Enamorarse

Era pequeña, fragilizada por su sentido del ridículo. Se vestía siempre con camisetas pegadas al cuerpo y de colores oscuros. Nadie la miraba. En su sencillez había aprendido a ser discreta, a comer sin hacer ruído, a subirse en el autobús y sentarse en los últimos asientos. Se miraba al espejo y no se contemplaba. Tenía el tiempo justo para peinarse. Luego, al trabajo en una tienda de golosinas. Era frágil como el aroma de las primeras fresas, las que crecene n los bosques, ocultas de todas las miradas.