Extiendo mi brazo izquierdo hacia abajo y de mi mano sale un rayo luminoso que hace desaparecer toda la niebla apoderándose del paisaje una luz tan intensa que todos los colores brillan en su plenitud.
– !Qué bonito, Juan!. !Es la primera vez que veo todo el País de la Poesía completo!. ¿Aquél es el mar donde nos bañamos esta mañana?.
– Sí. Se llama el Mar de las Ideas. Siempre que lo desees podrás bañarte en él porque nunca deja de estar pacífico. En sus aguas aprenderás a ser cada vez más libre, porque son ideas convertidas en líquido alimento para la Verdad.
– ¿Y es aquello una isla?.
– Efectivamente. La Isla de la Tranquilidad. Cuando quieras ir allí nadie salvo yo podrá verte, porque la tranquilidad es una visión espiritual que sólo pertenece a un hombre y una mujer que desean compartirla.
– !Aquel es tu Castillo!.
– Acertaste Greta. Es el Castillo de La Paz. Como ves está en el centro de la Isla De la Tranquilidad debido a que es en el centro de nuestro sentimiento donde siempre se ubican las pacíficas manifestaciones de nuestra vitalidad.
– Es muy pequeño…
– Pero será residencia para tu descanso siempre que así lo decidas. En lo pequeño siempre habita la grandeza de los seres humanos y es en esa grandeza donde descansamos sin dolor.
– Ahora que me doy cuenta… ¿qué sucede con los seres humanos?, ¿por qué no habitan en este Inmenso Paraíso?.
– Si quieres que haya seres humanos en el País de la Poesía, cierra los ojos y dilo con Esperanza.
– !Sí, quiero!.
Vuelvo a extender mi brazo izquierdo y de nuevo el rayo de luz se dispara hacia abajo.
– !He ahí a los múltiples habitantes de este País!.
– !Los veo, Juan… pero están demasiado tristes y eso rompe la armonía del paisaje!.
– Greta… si quieres que la Felicidad sea eterna compañera aquí, cierra los ojos y dílo con Caridad.
– !Sí, quiero!.
Extiendo mi brazo por tercera vez consecutiva y otro rayo de luz transforma todo el País de la Poesía en sonido, alegría y movimiento.
– !Esto es lo que desde niña siempre deseé ver!.
– Greta… ahora llega el último momento, el definitivo, aquel en el que ya no puedes echarte hacia atrás si lo aceptas libremente.
– ¿Cuál, Juan?.
– Mujer… ¿quieres libremente y sin verte obligada por ninguna clase de circunstancia volutaria o involuntaria que anule tu libertad de opinión, tu libertad de expresión y tu libertad de decisión, gobernar junto a mí este Principado?.
– !!Sí, quiero!!.
De pronto se oculta el sol, cae la noche sobre el País de la Poesía y se produce una estruendosa explosión de fuegos artificiales que alumbran el cielo y el ambiente de colores tan inauditos que semejan un verdadero torbellino universal. Es el final de la agotadora jornada…
– !Bésame Juan… con un beso infinito que no tenga final!.
(Fragmento de la novela “Greta” (II) escrita por José Orero De Julián “Diesel” y Liliana Del Castillo Rojas “La Gaviota Roja”