Hoy, 20 de abril de 2004, con el cielo gris, me encuentro en Nueva Cork junto a mi amigo José Valencia que es un diplomáticos de la Embajada del Ecuadro en Estados Unidos. Con él, amigo desde sus años en Madrid donde residió en mi propia casa, hemos desayunado en la cafetería del edificio de las Naciones Unidas, muy cerca del río Hudson. Entre comensales de un variopinto caleidoscopio de gentes de países y razas de toda condición, hemos pasado un rato agradable antes de visitar la Sala de Reunión de las Delegaciones de la ONU. Está solitaria la sala de la Asamblea General. Me fijo en la mesa presidencial y recuerdo que ahí fue donde en 1960 el líder soviético Niñita Kruschev se quitó uno de sus zapatos y comenzó a golpear la mesa en protesta contra los Estados Unidos. Me quedo un rato observando la desierta y solitaria sala hasta que luego salimos a recorrer los largos pasillos. Al final de la visita me topo con la bandera de Australia. A mí, cuando veo la bandera de Australia, no me vienen a la memoria primeramente los canguros sino un par de nombres: Tressider y Murray.
Archivo por días: 16 marzo, 2007
Veintitantos
Un día de playa con Mamen.
¡ Qué día tan rico! Dice Mamen tirándose en la toalla.
Yo ya me muero de calor.
Me pongo un poco de crema, la justísima, vaya pringue y me tumbo.
Ciero los ojos y siento, escucho. El suave ruido de las olas del mar. Unos niños haciendo castillos de arena. Una gaviota pasa por encima de mí. Abro los ojos y ahí sigue Mamen frota que frota, el de la tele se equivocó cuando dijo que el frotar se iba a acabar. Ni mil prontos juntos podrían dejar el brillo que tiene Mamen en su cuerpo.
Caminar hacia la verdad…
Al cuento “sólo se necesita miedo” le sigue una reflexión…
Caminar hacia la verdad es más difícil que hacerlo por el filo de una navaja, por eso sólo algunos se comprometen en la búsqueda…
Como le decía hace unos días a alguien nuevo pero presente en mis días de alguna forma, no quiero dejar de comprometerme en mis búsquedas, aún a riesgo de cortarme…
Nunca, a pesar del miedo…, nunca…
Un abrazo
Que nos dejen en Paz
Que nos dejen en Paz el presidente George Bush y sus secuaces… que nos dejen en Paz los iraquíes de las bombas suicidas… que nos dejen en Paz los del PP y sus proclamas franquistas… que nos dejen e Paz los isrealitas y los palestinos… que nos dejen en Paz los líderes gemelos que presiden Polonia… que nos dejen en Paz el presidente ruso Putin, el coreano del norte y Chávez, el “chaveta” de Venezuela… que nos dejen en paz los talibanes y los de la Al Qaeda dee Bin Laden… que nos dejen en Paz la ETA, el Otegi, Batasuna y los independentistas abertzales… que nos dejen en Paz los de la curia católica de Roma con Benedicto XVI al frente… que nos dejen en Paz todos los poderosos de esta tierra que parece que nunca están contentos si no están en continua pelea los unos contra los otros y los otros contra todos. Que nos dejen en Paz que queremos vivir felices.
EL HOMBRE QUE LLOVÍA
A los Prada y al Villaescusa, el más Prada de los Prada.
Manuel Prada fue un niño totalmente normal. No llovía entonces ni tan siquiera lloviznaba. Ya caía afuera suficiente agua para tener que llover por dentro. En todo caso, lloraba, como todo hijo de vecino, cuando su padre le pegaba una tunda por haber hecho saltar a una oveja por encima de la valla como si fuera un caballo, o cuando se caía del pajar, o cuando le entraba una cosa en el ojo, o cualquier cosa por el estilo. Pero tampoco hacía eso usualmente, ni tan siquiera cuando la señorita le pegaba con la regla por haber hablado en gallego en la escuela, ni cuando tenía que privarse del partido de fútbol porque tenía que recoger patatas o regar la huerta o dar de comer a los animales… Lloraba o no lloraba, pero de llover nada.