La niña de las estrellas era muy parca en palabras durante el dia, mas cuando salía la luna se volvía completamente abierta al monólogo consigo misma… y se preguntaba:

– ¿Dónde encontraré a mi príncipe soñador?.

El alba de las amanecidas siempre la encontraba soñando con su príncipe, que no era azul como el crisantemo ni un villano mexicano… sino más bien un poeta disfrazado de bohemio en las fiestas de Madrid.

Así que llegó un buen día, armó su equipaje con dos o tres bagatelas y se lanzó a viajar hasta los madriles. !Era allí donde, si las circunstancias le favorecían, encontraría al amor de sus sueños!.

Como era una niña de las estrellas fue acompañada por las constelaciones de la Osa Mayor y la Osa Menor, con las cuales había jugado desde la más tierna infancia. En Madrid la oscuridad era lo bastante eficiente, para ella, como para poder descubrir lo que otras no habían descubierto a plena luz del sol.

Y bajo el sol, transformado en viajero de las Diásporas… su poeta apareció junto a las atracciones infantiles. !Era, efectivamente, un niño jugando con las palabras!. Ella le escuchó atentamente…

!Hábía encontrado, al fin, su sueño de enamorada!. Sólo faltaba el beso inicial. Así que esperó a que él la invitase a un helado y a un zumo de naranja y, mientras los demás trovadores se entretenían con los fuegos artificiales de la Fiesta, Ella se agarró a la mano de su bohemio poeta y ambos entraron en el pub de la Ilusiones, muy cerca del mismísimo corazón universitario que él había conquistado con paciencia y tesón.

Un beso sin más. Un sólo beso en medio de los asiduos al pub, bastó para que se enamorase perdidamente de él. En realidad era él el que estaba perdidamente enamorado de Ella. En definitiva: los dos jugaban por las noches con las constelaciones de estrellas.

Y es por eso por lo que, ahora, viven su Gran Sueño convertido en Realidad..