Más allá del puente había un lugar para los mundos de la infancia, huecos que llenar con las ensoñaciones inocentes y un horizonte lleno de grillos nocturnos cantando bajo las lunas de primavera. Más allá del puente había una especie sinuosa de silencios adornados por los ruidos de una selva encantada y lejana que traía a la conciencia algo así como un murmullo de amapolas enrojecidas con el tinte de las emociones. Más allá del puente había distancias por vivir y el silbido del viento hacía pensar en una aventura caminante donde el continuo reloj del pensamiento quedaba detenido entre las últimas sorpresas. Una especie de canción soñada en medio del recuerdo. Había allí, más allá del puente, una fantasía de foráneas fragancias recorriendo la vida en los rutilantes momentos de todo el movimiento condensado en el espacio blanco de las ilusiones.
Y ahora imagino, sí, la vida intentando desdibujar barreras para permitirme sentir la incólume pertenencia a cada lugar; tomando las amables velocidades de las tierras para vivir andando entre ellas y anidando en todos los rincones del sentimiento. En este caminar perpetuo las botas se llenan de cansancio… pero también se llena el alma de asociaciones inauditas que me hacen recordar aquel puente donde yo iba para asomarme a los impronunciables pretiles de los mundos del sueño. Ahora imagino, sí, la existencia ungida de espíritus silentes haciendo nido en los caminares del tiempo. Las botas se llenan de cansancio y de caminos y de tiempos. Y de siluetas cimbreadas bajo las fragancias de los aromas de las amapolas. E imagino, sí, los mundos navegantes que se inundan de pleamar.
Más allá del puente había hogares ventilando estrofas que algún poeta de la noche dejó escritas en el limo de las primaveras blancas. Había distancia por vivir y marché hacia ellas. Y a mis botas las llamé libertad. Y la libertad se llenó de tornasoles azulados bajo las marquesinas de los dorados soles acunados en los anaranjados horizontes. Se llenó la libertad de tiempos y de presencias insólitas. Y al regresar, unos ojos me preguntaron ¿qué hay más allá del puente?. Más allá del puente, respondí, hay mundos de infancias recogidas en un manojo de pulsaciones; hay huecos de ensoñaciones inocentes acunándose en las enhiestas arboledas de la sensación; hay horizontes de grillos nocturnos que cantan bajo lunas de primavera las estrofas de los anónimos poetas del amanecer.
Oigo su voz. Descansa. Descansa. Y cierro los ojos para sentir universos miles. Más allá del puente hay universos miles por vivir. Universos miles de cualquier distancia, cualquier sustancia, cualquier edad. Universos miles de cualquier esencia, cualquier presencia, cualquier amor. Cierro los ojos y duermo mientras siento la mano dulce de la diosa Fantasía acariciándome levemente el rostro.
Más allá del puente había sueños. Gracias por recordármelo, Amiga de lo Azul. De lo Azul del Mar. De lo Azul del Cielo. De lo Azul de los Caminos.
Simplemente precioso, diesel. Me ha emocionado.