¿Está libre la vida?. ¿Circula, por ella, el arrastre de esas esencias que sólo son la altivez de los cisnes que nadan en el lago de las cercanías?. Sólo me responde un eco escondido (sed de niño) que, tras las agujas de cristal de mi reloj, terminé por olvidar. Así que !construyo otra ilusión!. Voz de mis viajes: “Volverás, caballero del viento conmovido, con todo el peso de tus ojos como fardo, uniendo la sombra de tus experiencias con el propio destino de la luz”.
Mis ojos se lanzan al aire (pájaros de natural presura) para plantar, bajo yermos y baldíos, geranios, azucenas, aligas y alcanforeros de mitaca. Mis ojos visitan, por primera vez, los iniciales rincones del Universo. Mis ojos dilatan sus miríadas en el bálsamo que cubre el ámbito de lo desconocido. Mis ojos juegan con los primeros segundos de la existencia descifrando jeroglíficos que jamás antes pude comprender. Y descubro un fúlgido axioma que se diluye en mi pensamiento: “La deseada intensidad de tu persona no tiene bordes ni límites porque se extiende (más y más y más), sin fronteras ni pronombres, por el infinito alcance de tus manos”.
Y la alcanzo. Y entre tanta esperanza desangrada bajo los hacinamientos del enhebrado abrazo del sueño sin final, embarco en el convoy de mis vivencias y comienzo a resumirme en la pura naturaleza de su ser.
Y me alcanza. Y entre tanto ruido de valvas desconchadas escucho el paso firme de los hombres que andan por el andén buscando camino hacia no sé cual salida.
Y oigo el murmullo de los suspiros que lanzan las torres del eléctrico/exhaústico alumbrado de la soledad. Los cables deslizan mensajes a través de incógnitas superficies que, argonáuticas de su ausente mar, no son sino los instantes de un homérico soneto: “!!No sigáis muriendo hermanos!!” grito con el silencio de la voz. Y ellos miran (bisectriz de la desesperación) para saber si he sido yo; para saber si ha sido mi voz; para saber si ha sido otro; para saber si ha sido la voz de otro. Pero ellos sólo miran y giran… nada más…
Por encima de las dudas crecen las verdades y los poemas no se pueden atrapar. Tengo que dejarlos libres para que se extiendan por el espacio. ¿Qué clase de espacio puede existir?. Sólo existe el espacio de ellos mismos. Por eso algunos versos se escapan por las abiertas ventanillas y se cuelgan de las ramas de los viejos arbustos y otros, más sutiles en su perspicacia elemental, escapan por las mismas ventanillas para embarcarse en las blancas nubes del atardecer y grabar allí su simbólico mensaje: “Si eres viento de la tarde mañana serás aroma de existencia”. Viento de la tarde…