Buscamos horas especiales para llenarlas de compañía y expresar esos ecos humanos que se detentan como nuestra continua autenticidad y en esas horas es cuando nos presentamos con toda la amplitud emocional y nos desprendemos de todo para regalárselo a los demás. Entonces buscamos en nuestras conciencias hasta hallar algo de vida hacia lo nuevo, algo que compartir con los otros y las otras en este caminar de lo recién surgido al otro lado del vaso de cerveza o de la taza de café.
En esas horas especiales podemos desprendernos, por ejemplo, de una lágrima que riega la tierra y germina en la materia destellante del sufrimiento ajeno; podemos desprendernos, igualmente, de un verbo que está alojado en nuestro corazón y es paradigma de anhelo cercano enroscado en el sentir de lo humano: podemos también desprendernos de una meditación que simplemente está ahí, surgiendo como hilo enhebrado, para zurcir reflexiones en el alambique de la sinceridad; o podemos convertirnos en filósofos de los adentros en el zaguán de lo imperecedero.
Buscamos esas horas especiales de estar con otros y con otras para elaborar un tacto paralelo a la sinfonía universal y, al final, las convertimos en marismas de la ensoñación.
…¡Creo haber sentidos esas horas especiales! He olvidado muchas. Otras…son casi lo más desedo del día. ¡Genial!