– No conozco ese tal Tesauro; pero sé que la Moon Street está al otro lado de la ciudad. Al sur. Muy al sur. En un arrabal muy poco recomendable. Es un barrio duro y lóbrego donde dicen que la policía no se atreve a entrar. Pero hagamos una cosa. Yo te ayudo a ti si tú me ayudas a mí…
Paul contempló ahora muy directamente a Katy. Sus bellos ojos negros y su sensacional rostro, así como su cadenciosa y melodiosa voz, la definían exactamente: una espléndida portorriqueña como aquellas que él había visto una y mil veces en la ya viejísima película West Side Story. Su cuerpo era verdaderamente excitante…
– ¿Yo ayudarte a ti?. ¿En qué podría ayudar un forastero, que está perdido en la Gran Ciudad, a una chica tan decidida como tú?.
– Tiene cierto peligro pero te necesito y sabré recompensarte como tu ayuda se merece. Verás. ¿Observaste a ese siniestro personaje que estuvo aquí llorando y después estrelló su vaso de whiski contra la barra antes de hundirse en la calle?.
– ¿Quién podría olvidar a un hombre así?.
– Es un viejo solitario. Un viejo que perdió su juventud en busca de placeres siempre frustrados. Dicen que se ha vuelto algo así como,un psicótico que odia a los jóvenes. Y eso me da miedo.
– ¿Es que lo conoces personalmente?.
– Sólo de vista. Pero hace ya tres noches que, cuando salgo del Brendwood, lo veo observádome desde la acera de enfrente. Sé que me persigue con su vista hasta que entro en el coche y arranco a toda velocidad. Por eso le tengo miedo. Se dicen de él algunas atrocidades y temo que un día me asalte a mí. Además unos parroquianos han dicho que esta noche han asesinado a un taxista muy cerca de aquí.
– ¿Cuándo sales del Brendwood?.
– A las dos de la madrugada cerramos el local. Tenemos todavía una hora por delante. Una hora donde me gustaría que me contases algunas cosas de ti. ¿Qué misterio se encierra en tu mirada?. ¿Por qué buscas el Tesauros?. ¿Qué se ta ha perdido a tí en la Moon Street?.
– Sigues haciendo muchas preguntas al mismo tiempo.
-Y tú eres muy enigmático, Paul… pero espera… esa mano que tienes ensangrentada debo curártela. Ves al lavabo y lavátela mientras yo busco alcohol desinfectante.
Paul se dirigió a los lavabos mientras Katy buscaba en su botiquín. En esos momentos, con Paul entretenido en lavarse la herida y Katy entregada a la búsqueda del alcohol, el gigantesco y patético perseguidor de la callejuela entró en el Brendwood. Era la una menos cuarto del anochecer…