… pensó en el mar y se ideó una sirena a la que llamó Atuona; siguió pensando en el mar y construyó una barca a la que puso por nombre Tahití; y en un amanecer sediento, cuando las luces del puerto alumbraban libélulas en forma de gaviotas de multicolores vuelos, se embarcó hacia el infinito …
El abuelo Adolphe Lessile “El Lobo”, cerró el libro y sentó al pequeño nieto Caspar Lessile “El Tesorero” sobre sus piernas. El niño quería conocer la historia y el abuelo, que fumaba tabaco en pipa, acarició el cabello de Caspar.
“Todo sucedió hace ya tantos años que entonces los mares eran dorados y los horizontes negros… cuando Yeray Lessile “El Grande” soñó con las leyendas marineras y se convirtió en Ulises…
Construyó una humilde barca a la que puso como timón una Rosa de los Cuatro Vientos que encontró perdida en la playa mientras buscaba cobijo del sol. Le puso también, por velamen, una vieja capa de seda que le había regalado un peregrino del desierto. Una capa de seda blanca con ribetes morados y una Cruz de Malta en el centro de ella. Y con todo esto, más un par de remos que le regalaron los nativos de Mururoa, se lanzó al horizonte… al infinito horizonte negro donde las Serpientes de Mar intentaban acabar con todas las Sirenas del Alma para entenebrecer los abismos del Pacífico…
Después de mucho navegar a la deriva y después de combatir y derrotar a las Serpientes, encontró a su Sirena varada en la Playa de los Arrecifes. La invitó a subir a bordo y comenzaron un viaje de millones de pasiones. Ella cantaba tocando el Arpa de David y él pescaba con las Redes de San Pedro. Pero lo más importante era que, al anochecer, siempre se amaban como Circe del Sol y Ulises de Itaca. Así fue como compusieron la Balada de los Gnomos del Mar mientras miles de ninfas cantarinas y faunos saltarines bailaban y danzaban sobre las olas…
Un día, llenos ya de aromas de sal y contagiados por la sed de probar el agua dulce de los riachuelos desembarcaron y a ella la nombró Atuona como siempre había soñado. Después nacieron dos hijos varones y dos hembras que se casaron entre sí para comenzar la dinastía y saga de los Lessile. Y ahora, después de tantos años en que los mares eran dorados y los horizontes negros, ahora que los mares son azules y los horizontes blancos, estás tú como Guardian de los Tesoros. Ya sabes: un timón hecho con la Rosa de los Cuatro Vientos, una capa de seda con la Cruz de Malta en el centro, el Arpa de David, las Redes de San Pedro y los humildes remos de madera de los nativos de Mururoa. ¡Defiéndelo y protégelo siempre … siempre… para que cuando seas mayor te atrevas a volver a lanzarte al mar en busca de una sirena a la que llamarás Moorea. No lo olvides Caspar. Una sirena a la que llamarás Moorea y con la que tendrás amores infinitos, tan infinitos como los horizontes que surcó tu antepasado Yeray El Grande….
– ¿Y qué haré mientras me hago mayor, abuelito Adolphe.
– Como buen Lobo de Mar te aconsejo que mientras te llega la hora de ser mayor… sueñes… sueñes, Caspar…. Con tu sirena llamada Moorea.
– ¿Y la barca?.
– La barca sigue siendo la misma. Sigue llamándose Tahití y está protegida, en la Playa de los Arrecifes, por las ninfas cantarinas y los faunos saltarines que acompañaron a Yeray El Grande y su sirena Atuona.
Caspar quedó dormido en los brazos del abuelo Adolphe mientras éste seguía fumando el tabaco de su pipa y la chimenea crepitaba sueños…