Antes que la tristessa nocturna de Chopin,
– y las lágrimas de Mozart…-,
antes que ninguna melodía elaborada
prefiero la melodía de tu boca.
Antes que ningún Espronceda, ningún Becquer,
ni Lope de Vega, ni Ruben Darío.
Antes que ninguna palabra
fabricada en rima, prefiero tu voz tranquila:
cariñosa, sincera. Mía. Tuya y mía.