Siempre que, por alguna circunstancia, he tenido que pasar por la puerta de la cafetería Santander, en la madrileña calle de Sagasta, entre los metros de Alonso Martínez y Bilbao, rememoro aquel día en que había quedado allí con dos amigos para luego ir a bailar a alguna discoteca de la zona. Ocurrió que llegué un poco tarde a la cita y vi a mis amigos algo “mosqueados”. Pero no era conmigo…
Lo que pasó es que, mientras me esperaban, habían avistado a dos preciosas chicas sentadas junto a ellos al borde de la barra e intentaron ligar con ellas. No habían hecho nada más que comenzar con esta labor cuando, repentinamente, aparecieron dos mujeres de edad ya madura, abrazaron a las chicas, las besaron en la boca y se las llevaron, asidas por la cintura, a un automóvil.
Siempre que los hombres vemos tan de cerca un acto de lesbiansimo, nos entra una extraña e idefinida sensación muy variopinta. Algunos, sobre todo los de edad muy avanzada, desearían convertirse, en esos mismos momentos, en El Guerrero del Antifaz o El Espadachín Enmascarado y, desenvainando sus espadas (quizás por ilación de ideas…) liarse a mandobles hasta poner un poco de orden en sus desconcertados pensamientos. Otros, de menor edad, quedan algo perplejos y reaccionan simplemente con la sorpresa de estar nadando en alguna laguna inconclusa. A muchos, de edades más juveniles, les gustaría ser en esos momentos boca y eliminar los fantasmas de las “vetaranas” para ser ellos los que besan los frescos labios de las chavalas. Hay otras muchas reacciones imprevistas, que dependen de nuestras maneras de pensar. Algunas son tan transitivas que se comienza a divagar con eso de que si se verifica que para un elemento a hay un elemento b y para un elemento b hay un elemento c también para un elemento a hay un elemento c… y otras tan intransitivas que van seguidas de un complemento directo como dormir, morir o quedar.
Yo no acierto nunca a definir exactamente qué es el lesbianismo y me apresto a aceptar lo que diga mi diccionario. Pero la sorpresa es grande cuando este diccionario (tan locuaz y explícito con las palabras “homosexualidad” o “genética” por ejemplo) se limita a un breve y lacónico “homosexualidad femenina” cuando define la palabra “lesbianismo”.
Así que solo puedo acudir al recurso de citar a Safo de Lesbos cuando evocando a su amiga Arignota escribiö: “Semejante a la manzana dulce, roja en la parte de la rama, en lo alto de la copa del árbol, los cosechadores se han olvidado de ella. Pero no, no se han olvidado; es que nos han podido alcanzarla”.
Saludos Diesel:
Como en un puzzle a cada uno se nos da una parcewla de visión de una realidad, cuando existen otras muchas. Se nos ha ha obligado a ser…y esta constante influye en la percepción inicial, e incluso en lo profundo, pero la reflexión abierta siempre nos plantea una perspectiva más amplia y es la de la libertad como principio de creación del mundo. Foucault comentaba que “vivimos” dimensiones completas, que no se contraponen a otras, siempre que el poder no las niegue por sistema y a la fuerza. Precioso el poema de Safo…extraordinariamente sabio.