La asimetría de las palabras tiene estas curiosas hipérboles. Cuando pensamos decir “te quiero” sólo se nos ocurre decir “adiós”. Los amores pasan por nuestro lado opuesto. Miramos a la derecha para decir “me gustas” y, repentinamente, miramos a la izquerda con un “hasta mañana”. Nos sentenciamos a nosotros mismos. Es como si estuviéramos un poco incivilizados a la hora de transmitir el verdadero mensaje. Quizás los canales de transmisión de nuestros sentimientos hacen que las anedralinas tranformen, momentáneamente, nuestro ácido desoxirribonucleico y la palabra Amor se nos convierte en Roma por esa asimetría de las palabras que hacen que nuestros pensamientos, al verla, nos confunda de diccionario; algo así como querer buscar la palabra “atracción” y escribir la palabra “distracción”. Es la inevitable asimetría de los enamorados.
Cupido es ciego pero no tonto. A lo mejor es que haciendo el tonto podemos superar estos despistes monumentales que, cuando la miramos a los ojos, nos hace pensar en los hijos. La asimetría de las palabras de los enamorados busca a San Valentín y nos acordamos de todo el resto del santoral varonil menos de él. O también es posible que estemos tan entretenidos en solucionar un crucigrama que se nos cruza por delante una especie de espejismo mirándose al espejo. La vemos. Nos dan ganas de decirle “me gustas” y nos llevamos un gran disgusto porque no sabemos qué palabra poner para rellenar este crucigrama amoroso en que Adán nos introdujo sin saber ni cómo ni cuándo. ¿Cómo?. ¡Cuándo?. Son dos palabras asimétricas que no sabemos decodificar. Y entonces nos levantamos de la silla, nos metemos las manos en los bolsillos y resulta que la moneda del amor nos ha dado la cara. Pero nosotros nos equivocamos de bar y estamos donde están las que no deberían estar. Es otra asimetría nada más.
Y al final nos queda el Sueño como único dueño de nuestra Fantasía. Se hace de día. Despertamos. Posiblemente la asimetría de las palabras, hoy, ahora, una vez más, nos haga decir “¿qué hora llevas?” sin darnos cuenta de que ella es el verdadero reloj de nuestras existencias. !Somos los despistados de la Literatura!.
Ligar, lo que se dice ligar, no sé yo cuántas veces hemos ligado ya o hemos ligado pero sin habernos dado cuenta de ello. De lo que estoy seguro es que sabemos mucho más que ellos, los de Ciencias Exactas, de la Liga de Esmalcalda. ¡Y cuántas ganas tienen ellos de ligar con Esmalcalda sin darse cuenta de que no es una mujer!. Nosotros no. Nosotros somos despistados pero sabemos, al menos, que la Liga de Esmalcalda fue aquella coalición de príncipes ¿seremos príncipes encantados? y ciudadanos alemanes contra la autoridad del emerador Carlos V. Y por eso la asimetría de las palabras nos hace levantar la vista y verla allí sonriendo mientras le decimos “¿quieres un té de verdad?” cuando querìamos haberle dicho. “de verdad que te quiero”. ¿Ver para creer?. No es necesario. En el espejo estamos juntos sin darnos cuenta y pedimos la cuenta, la invitamos a dar una vuelta a la página del libro cuando lo que queríamos era invitarla a dar una vuelta por la Feria del Libro. ¡Y es que este mundo de las asimetrías de las palabras nos hace, sin querer, que lo mejor es saber guardar silencio!. Ya se ocupará ella de decirnos la hora, el minuto y el segundo exacto en que Cupido clavó nuestra flecha en su corazón. No tenemos remedio. Seguiremos siendo siempre los despistados de la Literatura.
Mi abuela materna: ¡Muy bueno, chaval!
¡Gracias, abuelinchi!