¡Esto es una fiesta! Todos nos juntamos y nos mirábamos. Ibamos a pasar unos dias y unas noches e fiesta. En mi casa no sabían nada. Tampoco les importaba mucho. Volvería y ya está. Punto. Es lo que los jóvenenes hacemos. Juanma se puso mal. Empezó a quedarse pálido y todos nos preocupamos. ¿Te vas a quedar sin fiesta tío? Luego se le pasó con un canuto que le pasó Oscar. ¡Venga, la marchita!
Todo pasaba como siempre. Me puse muy borracho. Es como si no fuera yo y la noche fuera mi verdadera vida. Perdí el reloj. Hacía calor y Juamna tenía los ojos cerrados. A nadie le importaba. No le podíamos casi ver ciegos de todo. Ruido y música abrazándome. ¡así todo no se siente! Creo que le dije a alguien que bueno, vale…y eso, que todo era guay. Juanma fue desaparciendo, como si algo se lo llevra despacio, arrastrado hasta la puerta del vater. Todo se calló, o dejó de sonar.
Mi reloj estaba en alguna botella del vertedero. Mis amigos no estaba allí y yo comenzaba a ser un poco más yo, ese de todos los dias.
Llegué a casa sin reloj y con ganas de dormir mucho. No encontraba las llaves. Llmé al timbre. Mi madre me abrió. Su rostro era una forma que se superponía a otra forma. Me metí en mi cuarto. Me eché en la cama.
¿Qué pasó durante todos esas horas?
Sonó el móvil. Me despertó el móvil. Era la voz de Juanma. ¿Qué decía?
¿Dónde estaba? No parecía él, pero parecía. Me dolía la cabeza y tenía el estómago lleno de calor. El aparato se me cayó al suelo. Me caí de la cama al recogerlo. Sobre la alfombra estaba el reloj. Juanma…estaba en otra parte.