Tiempos de uvas.

Eran veranos cálidos aquellos del franquismo más recalcitrante de historia española. Pasaba yo mis pensamientos por el cedazo de los paseos de los olivos y la viñas. Tiempo de uvas. Tiempos de crecer más allá de los linderos de los campos de Valverde de Júcar. Era como jugar a aprender a ser un poco más niño mientras crecía. Una especie de Peter Pan que nunca sufrió el complejo de Peter. Cada día más lejos aun de los demás elementos familiares. Por aquellas viñas, aprendiendo de mi tío paterno Ángel Orero cómo saber las horas confeccinando relojes de tierra, yo superaba con la imaginación aquellos pedazos de cosechas en que mis primeros poemas se quedaban anclados entre los zarcillos de las plantas. Mucho más allá había un porqué, una causa, un motivo por el cual yo me alejaba de los demás familiares y en los atardeceres, junto al Júcar, me venían a la memorias los cantos al río Duero del Romancero de Gerardo Diego. Sigue Leyendo...