¿Qué podría hacer con unos zapatos marrones? Pues por ejemplo…
Salir a pasear.
Salir a caminar por esta vida que hay aquí dentro y fuera de esta ventana, que me protege de las clemencias o inclemencias climatológicas.
Por esta vida en la que nunca llueve a gusto de todos ni de todas.
Salir a pasear por estas calles en las que cada cual camina a su aire, tomando el fresco. Y cruza la calle por donde quiere.
Calles de verano. A veces bochorno.
¡En las que el quejido por el calor es automático e impulsivo!
Salir a caminar por el mismo lugar que lo hacen todas y todos.
Salir a poner mi granito de arena en estas calles masificadas de gentes, que van hacia allí, pareciendo que vienen hacia aquí.
Salir por estas calles donde aquella joven tiene cara de sentirse feliz porqué su novio la espera en la parada del autobús de allí, justo delante de la herboristería.
Salir por esas calles y ver vender al vendedor de cupones, junto a su perro.
Salir por estas calles asfixiantes en las que el calor rebota hacia arriba, de donde curiosamente siempre bajan las palomas.
Salir por estas calles, viendo aquella abuela, con cara de no tener las cuentas claras saliendo del colmado de la esquina.
Salir por estas calles asfixiantes escuchando la flauta andina de un músico, que busca monedas para poder dormir en la pensión de dos o tres esquinas más abajo… junto a la fuente donde casi cada noche hay redadas policiales.
Salir por estas calles y escuchar a todo volumen el televisor de una planta baja, de la que asoma un aroma a rancio y antigüedad.
Salir a caminar por estas asfixiantes calles, para ver a la joven turista con un mapa en la mano y cara de feliz preocupación.
Salir por estas calles llenas de asfalto quieto y paralizado, herido, enmudecido en el suelo de tanto pisotón.
Salir por estas calles, a mirar como la prostituta intenta vender al anciano cansado.
Salir por estas calles llenas de mesas con refrescos, instalados en una fresca terraza y gente hablando de lo estupida que puede llegar a ser la vida si no nos han dejado escuchar a los dioses y diosas de la Creatividad para que nos iluminen, como hace el interesante Ermitaño del Tarot.
Salir por estas indiferentes calles, a mirar a la señora de mediana edad que no sabe como sacar a su hija del negocio de las drogas.
Salir a caminar por estas calles donde aquel joven de la esquina pretende decirle a su compañera que se ha enamorado de ella y quiere pedirle para salir. Salir a caminar por estas calles en las que hay tantos y tantos seres humanos que no saben que hacer con su desdicha, y por eso… algunas y algunos se la tragan para que la procesión quede en casa, y otras y otros la transforman.
Salir por estas calles, para encontrarme a la joven estudiante, carpeta bajo el brazo, caminando, en dirección a la Universidad.
Salir por estas calles, viendo como aquellas dos ancianas insisten incansablemente en dar de comer a las palomas…
Salir por estas calles viendo como la chica de la librería a salido a fuera a fumar el cigarrillo que le ha ofrecido un conocido cliente ya jubilado.
Salir a caminar por estas calles, y escuchar a una pareja de ancianos hablar de si los productos del supermercado contienen transgénicos y si lo deberían de avisar en los envases…
Pero otra cosa que podría hacer con unos zapatos marrones, sería salir a estas calles y pedir un taxi, siempre y cuando el taxista no esté todavía en su casa durmiendo la siesta, mientras su mujer intenta salvarse con la tele-basura de a medio día, esa que casi no informa ni por asomo del oscurecimiento del Sol.
La pregunta ya esta hecha, la respuesta respondida, y en medio, justo en ese abismo de silencio quizás por descubrir una calidad de pensamiento que no me está dejando responder. Una personalidad, un carácter que reconozco en cierta manera como impuesto, falso y ajeno. Que quizás cuando madure pueda tirar a la basura.
Y que ese abismo de silencio me permita responder con un hecho, espontáneo, con un acto, con un suspiro, sin prisas ni pausas, responder con calma. Aunque sea con un: “No lo sé” sincero, un “No lo sé” de pura ignorancia. De la misma manera que se construye un Hexagrama. Sintiendo esa inexplicable Fe en esa misteriosa Energía que de igual modo mueve unas monedas en el aire que unos astros, esa energía innombrable, que impulsa a la sangre, o que mueve al diafragma en un hermoso juego. O que provoca lluvias y truenos.
¡Por prudencia sería mejor no hablar de estas cosas con un taxista, que intenta sacarse un sueldo, y que uno no conoce de nada!
Pues sigue existiendo una sutil forma de inquisición, de puertas afuera o de puertas adentro.
Una Inquisición que sabe venderse y promocionarse.
Yo a veces no quisiewra tener zapatos… para poder sentir mejor la calzada de la ciiudad, las duras piedras que al fin comprendí que servían para crecer… yo a veces no quisiera tener zzapatos e ir descalzo nada más… por ver si es verdad que las plantas de los pies son la verdad de nuestros caminares.
Yo de ti en lugar de unos zapatos marrones m epondría unas deportivas y me iba a caminar por esos montes llenos de Naturaleza viva y que te llenarán la mente de buenas respuestas.
Has dibujado con palabras la cruda realidad de la vida cotidiana.
Un beso