Nuevamente los recuerdos, los imborrables recuerdos. Un cantante de moda me trae letras. Letras para componer que vivo en un lugar donde todo es soledad. Sí. Hay húmedas paredes y los del Banco Hispano Americano ya no me dan ningún crédito. Además, la del estanco no me fía ni un real. Hablo de la barriada de Diego León. En una especie de sótano, húmedo y frío, hay que tener mucho valor para resistir los embates de la vida siempre junto a Ella. La soledad nos comunica y no une; sabemos que la humedad no va a desaparecer hasta que alguien venga y derribe el edificio de los malos sueños. Calle Viriato. Como Viriato, yo tampoco me voy a conformar. Sé que alguna vez cambiará mi suerte. El gato nos acompaña, junto a la ducle ancianita, en nuestas charlas de café junto a la humilde mesa camilla del pso de arriba.
¿por qué será que siempre los sótanos tienen un piso de arriba salvador?. Los cuatro juntos para combatir la soledad: la ancianita, Ella, yo y el gato que ronronea la canción. Sé que tendré que olvidar a los del Banco Hispano americano, pero a la del estanco no. La del estanco no sólo me fía un real sino que hace que mi existencia en la calle Viriato sea como una resistencia firme contra los romanos que no saben de romances. Escribo en la pared una frase imaginaria: “No se puede vivir de ilusiones… pero sí de esperanzas…” y mi mente se traslada a Pizarra y la pizarra de Don Florencio. En Pizarra había una barandilla donde simepre jugábamos a sortear la muerte de caer desde ella al piso del parque de los juegos infantiles para rompernos como muñecos nada más. En la pizarra de Don Florencio veía yo dibujos en vez de figuras geométricas. Y es que la métrica de mis poemas estaban rompiedo las barreras del Sueño. Ahora sé que vivo en un lugar donde todo es soledad (salvo Ella, la ancianita dulce y el gato ronroneante). Calle Pizarra. Calle Viriato. Un tránsito de la niñez hacia la hombría. Quizás alguien la quiso eliminar con el tomate envenenado. No. No la eliminó ni a Ella ni a mí. Porque éramos dos combatientes luchando contra la humedad de las paredes. Algún día no muy lejano ella pintaría en las paredes, y no imaginariamente, una escena colorista mucho más interesante que mi sencilla frase. Sí. Una escena infantil sacada de un cuento infantil. y es que nunca dejamos, jamás, la esperanza de cambiar la suerte, salir del barrio de la soledad y de las paredes húmedas, ver a Bambi junto al río, y beber del agua milagrosa que convierte a los seres humanos en todo aquello que desean ser. Así fue la vida real en la barriada de Diego de León, por las casas bajas y antiguas tan cercanas y tan lejanas, a la vez, del tráfico modernista de Madrid. Y allí, en las calles retorcidas de la barriada vieja, resistiendo los envites de los órdagos al juego, por fin ganamos la partida. El mus de la soledad se había acabado, la ancianita se quedó con un par de lágrimas en los ojos diciéndonos adiós y nos fuimos camino de la claridad de la Casa de Campo… a pasear con nuestros sueños por el Lago y seguir pidiendo a Dios que el futuro nunca se nos acabara…