Es un día de agosto. De cualquier año después de Jesucristo. Rodeado por las fanáticas, los dos hijos de Don Rosendo intentan llegar hasta la fuente. El sol aprieta. Están sedientos y llegar hasta la fuente parece cosa imposible. Poco a poco se van convenciendo de que ha sido una muy mala idea acudir a Valverde del Camino. Pero ya es demasiado tarde para arrepentirse. No les queda más remedio que seguir intentando escapar de aquella jauría humana que se ha desatado como un verdadero vendaval. El sol sigue apretando y la sed parece ya infinita. Es como una lucha sin cuartel mientras va cayendo la tarde. El cielo, azul plomizo, sirve para recordar…
Quique, al que las fanáticas le conocen como “El Quiqui”, suspira mientras el recorrido se va haciendo cada vez más lento, cada vez mas apretado, cada vez más imposible. Milito, al que las fanáticas le conocen como “El Militroncho”, intenta hacer trucos para poder escapar de aquella presión que parece no acabar nunca. Los dos recuerdan aquellos años en que parecían ser más inteligentes de lo que en verdad eran. ¿Cómo se les ha ocurrido acudir a Valverde del Camino en un agosto tan polvoriento? Las botas les aprisionan los pies. Saben que si logran llegar hasta la fuente pueden tener una oportunidad para calmar su sed. Lo que no sabían es que andar por los caminos de Huelva era tan difícil. Y más cuando las fanáticas les esperan con las garras afiladas como águilas carroñeras.
Completamente ilusionados, comenzaron el viaje creyendo que la Guerra de Troya era solamente ya un vago recuerdo; pero la realidad les está demostrando lo contrario. Si al menos estuviera Pepillo para sacarles las castañas del fuego… pero eso es como pedir peras al olmo… porque Pepillo está realizando su Ruta de los Descubrimiento mientras “El Quiqui” y “El Militroncho” han perdido una oportunidad de oro si se hubiesen quedado quietos, tumbados en el sofá de sus casas, durmiendo la siesta tranquilamente. Es hora de la siesta y no de andar, a trancas y barrancas, por Valverde del Camino sin saber ni dónde están ni por qué se han metido en esta aventura tan implacable. Y es que la valverdeñas no perdonan jamás.
Los dos son todavía demasiado jóvenes y están pagando la novatada. Amigos desde la infancia pero culpables de una serie de acontecimientos que han dado la vuelta por toda Andalucía y, sobre todo, por las tierras onubenses. Ninguna fanática les va a perdonar el haberse burlado del Recreativo de Huelva. Sin embargo, a Pepillo no se le ocurriría jamás cometer tal equivocación; porque el Recreativo de Huelva es sagrado para todas las fanáticas de Valverde del Camino y pueblos de los alrededores: Calaña, Zalamea la Real, El Campillo, Minas de Riotinto, Tharsis, Alosno…
Ahora se sienten como dos verdaderos payasos ante un público que les abuchea mientras los turistas extranjeros observan aquella especie de vía crucis de forma curiosa y hasta lúdica; descubriendo todo un mundo de sensaciones tan oníricas que no hacen otra cosa más que sacar fotografías para tenerlas como inolvidables recuerdos. Para “El Quiqui” y “El Militroncho” la fuente salvadora parece como que en vez de acercarse se aleja cada vez más; porque la marea de las fanáticas del Recreativo se recrean en hacerles retroceder cuando creen que ya están consiguiendo llegar. Es todo un espectáculo verles sudar la gota gorda por no terminar completamente desorientados. Los nativos onubenses se encuentran en su verdadero ambiente. Y es natural.
Se va cumpliendo el paso del tiempo y, lentamente, las horas del reloj parece como si se hubiesen detenido para siempre. La moral de “El Quiqui” y “El Militroncho” se desmorona a pasos agigantados. Todo aquello que pensaban que era ideal está siendo, sin embargo, tan trágico que nunca se hubiesen podido imaginar de lo que son capaces de hacer estas fanáticas por defender la honra del club decano del fútbol español. “El Quiqui” y “El Militroncho”, seguidores del Real Madrid, creían que por ser merengues iban a triunfar y resulta que, precisamente por ser merengues, están a punto de ser devorados por estas chavalas completamente desatadas y que ya no razonan lo suficiente como para poder pedirles que tengan calma o querer dialogar con ellas. No. El cerco es cada vez más terrorífico. Que cumplan o no cumplan su venganza ya sólo depende de lo que quiera Dios; porque lo que es Pepillo está a miles y miles de kilómetros de distancia siguiendo con su feliz Ruta de los Descubrimientos al otro lado del mar.
No es valiente el que no tiene miedo, sino el que sabe conquistarlo (Nelson Mandela).