Me presentan a un español errante. Tiene 92 años de edad o al menos eso es lo que recuerda. Y nos ponemos a hablar. El sólo habla a través de sus vuiejas fotografías de color blanco y negro… porque más allá de los veinte años de los veinte tras otros veinte, los humanos miran fotos y recuerdan…
No se conoce bien del todo el gran poder de la belleza de la juventud hasta que un día, un compatriota errante, te muestra fotografías de hace 8o años, cuando todavía no eramos más que sueños en el limbo de los no nacidos… y así… entre charla y fotografías mi compatriota errante, con lágrimas en los ojos, me pide que le narre historias sobre la España multicolor… porque todos sus amigos ya se fueron y sólo le quedan unas cuantas fotografías en blanco y negro. Le doy la mano. Es la mano de un hombre que vivió porfundas emociones y sé que entre nosotros, a pesar de la distancia de edades, nace una sana amistad.
Y le prometí que volveríamos a vernos para hablar de la antigua y de la moderna España, de la antigua y la moderna América, del antiguo y del moderno mundo…