Se asombraba Kant, al final de su ordenadísima vida, solamente de dos cosas: de la noche estrellada y del persistente eco de la voz de su conciencia: Dos abismos. Uno exterior y otro de puertas adentro. Dos cosas ç que, en sí mismas, son casi inéditos descubrimientos del ser humano para escribir y pensar sobre el mundo. Kant siempre fue un hombre ordenadísimo en todos los quehaceres de su vida. Observaba todo y todo, minuciosamente, lo exsplciaba con argumentaciones racionales. Kasnt era el razonamiento puro; mas cuando se enfrentaba al cosmos nocturno y a su voz interior Kant desarmonizaba todas sus estructuras mentalesd para quedarse atónito.