Es un día de agosto. De cualquier año después de Jesucristo. Rodeado por las fanáticas, los dos hijos de Don Rosendo intentan llegar hasta la fuente. El sol aprieta. Están sedientos y llegar hasta la fuente parece cosa imposible. Poco a poco se van convenciendo de que ha sido una muy mala idea acudir a Valverde del Camino. Pero ya es demasiado tarde para arrepentirse. No les queda más remedio que seguir intentando escapar de aquella jauría humana que se ha desatado como un verdadero vendaval. El sol sigue apretando y la sed parece ya infinita. Es como una lucha sin cuartel mientras va cayendo la tarde. El cielo, azul plomizo, sirve para recordar…