En la esquina interior de la barra del Brentwood, se encontraba un ser oscuro como su vestimenta y su espíritu apagado, pues hacía remover los hielos de aquel vaso de Whiskey, mirándolos fijamente en su recorrido por aquel vaso bajo. Ignorando a la música, se mecía tranquilo al ritmo de un blues de alguna época mejor, desafiando así a las ideologías del bar, mientras repasaba tranquilamente sus pensamientos y, de cuando en cuando, dejaba rienda suelta a alguna lágrima que recorría su cara redonda y triste, recordando tiempos mejores de su juventud.
Mientras se secaba las lágrimas, encendió un cigarrillo y dió un trago largo a su vaso. Fué entonces cuando su mirada se posó sobre las caderas de una chica, sobre las cuales se tendía una mano canalla de un ser largo y estrecho. En ese momento, rompió a llorar mientras miraba el cuello de la botella de su Whiskey, recordando cuando él había sido aquel canalla, momento que aprovechó para estampar su vaso contra la barra, y marcharse de su esquina para recorrer el camino oscuro y triste a algún lugar donde los desterrados encuentran su consuelo.