Los frutos de la farola

Enciende su luz la farola de Santa Engracia. Mientras aligeran sus pasos los viandantes hacia un destino signado por el espíritu de la cotidianiedad, el fumador consume su último cigarrillo antes de despedirse de sus anguastias y un sinfín de ojos le observan. No puede salir del círculo donde aprisionada su conciencia. Lucha para no mover sus huesos calcinados y cuando se marcha con aire de igrávida languidez, el agente le sigue los pasos de cerca…

Tambalenate, el borracho de Luchana se aferra al tronco férreo de la farola. Su cabeza está inclinada sobre un pecho que ha dejado de latir sueños. Toda la luz se hunde en la demacrada piel de su rostro cetrino. El equilibrio corporal baila una especie de tormenta. Cae y se levanta. Vuelve a aferrarse al férreo tronco de la farola y después da unas estrambóticas zancadas hacia el vacío… Sigue Leyendo...

Ahora que no me lees

Te voy a escribir esto,
ahora que estoy segura
de que no me lees,
porque,
aunque ni lo imagines,
muchas veces cuando te miro,
se leen frases en mi cabeza
que incluso en ocasiones
me sorprenden solas deletreándose:
un beso, un beso, un beso…