Una mujer desnuda alumbra los ojos felinos del orgasmo. Es una vocación de imagen encarnada en besos de existencia y sueño. Una mujer desnuda abre los labios de la fiesta exploratoria. Es un modo de penetrar en el mapa de los trasiegos aferrados a la caricia. Una mujer desnuda rellena el abismo concreto de la vida y deja una huella tan sólida y tangible como el sexo impreso en la mirada. Una mujer desnuda es tremenda secuela de espionaje que forma una manera de creación transgresora, sensual, hiriente, provocadora, valiente y audaz. Es decir, una mujer desnuda nos llena de continente y contenidos, porque en ella podemos aprehender todo un lenguaje de expresiones.
(Refleión efectuada tras leer a Mario Benedetti y Lola Beccaria)