Y te recuerdo en la memoria de mis dedos.

Y te recuerdo en la memoria de mis dedos cuando escribo tu nombre en las estrellas; en este anochecer de soledades, donde la cama está fría sin tu cuerpo, cuando las horas de mi reloj se vuelven un lento recordar ese ayer en que reías. Y te recuerdo en la memoria de mis dedos cuando rozo las sábanas vacías y el frío se cuela por la ventana, se enrosca en la humilde bombilla de la buhardilla y me aprieta las venas con su concierto de música de jazz. Y te recuerdo en la memoria de mis dedos cuando tocan las teclas de la computadora y empiezan a computar números imaginarios que van desde el alfa hasta el omega y, desde allí, se lanzan al infinito recuerdo de tus rojos labios. Sigue Leyendo...