Angeline es contagioso.

Saura se sintió azorado…

– Bueno… esto… sí… quizás su cuadro más interesante sea “Diana la cazadora”…

– Supongo que lo dirá usted por la belleza de la diosa.

– Exacto. Por eso lo digo.

– Tomaré nota del dato, caballero Saura, puede ser que me sirva de mucho para mi futuro.

– Bien. Lamento que tengan ustedes que esperar un rato pero quiero que la cena salga perfecta.

– Perfecta. Esa es la palabra que me ha quitado usted de la boca.

– ¿Entonces acepta este Montecristi?

– ¿Cuántos años de garantía tiene?

– ¡Jajaja! Se lo merece.

Charles Saura Renoir regaló el Montecristi a José Roberto Ortero de Jumilla y se dio cuenta que era mejor dedicarse a lo suyo.

– Bueno, José Roberto, ya podemos hablar tranquilos.

– Eso mismo pienso yo, Marlon. ¿Por donde empezamos?

– Acabo de enterarme de que es usted español por los cuatro costado.

– Pues fue de milagro, porque si mi madre, minutos antes de parirme, hubiese ido a visitar a una vecina unos metros más al oeste yo ahora sería portugués.

– ¿Es usted extremeño?

– Nacido en Badajoz pero criado toda mi vida en Madrid.

– Interesante mezcla. Conquistador y noble a la vez.

– Dejemoslo sólo en interesante nada más.

– No le haga mucho caso, señor Inspector Jefe. Cuando algo despierta su interés usa ocho sentidos en lugar de cinco.

– ¡Perfecto! ¡Un hombre así es lo que yo necesito en este asunto!

– Señor Brandy… será mejor que hablemos del asunto después de cenar… siempre me concentro más y mejor cuanto estoy tomando café con leche.

– Muy bien. ¿Puede usted contarme qué clase de investigación está haciendo en el Louvre?

– Me estoy centrando en un artículo sobre Catalina de Médicis que, como usted sabe muy bien, se casó o la casaron a los 14 años de edad, en 1533, con Enrique, segundo hijo del rey Francisco I de Francia.

– Pues con toda la información que existe sobre ella no tendrá ningún problema en hacer un trabajo de matrícula de honor.

– Yo no busco nunca lo fácil, Marlon Brandy. Es por eso por lo que me paso mucho tiempo observando cuadros donde aparece ella. Es mucho más interesante ser original que ser exhaustivo. Para conseguir una matrícula de honor hay que estar antes matriculado. ¿No le parece logico y sensato?

– Tengo que reconocer que es usted muy inteligente.

– Catalina de Médicis fue toda una Madame, Jefe.

– ¿Y de verdad no le distraigo demasiado la atención eligiéndolo para un caso policíaco?

– No importa. Tengo el artículo ya muy avanzado.

– ¿Por curiosidad es usted periodista?

– Soy periodista licenciado en la Complutense de Madrid.

– ¿Y en donde publica sus artículos?

– En una revista española titulada “Las quimeras de Mercurio”. Siempre me tienen reservado un artículo cada mes.

– He visto el último ejemplar de dicha revista en su oficinas privada. Por cierto, alguno de sus colaboradores ha escrito algo muy interesante sobre Patricia Highsmith.

– Se equivoca, Jefe. Ha sido sobre Mary Patricia Plangman. Sobre la mujer y no sobre la escritora.

– Sí. Me ha llamado mucho mi interés.

– ¿Por qué motivo?

– Porque me ha hecho pensar y he recapacitado que he estado perdiendo mucho tiempo persiguiendo una quimera.

– Solemos publicar quimeras. De ahí el título de la revista. Quimeras del pasado bajo la mirada de Mercucrio, el cartero de los dioses.

– ¡Magnífica definición! ¡Ese colega suyo apodado “Joro” debe ser un perioidsta genial. ¿Podría usted presentármelo alguna vez para conocerle? ¡Tengo muchos deseos de tener una cordial entrevista con él!

– Mucha gracias por lo de periodista genial, porque está usted hablando con “Joro”. Y prefiero que me llame solamente “Joro” mientras estamos metidos de lleno en el asunto, que debe ser un lío monumental como para entregarnos 200.000 euros si acertamos a resolverlo.

– ¡Por supuesto que se trata de un caso muy original! Y los 200.000 euros va en serio. Tambien los 100.000 si fracasamos. Si quiere comienzo ahora mismo a plantearle la situación.

– Dejemos ese asunto de lado ahora. Es mejor cenar y luego, mientras tomamnos el café, podemos entrar en materia.

– ¿”Joro” siempre actúa así?

– Bien entendido Jefe. Veo que está comprendiendo mi forma de trabajar. Angeline y yo pensamos mejor después de haber cenado bien.

– ¿Y su esposa en qué puede colaborar? ¿No sería mejor dejarla de lado?

– Eso es imposible. La necesito más que lo que usted piensa. No solo en la cama por cierto como si fuese un adorno para mis sueños. Pero no se preocupe por ella. No le va a molestar en nada. Sólo trabaja conmigo y a mí no me molesta sino que me beneficia. Pero… atención que llega la cena…

Fue una cena divertida porque ella y los dos hombres se lo pasaron en grande contando chistes tontos e inofensivos. Y una vez terminada la cena llegó la hora del café.

– Empecemos ya en serio, “Joro”. Como genial periodista que es habrá ya escuchado que la multimillonaria Madame Canaris ha fallecido hace dos días.

– Sí. Lo he leido en la prensa, lo he escuchado en la radio y lo he visto en la televisión.

– Pues resulta que dejó toda su inmensa fortuna a su hijo Piolín Canaris.

– ¡Jajaja! ¿Ha dicho usted Piolín Canaris?

– Si. Pero el asunto no es tan fácil de resolver porque resulta que existe un segundo testamento de Madame Canaris dejando sus inmensa fortuna, en dos parte iguales, a Piolín Canaris y a Violín Canaris.

– ¡Jajaja! ¿Ha dicho usted Violín Canaris?

– Eso he dicho y ahora resulta que eran dos hermanos gemelos.

– Me suena a algo muy raro, Jefe Brandy. Algo así como una broma de Walt Disney antes de morir.

– A mí también. Nunca se ha sabido nada de Violin hasta la muerte de Madame Canaris pero hay algo todavia más rocambolesco porque resulta que Piolín, el único hijo de Madame Canaris que todo el mundo conocía, también acaba de fallecer hace dos días. Horas más tarde del fallecimiento de su madre.

– ¿Por qué llevaban solamente el apellido de la madre?

– El padre nunca existió.

– Eso es imposible. En condiciones normales se necesita la colaboración de un hombre para que una mujer tenga hijos. Supongo que un caso de gemelos no sea la excepción que confirma la regla a no ser que estemos hablando de la regla de San Benito.

– ¡Jajaja! ¡Me encanta su sentido del humor, “Joro”, pero perdone mi indiscreción al estar presente su bellísima y joven esposa.

– Por mí no se preocupe. He escuchado tantas historias de José Roberto que ya ninguna me sorprende.

– Entonces hablaré de forma directa y totalmente claro. Se dice que la inmensa fortuna de Madame Canaris la obtuvo dedicándose a la prostitución más lujosa de París y la manipulación completa de la Bolsa a través de sus millonarios amantes.

– Que raro.

– ¿Cómo ha dicho, “Joro”?

– Por esta noche basta ya de historias. Mañana me citaré con usted para meternos de lleno en el asunto.

– ¿Y qué va a hacer Angeline?

– Eso corre de cuenta mía, pero le pongo en antecedentes que va a ser más valiosa que yo en esta investigación.

– Forman ustedes una sensacional pareja.

– Por eso hay que esperar a que esta noche podamos acoplarnos perfectamente.

– ¿Esa es otra de sus célebres ironías?

– No es ninguna ironía. Cuando me pongo a trabajar en unas investigación me dejo las bromas en el olvido.

– ¿Por dónde empezamos mañana?

– Tenemos tiempo para pensarlo, Brandy, tenemos tiempo para pensarlo. Ya se me ocurrirá algo mientras me fumo el Montecristo bajo la luz de la Luna.

– Veo que es muy bohemio, “Joro”.

– Pues no soy de la República Chica tal como lo ha podido comprender.

– ¡Jajaja! ¡Muy bueno eso de la República Chica!

– Lo digo porque ella fue la que me eligió a mí.

– ¿Es cierto que una chavala tan bella le eligió a usted?

– Tan cierto como que mañana estaré a las 10 en punto de la mañana en su oficina, Jefe.

– Bien. Les espero a los dos a esa hora.

– Ella no. Ella de momento se dedica a la observación meteorologica para comprobar qué tiempo nos va a hacer mañana. Es mucho más cerebral de lo que piensan quienes tienen el placer de verla.

– Lo acepto de momento.

– Pues espere a otro momento más oportuno porque lo más oportuno es que mañana luzca el sol para que comencemos por actuar usted y yo a solas.

– Okey, “Joro”.

– Yes.

La herencia de Madame Canaris – Capítulo 2 (Novela)

Cuando el Inspector Jefe de la Policía de París, Marlon Brandy, tocó el timbre de la puerta del domicilio del investigador privado José Roberto Ortero de Jumilla, salió a abrir una joven tan monumentalmente bella que él se tuvo que sujetar al quicio de la puerta para no caerse al suelo. Tras unos breves segundos pudo recuperar la voz.

– Me parece que me he equivocado de dirección.

– ¿A quién busca usted?

La voz dulce de aquella belleza de mujer la hacía aún más sexy…

– Esto… no… me parece que me he confundido de puerta…

– ¿Se puede saber a quién busca usted?

– Esto… yo… busco al investigador privado José Roberto Ortero de Jumilla.

– Pues no se ha equivocado. Es aquí donde vive él.

– Esto… yo… no quisiera haber molestado…

– ¿Usted cree que todas las mujeres bellísimas somos iguales?

– No… no quisiera haber ofendido…

– Soy la joven esposa del investigador privado que está usted buscando y espere un momento en la sala de estar a ver si le puede recibir o tendrá usted que venir otro día.

Marlon Brandy, totalmente acomplejado, bajó ligeramente la cabeza y siguiendo los pasos de aquel bombón de mujer, entró en la sala de estar.

– Puede usted ojear los periódicos y las revistas mientras espera. No siempre atiende a todos los clientes.

– Digale, por favor, que soy el Inspector Jefe de la Policía de París.

– ¿Cómo se llama usted?

– Alain Marlon Brandy Delon pero mis amigos me conocen sólo como Marlon Brandy.

– No crea usted que por ser el Inspector Jefe de la Policía de París tiene alguna predilección por parte de mi esposo. A él no le deslumbran ni los cargos políticos ni ninguna otra clase de cargos. Por rechazar hasta rechazó una investigación que le proponía el actor Duncan Douglas Junior cuando intentaba espiar a su tercera esposa. Y eso que le ofrecía hasta 200.000 dólares por ocuparse del caso.

– Esto… espero… espero…

– Pues siéntese cómodo porque quizás tenga que esperar usted toda una hora entera para ser atendido. Si quiere le puedo ofrecer un té. Le noto demasiado nervioso.

– Esto… sí… si puede ser…

– Pero tendrá que servírselo usted mismo. Yo me limito a traerle el agua caliente, las bolsitas , el azúcar y la cucharilla. No le puedo servir personalmente. Me lo tiene rotundamente prohibido.

Marlon Brandy recuperó el dominio de sí mismo…

– ¿Es que su esposo es machista?

– No. Lo que sucede es que valora mucho lo que tiene para toda la eternidad y no como otros.

– Ya. Ya voy comprendiendo.

– Pues espere a ver si consigo hacer que le atienda. Le veo bastante apurado y me da pena decirlo.

– Por favor. Es algo muy urgente.

– Siéntese y pongase a leer un buen rato. Intentaré que pueda atenderle hoy mismo.

– Muchas gracias…

– Angeline Castell Rouge. Me llamo Angeline Castell Rouge. Pero no soy francesa.

– Muchas gracias…

La jovencísima, bellisima y escultural jovencita esposa del investigador, dejó sentado al Inspector Jefe, volvió con todo lo que había prometido y se marchó de la sala sin decir nada más. Marlon Brandy se quedó como aturdido. Hasta que se sirvió el té, calmó los nervios y ojeó entre el montón de prensa y revistas. Le llamó poderosamente la atención la portada de “Las Quimeras de Mercurio”. Destacado, en letras más grandes que las demás, se leia: “Boceto de una mujer en deshaucio”. Picado por la curiosidad, mientras dio un largo trago a su té, buscó el artículo. Estaba firmado por “Joro” y se refería, ¡que gran casualidad!, a Mary Patricia Plangman, aquella Patricia Highsmith, que tanto le había hecho sufrir. Así que se desaflojó el nudo de su corbata, estiró las dos piernas y comenzó a leer:

“Patricia cometió muchos errores a lo largo de su vida. Hablo de la mujer y no de la escritora. Hablo de Mary Patricia Plangman y no de Patricia Highsmith. Hablo de un ser humano que no se entendió nunca a sí misma. Es cierto que no tuvo una infancia normal; que nació de un error, pero los errores existen para poder hacernos más fuertes y para aprender a luchar mejor contra lo que se opone a nuestra realización personal. La infeliz infancia, adolescencia y juventud que tuvo que vivir, puede ser achacada a circunstancias ajenas a su voluntad pero la voluntad es la que nos hace o nos deshaucia. Una mujer como Mary Patricia debía haberlo sabido entender cuando su otra personalidad brillaba a tan alta altura”

“Es posible que la madre de Mary Patricia fuese culpable y eso creó un vacío existencial en una mujer que llenó su vida de novelas para tapar el “agujero negro” de su propio universo. Y es nuestro propio universo el que debemos saber explorar para conquistarlo con arreglo a la verdadera naturaleza de nuestra condición humana. No es precisamente odiando a una madre, por muy imperfecta que sea, cómo podemos solucionar nuestros problemas dentro de la intimidad de nuestros corazones. Mary Patricia fue voraz. Psicológicamente apuñaló a su madre y, de paso, comenzó a rechazar su condición de mujer en el mundo de los hombres. La mente humana puede jugarnos estas trampas. Siendo atractiva lo tenía mucho mejor que otras millones de mujeres que nunca renunciaron a serlo a pesar de las circunstancias. Los hombres no tenemos la culpa de que algunos de nosotros no sepan ser hombres, tal como sucedió con el padre desconocido de Mary Patricia”.

“Tanto rechazó la ausencia de un padre inexistente que hizo inexistentes al resto de los hombres. La terapìa a seguir no es inventarse un nombre más o menos “claro”. La terapia comienza por aceptar que la Naturaleza es la que nos indica el camino. Pero no. Mary Patricia se enganchó al alcohol mientras que Claire Morgan le sirvió de subterfugio para tapar su impotencia. Cada vez que tuvo relaciones con otras mujeres tan deshauciadas como ella fracasó en su vida sentimental. Ni tan siquiera la satisfizo Marijane Meaker, otra extraviada más en el universo de las que no se saben quiénes son en realidad. Quizás se hizo mártir de una causa cuando llegó a decir “me alegra pensar que este libro le dio a miles de personas solitarias y asustadas algo en qué apoyarse”. Pero yo me pregunto ¿qué apoyo puede ser más valioso que el que nos sirve para fundamentar lo que somos en vez de lanzarse a la vorágine de los desconciertos? Y es desconcertante, totalmente desconcertante, que una bella mujer prefiera la compañia de los gatos y, para mayor confusión, de los caracoles, en lugar de un hombre que la hubiese rescatado del precipicio al que se lanzó por no saber superar los odios. Los odios destruyen pero, antes de destruir, te deshaucian. Por eso Mary Patricia fue insigne como escritora pero como mujer no llegó a ser ni tan siquiera la milésima parte de lo que pudo haber sido. Su misantropía fue su deshaucio. Y el alcohol la tumba de su felicidad aunque la gloria le rodeaba por todas partes. ¿Qué gloria? ¿Qué éxito? ¿Qué triunfo? ¿Qué verdad? Culpas y mentiras. Depresiones, pesimismo, ambigüedad moral y relaciones sexuales equivocadas. Convertida en la lésbica “Carol” su fracaso consistió en no saber cuánto pudo haber valido como mujer en el mundo de los hombres humanos aunque ninguno de ellos hubiese sido Graham Greene”

Marlon Brandy cerró “Las Quimeras de Mercurio” pausadamente, la depositó de nuevo sobre la pila de periódicos y revistas y se quedó pensativo…

– Pues lleva razón este tal “Joro”…

– Inspector…

Aqeulla dulce y sexy voz hizo que volviera a reaccionar saliendo de su ensimismamiento mientras ella le seguía deslumbrando del todo.

– Perdón. Estaba distraído.

– Vengo a decirle que ya puede entrar en el despacho de mi esposo. Le está esperando.

– ¡Gracias! ¡Comprendo que una mujer como usted consigue todo lo que se propone!

– Pues no me dé las gracias tan rápido porque ha sido él mismo quien ha aceptado tener la entrevista con usted. Yo sólo le he anunciado su visita.

– Pero con la mirada de esos ojos nada es imposible.

– Tenga mucho cuidado con lo que me dice.

– ¿Es que es muy celoso? ¡Le comprendo del todo!

– Se equivoca usted totalmente otra vez. José Roberto no tiene nada de celoso. Soy yo misma quien no acepta piropos gratuitos y no lo tome a mal, Señor Jefe Inspector de la Policía de París. Sé que estoy muy buena y no necesito que nadie, excepto mi esposo, me lo haga saber.

Marlon Brandy pudo por fin levantarse y comenzó a anudarse bien la corbata.

– No se preocupe tanto por el nudo de la corbata. Ni tan siquiera se preocupe por la corbata.

– Es que… las normas de la educación…

– Corte el rollo de las normas de la educación porque tampoco me interesa ese rollo a mí en estos momentos. Mi esposo sólo usa corbata dos o tres veces al año y es porque se lo pido yo. Ahora mismo está sin corbata porque a él no le interesan lo más mínimo a la hora de trabajar duro. Por no importarle no le importan ni las corbatas del billar.

– Jejeje. Buen chiste.

– No es un chiste. José Roberto pasa olímpicamente de los chulos de los billares y en cuanto a los futbolines prefiere mil veces pasar horas enteras jugando al fútbol que perder el tiempo jugando al ridículo futbolín. En realidad a mi esposo sólo le interesa jugar a las bolas conmigo.

– Entiendo que no es un chiste.

– Entiende bien porque es la verdad. Pero deje de querer ligar conmigo porque soy una fruta prohibida y de mi fruta sólo come él.

– Perdone… no quise…

– Ni yo tampoco quiero… así que vaya ya a la entrevista o no volverá a tener otra oportunidad como esta en cien años más. Puede pasar sin llamar a la puerta.

Marlon Brandy salió de la sala, recorrió un pequeño pasillo y se encontró con el despacho del investigador privado que tenía un vaso de caña lleno de café con leche en la mano.

– Siéntese por favor. Disculpe lo del café con leche pero me lo acaba de servir mi esposa.

“Qué suerte tiene este bribón”, pensó para sus adentros el Inspector jefe de la Policía de París.

– Discúlpeme usted a mí, por favor; pero todavía estoy sorprendido.

– ¿Qué le ha sorprendido tanto?

– Que está usted todavía mcuho más joven que la otra vez que nos conocimos.

– Pues yo le veo a usted algo desmejorado y bastante pálido. ¿Le sucede algo malo?

– No. Ha sido por culpa de la impresión. ¿Puedo preguntarle algo aunque sea muy osado por mi parte?

– No se preocupe. Pregunte lo que quiera. Yo también soy muy osado como ya habrá comprobado.

– ¿Ese bombón de chavala es de verdad su esposa?

– Ese bombón de chavla no es solamente mi esposa que, por cierto y para decir la verdad, es la única esposa que tengo y que tendré hasta la eternidad, sino que, además es mi guardaespaldas.

– ¿Qué me está diciendo? ¿Ese bombón de mujer es su guardaespaldas?

– Pues aunque no lo parezca, ni se lo crea usted, es la verdad. Sabe practicar toda clase de artes marciales.

– ¡No es posible! ¡Pero si parece un ángel!

– Cierto. Se llama Angeline.

– ¿Y quién ha podido eneeñarle toda clase de artes marciales?

– Está usted hablando con su maestro.

– ¡Repámpanos! ¿Usted le ha enseñado toda clase de artes marciales a su esposa?

– Pues sí. ¿Es algo malo o ilegal?

– Es increíble…

– Pero cierto. Y ahora le pregunto yo a usted. ¿Ha venido hasta aqui para hablarme de mi esposa o para contarme algo mucho menos interesante pero que yo no conozca?

– Perdón, Ortero, he venido por un asunto muy especial.

– ¿Algo que tenga que ver con mi profesión de investigador?

– ¿Qué clase de investigaciones lleva usted a cabo?

– De todo tipo. Ahora mismo estoy investigando en el Museo del Louvre un asunto sobre La Madre Catalina.

– ¿Un artículo de prensa quizás?

– Sí. Digamos que es un artículo de prensa.

– ¿En qué periódico trabaja usted?

– En una revista siempre tengo hueco para mis trabajos como periodista.

– ¿Además de investigador usted es periodista?

– Añada usted lo de escritor y habrá dado en el clavo. Y ahora cuénteme qué ha venido a tratar conmigo.

– Quiero que trabaje para mí.

– Yo no trabajo para nadie. Soy independiete y autónomo y no voy a dejarlo de ser nunca.

– Perdone. Me he expresado mal. Quiero decir que le estoy pidiendo que trabajemos los dos juntos.

– ¿Algún caso policíaco?

– Sí. Pero muy original. Se sale de lo normal y busco al mejor investigador que se encuentre en París para colaborar conmigo en esclarecer lo sucedido.

– ¿Cuánto me ofrece?

– ¿Le parece bien 100.000 euros si lo resolvemos?

– 200.000 euros si lo resolvemos y 100.000 euros si no lo conseguimos resolver. Tenga en cuenta que tendré que dejar de investigar el asunto de la Madre Catalina y eso me hará perder dinero.

– Lo comprendo. Acepto el reto. Pero para hablar de este asunto prefiero hacerlo en otro lugar y a solas.

– ¿En dónde?

– ¿Qué le parece el Café de la Nueva Atenas?

– De acuerdo. Pero ella viene con nosotros.

– ¿Su esposa?

– Sí. Mi esposa. Si ella no participa en el caso yo tampoco.

– ¿Están ustedes tan compenetrados como para poder trabajar juntos?

– Mucho más de lo que usted se imagina.

– Está bien. Una mujer tan bella puede ayudarnos mucho.

– Se equivoca usted, Brandy, porque no va a trabajar con nosotros por ser tan bella sino por ser tan inteligente.

– ¡Es usted un hombre muy afortunado!

– No me puedo quejar y no me quejo. Eso sería insultar a Dios.

– De acuerdo. Trabajaremos los tres juntos.

– Vuelve a equivocarse. Ella trabajará solmente para mí aunque en el caso estemos los tres investigando.

– Pedone, detective Ortero. Otra vez lleva razón. A alguien como ella hay que saberla proteger.

– No lo hago solamente por eso sino que, además, es totalmente cierto, verdadero y real, que es super inteligente. Muy inteligente.

– Entonces vamos los tres al Café de la Nueva Atenas y por el camino me cuenta qué investiga en el Louvre. Debe ser algo interesante.

– Sí. Pero puedo esperar unos pocos días para seguir con ello si es que su asunto lo es más.

– Lo es. Le prometo que lo es.

– ¿Quiere usted tomar un oporto antes de comenzar con la tarea?

– ¿Tiene usted oporto?

– Una botella de Vintage.

– Estupendo.

– ¡Angeline! ¿Puedes venir un momento?

Al aparecer de nuevo ella, el Inspector Jefe de la Policia de París quedó más deslumbrado todavía. Que aquella preciosidad de muñeca tan femenina supìese todas las artes marciales le descuadraba todos sus conceptos sobre las mujeres hermosas.

– ¿Qué sucede, José Roberto?

– Toma una copa de oporto con nosotros para celebrar que nos vamos los tres a cenar juntos.

– ¿Algún trabajo extra?

– Le advierto que es un caso extraordinario y si se resuelve le pago a su esposo 200.000 euros.

– ¿Y si no se resuelve?

– En ese caso le pago a su esposo 100.000 euros por las molestias causadas.

– De acuerdo Jefe de la Policía pero le advierto, para que no se llame a engaño, que mi único jefe es mi esposo.

– No te preocupes, preciosa, ya hemos quedado que tú y yo investigaremos juntos.

– Si es así acepto.

Brindaron con el oporto, salieron a la Calle de los Tres Hermanos y subieron en el fabuloso Mercedes que conducía ella. José Robeto era el copiloto y Brandy se sentía ya algo más que feliz en el asiento trasero.