Altamira

Ya sé que las Cuevas de Altamira fueron descubiertas por Marcelino Sanz de Santuola; pero esto es una Academia de Bachillerato, en la madrileña calle Doce de Octubre, a la vuelta de mi domicilio familiar, en donde no sé qué pinto yo salvo que estoy soñando con Ella. Aquí están todos deseando una Matrícula de Honor de lo que sea, de la materia que sea pues da lo mismo ya que el caso es conseguir una Matrícula de Honor para una rebaja en la matrícula del año que viene… pero yo, desde siempre, de las matrículas de los coches sólo me aprendo las letras porque de los números ni me acuerdo ni deseo acordarme para nada. Soy de Letras infiltrado, en contra de mi voluntad, en las Ciencias. ¿Qué hago yo aquí entre todos estos números algebraicos y soñando siempre conm Ella… con la Lina de mi corazón?.

Aquí están todos deseando una Matrícula de Honor de cualquier cosa o materia. Lo que sea. Son ellos: Vaquero, Esteban, Abarrátegui, Villalba, Sequeiros, Moracho, El Tirapedos (con perdón), El Patines (con inicios de sífilis con perdón también), Municio, Ruano, otros cuántos más y, desde luego, el infaltable Guti el frutero porque es hijo del frutero del barrio y además las frutas ya empiezan a estar maduras porque estamos todos en la “edad del pavo”. Sí. Pienso en chavalas guapas porque entre ellas está Lina (Liliana para no engañar a nadie). ¡Esto es como para comer cerillas!. Ciencias Naturales. Natural. Y entonces va el cura filipino al que sólo escucho atentamente pero de cuyos discursos no me entero a pesar de ello porque estoy pensando solamente en Ella… y ¡me endilga una Matrícula de Hornor en Religión!.

¡Se equivocó el cura!. ¡No se equivocó el poeta!. De ahí que nunca quise ser cura sino conocer chavalas guapas porque entre ellas está Ella, ¿Yo soltero?. No. Como me diría más tarde mi abuela materna: ¡jamás!. ¡Se equivocó el cura sea o no sea filipino!. ¡No se equivocó el poeta!. Y entonces fue cuando comencé a brindar no con sorbitos de champán sino con poemas a pesar de la envidia de quienes se llamaban mis hermanos, y los que no eran más que primos, y los conocidos como primaveras que había que tener mucho cuidado con ellos y no darles la espalda nunca. Y supe que, a veces, tendría que caer… porque hasta Jeuscristo cayó tres veces al llevar la cruz. Pero supe que sabría levantarme porque ya presentía a Almafuerte: “Si te postran diez veces te levantas otras diez otras cien otras quinientas porque no han de ser tus caídas tan violentas ni por Ley han de ser tantas”.

Así que les entregué mi Matrícula de Honor en Religión a mis padres y como mi padre me conocía de sobra (lo digo pr los de las chavalas guapas) dejó que mi madre rompiese en mil pedazos aquella Matrícula de Honor en Religión. El caso es que nos cambiamos de domicilio y cada pedazo de aquellos miles en que mi madre hizo de aquella Matrícula de Honor me gritaba su nombre: Liliana… Lina… Los Ángeles… y los angelitos de mis llamados hermanos cada vez más envidiosos total porque había conseguido una Matrícula de Honor sin yo quererla ni desearla. ¡Se equivocaron mis llamados hermanos cuando me acusaban de cosas que ellos también hacían!. ¡Se equivocó el cura filipino al otorgarme una Matrícula de Honor precisamente en Religión de cuya materia no sabía aboslutamente nada!. ¡Pero no se equivocó el poeta que había dentro de mí y me animaba continuamente a que siguiese dedicando mis poemas a Ella… solamente a Ella… y nada más que a Ella!…

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