Paisaje urbano con un suave tapiz estucado, de zigzagueantes copos de nieve, el tenue y gélido viento abriga a los transeúntes que van a pie o en auto. Los vagabundos tiran de sus carritos existenciales, en ellos acarrean “su alma”, equipaje caritativo de su condición ambulante. En otra parte, no demasiado distante, los chicos dorados al sol, se bañan, sonrientes en las playas de arenas ardientes y montan sus tablas de surf…Volvemos al suburbio de la metrópoli, allí por necesidad, una niña prostituta coge la mano del anciano desahuciado… su rufián apoyado en una estatua de falso mármol. Solo es un chiquillo y ya teje la rabia y el odio hacia el mundo… precoz, morirá en su propia red, con un arma apuntando la sien del destino
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La niña de las estrellas (Novela). Capítulo 1.
CAPÍTULO 1..
En la Sala Principal del Palacio de Fontainebleau, aquel atardecer del 8 de enero de 1616, el Condestable Armand Duglesclin hablaba, pausadamente, con Liano di Milano, el famoso espadachín italiano que tanto entusiasmo había despertado entre las nobles damas cortesanas por sus famosas victorias ante los célebres mosqueteros franceses, aquellos gentilhombres que pertenecían a las compañías de caballeros de la Casa del Rey Luis XIII El Justo. Además, era tan atractivo físicamente que todas suspiraban al verle pasar pues resultaba imposible no sucumbir a sus encantos personales.
CORRIENDO
Corriendo, corriendo se frena pronto
Pues la luna no siempre esta rellena
Y no todas las palabras nos sirven
Para edificar palacetes o ciertas cuevas
Me necesitan con voz certera
No creo que esta sea la manera
De dar el amor que tanto ansia
El explorador de la pradera
Susurrando sinfonías con voz entera
Se enteraran las arañas
De lo que esperan
Los niños y los viejos cantan quimeras
Cuando llega el domingo y el cura vuela
Me encierro en mi manto de luces ciegas
Y canto al desencanto, es mi manera