Hombro a cuestas. Y caminos que no caminan, pero invitan. El macuto, la tierra polvareda, y seca; no llueve.
Macuto. De un color verdoso, al hombro, bien sujeto, no caiga.
Al hombro, el macuto, ya duele. Ya empieza el dolor del caminar con la carga a cuestas, casi siempre el lado, el mismo.
Una clavícula más baja que la otra, dolor silente parece que duerme.
Va despertando según vamos caminando.
Quisiera ser más peso pluma e ir un poco más con el viento, ligero.
Dentro, en el macuto, enseres hechos de papel.
Colgados de una clavícula, ¿cuál? pregunta la pregunta, colgados de la más baja, de ahí colgados los enseres de papel dentro del macuto color verdoso.
El macuto lo sabe, los lleva, y los trae, a cuestas. Igual que siempre, hoy.
Una cubierta parlante, un titular por título.
Dentro en el macuto, se encuentra, el alma, la misma de la que hablan a veces las páginas de los libros como los del verdoso macuto.
Libros especialistas en los cómo, y en los porqués temáticos. Y especialistas en los cronistas del rey cuando, y en los biográficos de los tantos quienes, y en los…
Sus autores, sus autoras, huellas impresas dejaron que el viento no se pudiera llevar. Pasó el viento demasiado tarde, ya estaba escrito. Las ráfagas marcharon con los bolsillos vacíos, vinieron demasiado tarde, y no pudo ser que las palabras se las llevara el viento. Con el libro ya cerrado nada el viento pudo hacer.
También eso llamado el alma, es, o está, en los significados de los cuentos que en los libros abiertos de par en par se cuentan, ¡ahí está ese libro entornado, qué raro!
Llevados a cuestas, en el hombro de un hombre, ora una mujer, que a veces toma un cuaderno y escribe al amparo de una tarde normal y corriente, tarde afable tarde al fondo un canto, un pájaro, un quizás, un puede que más tarde, ahora no lo sé.
Entretanto una taza de malta aún humeante, recién preparada, y ahí cerca en la mesa, ora el hombre, ora la mujer, escribiendo, pensando, imaginando, junto a un lápiz entre los dedos, dando divertidas vueltas, malabares y volteretas sin caer al suelo.
Ora él escribiendo, ora ella escribiendo, bajo una tarde, como ésta. Normal y corriente.