El tercer ojo

03 de Diciembre, 2010

Aquel día se encontraba incrustado en mitad de un infierno con nombre propio. Lo juro por lo que haga falta.

Yo recuerdo…

entrar en un vagón de metro. De los modernos,

con luces verdes.

Me dirigía a una entrevista.

Era de noche…

pero no podía ser tarde.

Eso me hace suponer que sería invierno

y que además hacía frío.

Llevaba mucho tiempo perdida, y aún me quedaba mucho más.

Aislada en Japón o algún planeta, Júpiter.

Todo era diferente.

Me habían cambiado las cosas de lugar,

de forma, de color…

Me dirigía a una entrevista maldita. Malditas entrevistas de los cojones.

Cuántas entrevistas cargaba en mi espalda. Terrible peso.

Mis ojos se habían aprendido las irregulares líneas de la calle en muy poco tiempo

y la vida se tornaba ausente y desaparecida

desde hacía tiempo.

Claro, yo no tenía ni idea de esto

¿Y quién me lo iba a decir?

Caperucita en Manhattan.

Aquel día se me atojaba estar “contenta”, “decidida”, “segura”.

A vosotros que entendéis, os cuento:

Entré en un vagón,

Andaría pensando,

exhausta ante la sensación de perder el tiempo.

El tiempo que pierde uno. Tanto…

Bajo tierra.

Se cerraron las puertas y me apoyé en un lateral.

Ya llevábamos tres minutos en marcha

viendo todos lo mismo:

Una imitación de ventana

y la velocidad del cemento

tapiando el mundo a sus anchas.

La señora que estaba a mi lado

se giró hacia mí y me dijo:

“pequeña, no estés tan seria”.

La miré con inquietud

Tenía el pelo blanco.

Añadió: “estás muy seria,

hay que tomarse la vida de otra manera”.

Me quedé flipando.

Luego, por la noche pensé en ello…

en si sería esa mujer parte de todo el infinito que nos pertenece,

y nos hace existir,

el mismo que hay dentro de mí,

el que nos crea y nos destruye

coherentemente a cada segundo

una y otra vez,

un infinito suspendido en el tiempo

que genera un cambio a cada milésima.

A cada milésima de milésima

de milésima

de milésima

de milsma

d mlsma

d mlsm

d mlm

d ml

d m

d

3 comentarios sobre “El tercer ojo”

  1. Estupendo y curioso tu relato reflexivo o tus reflexiones relatadas. Sí, un viaje en metro, especialmente en uno de esos modernos, da para plantearse muchas cosas, depende mucho de los que te rodean en esos momentos. Claro, todos formamos parte de una misma “cosa” y nuestros vínculos son mayores de lo que estamos dispuestos a admitir, especialmente en este país, tan individualista. Saludos, Marianela

  2. Aislada en Japón o algún planeta, Júpiter.

    Todo era diferente.

    Me habían cambiado las cosas de lugar,

    de forma, de color…excelente planteo sobre quienes somos , y sobre en donde somos.Cariños.

  3. Hola Marianela. Estoy de acuerdo en mucho de lo que dices. El porcentaje es lo de menos. En el metro he vivido tantas experiencias que, una vez salido a la superficie, se tiene otra nueva visión de las cosas. Cambiamos. De repente cambiamos y somos otra vez nosotros tal como éramos. No me canso de decirlo.

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