Uno de los juegos de cartas (naipes en lenguaje culto) que mi cuñado Bernardo las llama cartulinas, es el apasionante denominado “tute de parejas”. Desde que tengo 8 años de edad siempre he sido, y sigo siendo, un experto jugador de tute. Desde tan corta edad aprendí de mi padre (a veces también de mi madre y a pesar de las protestas de mi abuela materna), cómo se debe jugar al tute en parejas manejando no sólo la inteligencia sino, también, la astucia o esa clase de intuición que los grandes jugadores de cartas tenemos desde nuestra propia cuna; o sea, que nacemos con esa intuición y luego la desarrollamos gracias a nuestra inteligencia.
Desde aquella corta edad de los 8 años de mi primera infancia, aprendí yo a manejar las cartas, naipes o cartulinas, de la mejor manera posible para salir vencedor en las partidas que celebrábamos a “cara de perro”, sin consentir para nada que alguien hiciera “renuncio” que, en el lenguaje del tute, es hacer trampas echando una carta cuando se debe echar, obligatoriamente, la que corresponde. A esa especie de viveza hay que estar siempre atentos cuando jugamos al tute.
El tute me acompañó en bastantes veladas, cuando alrededor de la mesa, se nos acaloraban los ánimos y el carácter salía a relucir por todos los poros de nuestra piel. Lo de menos era perder alguna que otra baza. Lo importante era ganar la partida completa que consistía en llegar a ser los primeros en ganar 10 bazas. Y para eso había que estar totalmente “al loro” y desplegar toda clase de “maniobras” permitidas en este juego para derrumbar el juego de los rivales y dejarles con “el trasero al aire” sacando el máximo provecho de tus cartas y las de tu compañero o compañera. Pues eso. Que recuerdo yo que ya a mis 8 años de edad era todo un experto en jugar al tute en parejas y, muchos años después, llegó lo del mus. Lo mejor de todo era ver la cara que se les ponía a los rivales cuando les cortaba el “cante” de las 20 o el “cante” de las 40 y, además, conseguir “cantarlas” sin que ellos pudiesen evitarlo y hasta lograr alcanzar las 10 de “monte” que muchas veces eran las que me daban la victoria.
Un buen consejo para tutear con acierto es la frase que dice “Zapatero a tus zapatos” y, cuando estés jugando, olvida por completo a Virgilio y su dedo acusador; porque de latinajos ya está el mundo muy lleno.
Una injusticia hecha a uno es una amenaza a todos (de Montesquieu)