Refrán.

Érase una vez, en la provincia de Soria, un pastor de ovejas que se creía tan hermoso que pensaba que todas las mujeres le amaban sin remisión con tan sólo mirarlas y decirles algún piropo. Eso era, al menos, lo que el pastor soriano se creía.

Sucedió que una mañana del mes de mayo, en plena época primaveral, pasó cerca de él la mujer más bella que había visto en su vida y, olvidándose de todas sus ovejas, fue tras ella con la intención de conquistarla y casarse con ella.