La sombra del tren

Ya pronto arderá la espalda del hombre que recoge los racimos habitando (silente de las pámpanas y el dril) el trayecto largo y fijo de las colinas del vino. Las mudas palabras convertidas en huídas. El rostro hecho pulsaciones. Las agónicas cadenas henchidas de cotidiana terrosidad con sus debidos huecos de esperanza. Hablando con un monte que no puede responder, el diálogo impasible e imposible persiste en la siesta impenetrable de la vid y del olivo citando verdades con la furia del viento. Grito inédito de lo común que es y, a la vez, grito siempre repetido en todos los surcos de su edad… Sigue Leyendo...

Bajo los pies del ahorcado

Hace ya años, mis hermanos y yo teníamos la costumbre, junto con el grupo de amigos, de ir los domingos, muy de mañana, a jugar al fútbol a la Casa de Campo de Madrid. Entonces no estaba prohibido jugar fútbol allí. Lo hacíamos en un descampado rodeado de numerosas encinas que estaba situado en el punto de encuentro entre el llamado Camino del Valle de los Puentes y la llamada Carretera de Rodajos, cerquísima de las tapias donde había una salida de donde arrancaba el camino, cuesta abajo, hacia el pueblo de Húmera.

El caso es que una mañana de esas (por estas mismas fechas de finales de noviembre), muy fría y llena de neblina, llegamos al lugar (entonces estaba permitido aparcar los automóviles allí mismo) y vimos, con gran sorpresa, que de una de las encinas colgaba el cuerpo inerte de un joven. Se había ahorcado. Se parecía muchísimo a cualquiera de nosotros. Y nos quedamos más helados que el ambiente. ¿Jugamos? preguntó uno del grupo. ¿Qué hacemos? dijo otro. !Jugamos! dijimos todos por fin de acuerdo. Y comenzamos a jugar con el ahorcado como único y espectral espectador. Sigue Leyendo...