En la puerta me dejaban,
trozos de ti para mí.
El señor que los traía
nada más podía decir:
Buenos días aquí las tienes
hoy llegan dos para ti…
y mis manos temblorosas,
no sabían cual abrir.
Me metía para casa,
me sentaba en el jardín
o en el patio de vecinos
que mas daba donde ir…
Si ya llevaba en mis manos
lo que me hacía sentir…
Los cinco dedos de la mano se pusieron a discutir sobre cuál de ellos sería capaz de tapar el sol. El dedo gordo fue el primero en afirmar que lo podría hacer sin problema, por su contextura precisamente. Pero el dedo del medio aclaró que, de cerca, el sol es más grande de lo que parece. Al escuchar eso, el dedo meñique decidió que ni siquiera lo intentaría. El anular, en cambio, estaba convencido de que lo podría hacer con un poco de esfuerzo. El índice no dijo nada, prefirió no contar que el secreto era tocar el hombro de la luna para que se despertara. Sigue Leyendo...
Me levanté con el canto de un gallo que ahora me suena lejano… la ventana estaba abierta, probablemente se me olvidó cerrarla el día anterior. Me asomé por ella, todo es tan hermoso. Esas nubes blancas y blanditas surcando un cielo azul intenso. ¡Es verano! La época del año que más adoro… Tres meses de descanso y alegría. Las fiestas del pueblo y la piscina con los amigos. Ains… cada vez uno mismo se hace más grande, cada año miras con añoro esos días de niñez que tan bien te lo pasabas. Cuando jugabas inocentemente con las ranas en el río, cuando ponías furiosas a las avispas y luego acudias a casa con alguna que otra picadura. Echo tanto de menos esos momentos… ahora miro al cielo y me siento niña otra vez… aunque se que eso no durará para siempre, que mi cuerpo cambiará convirtiendose poco a poco en una mujer. Pero sé que en mi mente siempre seré esa niña inocente que jugaba con sus amigos en días de verano. Sigue Leyendo...
Tú por las calles negras y yo por las negras calles; los dos bajo una lluvia ácida de alma densa. Jamás podremos abrazarnos en el laberinto ni tú ni yo que andamos por las calles negras y las negras calles de nuestro perpetuo desencuentro. Se interpondrá siempre, entre nosotros, la nada tuya y la nada mía y entre la doble nada de nosotros dos los días serán un ahogarse sin medida. Y se apagará todo lo de alrededor. Y la luz, cuando vuelva, nos volverá a mostrar una vez más cuando nos crucemos tú por las calles negras y yo por las negras calles. Total: un perpetuo desencuentro. Quizás (y a lo sumo) un cruzarse sin mirarnos… Sigue Leyendo...
Sin mujer, sin amigos, sin fortuna,
locamente enamorado de una bailarina,
está sumido en el alcohol y la morfina
debajo de la negra noche y de la luna.
Recordó cuando era niño y en la cuna
trenzaba un sueño de loca bambalina
y ahora se encuentra solo y en la esquina
de la vida perdida en medio de la hambruna.
¿A quién importa, díme tú,
que mis manos busquen horizontes
donde los cometas golpean sus dedos
con las arterias del universo pleno?.
¿Díme a quién le importa que mi vida
gire en los círculos llameantes de la historia
tropezando con los versos sucesivos
y el plasma de un instante sobre el cielo?.
En esta luminosa mañana que se levanta ante mis ojos, un reflejo del sol que ilumina mi estancia, me hace ver como un pensamiento se abre paso en mi mente.
¿De qué nos sirven disputas con nuestros allegados?
Si al fin y al cabo no tenemos conciencia de saber si en las próximas horas estaremos disfrutando de su compañía o viceversa.
Por mucho que nos lo repitan, no queremos dar nuestro brazo a torcer, ni claudicar en nada….
¡¡ nuestra razón ha de prevalecer ¡¡¡
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