Me obligué tanto a estar sola que no hay forma de pararlo.
5 comentarios sobre “Mi pesar me pesa.”
Un sabio pensamiento. A veces no es que nos obliguen a estar solos (que sucede en muchas ocasiones) sino que somos nosotros los que nos obligamos a estarlo (por aquello de mejor solos que mal acompañados). Si te das cuenta hay una forma de parar a la soledad. Se llama confianza en Jesucristo (para quienes somos creyentes). A veces me vi tan completamente solo que sólo le tuve a Él y Él me presentó a mi Princesa para que no estuviera nunca más solo. Hay quienes creen que la soledad de un cristiano es la tristeza y se equivocan, porque la soledad de un cristiano es la compañía. Esta forma de entender la existencia (y mira que digo existencia y no vida porque la existencia se compone de vida más de eternidad) es lo que muchos no llegan a comprender porque se han forjado una falsa idea de que ser cristiano conlleva aislarse del mundo. No. Hay una forma de parar la soledad cuando nos obligan a estar solos o cuando necesitamos estar solos: la compañía de ese Hermano Mayor (Jesucristo) que, porque te quiere más que a nadie, te presenta a la persona adecuada con la cual ya nunca jamás vas a estar viviendo la soledad. Merece la pena entenderlo de esta manera. UN BESO AMISTOSO.
A las 10 de la noche ya sólo quedan 2 horas para acabarse el día. Es entonces cuando, ante la fiel computadora, podemos escribir sobre el género dramático de los que pasan hambre; dejando para mañana los chismes. A las 10 de la noche lo mejor es escribir algo sobre los mendigos que no van a poder cenar; sobre los ciegos que no van a poder ver; sobres los farsantes que no van a poder dormir…
Las vidas ejemplares no son las de los santones de la actualidad. Las vidas ejemplares son las de quienes sólo son calificados como marginados por el dedo acusador de los poderosos. A las 10 de la noche podemos, por ejemplo, escribir, al margen de una ilustre página de un “best seller” de moda, algo así como ¿qué sabes tú que sabes tanto de la vida porque comes cuatro veces al día como un auténtico burgués? Después de hacer eso, es mejor cerrar el “best seller” y seguir escribiendo sobre la desafección de los corruptos y lo que suele ocurrir con quienes duermen en el suelo de las duras aceras que los corruptos pisotean como si fueran propietarios de esas calles oscuras cuando, en realidad, en esa oscuridad sólo crecen los que se tragan las lágrimas para poder cenar algo…
A las 10 de la noche muchos intelectuales de los grandes salones del mundo entero escriben sobre Pier Paolo Pasolini, sobre Luchino Visconti, sobre Gilo Pontecorvo o sobre Césare Pavese pero… ¿quiénes escriben sobre lo que se llama hambre de ser? ¿Qué es el hambre de ser para Pier Paolo Pasolini, para Luchino Visconti, para Gilo Pontecorvo o para Césare Pavese si nunca jamás han conocido ni tan siquiera el ayuno de un sólo día en sus existencias? Los intelectuales de lujosos salones con mullidas butacas adoran las Cinco Estrellas de los elegidos pero… ¿quién elige escribir sobre las lágrimas de quienes no viven con estrellas porque ya nacieron estrellados? Muchos intelectuales serían incapaces de escribir ni una sola línea mirando a la cara, sucia de fango, de un niño o una niña de la calle; de un anciano pasando su profunda soledad en la calle, de una mujer violada o asesinada en la calle… salvo para conseguir alcanzar las Cinco Estrellas sin sentir tan siquiera un solo sentimiento verdadero. ¿De verdad es más interesante la historia de un hombre de alto linaje subido a un árbol y sin querer bajar nunca de él pero que siempre está perfectamente alimentado con cuatro comidas diarias que le envian sus criados? ¿Qué clase de heroicidad es esa como para presentarlo como héroe de la resistencia ante una sociedad que sufre de carencias en todos los órdenes de la vida?
Muchos intelectuales conocen muy bien y pueden escribir muy bien sobre “el paraiso dorado” de los salones de lujo que detallan con toda clase de bellas plumas y solemnidades porque siempre han sido los invitados especiales de las grandes galas y las muchas cenas. ¿Quiénes son los que, sin embargo, no pueden cenar a las 10 de la noche porque no tienen ni las cáscaras de una naranja amarga para poder masticar? ¿Quiénes son los que tienen que pasar la noche durmiendo sobre el duro suelo en lugar de vivir alimentado abundantemente sin bajar para nada de los árboles de su frondoso y resplandeciente jardín? Me reservo el nombre del autor de “Muerte en Venecia” porque será todo lo exrtraordinario “best seller” que quieran decir los intelectuales de salón que veranean plácidamente, y en medio del vicio moral, en las playas mediterráneas donde el sol les tuesta la piel para llamar la atención de la libido de sus lectores y para placer de los desviados con sus libros de finas tapas de color caoba y sus nombres y apellidos grabados con letras de oro para epatar a sus lectores.
A las 10 de la noche, sin embargo, podemos escribir algo, en nuestra fiel computadora, de los que bailan soledades junto a las farolas de las oscuras calles para olvidar que nunca serán admitidos en los grandes salones de lujo ni en los maravillosos escenarios de la llamada clase intelectual adornada de Cinco Estrellas porque son escritores a los que les atraen el filón de las dulces mieles de los acaramelados “best seller” de libros con pastas de color caoba y con sus nombres y apellidos grabados con letras de oro. Pero… ¿quiénes desean escribir, a las 10 de la noche, que hay muchos seres humanos que nacen sin nada, viven sin nada y mueren sin nada? ¿Quiénes son los escritores o escritoras de lujo que, en lugar de estar bien arrellenados de comodidad en los cenáculos de la gloria, la fama y el poder, se sumergen en la profunda oscuridad de las calles sucias y pringosas de los arrabales? ¿Cuántos escritores de galas y galones están compartiendo sus vivencias con los marginados a las 10 de la noche?
A las 10 de la noche hasta se puede y se debe escribir en servilletas de papel dentro de una sencilla cafetería -no en las famosas y lujosas cafeterías de los cenáculos famosos- para ser más que un escritor ilustre… para ser solamente un escritor nada más… que debería ser más que suficiente como para decir que tenemos dignidad cuando escribimos en medio del filo sufriente de la noche oscura, sentados ante una mesa y con la única compañía de una lejana música de recuerdos de ayer. Por ejemplo.
Y es que la tristeza es la grandeza de quienes saben sonreír para dejar una huella de felicidad en el rostro de los marginados, lejos de los “best seller” de pastas de color caoba y con el nombre y los apellidos grabados con letras de oro. Y es que a las 10 de la noche, en medio de la soledad y el anónimo quehacer de cada día los dedos nos sufren cuando escribimos palabras plenas de sentimientos hacia quienes sufren porque le han obligado a no ser nada mientras los intelectuales de los lujosos salones y los famosos cenáculos hablan de ellos como bichos raros para ser diseccionados. A veces pasa eso en la Literatura.
A las diez de la noche me pongo a escribir para no pensar que tengo ganas de llorar…
Para Matías: Ayudar a los marginados es, primero, sentir a los marginados; segundo, vivir con los marginados; tercero lograr que dejen de ser marginados… si escribo sobre los marginados es algo que me dignifica primero ante Dios y después ante la Humanidad; porque las ideologías nunca han logrado sacar a los marginados de la marginación. La Historia lo demuestra.
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Un sabio pensamiento. A veces no es que nos obliguen a estar solos (que sucede en muchas ocasiones) sino que somos nosotros los que nos obligamos a estarlo (por aquello de mejor solos que mal acompañados). Si te das cuenta hay una forma de parar a la soledad. Se llama confianza en Jesucristo (para quienes somos creyentes). A veces me vi tan completamente solo que sólo le tuve a Él y Él me presentó a mi Princesa para que no estuviera nunca más solo. Hay quienes creen que la soledad de un cristiano es la tristeza y se equivocan, porque la soledad de un cristiano es la compañía. Esta forma de entender la existencia (y mira que digo existencia y no vida porque la existencia se compone de vida más de eternidad) es lo que muchos no llegan a comprender porque se han forjado una falsa idea de que ser cristiano conlleva aislarse del mundo. No. Hay una forma de parar la soledad cuando nos obligan a estar solos o cuando necesitamos estar solos: la compañía de ese Hermano Mayor (Jesucristo) que, porque te quiere más que a nadie, te presenta a la persona adecuada con la cual ya nunca jamás vas a estar viviendo la soledad. Merece la pena entenderlo de esta manera. UN BESO AMISTOSO.
A las 10 de la noche ya sólo quedan 2 horas para acabarse el día. Es entonces cuando, ante la fiel computadora, podemos escribir sobre el género dramático de los que pasan hambre; dejando para mañana los chismes. A las 10 de la noche lo mejor es escribir algo sobre los mendigos que no van a poder cenar; sobre los ciegos que no van a poder ver; sobres los farsantes que no van a poder dormir…
Las vidas ejemplares no son las de los santones de la actualidad. Las vidas ejemplares son las de quienes sólo son calificados como marginados por el dedo acusador de los poderosos. A las 10 de la noche podemos, por ejemplo, escribir, al margen de una ilustre página de un “best seller” de moda, algo así como ¿qué sabes tú que sabes tanto de la vida porque comes cuatro veces al día como un auténtico burgués? Después de hacer eso, es mejor cerrar el “best seller” y seguir escribiendo sobre la desafección de los corruptos y lo que suele ocurrir con quienes duermen en el suelo de las duras aceras que los corruptos pisotean como si fueran propietarios de esas calles oscuras cuando, en realidad, en esa oscuridad sólo crecen los que se tragan las lágrimas para poder cenar algo…
A las 10 de la noche muchos intelectuales de los grandes salones del mundo entero escriben sobre Pier Paolo Pasolini, sobre Luchino Visconti, sobre Gilo Pontecorvo o sobre Césare Pavese pero… ¿quiénes escriben sobre lo que se llama hambre de ser? ¿Qué es el hambre de ser para Pier Paolo Pasolini, para Luchino Visconti, para Gilo Pontecorvo o para Césare Pavese si nunca jamás han conocido ni tan siquiera el ayuno de un sólo día en sus existencias? Los intelectuales de lujosos salones con mullidas butacas adoran las Cinco Estrellas de los elegidos pero… ¿quién elige escribir sobre las lágrimas de quienes no viven con estrellas porque ya nacieron estrellados? Muchos intelectuales serían incapaces de escribir ni una sola línea mirando a la cara, sucia de fango, de un niño o una niña de la calle; de un anciano pasando su profunda soledad en la calle, de una mujer violada o asesinada en la calle… salvo para conseguir alcanzar las Cinco Estrellas sin sentir tan siquiera un solo sentimiento verdadero. ¿De verdad es más interesante la historia de un hombre de alto linaje subido a un árbol y sin querer bajar nunca de él pero que siempre está perfectamente alimentado con cuatro comidas diarias que le envian sus criados? ¿Qué clase de heroicidad es esa como para presentarlo como héroe de la resistencia ante una sociedad que sufre de carencias en todos los órdenes de la vida?
Muchos intelectuales conocen muy bien y pueden escribir muy bien sobre “el paraiso dorado” de los salones de lujo que detallan con toda clase de bellas plumas y solemnidades porque siempre han sido los invitados especiales de las grandes galas y las muchas cenas. ¿Quiénes son los que, sin embargo, no pueden cenar a las 10 de la noche porque no tienen ni las cáscaras de una naranja amarga para poder masticar? ¿Quiénes son los que tienen que pasar la noche durmiendo sobre el duro suelo en lugar de vivir alimentado abundantemente sin bajar para nada de los árboles de su frondoso y resplandeciente jardín? Me reservo el nombre del autor de “Muerte en Venecia” porque será todo lo exrtraordinario “best seller” que quieran decir los intelectuales de salón que veranean plácidamente, y en medio del vicio moral, en las playas mediterráneas donde el sol les tuesta la piel para llamar la atención de la libido de sus lectores y para placer de los desviados con sus libros de finas tapas de color caoba y sus nombres y apellidos grabados con letras de oro para epatar a sus lectores.
A las 10 de la noche, sin embargo, podemos escribir algo, en nuestra fiel computadora, de los que bailan soledades junto a las farolas de las oscuras calles para olvidar que nunca serán admitidos en los grandes salones de lujo ni en los maravillosos escenarios de la llamada clase intelectual adornada de Cinco Estrellas porque son escritores a los que les atraen el filón de las dulces mieles de los acaramelados “best seller” de libros con pastas de color caoba y con sus nombres y apellidos grabados con letras de oro. Pero… ¿quiénes desean escribir, a las 10 de la noche, que hay muchos seres humanos que nacen sin nada, viven sin nada y mueren sin nada? ¿Quiénes son los escritores o escritoras de lujo que, en lugar de estar bien arrellenados de comodidad en los cenáculos de la gloria, la fama y el poder, se sumergen en la profunda oscuridad de las calles sucias y pringosas de los arrabales? ¿Cuántos escritores de galas y galones están compartiendo sus vivencias con los marginados a las 10 de la noche?
A las 10 de la noche hasta se puede y se debe escribir en servilletas de papel dentro de una sencilla cafetería -no en las famosas y lujosas cafeterías de los cenáculos famosos- para ser más que un escritor ilustre… para ser solamente un escritor nada más… que debería ser más que suficiente como para decir que tenemos dignidad cuando escribimos en medio del filo sufriente de la noche oscura, sentados ante una mesa y con la única compañía de una lejana música de recuerdos de ayer. Por ejemplo.
Y es que la tristeza es la grandeza de quienes saben sonreír para dejar una huella de felicidad en el rostro de los marginados, lejos de los “best seller” de pastas de color caoba y con el nombre y los apellidos grabados con letras de oro. Y es que a las 10 de la noche, en medio de la soledad y el anónimo quehacer de cada día los dedos nos sufren cuando escribimos palabras plenas de sentimientos hacia quienes sufren porque le han obligado a no ser nada mientras los intelectuales de los lujosos salones y los famosos cenáculos hablan de ellos como bichos raros para ser diseccionados. A veces pasa eso en la Literatura.
A las diez de la noche me pongo a escribir para no pensar que tengo ganas de llorar…
Me impacta esa aseveración… me impacta! Y eso que no la conozco…
Si te pesa, no te obligues Naima
Un abrazo cielo
Para Matías: Ayudar a los marginados es, primero, sentir a los marginados; segundo, vivir con los marginados; tercero lograr que dejen de ser marginados… si escribo sobre los marginados es algo que me dignifica primero ante Dios y después ante la Humanidad; porque las ideologías nunca han logrado sacar a los marginados de la marginación. La Historia lo demuestra.