El agua que cae y no moja
El sol que sale y no calienta
El aire que sale y no entra
El frío que ya no congela.
El cielo queriendo ser mar
El mar queriendo ser tierra
Las olas matando a las rocas
Las rocas muriendo por ellas.
Miércoles, 20 de febrero de 2002 (20022002). Fecha completamente capicúa. Como fue la del 10 de enero de 1001 (10011001) cuando un barco vikingo comandado por Leif Ericsson ancló en tierras americanas de la Península del Labrador (a las que llamó Vinland) cinco siglos antes de que Cristóbal Colón llegase a Guanahaní (El Salvador) y diese a conocer América al mundo entero. Y como fue la del 11 de noviembre de 1111 (11111111), la fecha más capicúa de las que hemos conocido, cuando la mitad de la Península Ibérica estaba gobernada por el príncipe almorávide Yusuf ibn Tasufin “El Guerrero Azul”, mientras Alfonso VII de Castilla era coronado rey de Galicia y en Mesoamérica los aztecas salían de Actlán rumbo al Valle de México para iniciar la expansión de su imperio. O como lo será el 30 de marzo de 3003 (30033003) si es que para entonces aún existen los humanos sobre la faz de la Tierra.
Tres y un poco más no es, para mí, un número cualquiera. Tres y un poco más me sabe a número de partida de mus jugada en un bar madrileño de los aledaños de la San Bernardo: Carlos, Andrés, José Luis y un poco más envidando a la grande y a la chica, paso a los pares y una elevación de órdago al juego que sólo alguien acepta, de vez en cuando, en el momento en que la moneda está en el aire dispuesta a salir carao cruz. Una partida participativa donde el humo de los farias hace carambolas con la derecha que reparte las cartas y la izquierda que juega a hacer las señas orientativas.