Al final de la calle, girando a la izquierda, según se camina, se encuentra la casa donde vive la señora Sofía y Gregorio, su marido. Esta pareja ya tienen una cierta edad, una edad en la que según se dice se ha visto de todo, menos lo que aun queda por ver.
La señora está en la parte posterior de la casa… con la hoz, cortando hierba para los cuatro conejos enjaulados.
Gregorio se ajusta la boina, antes de colaborar con su mujer. Al acabar sale a echar un paseo por el campo… Ella se adentra en la casa…
Gregorio a la vuelta de su paseo se sienta en la butaca, junto a la ventana, a Sofía mientras tanto se la oye trastear en la cocina.
Poco después aparece Andrés, uno de los nietos, el mediano. Come dos veces a la semana en casa de los abuelos. Mientras se va desprendiendo del chaquetón charla tranquilamente, y gesticulando para sentarse…
Gregorio escucha, sin decir palabra alguna. Poco después aparece Sofía, la abuela, se sienta también alrededor de la mesa, y espontáneamente surge una pequeña tertulia.
Sobre la mesa ya había sido depositado un porrón de vino… Más allá, unas cuantas almendras.
“Andrés, tu abuela y yo hemos pensado en invitar a tu nieta, unos días aquí en el pueblo, y así la conocemos, ¿Qué te parece? “
“Bien, es buena idea. Lo único que hay que hacer es llamarlos para quedar con ellos. También he de revisar el coche, el viaje dura más de cinco horas”.
En aquel momento alguien se dispone a bajar del piso de arriba, es un hombre delgado, vestido con prendas de pana color marrón claro, bastón y gorra, entonces Sofía mirando a Gregorio: “Al parecer, a tu padre ya no le duele la cabeza”.
Poco después el hombre se sienta en un sillón, mirando a Gregorio, con voz tranquila y agradable:” Hijo, ¿ya habéis comido?”
“Ahora, dentro de poco”. Va diciendo Sofía mientras se adentra en la cocina.
Un par de semanas después,una mañana, muy temprano, Andrés sale del pueblo en coche, aun no clarea. Ha iniciado el viaje hacia la ciudad donde reside su nieta, casi una chica, de unos trece años más o menos…
Unas cuantas horas después… llama al timbre de la casa donde vive su hija Leonor con su marido Eugenio…
“Isabel ¿tienes ganas de conocer a los Abuelos del Abuelo?”
Fin
Carlota, tu comentario (dentro y fuera de un paréntesis, como este) me ha resultado significativo, a mi entender (y sin pretender vender nada) muchas personas,por lo menos yo, hemos de “redescubrir” la familia, que en mi caso me “cortó” las alas. De todos modos, pienso que la familia es un puzzle (necesario) a recomponer. Gracias por leer este comentario.
Pd. Mi familia, la veo como una mente colectiva con sus propios intereses.
Hace tiempo que me desengañé respecto a reunir generaciones.
El Deseo (sospecho que del escritor) es poder reunir a cinco generaciones. Es un deseo muy bonito, y que muchos tendríamos también. Conjugar el pasado con el presente, por medio de algún milagro que nos permita contar con la presencia de los que ya no están.
Gracias por tu relato, un saludo.
Bonitto relato, solo que se te quedan las ganas de leer mas, un besazo