Escuela de ángeles

Infinita fábrica de alas.
Taller de sueños y boulevares.
Océano tibio donde se corren velos y restañan heridas.
No hay tiempo. Sólo eternidad.
Se respira un claro azul como me enseñaste en el espejismo que parecían ser nuestras realidades.
El oficio es la humildad.
Se moldean constelaciones que recuentan buenos motivos.
Escalones de nubes y verbo.

Todo se parece a mirarte.

Por doquier hay alas hechas de ventanas.
Libertad de bocas.
Cestas de algodones, plumas y luz.
Buena materia prima para poder curarse.
Se tallan años de espíritus a la intemperie.
Plano diferente.
Somos todos chiquitos.
Las paredes susurran nombres y ciudades.
Como en un infinito cine se presentan imágenes submarinas de vidas simultáneas.
Las veo desde arriba.
Pueblos y gente.
Torrentes de culturas y países que forman un mismo nudo.
Corren pero no nos ven. Habrá que ayudarles mientras aprendemos.
Todo confluye en un mismo punto.
Somos latidos que flotan.
Se tejen letras.
La esencia es y será la misma.

Podremos escoger un color. La paleta es infinita.

Recorro la habitación de alas.
Hay inventario con planes mayores.
Todas están colgadas en la sala interminable.
Los talles están mezclados. Todas son unisex.
Hay pequeñas, enteras y otras rotas.
A varias les faltan plumas. A otras las acosa la liviandad.
Muy pocas llevan cruces invisibles.
Todas se parecen.
Me gustan las recién nacidas. Parecen tener mucho que aprender.

Elijo esas. Tienen la medida de mi espalda.

Todos estamos para el mismo quehacer.

Floto.
Todo es liviano aquí.
Mucha luz.
Disfraces de cuerpos y circunstancias.

Una luz blanca envuelve con amor y compañía.

Me siento a descansar en el umbral de mar.
No sé definir tiempo pero sueño profundamente.
Descanso. Descanso mucho.
Puedo ver con claridad.
Puedo arrepentirme desde el alma.
Me cuidan. Ellos siempre están cerca para cuidarme.

Puedo sentirte.
Me regalas cielo desde tus manos.
Te encuentro desovillando caminos.
¡Cuánto me alegra que lo hayas encontrado!

Me percibes.
Te pierdes por lo que antes fue el pasadizo de mis ojos.
Conoces el viaje. Ya has estado aquí al igual que yo.

Recordamos profundamente.
Nos convidamos silencio.

Un trueno anuncia la lluvia que limpia nuestros recuerdos.
Purifica. Renueva. Alivia.

Compartimos isla y mundos que se entienden.

Acaricias mis nuevas alas.
Es como en esos tres siglos atropellados en que aliviabas a mi sol cansado.

Alquimia de ángeles en reposo.
Suspiros.
Pasajes de olvidos y memorias.

¿Es que acaso nos hemos encontrado con la misma pregunta?

Purificamos hilachas y rencores.
Aprender.
Esa es la palabra que hace eco en las paredes que no existen.
Aprender y crecer.

Nos abrazamos.
Lentamente nos acompañamos hacia la luz.
Es el final de nuestro encuentro. En realidad es el principio.

Inunda la cálida brisa como la mañana.
Nos envuelve. Nos baña de energía.

Estamos trabajando mucho.

Por el paseo también hay frascos de cristal que duermen en vidrieras de nácar.
Me recuerdan a las reliquias de la Farmacia La Estrella en la Manzana de las Luces.
Podemos escoger las semillas que queremos que germinen.
La próxima vuelta llamada vida se avecina.

Siguen pasando nombres y ciudades.
Medito.
Respiro como me dijiste.
Resuena Uma en mi memoria.
Es el elegido con que me distinguiré en esta tarea celeste.
Se preparan espadas de luz para la próxima batalla.
Se amasan futuras experiencias.
El reloj en los zapatos.

Sabemos que somos ángeles.

Descansamos sin horas ni pasos.

Nos despedimos en la entrada del enorme túnel.

Agitamos las alas para iluminar el camino que hemos elegido.
Nos gusta. Es nuestra misión.

Volveremos a encontrarnos.
No nos moriremos otra vez sin decirnos a dónde iremos.

Vuelve la intensa luz.
Nos llama y escolta.

Me recuerdas a Hugo pero sé que eres Emilio.

Ella nos ayuda a elegir el regreso.

Se parece al amanecer.
Llega lenta y mágica.

Recobramos energía y milenios.

Siento tu mano en lo que era mi mejilla.

Me alejo.

Vuelvo al umbral de mar.

Sé quién soy otra vez.

Indiana Forti

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