El Juicio de José (Teatro). Escena Quinta.

Aparece Andrés, un antiguo amigo y compañero de trabajo de José, caminando cabizbajo, con un maletín en la mano y muy lentamente hacia la infernal Luz Roja mientras suena, con golpes de bombos, La Marcha Fúnebre de Chopin.

José (Saliendo al encuentro de Andrés mientras deja de sonar la música).- ¡Andrés! ¡Qué sorpresa verte por aquí!

Andrés (Desganado).- Hola, José…

(Andrés sigue, sin embargo, caminando lentamente hacia la Luz Roja y sin levantar la vista del suelo mientras vuelven a resonar los sonidos de los bombos)

José (Dejando de sonar la música).- Pero… ¿qué estás haciendo?… ¿sabes hacia dónde vas?…

Andrés (parándose levemente).- Hacia mi Destino…

(Vuelve a sonar la Marcha Fúnebre de Chopin con sonidos de bombos mientras Andrés reinicia su lento caminar)

José (Acabada la música de los bombos, desesperado y agarrando de la chaqueta a Andrés).- ¿Pero sabes bien cuál es ese lugar hacia donde caminas?

Andrés (Zafándose violentamente de José y enfrentándole la mirada).- ¡Sí, José! ¡Ahora ya lo sé! Ahora que ya es tarde para evitarlo…

José.- ¿Por qué es tarde para evitarlo?

Andrés.- Porque es mi condenación eterna y no me queda otro remedio que aceptarlo así…

(Suenan ahora los tétricos golpes de bombos y Andrés reanuda su lento caminar hacia la Luz Roja)

José (Volviendo a sujetar por la chaqueta a su amigo).- Espera, Andrés. ¡Tienes que comprender!

Andrés (Volviendo a zafarse del agarrón y enfrentándose de nuevo a José).- ¡No insistas más, José! La vida no tuvo ningún sentido para mí. Viví un vacío total. No amé nada ni amé a nadie porque no creí en nada ni creí en nadie. Jamás supe lo que era la Fe y ahora este es mi Destino. Lo acepto. No supe comprender ciertas cosas. ¿Para qué buscar soluciones cuando ya no queda tiempo? ¿Comprender? ¿Qué puedo comprender ya?

José.- Pero… tú no deseas ir a ese lugar… ¿no es verdad?…

Andrés.- Lo que yo desee ya no tiene valor ni importancia alguna porque ahora ya es imposible elegir. Mi salvación era en vida. En muerte ya no hay salvación posible.

José (Aumentando su desesperación).- ¡¡Piensa en Dios, Andrés, piensa en Dios!!

Andrés.- ¿Dios? ¿Qué Dios? ¡¡Yo nunca conocí a Dios!!

José.- ¿Qué dices Andrés? ¡¡Yo te hablé de su existencia en numerosas ocasiones!!

Andrés.- ¿Tú me hablaste de Dios? Cierto es que me dijiste algo y que me llegaste a regalar un libro al que llamabas Biblia… pero… ¿de verdad me explicaste quién era ese Dios al que yo no conocía? ¿No viste que yo necesitaba entender para poder aceptar? Busqué a alguien que fuese capaz de amarme lo suficiente como para poder yo sentir que lo que me decías era la Verdad…

José.- Pero tú eres muy inteligente, Andres. ¡¡Creí que descubrirías la Verdad leyendo por ti mismo!!

Andrés.- ¿Por mí mismo? ¿Qué crees tú que es la sabiduría humana? ¡Un puro vacío cuando está exenta de algo tan elemental como entender las cuestiones más sencillas de la realidad humana! Yo viví en continua crisis de identidad. Para mí la vida llegó a ser algo tan absurdo que no tenía sentido seguir viviéndola…

(Silencio)

Andrés (Continuando).- Todo el tiempo lo pasé interpretando la vida en base a profundidades políticas y filosóficas cada vez más oscuras y… al final… uno llega a no entender nada. ¡¡Eso es la sabiduría de muchos de nosotros!!

José.- Pero en aquella Biblia que te entregué estaba todo… y además te invité a que formases parte de nuestra iglesia…

Andrés.- ¿Bilbia? ¿Iglesia? Sí. Eran cosas buenas pero yo tenía soledad…

(Silencio)

Andrés (Siguiendo con sus quejas).- No entendía aquel libro porque nadie compartió su contenido conmigo. Nadie estuvo junto a mí. Las dos veces que fui a vuestra iglesia… ¿para qué me sirvieron?… ¿quién se acercó a mí para saber quién era yo?… ¿quién quiso ayudarme a superar la angustia de mi existencia?…

(Silencio)

Andrés.- Yo te lo voy a decir, José… sin odio y sin rencor… ¡¡¡Nadie!!! ¿Lo has oído bien?. ¡¡Absolutamente nadie!! ¡Tan concentrados estabáis en vuestros cánticos celestiales y en vuestras puritanas alabanzas que nadie se preocupó por mí!

José (Angustiado).- Pero… ¡pero si yo te dije que me llamases siempre que lo necesitaras! ¡Somos amigos y tenías que haber tenido suficiente confianza en mí!

Andrés (comenzando a llorar).- ¿Es que ya no recuerdas? Muchas veces te llamé… y te llamé porque estaba desesperado… ¡¡pero siempre resultaba lo mismo!!

(Andrés llora profundamente antes de continuar)

Andrés (imitando la voz de José y como burlándose).- Es que hoy tengo trabajo pendiente… es que hoy estoy cansado… es que hoy necesito la siesta… es que hoy estoy invitado a una cena de gala… es que hoy salgo de viaje… es que hoy…

(Andrés vuelve a llorar profundamente hasta que se recupera)

Andrés.- ¡¡Siempre era es que hoy!! Y luego siempre decías, antes de colgar el teléfono… ¡¡mañana, Andrés, mañana!! ¡¡Te prometo que mañana nos vemos y hablamos de todo lo que quieras!! Pero ese mañana nunca llegó…

José.- Bueno… quizás fui un poco descuidado contigo pero… ¡¡aún hay tiempo, Andrés!! ¡¡Quédate conmigo y no camines hacia alli!! ¡Siempre hay tiempo para todo! Ahora podemos hablar. ¡¡Pregunta!! ¡¡Pregúntame, Andrés!! ¡¡Estoy aquí para salvarte!! ¡¡Dios te puede salvar a través de mí!!

Andrés.- ¿Ahora me puede salvar Dios a través de ti? ¡Despierta, José! ¡Ya es imposible! Mi Destino ha sido sentenciado. Ya es demasiado tarde para mí.`

Jose.- ¡¡¡No!!! ¿Es que no me entiendes? ¡¡¡No!!!

Andrés (sin hacer caso a José continúa hablando).- Mi vida fue una continua petición de socorro que nadie auxilió… ¡hasta que me cansé de esperar esa ayuda que nadie me daba y claudiqué huyendo de la vida! Lo poco que entendí de vuestra Biblia era unos versículos que hablaban de dar ayuda a los necesitados y tener amor con el prójimo. ¡¡¡Ninguno de vosotros lo quiso practicar conmigo y abandoné!!! Así que… José… ya no me expliques más…

(Andrés sigue caminando lentamente hacia la Luz Roja mientras vuelven a sonar con gran estrépito los sonidos de los bombos de La Marcha Fúnebre de Chopin)

José.- ¡¡¡No, Andrés, no!!! ¡¡¡No sigas hacia allí!!

Andrés (Caminando mientras hace un gesto de repulsa y rechazo).- ¡¡¡Déjema en paz, José!!!

José.- ¡¡¡Noooooooo!!!

Andrés (Arrojándose al interior de la Luz Roja mientras da un grito aterrador).-¡¡¡AAAAAAAAHHHHHHHH!!!

(Se produce un profundo silencio mientras José cae desplomado de rodillas al suelo y frente a la Luz Azul)

José (De rodillas, con la cabeza agachada y los brazos caídos).- No puede ser cierto… Señor… mi mejor amigo se ha lanzado al Infierno… no puede ser cierto… no es verdad…

(Breve silencio)

José (siguiendo en la misma postura).- Lo peor del asunto es que él tenía toda la razón. Fui un egoísta. Sólo me preocupé de mí, de mi familia, de mi posición social, de mis encuentros con las altas dignidades… y apenas tuve un solo minuto para poder escucharle.

(Breve silencio)

José (En idéntica postura).- Me llamó. Es cierto. Decenas de veces me llamó porque necesitaba a alguien que le hiciese superar la angustia. Me acuerdo. Mi teléfono sonaba pero yo siempre estaba ocupado. Siempre con mis menesteres… compromisos sociales… atención a la familia… citas con gentes importantes… descanso para superar la fatiga…

(Silencio largo mientras vuelve a sonar la música de “Balada triste de trompeta”)

José (Acabada la música).- ¡¡Excusas!! ¡¡Escondidas mentiras!! Todo era solamente vanidad hacia mí mismo y cobardía a la hora de enfrentarme a las responsabildiades ante los ajenos que necesitan un poco de compañía. ¡¡Para nosotros siempre tenemos tiempo!! ¡¡Tiempo para trabajar!! ¡¡Tiempo para disfrutar!! ¡¡Tiempo para descansar!! ¡¡Tiempo para realizar nuestras pequeñas o grandes vanidades!! Pero… ¿y los necesitados?… ¿qe sucede con los necesitados?… ¿tenemos tiempo para darles un poco de compañía?. No. Estamos demasiado ocupados para hacerlo. Eso es lo que llamamos sueños para ocultar la verdad de nuestras cobardías.

(Breve silencio)

José.- ¡¡Tiempo para el Mundo pero ni un solo esfuerzo para la obra de Dios!! ¡¡Ni un solo momento para calmar las agonías de nuestros semejantes más desfavorecidos!!

(Breve silencio mientras José llora)

José (Levantando la vista llorosa hacia la Luz Azul).- ¡Padre… no puedo ya pedir perdón porque no me lo merezco! Tienes razón. Tú eres eternamente justo y debo reconocer que soy culpable.

(José se lavanta y, muy lentamente, se dirige hacia la camilla, levanta la sábana y se introduce dentro de ella. Estalla otro potente trueno y luego suena el bip… bip… bip… hasta que se queda en silencio)

Se apagan todas las luces

Voz de Hombre.- Queridos espectadores: quisiéramos haberles presentado algo así como una comedia ruidosamente alegre con la que ustedes hubiesen gozado un éxtasis de carcajadas pero… hemos sucumbido ante la Verdad. Somos muy limitados en nuestras capacidades y hasta donde hemos podido llegar ha sido la dramática y trágica rerpesentación de un fracaso. De José. De todos nosotros mismos. De todos ustedes. Y lo único que nos queda por decir es que la culpabilidad estará latente ante la presencia de todos los aquí reunidos. Nos gustaría haberles presentado una vida de color rosa… como esas vidas de color rosa que falsamente nos han acostumbrado a ver para no pensar. ¡Pero no! El Juicio de José es también el Juicio de Juan… de Pedro… de María… de todos y cada uno de nosotros, los verdaderos actores del Teatro de la Vida o del Teatro de la Muerte. Hasta aquí hemos podido llegar. Sólo queda decir que somos los propios actores de nuestras existencias. Y sólo la Fe de cada actor, la Esperanza de cada uno de ustedes y la Caridad de Dios podría cambiar este Destino…

SE BAJA EL TELÓN.

FIN DE LA QUINTA ESCENA.

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