Reflexiones de un ayer futbolero (A Lidón)

“El mérito fue de Diesel, yo sólo tuve que empujarla”. Recuerdo… claro que lo recuerdo… y es que a veces nos tumba la vida pero podemos ser capaces de estirar un poco la pierna, con peligro de ser pateada por algún rival, para ofrecerle la gloria de un minuto a un compañero. Había luz. Mucha luz sobre el campo. El balón de la vida quedó suelto en el área de las desesperaciones de los “estrellas”. Yo sabía que sólo tenía, tumbado como estaba en el suelo con varios enemigos a mi alrededor, que estirar la pierna derecha con sentimiento de compañerismo para que él obtuviera el minuto de gloria del abrazo de los demás. Y es que era de aquellos partidos de la eterna rivalidad. O ellos o nosotros. O los “estrellas” o los “deportivos”.

Yo, que había sido un “estrella” y, además, su capitán… ya sólo era un “deportivo” nada más; así que no tuve ningún problema en estirar, caído como estaba entre tantos rivales a mi alrededor, y brindarle en bandeja de plata la gloria de un minuto a Lidón. Efectivamente. Sólo tuvo que empujarla. Lo único que hice fue lo justo y lo necesario que hace cualquier capitán de un navío. Dejar que alguno de los marineros pueda alcanzar su sueño. Mi sueño… mi verdadero sueño… no era llevar el brazalete de capitán en el brazo para ser capitán de mí mismo al servicio de los demás. Mi único sueño, en aquel entonces, era comprender y hacer comprender a los demás que “el compañerismo se busca”… y busqué, una vez más, el compañerismo. Allí quedó, para la historia de todos los “deportivos” nuestra siempre penúltima victoria contra los “estrellas”. Tiempo después tendría yo la ocasión de vivir ese mismo minuto de gloria pero marcando el gol desde, prácticamente, el centro del campo con Esteban de principal testigo. Pero aquel día lo importante era ser sólo un compañero. Y es que siempre me gustó ser sólo el 8. ¿Para que quería yo ser el 10 admirado por todas las aficionadas?. Lo mío era la Libertad y sólo podía ser libre jugando de 8. Por eso mi camiseta siempre era ese número sea cual fuere el número que me pusiera en la espalda. El 8. Nunca lo olvidé. Nunca olvidé aquel gol que ahora Lidón confiesa: “El mérito fue de Diesel, yo sólo tuve que empujarla”.

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