Más allá del puente había un lugar para los mundos de la infancia, huecos que llenar con las ensoñaciones inocentes y un horizonte lleno de grillos nocturnos cantando bajo las lunas de primavera. Más allá del puente había una especie sinuosa de silencios adornados por los ruidos de una selva encantada y lejana que traía a la conciencia algo así como un murmullo de amapolas enrojecidas con el tinte de las emociones. Más allá del puente había distancias por vivir y el silbido del viento hacía pensar en una aventura caminante donde el continuo reloj del pensamiento quedaba detenido entre las últimas sorpresas. Una especie de canción soñada en medio del recuerdo. Había allí, más allá del puente, una fantasía de foráneas fragancias recorriendo la vida en los rutilantes momentos de todo el movimiento condensado en el espacio blanco de las ilusiones.