El hombre canoso se dirigió al empleado diciendo:
-¿Pensó que podía hacerlo sin que me diera cuenta?
Lo miró por un instante y continuó.
-¿Por qué los engañó y trató de engañarme?
El rostro del hombre se transfiguró.
-Señor, lo hice en nombre de la empresa – dijo con cierto orgullo.
(Lejos, se oyen tímidos aplausos)
El director suspiró mientras miraba hacia abajo.
-Si, es cierto, muchos de ustedes dicen eso cuando son despedidos.
-¿Sabe que está despedido, verdad?
-El hombre hizo un breve gesto afirmativo.
-¿Sabe por qué?
-Esta vez el hombre no respondió y bajó los ojos.
(Ahora los aplausos se hacen más intensos)
-Entonces no tiene nada que decir.
-Sabe que ha perdido sus derechos -afirmó el director.
-Imagino que sí. – dijo con cierta tristeza el hombre.
El director continuó:
-Lo que usted hizo vivirá por siempre en su conciencia.
El director volvió a mirar hacia abajo.
-¿Oye los aplausos? Esa gente confió en usted y lo querían. Y usted abusó de ellos sin remordimientos.
El director se levantó del sillón y abrió la puerta.
-Puede retirarse – dijo.
El hombre ensayó una mueca de incredulidad e intentó una disculpa.
-Pero…
El rostro del director permaneció serio.
El hombre caminó hacia la puerta.
-La empresa no perdona a gente como usted –escuchó al salir.
Antes de cruzar el umbral recorrió con la mirada el despacho y murmuró: -Siempre pensé que este lugar, se vería diferente.
El director respondió: – El que llega acá, ve lo que proyectó en su vida y eso es lo que usted ve ahora.
-¿Seré perdonado alguna vez?
-Eso llevaría una eternidad.
(Se escucha un conmovedor responso seguido de un aplauso cerrado)
Narrador:
“Aquí yace un moderno apóstol. Empleado del director del universo.
Entre sus pertenencias tenía una biblia, un rosario, fotos de niños sin ropas y una calculadora.
En sus previsiones omitió la última ecuación: las cuentas que pagará dentro de un lujoso cajón de roble.
Su nombre figura en el obituario:
Padre Hernán, 42 años, ejemplo y guía de una comunidad que seguramente, va a extrañarlo por su moral incuestionable destinada a los que no ven, porque llevan en sus ojos la inocente venda de la fe”.
(Fin de los aplausos)
“Dios es empleado en un mostrador, da para recibir, ¿Quién me dará un crédito mi señor?, sólo sé sonreír”. Charly García
Profundo. Hondo. Sincero. Vale la pena leerlo dos veces… o tres…
Gracias por comentar y es para pensar.
¿No sabes como reeditar un cuento? Descubrí algunos errores y quisiera corregirlos ¿Sabes cómo se hace?
¡Saludos y te sigo leyendo!
Iván