Ocultando los ojos en la sombra del sombrero de ancha ala, aprovecha los semáforos en rojo para observar a las gentes que cruzan, enloquecidas, sin saber a dónde van ni para qué cruzan a destiempo. Ella no. Ella sólo espera a que el semáforo se ponga en verde mientras lleva, en su mano izquierda, un libro del siglo XXI y, en la derecha, encendido un cigarrillo Nobel. El resto del mundo ya no le preocupa. Ella sólo busca al autor del libro entre las miradas de todos los peatones de la gran ciudad.
La luna juega a crear piropos con las estrellas mientras ella sigue adelante, el paso armonioso y compuesto de cadencia femenina, escuchando la música de su walkie-talkie… y los peatones que la miran de soslayo no comprenden ni hacia dónde va ni de dónde ha venido. Ella es como un universo paralelo en aquella cafetería de los limpios cristales leyendo párrafos de aquel libro. Y medita. ¿Dónde estará aquel autor al cuál tanto desea conocer?. De vez en cuando levanta su mirada y observa a quienes la observan. No. En ninguna de aquellas ansiosas y nerviosas miradas puede estar su admirado poeta. Y sigue bebiendo su café nocturno acompañado de zumo de naranja y el helado de chocolate blanco.
Ahora no busca a ningún hombre abstracto. Ahora sólo busca a aquel misterioso madrileño de sus añoranzas; a aquel que las mujeres lo conocieron en un tren de cercanías, en el metro, o en el autobús… pero sin saber quién es de verdad. Ella tenía su personalidad grabada en su mente: “He besado la luz de esta tarde empapado en la ternura de tus labios y he visto brillar las esperanzas de todos los viajeros estelares. He besado la paz de los rincones donde se refugia tu sonrisa. He besado, sin pausas y sin final el iris de tus sensaciones. Volví ayer, hoy, mañana… para recoger el polvo de las brisas y nombrarte en las semillas profundas de los bosques con plegarias. He besado la luz de esta noche empapado en la ternura de tus labios y he visto brillar la esperanza de todos los viajeros estelares”.
Ella cierra el libro y sabe que quizás él esté, sentado en alguna de las mesas de ls esquinas, esperando su encuentro. Y, mientras tanto, sintiendo que él está allí, en el ambiente cálido de la cafetería de los grandes ventanales de cristal, bebe de su café nocturno acompañado de zumo de naranja y el helado de chocolate blanco.
Ella sabe que en el Café de los Espejos verá la sombra reflejada de aquel poeta y por eso sonríe en estas horas primeras de la noche. Le verá en alguna mesa cualquiera escribiendo poemas en su cuaderno azul: “Es el Madrid del silencio, la noche y la luna apretadas, cuando se duerme el milenio de la historia repetida porque la tarde pasada fue una experiencia sentida junto a tu cuerpo sin dueño… junto a tu boca encendida… estoy aquí… en le lecho de mi almohada de papel. Miro al techo… busco un hecho… y me fijo en el cartel que cuelga como un helecho de la cercana pared. Tú estabas preciosa de brillos estelares en el pelo y embarcada entre mis brazos navegantes por el cielo del suave atardecer. Mas llegó, al fin, la noche y la próxima vez… estarás tal vez tan lejos, distanciadamente-olvido, que sólo pienso y le pido, al presente anochecer, una página en blanco para poder recoger el sentir de lo vivido, distanciadamente-olvido, como gotas de placer. Me arranco presidios-palabras que se quedan liberadas en las hojas del querer y, escuchando una guitarra que maneja algún poeta, se me inunda de nostalgia el desconchado anaquel donde reposa su siesta el poema que escribí y unos libros de historia, distanciadamente-olvido, me hacen sentir que viví ciertos espacios de gloria que grabaron mi memoria con tu presencia de aquí. Canción que rasgas desvelos… viajera guitarra de anhelos en la noche madrileña… ¿no ves, pequeña viajera, que ella también viajó y, distanciadamente-olvido, quisiera quedar dormido en mi pequeño rincón?. Mas se abrieron las puertas de mi sueño para sentirme ya el dueño de todo el planeta sentir. Por eso ya se está quieta la historia que algún poeta rasgaba con su decir. Los besos… ¡prohibido!. Pero pensarte en silencio sí lo tengo permitido mientras me quede el sentir. Y cuanto más grande es mi empeño de verme atrapado en tu hechizo descubro… desvelo… que me he quedado dormido entre los versos y el sueño. Mientras tanto… las hojas del álamo tiemblan, los cielos se humedecen y estremecen las languideces nocturnas del algunas charlas que siembran sus esperanzas diurnas en bocas de barrenderos… Todo está ya dormido salvo breves pasajeros… Todo está ya dormido mas los pájaros despertarán y, distanciadamente-olvido, sé que recordarán cuando yo estuve contigo. La cudad duerme… Duermen todas las paredes de esta humilde habitación; mas los pájaros, por fieles, con sus sonidos alegres te brindarán mi canción. Silencio… Silencio… que canta mi corazón”.
Ella toma un daiquiri de fresa y se mira en el cristal. Hay gotas de lluvia que comienzan a cubrir el paisaje y, en el espacio, muy despacio, el sueño de él penetra con su añoranza. Después, tras la copa, un final entero de esperanzas mientras él sigue sentado más allá, al otro lado de las mesas: “Cuando tú te hayas ido quedará una pregunta flotando en el baldío espacio de la tundra… Quedará una forma de puntos suspensivos en la calma… que sí tendrán respuesta a tu pregunta larga… ¿cuánto?, ¿cuánto?, ¿cuánto?. ¿cuánto has existido?. Y te responderá el lirio que nace en la mañana con un suave brillo enorme en la esperanza. Cuando tú te hayas ido te responderá la blanca paloma… y el navío que surca el poderío de la marítima jornada. Te responderá el nido de la alondra parda… y el verde tilo… y la mina socavada… y las risas de un niño que juega en la explanada. Cuando tú te hayas ido quedará la duda interrogada pero siempre… siempre… siempre… estarás acompañada…
Y ella agrupa cuartetos, quintetos, sextetos y hasta filas de trece versos compuestos de fe, esperanza y corazón. Es la peregrina que le observa desde la otra esquina; la que nunca falta en su existir ligero… puro… noble… mientras él sigue escribiendo.
Seguro que, al llegar la hora, no se equivocará de hombre. Y por eso, en la noche, sonríe mientras toma su café acompañado de zumo de naranja y el helado de chocolate blanco.