La Costera (Diario)

Cartas españolas, televisión española, alguna que otra “copeja” para superar la crisis y unos momentos para poder sobrellevar con buen talante esta cansada vida de años acumulados entre las tierras de labrantío y el frescor del mar… eso es todo lo que piden… y posiblemente un poco de fiesta para poder volver a bailar aquellos boleros de “Bésame mucho”, “Santa”, “Cabellera negra”, “Cabellera rubia”, “Nacida par amar”, “Encanto de mujer”, “Amor de mis amores”, “Palabras de mujer”, “Dueña mía”, “Júrame”, “Cuando vuelva a tu lado”, “Tú, y tú, y tú”, “Vereda tropical”, “Usted”, “Que seas feliz”, “Te espero”, “Contigo aprendí”, “Adoro”, “Cuando estoy contigo”, “Esta tarde vi llover”… com un concepto del amor verdadero, romántico, casi inalcanzable pero siempre posible, sensual, atrevido y libres de tabús; además de los consabidos pasodobles bien “agarraos”.

Pasa el tiempo entre la ligera brisa de los años que van plateando las sienes y sólo piden unos cuántos años más… !muchos años más!… para poder seguir existiendo a través de estos teatrillos de la vida que, como dijo Lope de Rueda (tiempos de infancia de pantalón corto y cartera gruesa): “«¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?».

Yo paso en silencio por el camino del Tiempo… y ellos siguen soñando con esas pequeñas cosas de la amistad que vienen de más allá de los intereses, briseadas por las frescuras del cercano mar; de donde los hombres montan a caballo pesiguiendo forajidos (está la televisión encendida) que quieren robarle el amor de la chica. Se escuchan, entre el piar de los pájaros, un órdago a favor de la chica. Y la chica sigue viviendo en sus sueños como si lo que el viento se llevó volviera una vez más a renacer dentro de sus corazones.

La cuesta es a veces algo empinada en algunos tramos de la vida, pero sigo subiéndola, con mis poemas escritos en los nuevos cuadernos que alguien me regaló con una de sus bellas sonrisas. Tampoco es necesario tener que sentir siempre el pesado fardo de los años. Rejuvenecer es sólo cuestión de tener fe en que la chica va a ser salvada… y ellos sonríen porque la justicia (sigue el televisor encendido), al fin, ha ganado la partida de póker en la que los forajidos de siempre (los que se guardan falsos ases bajo la manga) han quedado ahora definitivamente desnudos y sin saber nunca más dónde se esconde el verdadero héroe de la película. Lo importante es saber que la chica se ha salvado.

Cae la noche. Recojo mis cuadernos. Cierro el Diario. Enciendo el siempre penúltimo cigarrillo que no fumo y, entre las sombras, mientras camino, alguien canta una pequeña canción de juventud: “!Quince años tiene mi amor!”. Sólo eso. Sólo sueñan eso. Y Dios va y se los concede…

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