A la 1,30 de la madrugada siempre tenemos un penúltimo pensamiento en el sentir. Es esa sensación de que estamos hablando con nuestras conciencias bajo el trasluz del flexo, escribiendo en nuestra mesa de trabajo sensaciones de presencia inacabada. Ese penúltimo texto -nunca existe el último texto para un escritor o para una escritora- que nos habla de presencia. Entonces uno se pregunta por esa presencia mirando las sombras alargadas de los lapiceros, la máquina de grapar, el aparato de las fotocopias… y uno se vuelve hacia sí mismo y se ve reflejado en el espejo de la noche mientras en el exterior nadie habla, nadie ríe, nadie canta.
Solamente algún pájaro desvalido, que tiene frío, lanza un casi inaudible piar… y los vagabundos pisan de puntillas, en silencio, como si fuesen seres huídos de este mundo y en la noche se fraguase su existencia silenciosa. Y es que a la 1,30 de la madrugada, mientras nosotros los escriotres y escritoras estamos sentados ante la computadora lanzando mensajes de conciencia social hay quienes para dormir tienen que domar las pastillas que toman… porque su conciencia social es menor aún que la del férreo dictador de turno. Los dictadores, a la 1,30 de la madrugada no pueden conciliar su sueño porque, mientras nosotros y nosotras escribimos, los vagabundos van de un lugar a otro como arrastrando los pies para no hacer demasidado ruido en los corazones de los avaros que los han hundido en el lodazal de sus pobrezas. A la 1,30 de la madrugada terminamos de escribir el penúltimo texto de nuestra conciencia social.)
A la 1,30 de la madrugada siempre tenemos un penúltimo pensamiento en el sentir. Es esa sensación de que estamos hablando con nuestras conciencias bajo el trasluz del flexo, escribiendo en nuestra mesa de trabajo sensaciones de presencia inacabada. Ese penúltimo texto -nunca existe el último texto para un escritor o para una escritora- que nos habla de presencia. Entonces uno se pregunta por esa presencia mirando las sombras alargadas de los lapiceros, la máquina de grapar, el aparato de las fotocopias… y uno se vuelve hacia sí mismo y se ve reflejado en el espejo de la noche mientras en el exterior nadie habla, nadie ríe, nadie canta. Solamente algún pájaro desvalido, que tiene frío, lanza un casi inaudible piar… y los vagabundos pisan de puntillas, en silencio, como si fuesen seres huídos de este mundo y en la noche se fraguase su existencia silenciosa. Y es que a la 1,30 de la madrugada, mientras nosotros los escriotres y escritoras estamos sentados ante la computadora lanzando mensajes de conciencia social hay quienes para dormir tienen que domar las pastillas que toman… porque su conciencia social es menor aún que la del férreo dictador de turno. Los dictadores, a la 1,30 de la madrugada no pueden conciliar su sueño porque, mientras nosotros y nosotras escribimos, los vagabundos van de un lugar a otro como arrastrando los pies para no hacer demasidado ruido en los corazones de los avaros que los han hundido en el lodazal de sus pobrezas. A la 1,30 de la madrugada terminamos de escribir el penúltimo texto de nuestra conciencia social.