Según dijo Mahatma Gandhi “lo que se obtiene con la violencia sólo se puede mantener con la violencia”. Y esto me hace pensar que existen, a veces, en el mundo del fútbol (espejo de la vida) una violencia que sólo sirve para mostrar la impotencia ante una derrota ya esperada.
La magia hispana.- El partido que el sábado enfrentó a la Selección Española de Fútbol frente a la Selección Argentina (se supone que también de fútbol) es una demostración palpable tanto de la frase de Gandhi como las de Isaac Asimov (“la violencia es el último recurso del impotente” (!y qué bien viene esta cita para denominar las funciones del seleccionador argentino, el “dios” Maradona) y de Antonio Fraguas “Forges” (“La violencia es miedo a las ideas de los demás y poca fe en las propias”) que es lo que se puede decir de cómo jugó Argentina.
En pocas palabras: mientras España bordó un tejido mágico sobre el verde césped del Estadio Calderón (junto al río Manzanares de Madrid) lo albicelestes del río de La Plata (para demostrar que a veces los pequeños se comen a los grandes) sólo sintieron el desorden en su interior y comenzaron a usar la violencia. Pero no. La violencia siempre lleva al desastre. Los dos goles de España puedieron ser fácilmente cuatro mientras el gol de Argentina sólo quedó como la anécdota pasajera de quien no puede hacer otra cosa sino suspirar. El fútbol no es un suspiro… el fútbol es un respiro de la inspiración. Y eso es lo que tuvo España (en las botas de Xabi Alonso) mientras Messi se desesperaba en medio de la violencia desordenada de la mente ofuscada de un “dios” confuso. Que me perdonen los argentinos de buena fe… pero de vez en cuando… un buen baño de magia futbolística hace bajar a los “dioses” de las nubes y los convierte en seres tan humanos que se muestran impotentes ante la música genial de los futbolistas con fe. Con la fe con que jugó España, el sábado sólo podía darse un resultado: la victoria mágica ante la desesperación violenta.
Siguiendo con la frase de Gandhi es cuando comprendemos las enseñanzas cristianas: no es con espada ni con ejército como se vence en fútbol sino con el espíritu. Y espíritu sobró en las filas españolas.