Perspectivas

Salimos de un punto hasta decidir si las cambiamos por otras (me refiero a las veredas). Yo hago eso continuamente; mis perspectivas son tan cambiantes que cambian a unas (me refiero a las veredas) por otras (me sigo refiriendo a las veredas). Como si los defectos de unas (me refiero a las veredas) los sustituyera por los defectos de otras (me sigo refiriendo a las veredas). Y así las perspectivas públicas (de las privadas nunca hablo cuando de temas de alcoba se tratan) van cambiando por simples coincidencias. No es necesario pensar demasiado. En las esquinas están ellas (me refiero a las veredas) y el estímulo favorable es ir cambiándolas para que duren muchos años más pero, en sí, dejando siempre una firma en el entorno.

Por ejemplo. Hoy puedo escribir una carta de navegación (internauta) por las calles céntricas de Madrid y, de repente, cuando menos se lo piensan ellas (ahora ya no me refiero a las veredas) me encuentro en otra aventura a varias calles más allá de donde están ellas (y no me refiero a las veredas). Tiempos revueltos estos. Si usted se somete a alguna de ellas (y no me refiero a las veredas) puede que la vida de usted se vaya a pique. !Y es que sólo los aficionados pican en ciertas esquinas como si de ingenuos picaflores se trataran!.

No. El asunto es tener bien señaladas las perspectivas que nacen en cada momento. Doblar ciertas esquinas es necesario para poder seguir con la imaginación indemne (no sólo con la imaginación por supuesto pero eso ya se sobreentiende) y dar un vuelco a las cosas hasta transformarlas en una nueva ida o un nuevo resultado. Que todo esto de la vida supone llevar un poco más allá la ficción para hacerla más verdadera. Si voy por las céntricas calles de Madrid no me detengo en los detalles sino que busco licencias para sentir y me encanta siempre ir con la verdad de mí mismo. !Que paso de ellas (“dangerous writting” les digo a todas ellas) y me invento un Far West donde habito bajo los focos del amor, de la naturaleza y de esa palabra tabú que es “Soy”. Y es que para ser un enamorado de la luna hay que tener que saber utilizar el atajo de las perspectivas para saber llegar, sano y salvo, al refugio.

Supongan que la historia se nos repleta de hermosas mentiras. En ese caso lo mejor es crear una verdad. La luz de la verdad es la que nos hace dejar de ser aprendices para quedarnos liberados de sus consecuencias; que sólo son aprendices los que se dejan atrapar por las hermosas mentiras. ¿Y son hermosas de verdad esas mentiras de las calles de Madrid? me pregunto yo a mí mismo.

Así que empleo mis perspectivas, planificadas de antemano o improvisadas en ese mismo instante, y me convierto en escritor de cuentos comenzados con un “Había una vez en una esquina…” (no sigo por eso de los menores de edad) y el cuento se transforma en fábula y la fábula se transforma en historia. Y así, de historia en historia, me entra la pasión por ecribir en los cafés y me veo a mí mismo escribiendo adivinanzas en las rosas que regalo y que sólo son parte de mis pequeñas perspectivas. Alguien puede pensar ¿cómo se pueden escribir adivinanzas en las rosas?. Cuestión de perspectivas de futuro señores. Muy fácil. Dejen volar su fantasía mientras pasean por esas esquinas y penetren solamente en sus Sueños. Les recomiendo que, para que me entiendan mejor, lean muy despacio mi novela (o relato largo) titulada “El Caballero de la Rosa”. Buenas noches a todos.

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