El camino serpenteante y sin moverse, retiraba al caminante hacia el bosque, haciendo de faldón para el monte.
Un viejo pedazo de madera recién restaurado, avisa de abejas que van a su aire, que es donde están las flores. Estas criaturas viven en un enjambre aislado tras unos matorrales que hacen de cobijo para los sagrados e ignorados insectos. Mientras, el Sol desciende para colocarse en el atardecer del caluroso Verano, a aquellas horas, el bosque sigue estando lleno de vida,no tiene horarios, el bosque siempre vive su propia vida; entre Otoño e Invierno las gentes irán a buscar setas. Y dejarán tiradas… servilletas.
En el bosque el Sol tiene proyectores de luz mezclándose entre hojas encaramadas en ramas para ver quien viene.
Y sobre todo como viene, en que plan viene. Es poco sabido que el bosque necesita tranquilidad y silencio. Al bosque habría que entrar un poco descargado y no al revés “entrar para descargarse”, “entrar para inspirarse”.
Con la inclinación de los rayos aparecen al tras luz o contra luz los insectos voladores moviéndose entre lo infinito. Entre esas copas de árbol siempre sereno y ese cielo siempre en despliegue.
Al contraluz del sol bajando, se acierta a ver los hilos que han tejido las arañas en ese gran taller alquímico que los seres humanos quisieron guardar en sus libros de palabras. Las palabras señalan y enseñan sin ser la cosa, la palabra es una aproximación más o menos viva.
El Libro de la vida no está hecho de palabras, al viento le cuesta llevarse libros. Los libros hechos de palabras viven en somníferas bibliotecas, entre estanterías e incomodas mesas, sillas para leer información referente al bosque. Un libro, puede vivir en la mente aburrida… o no aburrida, un libro puede ser un medicamento Anti-aburrimiento para un rato libre sin trabajo. O una oportunidad para la formación. Pero el bosque está en otro lugar, camino abajo. El bosque no tiene páginas, ni su lengua acentos.
En el bosque, el libro de la vida carece de palabras prisioneras en cómodos papeles cubiertos de lindas cubiertas, por eso el bosque está lleno de hechos, de misterios, de ciclos y procesos. El bosque puede parecer soso y aburrido… ¿para que lo dejemos un poquito en paz? Pues podría ser. No seria cosa de extrañar.
El libro explica el funcionamiento del bosque a través de la razón, a través de las gafas, pero el bosque explica su funcionamiento a través del silencio contemplativo, de tropiezos, de picaduras de mosquito, de ruidos bruscos tras matorrales…De misteriosos lobos que aparecen tras un árbol. De golpes de ramas que estaban atentas a nuestra distracción, el bosque nos enseñas poniéndonos inteligentes zancadillas… ¡cuidado con esa piedra! El bosque nos enseña con advertencias como ¡Creo que me he perdido!
Al silencioso caminante el monte le habla sin palabras y con silbidos y zumbidos, el monte es como un templo para ratones, ciervos y demás criaturas que no se han querido sentar a pensar. El monte está lleno de claroscuros, de sombras. El monte es el monte, el bosque es el bosque. El amor no es un… “te quiero”, el amor es el amor, un “te quiero” es un “te quiero” dicho o no con amor. Lo que hay entre un “te quiero” y el amor, es eso, un vinculo, un hilo, se puede interpretar de muchas maneras. El Símbolo lo crea la mente. Quizás la mente colectiva. Cuando eso se comprende, podemos comprender que implica un “te quiero” o un “bosque”… El bosque es el bosque, entendiendo eso con la mente y el corazón lo podemos hacer símbolo de una criatura dedicada a dar y reciclar vida,a alimentar insectos, depredadores; el bosque puede ser el símbolo para extraviar a quienes se pierden siguiendo mapas o cartografías, de quienes se encuentran viviendo pendientes de una frágil rama a punto de partirse. Un símbolo es un símbolo. Una mosca verde es una mosca verde, luego, quizás con el tiempo será el símbolo de algún alquimista vital que se agachó, acuclilló y el papel higiénico biodegradable se descuidó.
El caminante sabe que el bosque nunca tiene la razón, nunca tiene razón, el bosque nunca opina, al bosque no le interesan los intereses. Por eso tiene propietarios que juegan a la bolsa de valores. En el bosque no hay indirectas ni segundas intenciones. Todo es muy niño, niña. La impenetrable transparencia del bosque incomoda tanto a tantas como a tantos. Por igual, sin distinciones. La impenetrable transparencia del bosque nos inspira, nos fascina. Cuando viene la tormenta nos refugiamos en casa, fuera del bosque…Bajo techo. Allí seguros de estar seguros.
El Caminante contempla a su perro con la lengua afuera, el rabo de un lado a otro y vuelta a empezar.
A unos cuantos metros, en un margen de la carretera asfaltada, la vida rodada sigue en punto muerto, y estacionada, posiblemente con las luces apagadas y las puertas cerradas.
Cerca de la granja está el pequeño refugio para las abejas. En el refugio de las abejas, el hombre que piensa y razona ha fabricado cajas de madera para recoger miel gratis que venderá. La miel es gratis, por eso la pueden vender entre botes de cristal. ¡Vaya uno o una a saber!
Advierten las gentes de Ciencia que las abejas no deben desaparecer, son fundamentales.Quizás vitales.¡Quedaos!
El bosque es Vida, la mala hierba es vida. Quizás por eso el dinero ha entrado en ese otro templo donde habitan los insectos y ha colocado una placa con una temible frase, que sirve para poder disparar armas de fuego contra… y también para pagar, cobrar cuotas…dicen que… para auto regular el ecosistema, que posiblemente… ¿alguien haya des-regularizado anteriormente?
Llegan los cencerros, llegan las cabras, llegan las ovejas, las blancas y las negras, juntas, llega el rebaño, llegan los animales del granjero, que a finales de la primavera había sacado del corral de su casa, y por las estrecha carretera los guiaba hasta arriba, a una ladera del valle. Allí arriba junto a prados y caminos, horas y horas de pastoreo.
Allí arriba, cerca de los faldones del Inocente monte, los animales duermen en la casa familiar, en la casa abandonada de los antepasados del pastor, los antepasados de sus antepasados que acogían a los caminantes. En aquellos tiempos en que la casa era una especie de Parada de Postas.
El Caminante camina paso tras paso, su camino que no es suyo, difícilmente aparece en cualquier mapa. Al caminante el camino no le pertenece, por eso lo pisa. El caminante debe caminar descalzo, como señal de respeto. Pero… ¿quedan bosques vírgenes y limpios, para poder caminar descalzos? Si los hay, pero no se conocen demasiado.
El Caminante llegó en coche al camino, y antes de caminar le pidió permiso al bosque y al sendero para poder invadirlo suavemente, lo hizo descalzo sobre un pequeño manto de hierbas bastante limpias de impurezas que pudiesen causarle un desgarrón o herida en la piel.
Y allí entró.
El calor del campo es diferente.
El frío del bosque es diferente.
¡¡ Silencio, un jabalí!!
¡¡ Cuidado, un caracol!!
El Bosque, la Granja, un poco de Sueño… si señor…